Capítulo 32: Vive tu vida.
No conocía el valor de decir "sí" pues creía que mi vida solo estaba compuesta por decisiones que el exterior definió.
Supongo que nunca había vivido la vida, mi vida, aquella en la que hacía algo porque me nacía.
En su lugar, fracasaba sin siquiera intentarlo. Eso era un perdedor, el que perdía con solo pensarlo.
Estocolmo.
Curiosamente, Hipocondríaco no habló casi nunca.
Cualquiera creería que quien no habla ni se despide al tener relaciones es porque ha tenido una mala experiencia. Yo habría pensando lo mismo de no ser porque lo tenía frente a mí, aunque quizás es mi corazón jugando de forma agradable, estallando con cada roce suyo.
—Hey... —A veces quería hacerle hablar, pero me encontraba con su rostro, sus manos acunando mis mejillas, esa expresión llena de calidez y angustia.
Ojalá sea la expresión que haces al adorar algo, al sostener algo, al besar lo que deseas.
Al verme a mí.
Su respiración agitada que disminuía cuando metía mis dedos entre su cabello, dando pequeñas palmadas, mientras el sueño me forzaba a cerrar los ojos. No sé si permaneció dormido en mi pecho todo ese tiempo, quitándome el aire, pero no me preocupé por ser abandonado, sabía que él estaría recostado conmigo hasta que algo le forzara a salir.
No pensé que mi alarma me forzara a mí. El PLJ me iba a matar.
—Si solo tuvieras una vida, ¿qué harías con ella? —Me pregunté a mí mismo, encimando mis pensamientos sobre los recuerdos de la noche anterior.
Hipocondríaco me miraba al otro lado de la pista, junto a otros alumnos que parecían hacer estiramientos. Hice una pausa para beber agua, secar el sudor, apenas cubriéndome de los rayos de sol para verle mejor.
—¿Qué harías con tu vida...? —Me repetí, reflexionando sobre la reunión matutina de mi club.
Querían que decidiéramos lo que haríamos al graduarnos, si queríamos hacer un diplomado antes de postularnos a una universidad.
Nunca tomé con mis propias manos el camino de mi vida. Dudo mucho que fuese algo común teniendo en cuenta el sistema en el que vivíamos. Como animales, que comen, beben, disfrutan; pero nada más, igual que una vaca o una gallina.
Hip probablemente sería un gato. Era difícil saber lo que esos animales pensaban dentro de sus comodidades. Yo era más como un simple perro desconfiado, incapaz de ocultar mis emociones.
Vivir la vida para la sociedad, ¿es transformarnos en esos animales que piensan, crean, y adoran? Que hacen arte, que creen en la moral, que piensan en una ciencia que es más grande que nosotros.
—Solo me gusta correr y cuidar de mi cuerpo. —Bufé, apartando la mirada de la pequeña colina donde estaba el grupo de Hip. Me sentí acalorado así que me sacudí.
Me gusta todo lo relacionado a la salud. Quizás estudie algo relacionado a ambos.
—¿Quieres una soda? —Impostor estiró una de sus manos, deteniendo mi camino hacia las carpas. Miré de reojo al resto de mi equipo recibiendo las bebidas que entregaba.
—No, no, gracias. —Reanudé mis pasos. El agua simple o suero era lo mejor después de saltar.
—Este —vaciló al hablarme—, Est. Ah, jaja, suena raro cuando digo "este" y luego tu nombre.
Me limité a observarle mientras me cambiaba el uniforme bajo la sombra. En mi piel no había marca alguna, el dolor muscular era leve, los entrenamientos que hacía eran más rigurosos desde hace unos años así que estaba acostumbrado a la fatiga. Aún así me centré en el moretón del vasto externo de mi pierna.
—Bueno, a lo que iba, ¿el sábado te quedarás al baile o irás a casa? —Respondí en automático que iba a casa.
¿Por qué se formó ahí el moretón?
—Quizás me meto en tus planes, ¿pero no quieres ir un rato? Me habías dicho que sabías bailar, podríamos...
—Sí, sí, está bien. —Asentí, sosteniéndome del garrafón de agua sobre la banca. El entrenador me preguntó si todo estaba bien, le di la misma respuesta antes de solicitar un descanso en el interior.
