02
Asomó la cabeza en la abertura de la puerta y su padre movió un dedo invitándolo a pasar. Entró en silencio sin dejar de masticar su goma y se detuvo frente al elegante hombre alto. Hyungwon era alto pero su padre sin duda lo era más, cada vez que Won estaba de pie junto a él se sentía igual que una minúscula hormiga. Y aunque se sentía intimidado, no lo demostraba.
Chae Hae-In era un hombre de pocas palabras pero sabía hablar en el momento justo y con las personas que no le harían perder el tiempo, en palabras de Hyungwon, cariñoso con su único hijo y fiel a la memoria de su difunta esposa. Dueño de una famosa galería de arte y padre a tiempo parcial. Amaba su trabajo, la galería, los vinos costosos y a su hijo. Para el resto del mundo, Hae -in no conocía de emociones o sentimientos; calculador, frío y despiadado con quién se atreviera a tocar sus obras de arte o la bella "ranita" que tenía como hijo.
Los ojos oscuros y críticos lo recorrieron de pies a cabeza en tan solo un segundo consiguiendo que Hyungwon se tragara el chicle. Su padre odiaba las gomas de mascar. El hombre de piel blanca y anchos hombros dirigió su mirada a la escultura frente a ellos, se trataba de un torso desnudo de un hombre. Hyungwon lo había escuchado discutir al teléfono amenazando a su secretaria y asistente para que obtuvieran la pieza pero ahora que la tenía delante, su rostro era de aburrimiento total.
—¿Crees que vale la pena?
Hyungwon entrecerró los ojos apreciando cada minúsculo detalle, tal cual le enseñó su padre. Hombros anchos, bíceps marcados, pectorales delineados y el atractivo cuello. El rostro de un chico llegó a su mente y sonrió.
—Hay que pulir ciertos puntos pero eso lo hace especial —sonrió ladeando la cabeza y asintió. —Me gusta, ¿te costó mucho?
El pelinegro más alto sacudió la cabeza caminando hacia el sofá individual.
—El dinero es lo de menos. Le daré una oportunidad —sentenció cruzando las piernas. Hyungwon avanzó a la pequeña sala y ocupó la mesa de café como su silla particular. —Necesito que me hagas un favor.
Hyungwon enarcó una ceja.
Pocas veces su padre le pedía "favores", la mayoría del tiempo solo ordenaba y Hyungwon le daba igual porque sabía que su padre jamás le negaba algún capricho. Era un trato justo por dónde lo viera.
—¿De qué se trata?
Hae-in lo miró sin parpadear, lo cual no era buena señal.
—El señor Han recién abrió un pequeño local de pizzas y ayer uno de sus repartidores sufrió una lesión. Su hijo tiene un compromiso y no puede sustituir al repartidor —el mayor hizo una pausa permitiendo que Hyungwon analizara sus palabras y continuó. —Me pidió que trabajes como repartidor, solo por hoy, más bien esta noche.
El señor Han. Hyungwon lo recordaba como el vigilante que siempre llevaba un café extra para su padre cuando trabajaba como asesor en una galería, antes que el obtuviera su propia empresa. Un hombre muy amable, sonriente y caritativo. Hyungwon aprendió muchas lecciones junto a él en los ratos que le tocaba esperar por su padre después de la escuela.
—¿A dónde y a qué hora?
Hae-in sonrió.
—La dirección está en la tarjeta sobre mi escritorio, la pizzería abre a las cinco pero debes estar ahí a las cuatro y media para instrucciones.
Hyungwon asintió levantándose. Si iba a trabajar toda la noche tenía que recargar energías y una buena siesta se las otorgaría. De camino a la salida, su padre lo detuvo con su potente voz.
—No te atrevas a recibir el pago que el señor Han te ofrezca, si quieres conserva las propinas —le dijo serio, la misma expresión que ponía cuando amenazaba a sus empleados. Hyungwon no era un empleado pero surtía el mismo efecto. —No quiero enterarme que recibiste el dinero o te quitaré el Mercedes.
Hyungwon sonrió con burla.
—Tranquilo, Chae. El dinero no me hace falta —abrió la puerta y salió tarareando.
