Capítulo 15: El perdedor.
Odiaba que se me confiaran tareas tan importantes, aunque me resultaba frustrante que alguien más las tomara en mi lugar.
Como si quisiera probar que era capaz de lidiar con ello, de hacerlo bien, de ser un poco mejor. Así que lo aceptaba, aunque deseara huir del deber.
Estocolmo.
Llegó el día, o la noche, el momento en que tendría que pretender ser un idiota que no sabía nada.
Tratar con la persona que me estrujaba el pecho se complicó desde un inicio.
Solo fingí tener todo bajo control.
—¿Por qué me comes con la mirada? —La voz familiar se cruzó en mi camino, cubriéndome el paso por la acera. Su cabello castaño persiguió al rubio, con pasos bruscos que hicieron obvias las bolsas negras en sus manos.
—Mai lob, taco de ojo...
—Para lo que le quepa en la torta. —Concluyó el otro, bajando la velocidad mientras se paraban en fila. Las miradas que se dirigieron me helaron, incluso sentí que mi cuello tronó.
Dioses lunáticos, qué asquillo ver gente enamorada.
Saqué de mi cabeza al tipo llamado Exin y a su pareja. Me retorcí para quitarme la posible diabetes que me estaban produciendo y continué con mis cortos pasos por el sitio sin hacerme notar.
Los había visto llegar a la distancia en un vehículo blanco, se detuvieron detrás de la escuela pues no había cámaras en esa zona, solo en la entrada principal. Llegué una hora antes, pasé el tiempo bebiendo latas de refresco con Tourette, después se nos unió Impostor con el equipo de limpieza que Marfan le indicó.
Intenté devolver el broche prestado, aunque terminó siendo un regalo de su parte. Volví a mi lata y escuché atento a lo que ambos estudiantes conversaron en ese tiempo; yo no interactúo demasiado en temas que no son de mi interés así que estuve al margen.
Cuando Hipocondríaco se bajó del vehículo, terminé con la guardia de mi equipo y me adelanté a alcanzarlo. Después se cruzó Exin, el imbécil que me dirigió una mirada hostil al percatarse de que venía detrás de ellos.
—Camina delante, muerto —indicó, tomando de los hombros al rubio para abrirme camino entre la acera y el césped. Ambos eran sombras acompañadas de luces blancas sobre las coronillas de sus cabezas—. No me gusta tener en la espalda a bichos.
—Hipo te va a cortar el pito si sigues hablando. —El más bajo le reprendió de la oreja.
—DesDes, debes estar de mi lado, algodón de azúcar. —Y continuaron dándome arcadas.
Ambos iban varios metros detrás de Hipocondríaco, dejándome ver solo sus cabellos sacudirse por la brisa nocturna. Lo perdía cada cierto segundo cuando caminaba debajo de un foco de luz y luego volvía a las sombras. Apresuré mis pasos para alcanzarle y dejar atrás a los otros.
—¿No falta alguien? —Cuestioné, recordándole que mencionó a tres individuos.
—Se queda en el carro —respondió, mirándome por la cola del rabillo. Su altura me intimidó como de costumbre—. Buena noche, Estocolmo.
—Ah, sí, buenas noches. —Hice una mueca al distinguir su tono evasivo.
Los tres vestían de negro, yo de un azul muy oscuro. Se intercambiaron unas gorras, charlaron un poco mientras revisaban sus bolsas e Hipo me arrojó las llaves para abrir la puerta trasera como si fuese un experto abriendo cerraduras.
El sonido de las chicharras se intensificó, o quizás eran mis nervios mientras giraba las llaves. Hipocondríaco me apartó cuando la puerta permitió el acceso y los códigos ingresados, apresurándose a entrar con los demás.
No hay vuelta atrás. Ya me cagué.
Lo primero que hicieron al ingresar fue encender sus lámparas de mano y preguntarme en cuánto tiempo vendría el guardia a hacer su turno. Tenían media hora antes de que este llegara, así que anduvieron entre pasillos mientras observaban la guía que les hizo Tourette, creyendo que yo fui quien la diseñó. Solo destacaban los puntos a los que querían ir, el más cercano era el gimnasio escolar.