—De acuerdo, te veo el sábado. —Impostor se despidió, tratando de meter las manos en su saco. Me habría reído de verlo fuera de lugar porque no tenía bolsas, pero me aparté tan pronto dejó de hablar.
Es porque Hipo tuvo su mano izquierda casi toda la noche apoyándose ahí.
Tan pronto crucé el umbral del instituto, sin ninguna alma pues estaban haciendo estiramientos o en el segundo piso, me desahogué los pensamientos que retuve toda la mañana.
—AHUEVOOOOOOOOO. —Llevé mis dos puños al pecho, encogiéndome por el grito que me salió del alma.
OLVIDÉ QUE ME COMÍ A HIPO.
—NO MAM... —Me ahogué con mi saliva, tratando de mantenerme fuerte para no caer. Sentí que me golpearon con una pala antes de percatarme de lo grande que era eso.
Jamás, ni un segundo de mi perra vida, creí poder decir eso.
Inhalé y exhalé. Lo hice más de dos veces en realidad, bueno, lo hago todo el tiempo pero esta vez fue en serio.
Con mis manos tiré de mi cabello hacia atrás, como si intentase recogerlo, solo para dejar mi rostro sin ningún cabello. Di algunas palmadas en mis mejillas ardientes y solté:
—Me haré responsable y hablaré con él.
Hipocondríaco es muy conservador, deberíamos pensar en un acuerdo o algo.
—O solo quería ganar experiencia, lo que sea, aceptaré el golpe de realidad. —Me repetí, tratando de sobreponer la razón sin silenciar mi corazón.
~•~•~•~
Sobre vivir la vida, los días que siguieron no me dieron respuesta a ello. Solo podía pensar en que tampoco era malo ser un simple animal, aunque claro, con algunos pasatiempos humanos.
Al final, solo con un animal podías mostrarte débil sin pensar que te juzgaría. Quizás si no pensara como humano, pude haberle hecho frente a Hipo pero solo le rehuí.
—No me gusta que estemos en el mismo equipo, pero hombre, al menos aprovecha. Dame detalles de lo que pasó. —Exin era el único en saberlo, andaba detrás de mí como si fuese lo único que traía en la cabeza.
—No hablaré de... —Miré de reojo a Hipo, quien tomaba sus alimentos en la fila paralela. Se quejaba por un pan viejo antes de cruzar miradas conmigo.
Volteé al lado contrario con rapidez, arrebatándole la fruta picada a la señora para escabullirme fuera del comedor. Exin no me siguió al menos.
Anduve comiendo el almuerzo entre pasillos. Conocía bien Savant así que fui a los sitios donde no concurría ni un alma. Me sorprendió ver a lo lejos al werito de siempre estaba detrás de Exin e Hipo, e irremediablemente pensé en Hip, frustrándome en el proceso.
El rubio también comía solo, mientras asentía como si discutiera consigo mismo, al final de un pasillo sin salida. Yo me quedé al principio de este, observándole mientras yo me pasaba la torta de jamón.
—Insufrible amor, cómo me pude enamorar... —Comenzó a tararear una canción. Sacó su teléfono.
Me distraje viendo lo que había entre mis manos, solo la comida. Tampoco quería ser metiche y estar viéndolo tragar en paz, pero volví a verle cuando comenzó a llorar.
Achis, estaba cantando hace nada.
Elevó su teléfono, tenía la cámara puesta mientras veía su propia cara llorar.
—Me veo feo llorando. —Le dieron náuseas de repente, comenzó a hacer arcadas.
Debería irme a comer a otro lado, creo que necesita espacio.
—Ya valí, dats ol, todos lo van a saber, y equis. Así, ya. —Se tranquilizó con facilidad, antes de comenzar a dar pequeños brincos que movían su coleta de lado a lado—. Volvamos al comedor.
Se distrajo saltando, hasta dar una maroneta hacia atrás que fue un completo fiasco pues su tenis golpeó mi pierna moreteada. Tan pronto cayó de espaldas se disculpó sin siquiera verme, solo escapando de quien sea que estuviese ahí.
—Conque así me veo a los ojos de Hipocondríaco. —Bufé, tomando de mi jugo. El dolor de su patada llegó tarde.
Verga, sí me lastimó el pelos de elote.
