Víctor Licht
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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз)Víctor x lectora.
εïз)La historia de este escenario se remonta a los tiempos en donde Víctor estudiaba la universidad, suponiendo que cruzó algo así.
εïз)No tiene +18.
εïз)¡Espero que les guste mucho!
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"Las memorias de un nerd".
De sus años como estudiante de universidad, incluso anterior a ella, el chico de rizos desechos prefería no acordarse. Levantó mucha curiosidad en sus compañeros de la octava por su silencio, pero a diferencia de Arthur, no podía decir con seguridad que era atractivo para el publico femenino. Si observaba a Shinra, sentía pena por los rumores que circulaban bajo el apodo de demonio, pero tampoco podía asegurar que causaba temor en sus compañeros como el azabache.
Licht observaba a sus compañeros; Maki era fuerte y atractiva, llevando la contra a los deseos de su familia para valorar su fuerza. El capitán Obi, en una sola palabra, era un hombre de respeto por temer a las llamas y aún así querer salvar vidas. El teniente, era como él en el aspecto que nunca sabía lo que pensaba, pero era de segunda generación y eso ya decía mucho. La hermana por sí misma era el sol del escuadrón y el resto, muy seguro estaba de poder adjudicarles proezas y adjetivos justos a sus metas.
Pero, entonces observaba su figura de pies a cabeza y no encontraba ni la sombra que algún día alguien le aseguró que era. Se había llegado a preguntar si la castaña, la que antaño en la universidad, fue su amiga, le había mentido, pero entonces sus pensamientos destructivos contra él se destrozaban cuando sus compañeros le recordaban las excelentes ideas que había tenido para salvar la vida no solo de ellos, sino de casi toda una ciudad.
Se le formó una sonrisa torcida cuando Maki terminó de alagarlo. Sus ojos se abrieron grandes, demostrando su emoción en lo profundo y extraños que podían ser.
—No es para tanto, fue una idea muy humilde la del tornado —respondió el rizado rascando la punta de su nariz con su dedo delgado y suave. Se encogió de hombros y su corcova se alzó un poco más bajo su bata de laboratorio—. Además, no hubiese sido nada de nosotros sin tu habilidad de segunda generación. Eres muy fuerte.
La castaña rio, avergonzada por recibir tales palabras de un hombre tan inteligente. Se removió en su sitió con ternura, mientras a su derecha Shinra se echaba un fuerte suspiro con los ojos muertos.
—¿Cómo es que no confundiste sus palabras con "Gorila ciclope"? —murmuró para sí el azabache. Pronto recuperó la postura y con un rostro lleno de curiosidad se refirió al científico—. ¡Cierto! Ahora que sabemos que eras un infiltrado de Haijima y nadie se sorprendió, no sabemos nada más de ti.
Víctor asintió, temiéndose a lo que Shinra se estaba refiriendo. Y, ante su silencio, el joven tuvo que tomar nuevamente la palabra, sin alcanzar a entender su incomodidad.
—Ya sabes —dijo Shinra, atrayendo la atención de la hermana Iris y Arthur, quien venía del patio con un yelmo hecho de periódico sobre la cabeza—. Cosas sobre tu infancia, cosas que te gustan o cómo fue tu escuela. Siempre te la pasas encerrado así que...
—Solo necesitan saber que soy un hombre que busca la verdad y estoy dispuesto a colaborar con la octava —no tardó en responder Víctor como si lo hubiese practicado en algún momento por si llegaba la ocasión. Sus orbes se detuvieron y la sonrisa que alguna vez fue de orgullo, ahora parecía forzada; todos llegaron a la conclusión de que aquello lo había incomodado—. Ah, iré a mi estudio. Todavía no termino algo en lo que he estado trabajando.
Declinando su oportunidad para acercarse más a los jóvenes del grupo y hacerse bien conocido entre ellos, Licht huyó hasta su habitación de estudios, como si fuese la guarida de un pequeño ratoncito. Cerró muy bien la puerta y con la mirada perdida, los recuerdos de esos entonces le volvieron a la cabeza secándole los labios y atacando su corazón.