Exin parecía tomar decisiones propias al indicarle al rubio, aparentemente llamado Des, todo lo que harían a continuación. Ellos dos ingresaron con latas de espuma al gimnasio para echar en el suelo y solo causar un batidero asqueroso. Como si el castaño fuese el líder del grupo, sin saber que quien lo manejaba era el chico detrás de mí.
—Hace bien las cosas —murmuré, sorprendido por la coordinación entre ambos.
—Está siguiendo mis indicaciones, hace lo que yo quiero. —Hipo se cruzó de brazos, recargado en el umbral mientras su mirada recorría mi espalda. Retrocedí para estar a su costado y evitar esa sensación de vulnerabilidad.
—Como el PRI.
—Hum. —Su risa fue tan corta que lo confundiría con un quejido.
Le causé una risilla.
—¿¡Alguno quiere ir al baño?! Vayan antes de beber y escupir agua. —Él los detuvo de beber de las botellas, planeaban tirar tierra para producir lodo y echar algunos clavos, como broma infantil. Mi sonrisa por haberlo hecho reír se borró al reparar en la situación.
—¡Yo no! ¿Tú no vas? —Exin le preguntó a Des.
—Nop, soy muy lindo como para cagar.
—Nah, tienes que cagar. Flores, pero tienes que hacerlo.
—¡¿Van a cagar o no?! —Hipocondríaco les gritó, no quería que entraran y salieran del gimnasio antes del plan ya que le daba cosa caminar por un pasillo sucio.
—QUE NO —le gritaron ambos al unísono.
—Estocolmo. —Ahora se dirigió a mí, aproximando su mano a mi hombro. Me aparté por inercia.
—¿Qué? ¿Yo qué? No, no quiero. —Me apresuré a negar, sosteniéndome de la pared para no tropezarme en la oscuridad.
—Literalmente solo quería hablar contigo —arrugó el entrecejo, volviendo a estirar su mano para tirar de mi hombro. Mis pies se despegaron y lo siguieron al pasillo, aunque quería estar pendiente de lo que hacían en el gimnasio—. Dame un momento.
Me sentí arrastrado a una distancia grande. En el pasillo la luz que se colaba de la noche entintaba la mitad de su rostro de azul, supuse el mío también, pero solo estaba centrado en su expresión de ansiedad leve. Hip me hizo detenerme, aplastó mi hombro contra la columna que dividía dos ventanales, y se apropió de toda la luz.
—Qué, qué. —Pegué mi cabeza a la pared, encogiéndome al ver su cuerpo y rostro acercarse.
—Hey. —Me tomó de la mandíbula, evitando que mirara a los costados. Parecía precisamente querer ver mis ojos.
Quitó los rulos de mi vista y se centró aún más. Estaba por hacer una pregunta, lo sabía, Hipocondríaco era un maldito animal que sabía cómo leer a los demás, pero conmigo siempre insistía en estar seguro. No sabía qué iba a decir, debía preparar cualquier mentira para aparentar apoyarlo en todo.
—Tenía una duda —comenzó, suspirando cerca de mi rostro. Apreté los labios para no sentir allí su respiración—. Est, ¿cómo conseguiste las llaves de la institución? Es Savant, no creo que tengas voz ni voto en esta escuela.
Mierda.
—Estoy depositando mi confianza en ti. Responde, lo solicito.
Marfan es quien las obtuvo.
—Tengo amistad con alguien importante, solo le pedí...
—No tienes amigos —tan pronto escupió eso yo me apresuré a sacar el broche de mi pantalón, necesitaba algo que le hiciera cambiar de opinión. Le dije que fue un regalo de ese amigo, prefería embarrar a Impostor como mi amigo que mencionar a Marfan—. ¿Te lo dio alguien?
—Sí, sí, yo jamás usaría esto por decisión propia...
—Ah, tiene sentido. Literalmente es horrible. —Soltó mi mandíbula, haciéndome suspirar. Me había puesto de puntillas como si fuese a ahorcarme así que tardé en volver a una pose natural. Me sentí como un ratón.
Chanclas, ya ofendieron el broche de Impostor dos veces.
Hipocondríaco sacudió sus manos, yo me tallé el rostro repetidas veces para hacer obvio que me estaba limpiando el contacto que tuvimos, pero no me miró aunque exageré los movimientos. No conseguía hacer que eso le molestara.
—¿Tienes sarna? —Exin me miró con cierto desprecio.
Pinche imbécil cara de cotonete.