Me senté rendido, tallando mi pierna mientras pensaba en el moretón debajo. Un moretón que se tornó más colorido con las horas, más evidente con el tiempo, pero no tan doloroso como en un inicio. Lo apreté simplemente por hacerlo, estimulando mis sentidos que me avergonzaban.
Los recuerdos. Benditos recuerdos.
No sabría decir qué pensaba, trataba de coordinar mi cabeza y solo me podía ver a mí mismo estirando el cuello sin poder cerrar la boca, como con fiebre, con la sangre bombeando en todas las direcciones. Me quería cubrir el rostro de la pena, pero Hipocondríaco se hallaba igual, su piel blanca en algún punto solo lucía violeta al sobreponer el rojo con la noche azul.
No pude contener mis ganas de besarlo, morderlo, aferrarme a él cada vez que se impulsaba contra mí.
Ay wey, me pone mal pensar en esa noche. No es bueno para mi corazón.
—Debo hacer algo, debo decirle. —Me repetí, derritiéndome contra la pared y el piso hasta echarme por completo sobre el frío del mármol.
No solo tengo la cabeza ocupada con él. También está...
Me pareció escuchar unos pasos alejarse.
El sonido del agua que exprimía el conserje al otro extremo del pasillo, y clicks provenientes del pasillo en donde ingresaba mi cabeza. Me mantuve quieto, solo oyendo la música que acompañaba el carrito de limpieza, ganas no me faltaron de pedirle que callara sus cumbias para escuchar los ruidos extraños.
—Click. —Tronó, al fondo del pasillo oscuro, justo cuando la música del conserje terminó. Una puerta, la única en esa dirección, se cerró.
Olvidé que nos falta encontrar al tercero involucrado.
Me levanté con esfuerzo, agarrando mis alimentos para volver en mis pasos al comedor. Los alumnos ya estaban terminando de comer e iban a prepararse los que pertenecían a clubes ya que la próxima semana tenían presentaciones.
Me alivió saber que yo cumplí mis deberes por la mañana.
—HI... Hi... —Estaba por gritarle entre la multitud, pero pensar que podía causar un malentendido me detuvo.
Pero me urge hablar con él.
Di algunos codazos, empujado a quienes me estorbaban. Reconocería la espalda de Hipocondríaco a cualquier distancia, así que solo estiré mis manos hasta su cabeza y tiré de él hacia atrás, ocultándolo entre la gente que se apilaba.
—Perdón, quería ser discreto —murmuré, llevándolo entre codos ajenos. No quería que alguien nos viera y pensara mal—, ven conmigo, anda, anda.
—Est.
—Shh, ni digas mi nombre. —Traté de abrirme paso con la cabeza al tener mis manos ocupadas.
—Literalmente me asfixias. Me moriré.
—Solo dos segundos y ahorita te reanimo.
—Espero. —Suspiró, por fin tomando aire cuando nos desviamos.
Se tomó su tiempo para estirar su cuello, reacomodar su camisa, mirarme de arriba abajo antes de cruzarse de brazos. Me preguntó qué sucedía, tan serio que me asusté. Por un momento recordé que teníamos algunas cosas pendientes.
—Es sobre el tercero. Quería saber si sabías algo, ya que estás más involucrado en la situación —hice una pausa, tosiendo—. Espero seas sincero.
Sincero. Ojalá hable de lo que quiero.
—Han llegado correos vacíos y sin remitente, tengo la sospecha de que se trata de esta persona. Aunque no sabría decir si es de Savant o L.A, de cualquier forma, es un individuo extraño, totalmente fuera de lugar —profundizó en el tema, yo también traté de darle toda mi atención para olvidarme un segundo de lo que sea que pasara entre nosotros. Había prioridades—. También he pensado que quizás no es alumno. Aunque no creo que sea viejo debido a que es problemático para los alumnos y no para los profesores. Su apariencia no la he podido establecer. Sobre lo que intenta, tal vez está tanteando el terreno.
Cada vez que habló se acercaba más a mí, como si yo fuese una tabla para anotar sus conjeturas.
—¿Has deducido algo? Cualquier cosa sería de gran ayuda. —Fue paciente al observarme.
Me habría gustado ser el papel que usas para anotar todo lo que pensaste.
