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Capítulo 21: No sé qué hacer sin ti.


Es difícil despedirse de alguien que no ha muerto.

Que no ha desaparecido de la faz de la tierra, que no ha abandonado el país, que volverás a ver entre pasillos o al otro extremo de la calle.

Alguien que solo ha tomado la decisión de no quererte más en su vida.

Albinismo.

Reafirmé frente TDAH que estaba saliendo con Insomnio. Y aunque él mantuvo la postura de que no, no éramos nada, incluso insistió en que quitara mi sonrisa divertida, se retiró sin esfuerzo al percatarse de que yo no pararía.

Siempre me gustó el fuego, desde mis primeros años de vida. El color me llamaba la atención, la luminosidad cálida, la única fuente de luz que no me hacía ver demacrado, sino con vida. Sería lógico que también me gustara jugar con él.

Él era el fuego, que yo con gusto arrastraría sobre mis brazos para ver mejor mi piel.

Pero tengo un poco de recato, no soy tan retorcido abiertamente. Lo mantendría cerca, le molestaría para saber cuáles eran sus límites con tal de que yo no abriera la boca, y si me permitía acercarme lo suficiente incluso con riesgo a quemarme, evaluaría mejor sus actos. CIPA estaba bajo mi mira, cualquier movimiento podía delatarlo.

Me era más fácil calcular mis acciones si no se trataba de Hipo. Pero bueno, eventualmente, nuestros caminos se cruzarían otra vez.

—¿Qué es lo que sabes? —Mi amigo me miró sobre el hombro, apoyado en el escritorio del club.

Acaba de abrir la puerta cuando me encontré con su espalda. Sus brazos tenían arremangada la camisa blanca, su corbata de rayas estaba sobre su hombro, y la mirada sobre mí me dejó sin palabra. Hace tiempo no me hablaba, menos en persona.

Me mira con sospecha.

A Hipo, yo le eché carne para alimentarlo, aunque seguro pensó que le lancé una carnada solo para que volviese a mí.

—No mucho, pero sí quién es. —Entré tras recuperar la compostura. Llevaba algunas carpetas pesadas, así que mantuve los brazos por debajo de la cadera hasta dejarlas en la madera.

Tomé asiento. El uniforme me apretaba, y la peluca naranja se sentía fuera de lugar. Tuve que comprar una de emergencia ya que no quise pasar por otras a mi casa, pero tampoco quería repetir las mismas dos que tenía conmigo. Mi nariz se encogió cuando el olor del cítrico con el que se limpió el piso llegó a mí.

—¿Y bien? —Hipo se cruzó de brazos—. ¿Quién es?

El cabello ya le roza las pestañas... ¿Lo estará cortando solo?

—Siento que si te lo digo ahora, joderé más el asunto.

Vi sus ojos achicarse. Yo cerré los míos por la vergüenza de ser visto.

—Albin, ¿hablas en serio? ¿Literalmente?

—Solo quería decirte que no te preocuparas. Yo lo estoy manejando, lo tengo de manos atadas, por ahora —murmuré, y sostuve mis pecosas manos debajo de la mesa—. Pero no me sentía bien escondiéndote ese hecho. Sobre todo porque, me ha confirmado que tuvo que ver con lo que pasó en el PLJ, durante los partidos de básquetbol. Y aunque no tuvo interacción directa contigo, hizo más grande la noticia de tu ataque.

—Albin.

—Sé que quizás estás frustrado, arruinó aún más tu vida... Perdón, la arruinó, no más. No digo que estés arruinado, tu situación no es la mía. Aún puedes...

—Al...

—No me mires así —pedí, elevando el rostro a sus ojos sobre mi cabeza. Sentí que me ardía la vista, cristalizada, a una palabra suya de soltar en llanto.

—Sabes lo peligroso que es. ¿Por qué demonios haces esto? —Movió su cabeza de un costado a otro, como ansioso, sin saber lo que veía delante—. Solo para.

—Me gusta el peligro. —Pero le sonreí en lugar de llorar—. Me gusta correr riesgo.

No, no digas lo que te mueres por decir...

—Realmente no te conozco.

Temía que dijera aquello con reproche, con coraje o desprecio. Pero era Hipo después de todo. Solo llevó sus manos a a la cabeza, frustrado, y se recargó en el asiento pegado al escritorio. Lucía agotado, sin poder descifrar lo que pasaba conmigo.