—huyó —agregó Shinra viendo el camino por donde el científico se había dio. Iris asintió a él y se llevó la mano a la mejilla, sin dejar de pensar en lo solo y melancólico que llegó a parecerle Licht.
Era como si algo hubiera perdido.
—Y obviamente fue tu culpa —acusó el rubio con caballerosidad estúpida.
—¡¿Mía?! —respondió Shinra, dando la espalda a Maki, quien comenzaba a transformarse.
Arthur asintió y esa colita sobre su cabeza también lo hizo.
—¿Cómo se te puede ocurrir preguntar algo así? —expuso el rubio con la cara cada vez más pálida—. ¿Y si en su juventud logró traer de la muerte a un monstruo y el experimento se le salió de las manos?
Shinra negó con fuerza. Iris forzó una sonrisa y aseguró que eso era muy exagerado.
—No, no —dijo Shinra—. Te estás confundiendo de Víctor. El nuestro no haría eso... creo.
Tres puntos suspensivos, dado el favor de la duda a la moral del científico, se alzaron por todo el salón hasta que la voz estruendosa de un verdadero monstruo apareció clamando la sangre de un demonio grosero. En un abrir y cerrar de ojos, Maki alzó a Shinra, con la intención de partirle la espalda con su rodilla.
—¡¿A quien llamas gorila ciclope?! —gritó la castaña.
Armando un alboroto que más tarde el teniente no pudo ignorar y salió a regañarlos como pedirle a Maki que asesinara a sus compañeros en el patio y no dentro, llegó hasta dentro de la habitación, pero no logró perturbar a Víctor, quien había tomado asiento tras su escrito y sacado de su bata un bolígrafo al que el tiempo no le había dado perdón y dejado su imagen desgastada de un negro a un gris blancuzco.
Por fuera, Víctor escuchó el grito de Shinra pidiendo ayuda por su vida, después de un golpe seco y el silencio de un muerto que podía usar el adora link. Durante un segundo se mantuvo reacio a hundirse en sus memorias, pero los movimientos de sus dedos sobre el cuerpo del boli lo obligaron a volver a ese día, cuando la primera parte del día de escuela había terminado y el receso llegado.
Ese día no la había visto desde la mañana y como iban en clases distintas, pensó que simplemente no había ido. Algo fácil, pero en cierto modo le causaba un poco de incomodidad y soledad, ya estaba acostumbrado a ella, a que cuando llegaba la hora de comer, su delgada figura aparecía en el umbral de la puerta de su salón y salía con ella a su lugar secreto para comer.
Sus compañeros se levantaron de sus sitios, ignorándolo por el momento, y él estudió la entrada del salón para no encontrar más que la falta de emoción en su pecho. Cuando supo que ella no iba a llegar, el día se le pintó de gris; se echó un suspiró y de su mochila sacó un pan y una cajita de leche de vainilla que compró en una tienda de convivencia antes de llegar a la universidad.
—Es un asco... —bufó a la vez que abría el envoltorio de su comida.
De pronto, como una sensación similar a la que tiene una presa por huir, levantó sus ojos somnolientos para encontrarse con el trío de bravucones del salón. Ese tipo de chicos que no entendían que ya iban en universidad y que debía comportarse a la altura respetando a los otros.
Una palma golpeó con la mesa, haciéndolo saltar de miedo y sorpresa. Por poco y se tiraba la leche encima.
—¿Hoy estás solo? —preguntó el chico, siendo adorado por las risas de los dos restantes, quienes esperaban una señal para comenzar a pisar su comida.
Licht bajó la mirada. Maldiciendo la carencia de su fuerza. Iba a asentir negligentemente cuando otro golpe retumbó en el momento y el bullicio del salón se murió, siendo ese sitio el mayor foco de atención.
El bravucón se inclinó un poco, sintiendo un fuerte dolor en el trasero y cuando Licht quiso enterarse de lo que estaba pasando, se encontró a la castaña con ese rostro divino de molestia. Sus labios forrados en un bálsamo exquisito, levemente fruncidos y aunque el maquillaje quería hacerla ver delicada, más parecía una tigresa aguerrida.