Seguro no te gusta arrancar hojas.
—Creo que le vi entrar a un salón. —Escupí, embobado con solo ver su ceño fruncido mientras pensaba. Él reaccionó de inmediato a mis palabras.
—Llévame al sitio.
—Sí, sí, vamos.
Tardé en dar media vuelta para guiarle. Él lucía comprometido con la situación, sin nada más en su cabeza. Me desanimó un poco verlo ansioso por ello y no por el hecho de que andaba conmigo.
—Entró en esa puerta el final y ya. —Le hice señas, desganado.
—¿Solo así? ¿Crees que pudo ser...?
—No sé, yo tengo otras cosas que hacer. —Traté de irme pero me agarró, pidiéndome que entráramos ambos.
¿Quiere estar más tiempo conmigo?
—Si debemos perseguir a alguien tú eres más rápido. —Volvió a borrar mi sonrisa.
VETE A LA VERGA.
—Te necesito, ¿está bien?
Sí, sí, todo bien.
—Camina detrás de mí. —Avancé, a pesar de ser más bajo no dudaba de mi propia fuerza para protegerlo.
Entramos al salón sigilosamente. Había un par de computadoras, pizarras con imágenes de la escuela, papeles en el escritorio. Era bastante estrecho, apenas entraban esas cosas, las computadoras se veían a sí mismas así que solo podría sentarse una persona para usar cualquiera.
Había otra puerta que creímos daba a un espacio más grande pero cuando la abrimos era aún más pequeño, solo con unas escobas.
—¿Habrá salido? Podemos revisar lo que tiene... —Hip se quedó callado.
Los pasos nos alarmaron, entramos corriendo al pequeño cuarto, aunque por la rapidez su pierna impulsó la mía hasta hacerme retorcer por el dolor del moretón.
—Lo siento. —Balbuceó, cubriéndome la boca para que le mordiera en lugar de gritar.
El sonido que hizo la puerta que él cerró fue amortiguada por el sonido del abrir en el exterior. Alguien había entrado, como si cargara cajas o solo algo pesado.
—Debo sacar esta mierda de acá, si el moreno vuelve ya valí madres. —Una voz femenina se escuchó.
Me abracé a mí mismo para no agarrarme de Hipocondríaco. Él trataba de sostenerse de las paredes para no caer sobre mí. Inconscientemente me encogí para darle más espacio.
—Ja, dice que a 250 la hora por sacarme las cosas, chingo a mi madre. —Afuera seguían maldiciendo.
"¿Está desalojando?", murmuré para Hip.
Él acercó su rostro al mío para responder, ahogados por la oscuridad.
"Parece que es a quién buscamos, está demasiado alerta".
"Su voz me es familiar, ¿a ti no?"
"No, supongo que es de Savant."
"Malditos blancos. Ah, no, tú no. Perdón."
"Está bien."
"O sea, pero no está bien generalizar. Lo dije en chiste pero. Nah, sí me salió desde adentro, pero no era mi intención."
"Est, está bien."
"Pero era un chiste."
"Lo sé, me da risa."
"No te reíste."
"Rio por dentro. Es que no podemos hacer ruido."
"Al menos haz jijiji, o inflate, no sé".
"No, así no, PFF..."
Volvió a cubrir mi boca, ambos inflándonos para contener las risitas.
Cuando dejamos de escuchar ruidos afuera decidimos callarnos al pensar que fuimos atrapados, pero sorprendentemente no fue así, la persona siguió acomodando cosas. Solté el aire retenido y me limité a observar la ropa de mi compañía.
"Gracias."
"No es nada, yo cubro tu espalda."
"No, gracias por lo de esa noche."
Levanté la vista hacia sus ojos, mientras yo me desviaba él estaba atento a cada parte de mi rostro. No supe qué quería decirme, como si le hubiese hecho un favor.
"Sé más específico", pedí, poniéndome de puntitas para acercarme a las palabras que soltaba.
"Por permitirme estar contigo."
La angustia me invadió en ese momento.
Hipocondríaco me agradecía. ¿Qué me agradecía? ¿Acostarse conmigo, tocarle, besarle? Y con esa cara, de completa sumisión, totalmente opuesto a la mirada que hacía cuando me besó al preguntarle si podíamos continuar.