—Te dije que yo tampoco me conozco... He estado actuando. Siento que dentro de mí, en algún lugar, hay lógica en mis acciones así que me aferro a ello.

Dejaré que el destino lo acomode. Al menos mi intuición es buena.

—Las cosas me salen bien al final.

—No se trata de eso, Al. No importa cuánto lo intente, cada vez te cierras más a explicarme si quiera el porqué —me expresó. Yo le miré sorprendido, sin reconocer a ese Hipo nuevamente, tan capaz de expresar sus frustraciones—. No importa qué haga, literalmente. Y no quiero forzarte a que cambies eso, no tengo pertenencia sobre ti. Pero es importante explicar las cosas antes de que sea demasiado tarde.

—¿Has sabido algo de Exin?

—No me hables de eso justo ahora —pidió, con el ceño fruncido clavado al piso.

Mmta, lo dejo más agüitado con cada cosa que digo.

—Perdón.

Miré al frente. A la puerta del club. Allí estaba la lista pegada con los nombres de los cuatro miembros activos.

Conocí a Hipo tras un rechazo. Digo que lo conocí porque hablé con él. Pero nuestros caminos se cruzaron en un pasillo de stands en las canchas, una mirada sutil, breve, antes de registrarnos a clubes opuestos durante el primer año escolar.

Era fácil ver esa aura de desasosiego que le carcomía, después, el hambre con el que otros le devoraban. Nunca había conocido a alguien tan parecido a mí.

Me propuse tenerlo a mi lado, el miembro perfecto para el club. Pero por mi codicia, lo hice incapaz de pisar el salón. No noté siquiera que cuando las luces del circo se encendían y yo comenzaba a saltar, a él lo abucheaban por quedarse paralizado frente a la multitud. E incluso si le gritaba e inspiraba a seguir la corriente, él no se movería.

El rostro de su hermano en las fotos de anuario, tan fácil de reconocer porque eran dos gotas de agua, me perturbó. Quizás le había dado una pésima imagen de lo que hacíamos ahí, o en general nunca le mostré un propósito que no fuese egoísta. Yo no era el presidente de nada más allá que mi ego.

Había terminado con tres legados.

En primer lugar, ¿por qué existe un club de consejeros? ¿Realmente es útil?

—Estoy pensando en dar de baja el club cuando me gradúe, si TDAH no tiene intenciones de hacer algo con esto.

—No tengo intención de añadir más.

—Fantástico.

—Estoy saliendo con Estocolmo.

—QUEEEEE —grité. Me giré en dirección a su rostro y continué gritando con más fuerza.

Tocaron la puerta del club.

Yo quise levantarme a abrir, pero no pude, seguí aferrado con ambas manos al escritorio mientras mi cabeza repetía en inglés «WHAT THE FUCK». No sé porqué en inglés, solo surgió así. No paró incluso cuando el alumno entró.

Sus cabellos rubios, de un tono deslavado, y esos ojos rojizos que hacían suponer a cualquiera que lloró en el día, me torcieron una mueca. Se mezcló mi coraje con la sorpresa de verlo.

—LÁRGATE DE AQUÍ, CABRÓN —le grité al trastorno—. YO NO ATIENDO LOQUITOS.

—Vete a la verga, pinche perro. —El Des me respondió igual de agresivo, levantando su dedo índice.

—DE AHÍ VENGO, HIJO.

—SE NOTA.

No sé en qué momento me levanté y estiré las manos para alcanzar su cabeza. De alguna forma, él también estaba agarrado de mi peluca. Hipocondríaco se aferró a mi cadera y tiró de esta, pero yo no estaría satisfecho hasta clavarle las uñas en el rostro, así que me arrojé al aire sabiendo que igual me agarrarían.

—PAREN —Hipo empujó los rostros de ambos—, LOS DOS.

Me pareció que tenía más fuerza, más brazo en general, con la presión suficiente para casi tirarnos de boca. La peluca me colgaba, aún estaba prensado al saco del alumno. Este me miraba con rabia, y el rasguño de mi uña debajo del ojo ya le había sacado un hilo de sangre.

—Este perro empezó, holi moli... —Se agarró la cabeza como si sufriera una contusión.

—Soy gato, rubio deslavado. —Le mostré las uñas.

—TÚ ERES EL DESLAVADO.

—YA —nos gritó Hipo.

Terminamos sentados, Desrealización-Despersonalización y yo, frente al escritorio. Hipo sentado en el lugar del presidente con esa mirada de juicio severo. Me abracé a mí mismo por el ambiente frío.