—¡Claro que no está solo! —dijo ella, arrastrando su voz, la cual endureció un poco. Volvió a darle otra patada en las nalgas, acto suficiente para tirarlo de cara contra el suelo y espantar a los otros dos cobardes.
Con el silencio que se hizo y todo mundo entendió como respeto a una de las chicas más problemáticas del sitio, le dieron un camino para salir del salón. Observó molesta al joven de rizos castaños y bufó.
—¿Qué? —preguntó ella, dejándose vencer por un sutil sonrojo.
Internamente estaba en un debate si había hecho mal o bien al haber actuado así. ¿y si dejaba de parecerle linda? A lo mejor le gustaban las chicas que no daban patadas o no eran tan agresivas y ahora la había cagado.
Pero entonces la débil sonrisa de Víctor espantó sus pensamientos. Se derritió pensando lo tierno que era con esos ojos adormilados acompañados de una sonrisita, que no advirtió cuando lo tomó de la mano y se lo llevó consigo para comer en otro lado.
—Creí que no habías venido —agregó Víctor. Olvidó esa soledad para darle sitió a su corazón a la fuerza de su heroína.
Ella chasqueo los dientes. ¿Cómo se iba a perder un día y no estar al lado del chico que le gustaba? Aceleró el paso, lo suficiente como para hacer correr al rizado que pronto quiso detenerse por una sola razón.
La gente en los pasillos y patios que atravesaron comenzaron a reír en su derredor. Víctor estaba en problemas, quería detenerse, pero cuando levantó su mirada al rostro de la castaña no encontró ni un ápice de vergüenza por ir corriendo de la mano de un chico que se contorsionaba de forma extraña cuando corría.
Víctor levantaba sus pies con exageración. Su brazo restante se mecía como el de un peluche cuando es sacudido y el resto de su cuerpo visualmente no lucía agradable pues en esos años estaba comenzando su manía de agacharse debido a la inseguridad que le causaba su estatura.
En cuanto llegaron al sitio donde acostumbraban comer, que era algo así como un almacén para los clubes deportivos, Víctor pudo tomarse el tiempo suficiente para atrapar el aliento. El pan que había guardado en su bolsillo se deshizo, pero la leche estaba sana y salva.
Volvió a levantar la mirada y encontró el rostro carmín de la chica expresando un conflicto que debatía en sus pensamientos.
—No podía faltar, no te quiero dejar solo ¿ok? ¡¿Entiendes?! —dijo ella, rompiendo con el silencio del sitio.
Víctor asintió a sus palabras, pero no tardó en caer en cuenta de su inseguridad de la víspera.
—Pero... —dijo con un hilo de voz—. ¿No te da vergüenza ser mi amiga?
La palabra amiga llegó a calar en el pecho de la castaña. Era como si la misma sociedad cavara entre ellos un hueco que ni sus lagrimas y palabras más dulces podía llenar. Inmediatamente negó con fuerza.
—No —dijo ella, con el corazón en la garganta—. ¿Por qué habría de darme vergüenza?
El castaño desvío la mirada, comenzó a jugar con sus manos e hizo unas muecas con sus labios.
—Pues porque...cuando corro lo hago de forma rara —expresó, sintiendo por primera vez que no encontraba las palabras correctas—. La gente se estaba riendo cuando pasamos corriendo hace poco. Pensé que al saber eso tú...
—¡Yo! —interpuso la castaña, con sus sentimientos en la punta de la lengua. Tomó aire, encontró a alguien débil en Víctor y pensó que lo que menos necesitaba él eran unas cadenas a la que ella se había cometido en su nombre; era un hombre inteligente, y no parecía necesitar este lazo que ella podía querer por egoísmo—. ¿Y qué pasa si corres raro y la gente se burla? Yo he pasado mi vida entera rodeada de rumores que no me permiten hacer amigos por lo agresiva que soy, y con eso me has aceptado ¿no?
Víctor asintió. La verdad era que, si se ponía a pensar, la castaña no le parecía la bestia de la que hablaban los rumores; solo era una mujer fuerte que lo había conocido como nadie lo había hecho hasta ahora.