Su padre podía ser un ogro mandón, manipulador, esclavista y demás pero tenía corazón con las personas que le ayudaban sin pedir nada a cambio, y el señor Han era una de ellas.
—Muchas gracias por venir, muchacho —el señor Han tomó su mano e hizo múltiples reverencias. —Le dije a tu padre que no era necesario pero él insistió.
Hyungwon sonrió ayudando al señor a ponerse de pie.
Recordaba al señor Han menos canoso y sin tantas arrugas pero le alegraba ver que seguía siendo el mismo hombre gentil y respetuoso.
—Mi padre solo quiere ayudarlo y yo también. Le causé muchos dolores de cabeza de niño —rió sentándose en la silla roja —es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento.
—¡Oh no! —le señor se apresuró a negar y Hyungwon sonrió encantado. —Eras un niño muy energético, eso es todo.
Hyungwon encogió los hombros admitiendo lo obvio.
Tenía los recuerdos frescos de lo que fue su infancia y no negaba que era bastante energético pero no siempre canalizaba esa energía para lo positivo. Muchas veces hizo correr al señor Han por los tres pisos de la galería e hizo que su rostro cambiara a varios colores en menos de un minuto cuando se acercaba demás a los cuadros o las vitrinas con los dedos manchados de caramelo.
—Y bien, ¿cuál será mi impresionante vehículo?
El hombre canoso sonrió apenado. —Es una vieja moto, espero no te incomode...
Won sacudió la mano buscando un cigarrillo en su cajetilla y chasqueó la lengua encontrándola vacía. Bien, compraría una después de su primera entrega.
—Estoy rodeado de vejestorios en mi casa, una moto de unos años no me hará daño.
El hombre rió y le entregó las llaves.
Con dos cajas con las primeras pizzas de la tarde salió del pequeño establecimiento buscando el que sería su vehículo por esa noche. Una scooter roja de faroles redondos le sorprendió a la orilla de la acera.
—No está nada mal —murmuró. —No va tanto con mi estilo pero no me puedo quejar. Soy guapo hasta en una bicicleta de una rueda.
Acomodó las cajas de pizza en la caja trasera de la moto y se colgó el casco. La noche no era tan fría por lo que dejó su chamara de cuero amarrada a su cintura para lucir la camisa roja que pertenecía al uniforme de la pizzería. Revisó por última vez la dirección de la entrega y guardó el celular en su pantalón rasgado de mezclilla y emprendió camino.
Cerca de las once de la noche, el estómago le comenzó a rugir en consecuencia del delicioso aroma que desprendían las pizzas. Estuvo tentando a detenerse y sacar una pero después recordó el rostro inexpresivo de su padre y desechó la idea.
Aparcó en una casa de dos pisos con patio amplio y un bonito porche con una silla colgante para dos personas. Ya había fumado su tan necesario cigarrillo así que el sueño estaba volviendo a su cuerpo y ni hablar de la intensa hambre. Tocó el timbre y esperó un par de segundos.
—Buenas noches —levantó la mirada y sonrió en grande. —Hey, músculos, eres tú.
Hoseok gruñó apretando la puerta.
—¿Qué haces aquí?
Hyungwon enarcó una ceja alzando la caja. —No es obvio, traje tu pizza.
—¿Tú?
—¿Ves a alguien más? —Hoseok negó y Hyungwon se echó a reír. —Toma tu pizza para que yo pueda irme a cenar.
Hoseok recibió la caja dudoso y entregó el pago. Hyungwon lo recibió sin contarlo y se dio la vuelta.
—¿No vas a contarlo?
El alto se detuvo y sacó el dinero del bolsillo, hizo un conteo rápido y asintió. —Está bien, a menos que no quieras darme esa cantidad como propina.
—¿Desde cuando trabajas en una pizzería? —Hoseok ladeó la cabeza curioso. —Recuerdo haber escuchado que tu padre tiene una galería de arte y a diario vas en un Mercedes a la universidad.
Hyungwon se giró con una sonrisa ladina.
—Veo que alguien pone mucha atención a su alrededor —caminó de regresó manteniendo el contacto visual y relamió su labio inferior una vez estuvo a centímetros del rostro de Hoseok. —Además de Ji Han, ¿también estás enamorado de mí? No me sorprendería en absoluto.