Des estaba llorando.

—¿Venías a una sesión del club? Puedo retirarme y buscar a alguien que te atienda —Hip rompió el silencio—. Al, ¿sabes si está Insomnio o TDAH aún en la escuela? Ellos podrían escucharlo.

—No, yo... quería hablar contigo.

—¿Con qué derecho? —le cuestioné.

Hipo me echó unos ojos de muerte. Levanté ambas manos con inocencia. Al menos hice que el rubio parara de llorar debido a la indignación de mi respuesta.

Supe que estorbaba.

—Ya... —Me di la vuelta en la silla. Le mostré a Hipo los audífonos bluetooth que saqué y me los puse para permitirles hablar.

Claro que no reproduje música. Es más, activé el modo transparencia de sonido.

—Hablé con Tourette ayer por la tarde, un alumno de Savant —habló bajo, aún con sospecha en mí—. No sabía que era amigo del tal Estocolmo. Me invitó a tomar asiento en el café donde trabaja, y charlamos de varias cosas que pasaron el año pasado.

—Ajá. —Hipo le prestó atención.

—Me dijo que desde ese día, no ha vuelto a ser el mismo —expresó agobiado—. Al menos desde la última interacción que tuvo con él, siente que este se fuerza a pretender. Yo no tenía ni idea de que a él le gustabas desde antes del acoso.

—Como la mayoría —agregó.

Quería con tantas fuerzas gritarle a Hipo, pero me contuve. Era de admirar la tranquilidad con la que abordaba acusaciones, incluso permitía el espacio para aclarar malentendidos.

—Estoy mal de la cabeza, Hipocondríaco. Verdaderamente mal, ni siquiera en estos momentos estoy presente. Y sinceramente, me da igual lo que pienses de mí o las cosas que ya te hice pasar. Ni siquiera quiero saber el tipo de acoso que hiciste o si no fue así, no espero saber nada de eso —el alumno empezó a limpiarse el rostro—. I min, debió importarme antes, no ahora. No que ya me subí drogado a un puto escenario y me mandó al carajo el wey que más me ha gustado en mi perra vida. Dios.

—No entiendo de qué querías hablar conmigo —suspiró Hipo.

—Siempre me has escuchado, creo que es lo que más recuerdo de ti aparte de que Exin me contó que acosaste a un síndrome en tu adolescencia.

—No tengo la cabeza justo ahora para escuchar. No hablamos hace bastante, Des.

I now, I now —le temblaban los labios—. Hipo, ¿alguna vez escuchaste algo... malo sobre mí?

—Que no tienes amigos —respondió sin duda.

—¿Solo eso?

Él asintió. El rubio, por su parte, volvió a gimotear. Así permanecieron un rato en silencio.

—No, no los tengo porque los alejé a todos.

Miré de reojo. El cabello le lucía maltratado, la piel descuidada. Era de complexión delgada, pero parecía que perdió músculo desde la última vez que lo vi en el PLJ. Supe que había dejado el básquet, así que eso debió influir. No parecía ser alguien que alguna vez tuvo mucha actividad física.

Hubo un periodo donde fui internado en el hospital, no duré más de dos semanas. No estaba comiendo después de las cosas que me dijo mi examiga Borderline. Pensé que lo mejor para que alguien que no tenía cura, era desintegrarse. Así que vi a distintos tipos de personas en recuperación, en especial quienes se habían vuelto dependientes de sus recetas médicas.

El rubio parecía ser de esa clase.

—Siento que los fui matando uno a uno por mis problemas mentales. No puedo confiar ni en mi sombra.

—Des, ¿hay algo más que quieras decirme o solo necesitabas hablar con alguien del consejo? Porque yo tampoco me siento en la capacidad mental de escucharte ahora mismo —Hipo se levantó—. Perdona, pero me retiraré.

—Tengo miedo de mi condición, pero aún más de los asquerosos sentimientos que guardo, incluso ese rechazo interno hacia ti o cualquier cosa en la que me vea reflejado —escupió de repente, sin el nudo en su garganta. Estiró una mano pero Hipo no le permitió tocarle—. Culpo a mi cabeza de no saber diferenciar la realidad, cuando soy yo quien no puede. Y aunque vine a disculparme contigo y seguir adelante, Dios, me tiembla todo... Me asusta equivocarme contigo.

Continuó tratando de agarrarle.