—Entonces no tengo porqué sentirme así. De hecho, me gusta ser tu amiga —los labios se le secaron, pero el corazón no pudo morir por esa tierna expresión en Licht—. Así me puedes pasar las respuestas de los exámenes de Química y física ¿no? Después de todo eres muy inteligente.
A la sazón Víctor negó. Algo de lo que era fiel defensor era de la idea de que cada quien debía esforzarse a base de sus conocimientos para llegar la verdad que se buscaba, sea esta favorable o no.
—Lo sabía —respondió ella, dejando notar que no era su amiga por mero interés.
En medio de ese silencio, con los dos ya bastante calmados, la castaña supo que ese era el momento correcto. Una noche anterior había comprado un regalo para Víctor, el cual planeaba dárselo en otra ocasión, pero por impulso lo sacó del bolsillo de su suéter a botones y le extendió una cajita negra.
—Toma —le dijo ella con la voz titubeante—. Lo compré para ti y más te vale usarlo.
Era la primera vez que alguien le regalaba algo, por eso el castaño no supo qué cara poner. Tampoco estaba atento a que sus ojos brillaron y sus alargadas mejillas se tiñeron de rosa mientras que con sus manos esqueléticas tomaba el presente. Abrió la caja, sin saber si eso era lo correcto o no frente a la persona que se le dio y se encontró con un bolígrafo negro, de marca reconocida, brillando orgullosamente sobre un pequeño cojín.
—Ah... —fue lo único que pudo decir y si pudiera volver a ese entonces, habría sido honesto con lo que su corazón expresó teniendo en posesión un regalo tan certero.
—He visto que haces muchos apuntes y siempre traer bolis que se acaban rápido. Q-Quiero decir... —tartamudeó ella, rascándose la nuca—. Este es un boli como cualquiera y te lo vas a acabar muy rápido, pero al menos es más bonito... y pega muy bien con tu imagen.
Esto ultimo careció del volumen necesario para que Licht se enterase, pero para ella fue suficiente con ver la imagen que tuvo en sus sueños en donde Víctor parecía todo un científico con el bolígrafo. Se rio ante la idea de que un simple boli lo volvería un científico, pero no podía desechar la palabra guapo en su cabeza.
Él era un chico de estudios. A lo que en burla llamaban ratón de biblioteca, y la castaña no podía estar más de acuerdo que orgullosa.
—Víctor... —llamó ella usando su nombre por primera vez. El castaño le prestó atención, todavía emocionado por el regalo—. Puedes tomar esto como palabras vacías porque a final de cuentas no estoy en tus zapatos. Pero no eres un hombre débil, eres quien me dio una fuerza nueva gracias tu inteligencia y silencio. Eres más grande de lo que piensas, y esa curiosidad tuya no es mala. He notado que no creen como otros en el Dios sol y no lo encuentro mal... —la castaña hizo una pausa. Estaba tan enamorada que no pasó por alto la incertidumbre del castaño—. Solo espero el día en que este bolígrafo te ayude a llegar a la verdad que buscas.
Muchos recuerdos del nerd llegaron poco después de este. Pero estos no hicieron más que ayudarlo a andar hasta la ventana que había en su estudio. Supo que el sol de ese día era tan similar al de hace años que no se detuvo en abrir la ventana y recargar sus codos en el marco.
En la pequeña bolsita que tenía su bata se podía encontrar perfectamente la punta de la pluma asomándose, como un recuerdo de la única mujer que creyó en él y que sin saberlo, lo había enamorado en una juventud ignorante, dándole la liberta que hoy día tenía, pues sus sentimientos en lugar de ser cadenas, se ablandaron y volvieron flores que adoraban coronas al favor de la figura de la castaña.
Se echó un suspiro.
—Sigo corriendo raro, me pregunto si todavía te gustaría ser mi amiga... —dijo, llamando a la castaña por su nombre en un susurro—. Ah, de eso ya hace años. Tu cuerpo se volvió cenizas, pero tu recuerdo el fuego de mi corazón.
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