El aliento caliente golpeó los labios de Hoseok y el aroma fresco y floral de Hyungwon inundó sus fosas nasales. Instintivamente retrocedió chocando con la puerta haciendo reír a Hyungwon.
—No digas tonterías —espetó. Entró a la casa y cerró a la puerta justo en el rostro de Hyungwon.
—Que grosero, músculos.
Luego de esa pequeña charla con Hoseok estuvo más animado y logró terminar su turno exitosamente a la 1 de la mañana.
—¿Disfrutaste tu pizza? Esperaba que me invitaras una rebana pero solo recibí una puerta en la cara —Hyungwon subió las piernas en la mesa y Hoseok tuvo que hacer a un lado sus libros.
—¿Cómo demonios me encontraste?
Hyungwon sonrió bajando las piernas y recostándose en la mesa. Estaban en el jardín justo debajo de la unión de dos arboles y no habían estudiantes cerca, el lugar perfecto para tomar una siesta o hacer tarea, como Hoseok.
—No hay muchos sacos de músculos con la cabellera rosada —sonrió poniendo el codo en la mesa y sobre la palma de la mano su cara.
—¡Oh! Veo que alguien pone mucha atención a su alrededor.
El delgado se echó a reír por la mala copia de su frase.
—Al menos debes fingir imitar mi voz para que resulte mejor —le dijo. Hoseok rodó los ojos fingiendo concentrarse en el libro en sus manos. —Crisantemos.
Hoseok lo miró sin entender.
—¿Qué?
—La flor favorita de Ji Han —subió a la mesa recostándose mirando al cielo y su camiseta negra se subió dejando ver su vientre plano, no se preocupó por acomodarla y Hoseok creyó que era un exhibicionista.
Pésima influencia para Ji Han.
—¿Por qué me lo dices?
—¿No quieres conquistarlo? —Hoseok lo escuchó murmurar antes que se sentara nuevamente en la mesa. —Ji Han le gusta el romance, es un ridículo cursi.
Hoseok sonrió imaginándose junto a su crush enredados en el sofá mirando un maratón de peliculas románticas clichés mientras se reparten mimos y se alimentan uno al otro.
—Su número favorito es el diez —dijo sacando de su ensoñación al pálido. —Regálale diez crisantemos y lo tendrás sonriendo.
—¿Por qué me dices todo eso?
Hyungwon cogió la cajita de jugo de Hoseok y encogió los hombros.
—Ji Han está aburrido de estar soltero y tú pareces un buen partido.
El pecho de Hoseok se infló y asintió.
—Gracias, supongo —rascó su nuca sin saber que más decir pero fue Hyungwon quién resolvió el silencio incomodo.
—Tengo clases —bajó de la mesa de un salto y se fue bebiendo el jugo.
Hyungwon le sonrió a un par de chicas que murmuraban entre ellas en una de las mesas de la terraza y dudo en acercarse. Había estado en abstinencia por casi una semana y luego de hablar de romance se le antojó un buen trío. Las chicas eran bien parecidas y se veían ansiosas por llamar su atención. Rastrilló su cabello hacia atrás y se dirigió a la mesa con una de sus mejores sonrisas.
—¿Me puedo sentar?
—¡Si, adelante! —La rubia de pechos grandes liberó la mesa y se acercó a Hyungwon inclinándose al frente dejando ver qué tan pronunciado era su escote.
Hyungwon sonrió tomando la mano de la rubia y guiñándole un ojo a la otra chica dijo:
—Me gustan tus ojos.
La chica soltó una risita y en un parpadeo ya estaba comiéndole la boca a Hyungwon.
—Maldito prostituto —Hoseok recogió sus libros sin poder evitar mirar con asco al pelinegro coqueto. —Si, claro, se va a clases. Sólo una persona tan dulce como Ji Han soportaría tenerlo como amigo.
El pálido sacudió la cabeza y se marchó de ahí. Tristemente tenía que pasar junto a la mesa de los sinvergüenzas pero hizo todo lo posible por apresurar sus pasos y no fijarse en el desfiguro que había formado Hyungwon en la terraza de su facultad.
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