—Ex —le regañó Hipo—. ¿Ya terminaron? Tenemos más cosas que hacer. Des, tú ve a la cafetería, nosotros cubriremos el salón de audiovisuales.
—¿Audiovisuales? —Levanté el rostro con sorpresa.
No lo tenía contemplado, no estaba en el plan y los equipos dentro eran caros.
—Está en el segundo nivel —hablé.
—Olvidé mencionártelo, queremos tomar unas cosas de allí. —Hipo no se dignó en mirarme ni explicar. Exin se apresuró a ponerse a un lado y seguirle, mientras Des cargaba algunas bolsas y se iba por el lado contrario. Yo traté de no quedarme atrás.
Verga, verga, verga.
Exin se iba riendo entre dientes. Tuve un mal presentimiento, un gran problema estaba por venir.
VERGA, ¿QUÉ HARÍA MI HERMANO EN ESTOS MOMENTOS?
Seguro se sacaría a la verga a estos dos. ¿Los golpeo también?
Mi cerebro quería taclearlos y huir, pero mis pies eran como imanes controlados por el suelo; cada vez que mi suela se levantaba esta volvía a pisar con fuerza, impulsado hacia adelante. Subimos varios escalones que se curvaban hasta llegar al segundo nivel, la luz de la luna abarcaba más espacio así que no eran necesarias las linternas en los pasillos.
Me preguntaron por el salón, yo señalé con todo el arrepentimiento del mundo. Exin abrió las puertas y le seguí para estar atento de que no se llevaran nada.
—Hacen revisión de equipos los fines de semana, esta es un área especial por su costo elevado. —Inicié mi discurso con la esperanza de que recapacitaran. Hipocondríaco no entró, mirando todo desde su alto hombro, con la vista solo atenta en Exin quien toqueteaba las cosas alrededor.
Hipocondríaco tiene cara de ser jefe de grupo, el tipo de grupo que se vuelve una dictadura.
Mis ojos se enfocaron en la pared donde se encontraba la lona blanca de proyección. Exin había encendido el cañón, yo lo conocía por ese nombre pero era el reproductor de videos. Parecía querer meter algo al azar.
—¿Qué haces? —Cuestioné.
—Matar el tiempo. —Ni me miró al responder, estaba alumbrando los discos para ver qué poner. Mi rostro no pudo tomar una forma razonable al pensar en que NO teníamos ese tiempo por el guardia de seguridad.
Exin aparentaba tranquilidad, eso era solo la superficie. El sonido de los discos al moverse, el cañón que mostraba una imagen blanca estática, mi respiración y el sonido que hacía mi piel al ser rascada. Tal vez era la noche, o quizás el sueño en mis ojos, pero sentí que mi energía vital bajó de golpe.
No pude reaccionar. Me percaté tarde de que iba a perder, otra vez. Hipocondríaco me había aplastado; yo era un idiota, y él no solo nació con el privilegio de ser lindo, sino también más inteligente.
—Las llaves te las entregó alguien importante, ¿no? Alguien a quien sigues y obedeces.
Dirigí la mirada a él, con cierto anhelo. Quería estarme equivocando pero Hipo tenía las llaves de la puerta en sus manos, solo hizo tiempo para descubrir cuáles eran, sin importarle olvidarlo de nuevo.
—Casi confío en ti —expresó, cerrando la puerta con llave, privándome de toda la luz nocturna que le rodeaba.
Exin y yo quedamos bajo la luz artificial del cañón, él con la responsabilidad de quedarse conmigo hasta terminar y no dejarme salir por la ventana que daba al techo del edificio.
La opresión en mi pecho me hizo tener un déjà vu de nuestro último encuentro en secundaria, cuando me llamó egoísta a pesar de ser él quién despreció el amor que le profesaba.
Me sentí un imbécil.
Pero yo no era el mismo de hace cuatro años.
—¿Casi? —Caminé en dirección a la puerta, podía ver su siluetea desde la ventanilla en esta, seguro de que me estaba escuchando–. ¿Casi confías en mí? ¿Y yo? ¿No debería decir lo mismo? QUERÍA CONFIAR EN TI TAMBIÉN, PERO PARECE QUE QUIERES ARRUINAR LO ÚNICO QUE ME IMPORTA EN MI ÚLTIMO AÑO ESCOLAR.
