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Sho Kusakabe

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз)Sho x lectora.

εïз)La historia de este escenario es en un universo alterno donde no hay flame humans y Sho es mayor de edad. 

εïз)No tiene +18.

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"Pesadillas".

Las ganas de recibir su atención lo comían desde dentro. No se habían visto durante todo el día, por lo que pensó que al menos por la noche estarían juntos, tal vez jugando entre besos y abrazos; vamos, lo que una pareja normal haría en Japón en una noche después de lo pesado que es el trabajo.

Pero Sho se había equivocado.

Después de colocarse el pijama que tanto le gustaba a su novia (porque era de dinosaurios con caritas tiernas) salió por el pasillo de la habitación hasta llegar al living, donde la encontró riendo muy entretenida frente al televisor. La castaña también se había puesto el pijama que iba a juego con el de Sho y se preparó con un vaso lleno de helado de vainilla.

Sho se cruzó de brazos, fue hasta ese momento que ella llevó sus ojos castaños y oscuros del televisor a la figura de 1.70 de su novio. Estaba molesto, pensó que estaba en problemas, así que le extendió la cuchara con un poco de helado.

—Uh... ¿Quieres? —dijo ella forzando una sonrisa, abrazando sus rodillas.

Sho frunció el ceño y con esa carita redonda y tierna formó un digno mohín.

Negó y con la poca luz de la habitación sus ojos tomaron un brillo todavía más intenso, atrapando la atención de la castaña en el sofá.

—¿Seguro? Está muy bueno —animó y Sho afirmó su postura con un movimiento. A cada palabra de la castaña más se echaba la soga al cuello—. No, no quieres.

Rio, creyendo que Sho lo haría también, pero cuando lo encontró en silencio supo que había hecho algo mal. Dejó el helado de lado y tomó una postura más rigida; el albino suspiró y soltó sus brazos, los cuales se balancearon con decepción.

—Ya iré a dormir —avisó sin tocar el punto de su enfado. Era bastante obvio—. Iré a la cama, por si piensas ir también, a menos que quieras pasar el rato con el televisor...

Y dicho esto, la situación quedó clara para la castaña. Lo observó dar la media vuelta con molestia, observándola en todo momento y cuando Sho entró a la habitación cerrando la puerta, la castaña se tiró al sofá riendo con volumen bajo. Pataleó y se cubrió los labios.

—¡Estaba celoso! —se dijo ella en un murmuro. Tomó su celular y tampoco lo encontró activo en ninguna red, en serio estaba molesto—. ¡Celoso de un televisor!

Fue en cuestión de unos minutos donde la castaña terminó con sus risas y pasó a sopesar lo tierno que había parecido con su pequeña escena de celos. No habían pasado mucho, tal vez unos quince minutos donde se levantó del sofá, sacudió su pijama, se comió lo último del helado y con la barriga llena, se encaminó a la habitación.

Encontró las luces apagadas y a Sho ocupando su lado en suspiros que le decían lo dormido que estaba. Caminó de puntitas, callando sus risitas y tomó su sitio en el lecho y bajo las cobijas.

A poco de recostarse por completo, la castaña se recargó en sus codos y como disculpa, juntó sus labios con los de Sho en un beso fantasma. No quería despertarlo, seguramente estaba cansado; se recostó y cerró sus ojos.

—Buenas noches, Sho —dijo ella.

Sin haberlo esperado y como una respuesta, unos brazos se alargaron bajo las cobijas para atraparla en un abrazo. Sho atrajo a la castaña y gruñó cuando sus respiraciones se encontraron.

—¿Sigues celoso por el televisor? —preguntó ella, provocándolo.

Sho frunció el puente de su nariz y formó una mueca que le permitió a ella vislumbrar sus dientes de tiburón. Le gustaba cuando los usaba y le dejaba marcas por todo el cuerpo.

—No eran celos —rezó él con una disimulada tartamudez.

—Sí lo eran —atacó la castaña tocando frente con frente—. Pero digamos que no, ¿te desperté?

Sho rodó la mirada. Bien, sí eran celos, se lo podía leer en la frente, pero da la casualidad de que ya la tenía en sus brazos y que ni loco la iba a dejar ir. Aumentó la fuerza de su agarre y negó.

—No fue eso —dijo Sho con un puchero pequeño—. Solo tuve una pesadilla y justo habías llegado.

Una "o" se dibujó en los labios de la castaña. Repentinamente sintió un interés cómico por el sueño del albino.

—¿Y en ese sueño ganaba el televisor? —preguntó ella, dramatizando su tono.

—¡Tómalo con seriedad! —la sacudió con poca fuerza, haciéndola reír. La atmosfera cambió y Sho se encontró visiblemente triste y temeroso—. Soñé que te perdía. Intentaba encontrarte y cuando lo conseguía, simplemente te esfumabas... tenía miedo.

El miedo de la pesadilla se encarnó en una vida sinsentido en donde la podría perder. No quería que eso ocurriera.

La castaña escuchó todo en silencio. Encontró tierna la expresión corporal de su novio y dispuesta a sacarlo de esa tortura, lo tomó por el mentón, manteniendo una unión de miradas entre el rojo y café que pronto dibujaron un atardecer en sus reflejos vidriosos.

—Sho, cariño, solo fue una pesadilla —le dijo con dulzura, esa que se coló a los sentidos del mencionado y lo adormeció—. No me voy a ir de tu lado; jamás nos vamos a separar ¿entiendes?

En ese momento podía ver el dibujo de una vida juntos.

—Pero y sí...

—Pero y sí sucediera —le interrumpió ella juntando sus labios en un beso corto—. Haría hasta lo imposible por reunirme contigo y limpiar tus lágrimas. De la misma muerte vendré y te arroparé, mi vida.

Le había quedado claro. Sho apretó sus labios, contuvo las lagrimas por la emoción del momento y se escondió en el pecho de su novia, la abrazó con todas sus fuerzas y cerró los ojos.

—Te amo tanto —confesó antes de irse a dormir—. No lo olvides, por favor.

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