No estaba bien, ni un poco. Le respondí calmado de todas formas, si me alteraba no podríamos conversar.
"El cariño no se agradece."
"¿Cariño?"
Quise decirle que esos sentimientos no eran algo que agradecer, pero muchas palabras me parecieron fuera de lugar. Innecesarias.
"No agradezcas nada de lo que he hecho por ti. Disfrútalo."
"No creo que..."
"Quédatelo. Si quieres compártelo. Es tuyo."
"¿Qué es mío?"
"Lo que siento."
No me preguntó qué sentía, dejó que su respiración fuese lo único que escucháramos. Apoyé mi mano en su rostro, sin preocupación alguna sobre lo que esperábamos del otro, yo realmente estaba feliz con compartir cualquier momento con él, incluso si eran pocos, incluso si no parecían la gran cosa.
Mi deseo más grande fue platicar con él sin pena, de ir a comer cualquier cosa, de sentarnos a platicar de la música que le gustaba y enseñarle mi rutina de gimnasio. Tomarnos fotos. Hablar, hablar y hablar.
Bajé mis dedos hacia su cuello, tuve que enfocar la vista para ver algunas machas más oscuras. Toqué con fuerza hasta sentir relieves, entonces volví a la realidad.
"No grites otra vez."
En mi cabeza se apilaron los momentos en que le herí, le mordí, su peso contra mi cuerpo chocando una y otra vez. Su mano sobre mi hombro me hizo perderme con más fuerza, no estaba consciente de lo cerca que estaba su cuerpo del mío.
"Soy idiota, debí curarte las heridas. Después de esto vienes conmigo a la enfermería. De verdad, discúlpame."
"Se quitarán solos, literal, no es necesario."
Tuvo cero preocupación al respecto. Yo me estaba infartando, él sufría hipocondría, por supuesto que no estaría tranquilo con tener cosas que seguro se le infectarían.
"Fui irresponsable. Déjame arreglarlo."
"No, lo dejaré así. Si se quedan significa que no estaba soñando. Me tranquiliza en parte saber que no soy sonámbulo. Creo que..."
"Dices cosas así con tanta facilidad."
"¿Cómo?"
"Ah... ¿Alguna vez has pensado que te gusto?"
"Define gustar. Me caes bien, eres de mi agrado, sí."
"No sé cuántas veces te he hecho esa pregunta de forma discreta, y cuando la hago directa no respondes ni madres."
"Pero ya te respondí."
"Me refiero a, ¿qué quieres de mí?"
"Eso sí lo he respondido."
"¿Cuándo?"
"En la noche de juegos de mesa."
"No me acuerdo de días tan lejanos."
"Fue la semana pasada."
—Oh... —Le di la razón.
—Te quiero a mi lado. —Respondió, inclinándose hacia mí.
Cerré los ojos pensando que me besaría, pero dijo que la persona afuera parecía textear y estar con las puertas cerradas. Abrí los ojos con pena, ambos concordamos en que era el momento adecuado para acorralarle.
O correr de aquí.
Salimos de golpe, impulsados quizás por los nervios de haber estado encerrados juntos, o el estrés de estarnos agarrando de las paredes para no tropezar en un inicio. De cualquier forma, creo que ambos sudábamos, derritiéndonos, como bestias hastiadas, pues la chica en la silla pegó un chillido de terror al vernos como si estuviésemos deformes.
—YO NO FUI. —Trató de correr mientras tomaba sus cosas, pero tiramos de sus brazos hasta volver a sentarla.
—De aquí no te mueves. —La tuve que sentar repetidas veces hasta que se rindió.
Hipocondríaco tiró de una silla para que yo me sentara a observarla. Él permaneció revisando los archivos que estaba por llevarse.
Su cara era demasiado simple, como decirlo, era linda pero seguro me preguntaría todo el día cómo lucía. ¿Rubia... rubia...y ya? Me crucé de brazos para pensar en algo con lo que pudiera hacer relación, pero nada, ni siquiera su ropa.
—¿Cómo te llamas? —Hipo le preguntó, sin siquiera verla de frente, solo ocupado con las cajas que eran iluminadas por la luz de las computadoras.
—Migraña, sin aura.
—QUÉ SIMPLE. —Se me escapó lo que venía pensando, ella no quitó su mirada horrorizada.
—TÚ QUÉ VAS A SABER.
—Perdón, perdón.
—Literalmente es simple, como la mantequilla de maní. —Hipocondríaco me dio la razón, peculiarmente.
—Que tu mamá haya guardado las muestras de heces en el frasco de mantequilla de maní es tu problema. —Escupió la rubia.
—No era necesario que te proyectes. —Me incómodo el comentario tan detallado.
Hipocondríaco tomó unas fotografías, recargándose en el estante para hablarle a la muchacha de quizás un año menor al mío. Le preguntó porqué tenía tanta prisa por marcharse si lo que hacía era legal.
—¿Qué hace? —Le pregunté a Hipo pero ignoró mi pregunta.
—En realidad, ¿cuál es tu necesidad de sacar tantas fotos así?
—Yo no...
—No me digas. —Le arrebaté las fotografías a Hipo, encontrando mi rostro. Toda una pila de imágenes siendo protagonizadas por mí. Algunas de Hipo conmigo.
De Tourette conmigo. Marfan conmigo. EXIN DETRÁS. Incluso yo recostado en el piso momentos atrás.
—Toma. —Volví a ponerlas en la mano de Hipo, manteniendo la calma.
Yo era alguien que controlaba bien mis emociones aún si estaba frente a la creadora de mis burlas, o al menos una de las mayores contribuyentes porque eso seguro era todo un equipo. Estaba acostumbrado, así operaba la escuela.
—Les juro que yo solo... —La chica trataba de explicar la situación.
—Toma esto también. —Le di a Hipo mi chaqueta con mi teléfono.
—¿Solo eso?
—Sí. La voy a matar.
—YO NO HICE NADA, SOLO LAS TOMO Y EN UN GRUPO LE PONEN TEXTO.
Suspiré, Hip se limitó a echarme aire con una mano.
—No lo vale. —Me dio unas palmaditas.
Tras unos instantes de paz mental mientras la chica se lamentaba, optamos por ignórala. Así de simple, teníamos cosas más importantes que resolver antes de tratar con una simple migraña.
—En vez de enviar las fotografías al chat escolar envíalas a mi número, espera. —Hip tomó una hoja, sacó un bolígrafo de su bolsillo y lo anotó.
—¿Las fotos de él...? —Migraña me señaló.
—No, esas no, ya no le tomes fotos a él —pidió—. Envía las que tomas de los pasillos con todos los alumnos, si tienes de los comités o literalmente los profesores sería mejor. Quiero revisarlas a detalle.
—Ahora resulta. Naaaah, yo cobro por fotografí...
—Si cobras te voy a denunciar por sacarle fotos a él.
—A sus órdenes, oficial. —La chica acató lo pedido.
Hipocondríaco resolvía con rapidez los asuntos más peculiares, sin escándalo, sin mutarse. Haberlo comparado con un animal me pareció corto en ese momento, porque él tenía un desarrollo más curioso.
Ser un humano relacionado a artes, moral y ciencia no me resultaba atractivo. Pero si en ese momento mis sentimientos entraban en la categoría de moralidad y no solo placer, pensé que quería comenzar a vivir la vida como un ser humano, con él.
Porque el amor es un concepto moral, eso me hace humano.
• • •
Sin palabras.
No, en realidad tengo varias pero voy de salida a otra ciudad y no tengo más tiempo GAHAHAHA.
¿Comentarios, dudas, cosas al azar que decir?
Amo demasiado escribir los pensamientos de Estocolmo. Desde su primer capítulo, llamándose superficial pero reflexionando sin remedio. Queriendo vivir el momento pero de forma segura, estableciendo las bases.
Hipocondríaco dio respuestas más seguras a Est. Ni idea de qué nos depara con ambos.
MIGRAÑA TOMA LA MAYOR PARTE DE LAS FOTOS GAHAHAHA. Al menos ya tienen ojos en la escuela, Hipo va en serio con las denuncias cuando se trata de Est.
¿Cuáles son sus planes de Semana Santa?
No tengo ilustraciones nuevas pero creo que no había dejado en multimedia la de Albin.
LINDA NOCHE. LES AMOOOOO.
~MMIvens.
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