—Si no pude siquiera perdonarme de lo que hice u otros dicen que hice en secundaria, ¿cómo demonios todos me piden que sea capaz de perdonarte a ti? —sollozó.

—Des, te daré un consejo que me dieron.

Hipo lucía bastante cansado, pero dirigió todo su cuerpo al rubio y le habló de pie:

—Déjate caer.

Mi barbilla estaba recargada en mis brazos sobre la silla. No levanté el rostro, pero mis ojos continuaron afilados sobre ambos. Yo no sabía más que ninguno de los dos, pero escuché aquellas palabras que parecían ser bastante externas.

—Si estás tratando de mejorar, el errar es parte del proceso. Deja de asustarte tanto por ello. Y vive tratando de no volver ahí... aunque eso no significa que no volverás. Lo más seguro es que lo harás.

Elevé el rostro. Quise sostener al rubio, pero este se levantó antes de que pudiera tocarlo. Intentó abrazar a Hipo, pero al ver el rechazo, solo se aferró a su camisa.

—Lamento nunca haber sido un amigo tuyo —musitó, apenas perceptible—. Estoy solo. No sé nada de Exin. No sé nada de los demás. Me está torturando la soledad como no tienes idea. Verga, lamento haberme puesto en esta situación. Siento pena por ti y por mí.

Hipo bajó la mano sobre su cabeza. Lo abrazó, sin intensidad, solo consolándolo. El otro estaba hecho un río, con esa voz aguda que se quebraba en palabras sin sentido. Me parecían lejanos desde siempre, pero Hipo lo abrazaba como si esa distancia fuese nada.

Apreté mis puños debajo de la mesa.

—Des —le susurró—, las cosas no pueden volver a ser como antes.

—Quiero que sean como antes. Quiero a Exin devuelta, quiero que le hables y...

—No, no pueden. Y no creo que pase —insistió—. Yo simplemente no tengo el tiempo ni la intención de formar algo contigo otra vez. Estoy cansado de vivir como antes, así que evito regresar a esto, incluso en mi mente. No puedo seguir torturándome por lo que otros decidan.

»Te recomiendo vivir por ti mismo, haciendo lo que quieras o consideres adecuado. No lo consultes más conmigo. No soy tu consejero ni escucha, ni el de nadie más.

Dijo aquello mirándome. Con seguridad. Rudeza en el tono. El pecho bien lleno de aire y la postura recta.

No reconocía a ese Hipocondríaco, no porque fuese nuevo para mí, sino que era distinto a cualquier versión suya. Hipo estaba dando un paso. No estaba retrocediendo como dijo CIPA. No estaba quieto como lo imaginé.

Me estaba poniendo un límite, a mí, a Des, al club, y a quien se le cruzara. Si Estocolmo consiguió eso, carajo. Yo ya no tenía poder sobre el fuego de su vida.

Él acababa de avanzar, sabiendo que me dejaba atrás.

—Te deseo lo mejor. —Mis ojos se iluminaron al escuchar esa última oración.

• • •

Hipo le dejó bien en claro a Des, e incluso a Albin, que no es consejero de nadie ni está viviendo para nadie. Y se nota muchísimo la influencia de Estocolmo en esta decisión.

No creo que Est se lo haya pedido, sino que Hipo es inteligente, seguro lo evaluó por sí mismo, que es difícil estar cerca de alguien que te besó y un wey que por una duda te funó. Igual es bien curioso como lo vemos dulce en un capítulo, y en el otro severo.

A Hipo no se le veía severo desde los primeros capítulos de L.A. ¿Qué piensan de su decisión?

Al final, Albin encubrió a CIPA. Que claro, Al no le debe nada a Hipo, pero tomó un bando al ocultar a quien le jodió la vida.

También piensa disolver el club cuando se gradué... no le queda mucho.

No actualizó desde la Fil, pero quiero compartirles estas viñetas preciosas que hizo Agia del capítulo de declaración de Hipo, AHHHHH. Me llena de lágrimas ver esto, es tan hermoso

BUAH, BUAH, BUAH.
También este Des que hizo Benja ya hace tiempo. Les amo mucho, gracias por hacer contenido cuando yo no puedo. 😭 Les juro que cuando termine con EPTYE 2, me dedicaré a Línea Azul.

Esta foto me da tantas ganas de llorar. Gracias por apoyar lo que hago y siempre creer en mí. Les amo muchísimo.

ADIÓS, NOS LEEMOS PRONTO. <3

~MMIvens.

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