Sabía que me miraba, pero como de costumbre, nunca vi las expresiones de Hipo. Siempre bajé la cabeza,y ahora no podía verlo a contra luz.
—Y siendo honestos, no te la mereces. Ni la mía, ni la de cualquier persona que te rodea —continué levantando la voz, parado de frente aunque nos dividía la puerta—. No sabes cuánto me arrepiento de correr detrás de ti cada vez que me produces lástima. Así que estamos a mano, HIPOCONDRÍACO.
Exin me agarró del cabello, tirando de él hacia atrás para doblar mi cuello y conseguir que nuestros ojos se encontraran. No pude gozar de ver la silueta de Hipo inclinar la cabeza, solo la ira de su mejor amigo que también era un imbécil cortado de la misma tela.
—Suéltame, rata gigante, no te tengo miedo —me puse agresivo, aunque sabía el trastorno que era Exin, me valía tres kilos de verga en ese momento—. TÚ Y CUÁNTOS.
Me voy arrepentir después. Por ahora, el que tenga miedo de morir que no nazca.
—TÚ Y CUÁNTOS, EH. —Mi voz se quebró al final, quería llorar.
Ya me arrepentí.
Exin me agarró de la sudadera, entre tirones hasta azotarme contra la mesa del centro que era rodeada por sillas. La luz pegaba en todo su rostro así que lo podía ver con claridad, no era alguien a quien le importara mucho lo que otros pensaran de su actitud violenta.
—NO SABES DE LO QUE HABLAS —lanzó su palma contra mi pecho, causándome más dolor del que ya cargaba—. TÚ ERES EL PEOR DE LOS TRES, MALDITO HIPÓCRITA.
—¿PERDONA? Sí, yo estoy interfiriendo con sus planes, pero tengo mis razones y ustedes...
—Y te haces el que no sabe —soltó una carcajada—. Hablo de la secundaria. Cada vez que actúas como si no supieras lo que hiciste me jodes la puta semana. Te juro que te voy a cortar cada dedo hasta que te arrepientas de tus mamadas.
Mi pulso acelerado me produjo respiraciones arrítmicas.
—EXIN, NO TE ATREVAS A PONERLE UN DEDO ENCIMA.
Giré la cabeza exaltado, sudando en frío, las manos de Hipo lanzaron un golpe a la puerta para tranquilizarlo. A pesar de lo que dije momentos antes, quería confiar en que me protegería porque la amenaza de su amigo era grave e irrazonable.
—LO HARÉ CUANDO SE ME DÉ LA GANA.
—¿QUÉ CARAJOS TE HICE? —Grité, su tamaño y condición despertó todo mi sistema de alarma, le tenía demasiado miedo—. ¡¿Por qué me odias tanto?!
—¿Quieres saberlo? ¿De verdad? —Arrugó el entrecejo, su tono burlón no estaba.
—EXIN, CÁLLATE O TE SACO DE ALLÍ. NO TENEMOS TIEMPO Y NO PUEDO QUEDARME AQUÍ A VIGILARLOS. —Hipocondríaco debía seguir con el plan, dejarnos a ambos, pero seguía aferrado a la puerta.
—¿Quieres que te recuerde que hiciste a Hipocondríaco vivir dos años de infierno? —Continuó, presionando mi pecho con su puño para hacerme perder el equilibrio de mi columna sobre la mesa—. Por tu culpa su vida se arruinó, y tú saliste ganando.
—YA CÁLLATE. —Hipocondríaco no podía abrir la puerta aunque quisiera. Su voz de fondo maldiciendo por no poder sostener las llaves debido a que sus manos temblaban.
—Te voy a contar toda la mierda que provocaste intencionalmente hace cuatro años.
• • •
EXIN INTENTANDO MATAR A EST, HIPO EN PÁNICO SIN RECORDAR CUÁL ERA LA LLAVE, Y DES SILBANDO EN ALGÚN OTRO LUGAR.
No quería subir el capítulo aún, pero ya se los debía. Lamento la tardanza.
Exin detesta a Estocolmo. Hipocondríaco... ¿se sintió realmente traicionado por Est?
Estocolmo pensó que Exin y Des son pareja GAHAHAHA.
Hablaron de caca.
¿Comentarios? ¿Preguntas? ¿Teorías?
MEME:
Me retiro, les mando mil besos. Cuéntenme de sus días.
BAI BAI.
~MMIvens.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro