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Capítulo 13: Es un placer conocerte.

"Hola."

No encontraba una palabra más ambigua, nostálgica, común y dolorosa, que pudiese ser más intensa que un "adiós"; pero Hola, superaba por creces aquel sentimiento.

Se trataba del principio de un final.

Estocolmo.

Hipocondríaco no era alguien presente en mis sueños. En realidad lo era en mi diario vivir, casi siempre me atrapaba pensando en qué hacer respecto a su existencia.

A veces envidiaba su fuerza, incluso en momentos como este donde solo buscábamos cazar al otro; yo no me sentía con la inteligencia ni capacidad para seguirle el ritmo. No podía concebir la idea de hacerle daño, de ser egoísta y mucho menos saber que de todas formas era mi plan hacerlo.

Una vida sin desiciones complicadas no se puede llamar vida, ¿pero acostumbrarme a ello? Esa era la pesadilla.

—Me alegra haberte conocido. —Y el sueño habló, arrojándome un balde de agua fría porque escuchar aquello era poco realista. El despertar me enrojeció la nariz.

Estaba cubierto en sudor, recién levantado del corto trance. Bajé la vista unos segundos para darme cuenta de que estaba corriendo en la pista, que frente a mí había un obstáculo que saltar, yo era el último corredor y ya estaban por levantar el equipo del club de atletismo.

Mi expresión se volvió de terror antes de distinguir a la persona delante, quien me hacía señas para detenerme como si necesitara comunicarme algo.

—Hola, es un placer conocerte, soy...

La expresión del castaño también se tornó sombría al ver que no podía controlar mi velocidad. Entrecerré los ojos por el sol y me abracé a mí mismo antes de taclearlo con el peso de mi cuerpo.

—El síndrome del impostor —finalizó, retorciéndose de dolor.

Me apresuré a revisar sus manos y rodillas, apenas una mirada en búsqueda de algún sangrado capilar pero parece que el único con las rodillas lastimadas era yo. De todas formas me disculpé, fue mi error tener la cabeza en las nubes.

Al presentarse dijo que solo le llamara Impostor. Le ofrecí la mano para levantarle pero como aún seguía adolorido me dijo que le esperara, así que permanecí sentado en la pista mientras oía lo que el castaño de corto cabello tenía que decir.

Nunca había visto a alguien en Savant usar un uniforme no alterado, e incluso verse pulcro.

—Marfan me envió para entregarte unas llaves, soy uno de los asistentes del director —agregó, rebuscando en su bolsillo por el juego de llaves que habíamos solicitado.

—Oh, pensé que lo enviaría con Tourette...

—¿Tu amigo?

—No somos realmente amigos —alargué la última palabra, desviando la mirada hacia los árboles lejanos para evitar un contacto visual incómodo—. Nos conocimos por Marfan.

—Ah, no, bueno, tu amiga.

—No creo que seamos amigos tampoco —me reí por los nervios.

—¿Bueno?

Nunca me llamaron amigo, solo compartimos metas en común.

Mi síndrome, estocolmo, era como llevar un papel pegado a la espalda con la leyenda: Mantén distancia. Lo mejor era no relacionarse profundamente conmigo, debido a que mi condición no me permitía reconocer cuando alguien estaba abusando de mí. Yo dejaría pasar cualquier cosa por alto.

—También me dijeron que te apoyara en lo que necesites. —Palpó mi espalda, haciéndome volver a la conversación.

Bajé la mirada hacia su cuerpo que seguía echado en el suelo, solo con el torso elevado hacia mí, sus ojos verdes me parecían sonreír. Volví a extender mi mano para levantarle, esta vez la tomó y se dejó impulsar.

—¿Necesitas ayuda actualmente, Est? —Inquirió, jalando de mi mano hacia él como si nos fuésemos a tropezar de nuevo.

—¿Qué tanto sabes de lo que hacemos?

Recogí mi mochila y botella de agua mientras le escuchaba hablar sobre lo que teníamos planeado, desde nuestras observaciones a las estatuas detrás de la escuela hasta los salones que se verían afectados. Yo había hablado sobre los planes de Hipocondríaco días antes, mi trabajo era evitar que otros vieran el desastre, mientras que Marfan se encargaba de que en Savant no causaran disturbios de la misma forma.

L.A no sabía que los de Savant tenían el mismo plan de arruinar el PLJ, ni Savant sabía esto de L.A, ya que nuestro grupo mantenía los disturbios a raya sin importar nuestras escuelas.

Impostor parecía estar bien informado así que no desconfié. Toda su persona lucía segura, o tal vez solo era el hecho de que su altura me daba un semblante en el cual confiar. Yo me centré en él mientras ignoraba los chismes en el pasillo.

—Tourette está revisando las estatuas. —Mantuvo la sonrisa al llevarme al área verde.

Cruzamos un estrecho camino de piedras que se habría paso entre los árboles y arbustos, hasta llegar al centro donde habían dos estatuas pequeñas junto a una grande que se centraba como un gobernador; se trataba del fundador Savant y los otros directores llamados igual.

Si el síndrome de Estocolmo te condenaba a estar solo, el síndrome del Sabio era una carta de triunfo; o al menos eso aparentaban ambas.

—¿Querrán ensuciarla? —La voz de Tourette en el otro extremo lucía lejana, apenas sus cabellos largos se hacían presentes.

No me parecía que el síndrome de Estocolmo te condenara a estar solo, el error debía ser de aquellos que se aprovechan de esto.

—La estatua es increíble, ¿no? —Impostor se dirigió a mí—. Representa bien la grandeza de nacer tan dotado.

Y el síndrome del sabio tampoco me parecía un lujo, no estaría en la categoría de padecimiento. Podrían tener una memoria impresionante, destacarse en los números, la música o el arte, tener habilidades mecánicas o reproducir imágenes en 3D en su cerebro, pero todo eso costaba, muy caro.

—A veces desearía haber sido un Savant. —Impostor se cruzó de brazos, aún admirando aquella estatua con cierto deseo doloroso. Yo me limité a ver su perfil.

El precio eran problemas del lenguaje, grandes dificultades sociales, obsesiones y déficits debido al daño en el hemisferio izquierdo del cerebro; siendo personas que no podían cubrir ni sus necesidades más básicas. Llamados de forma despectiva idiot savant (el sabio idiota).

Me parece que estas estatuas sólo son un mito, quizás la alteración a la historia para no decir que se apoderaron de una imagen de grandeza y no llamarle explotación a personas que no eran adultos cuando se les dio la responsabilidad de investigar sobre nuestra sociedad —escupí de golpe, incluso Tourette se asomó del otro lado con una sonrisa al darse cuenta de que comenzaba a pensar de la misma forma que él—. El síndrome del sabio habrá entendido cómo funcionaban nuestros padecimientos, pero era la obsesión de un menor de edad, no su responsabilidad para luego ser arrebatado del puesto por ser un recesivo.

Los recesivos viven con el nombre de lo que padecen. No se curan, el cerebro ya está dañado, y nadie quiere un producto defectuoso.

—Y ser suplantado por otro sabio en el congreso —agregó Tourette, girando alrededor de la estatua—. Lo único bueno de esta escuela es que los fundadores Savant se resguardaron aquí para no ser usados, solo abrir puertas al aprendizaje.

—No sabía que se fundó por ello —murmuró Impostor, cubriendo su boca con las manos—, es una causa bastante fuerte.

—Ahora este instituto es un creador de memes, mira. —Tourette corrió a mostrarnos la imagen en su teléfono.

Una fotografía donde Hipocondríaco y yo estábamos tocando nuestras manos, en la salida de la escuela, él lucía su mirada derrotada mientras yo parecía preocupado como intentando ayudarle. Fue la semana pasada.

El post decía:
"No importa de dónde vengas, tu color de piel ni tu situación económica. Contigo recorrería cualquier camino, pues nuestro amor es más fuerte".

Arrojé un golpe a su teléfono, este tan pronto hizo contacto con el suelo escupió la batería inflada que llevaba y otras refracciones; Tourette armaba sus propios celulares. En ese momento me pareció que quien se desarmó fue su síndrome.

—PU-PU-PUTO IMBÉCIL —tardó en reaccionar, sacudiéndose para acercarse a mí.

—POR QUÉ ESA FOTO ANDA CIRCULANDO. —Yo seguía helado por la idea de haber involucrado a alguien más en las fotos que me tomaban, pero sobre todo porque se trataba de Hipocondríaco, mi antiguo crush de secundaria y actual enemigo.

—¿Cuál es el problema? Digo, bueno, ¿no son pareja? —Impostor trató de tranquilizarme.

—No, no.

—Es contra quien debemos lidiar, son los que buscan colarse a Savant. —Tourette le informó con molestia, aún con sus brazos rodeándome del cuello para estrangularme.

—Oh, ¿Hipocondríaco es quien busca arruinar todo? —Impostor juntó las cejas, mirando el teléfono en el suelo aunque la imagen ya no se encontraba en la pantalla negra—. Íbamos juntos en secundaria.

Tourette me soltó porque un mosquito comenzó a rondar alrededor de él. Tosí horrible por la falta de aire, mi compostura trató en volver, el calor hizo que mi flequillo comenzara a esponjarse así que no veía mucho de lo que tenía en frente.

—Deberías recogerte el cabello —el comentario de Impostor no lo tomé muy en serio, hasta que puso un broche con forma de lirio en mi cabeza para recogerme el flequillo—. Listo, se te ve lindo.

—¿Gracias?

Oh, agradecí cómo Hipo.

—Ya, vuelvan a la situación —nos habló Tourette, regresando al enfoque—. ¿Qué hacemos con la estatua?

—Creo que debemos aplicar un aislante.

—¿Por qué no sueltan sus soportes? Si le arrojan cosas o se intentan montar para escribirle algo ésta les caerá encima, no creo que deje peor el historial de Hipocondríaco. —Las palabras de Impostor nos hicieron girar la mirada en dirección a él, ambos mirándolo con sorpresa por la tranquilidad con la que hablaba sobre alguien con quien compartió salón en el pasado—. Bueno, solo digo, si ellos la rompen igual se les podría denunciar.

—Lo que quiero es que no sepan en Savant que alguien intenta afectarles... —Repetí.

Si estudió con Hipo, también escuchó de mí, ¿no?

—Yo estoy de acuerdo con Impostor. Puedo encargarme de quitar algunos soportes —agregó Tou, poniéndose de cuclillas para observar los pies de la estatua.

—Cierra el hocico, Tou, vamos a ponerle un aislante transparente para protegerle de los daños, ¿de acuerdo?

Tourette continuaba maquinando los arreglos que podía hacerle a la estatua. Le di una palmada a la cabeza para calmarle, Impostor se rió de mi acción pero ignoré que estuviera tan tranquilo después de sembrar esa idea. Aunque era buena, me parecía cruel.

—¿Pero por qué te parece cruel si lo que ellos intentan hacer es vandalismo? —Tourette se cruzó de brazos, dándome una mirada amarga—. Ay, ya te chamaquearon, Col. Están abusando de tu confianza, ¿verdad?

¿Y si tiene razón?

—Ya me tengo que ir, debo entregar las llaves.

—¿A Hipo? —Impostor detuvo mis pasos, como buscando saber más—. Deberías quedarte con unas copias para que entren y salgan después, ¿vale? Cuando los de L.A se retiren nosotros entraremos a limpiar junto a Marfan. Y dame tu número para pasarte los mapas.

—Lo haré antes de reunirme con él, gracias por la sugerencia.

~•~•~•~

Me miré en el espejo de la cafetería antes de atreverme a salir. Aún tenía el broche en el cabello, también el juego de llaves que le daría, y mi mejor acompañante llamado dolor de estómago ante la simple idea de continuar en contacto. Debía pretender que me estaban usando.

Lleva puesto un abrigo largo, se le ven bien.

—ESTOCOLMO. —Me grité a mí mismo, consiguiendo una mirada incómoda de quienes se secaban las manos a un costado.

Llené mi rostro de agua y salí con prisas, sentándome en donde ya habíamos acordado. Su mochila y libros de estudio ocupaban espacio en la mesa al igual que el asiento. Estaba estudiando desde hace media hora en el lugar, yo solo lo alcancé.

Miré de reojo a Hipo, quien pedía una bebida para mí. El plan de establecer horarios iba bien. El de mantener conversaciones largas entre ambos, no tanto.

—Estudia bastante, fiu... —dejé salir un silbido, apreciando sus notas con lapicero blanco en la libreta de hojas negras que usaba.

Junto a la libreta extravagante estaba un papel del instituto para hacerte un cuestionario de posibles carreras o diplomados que te gustaría realizar. Algunos tachados, otros no rellenos, ninguno seleccionado. Me pareció que no quería hacer nada al graduarse.

No quiero criticarlo, pero si no escoge algo su futuro será complicado.

—Aquí tienes. —Puso mi bebida sobre aquel papel, evitando que leyera los post-it de su profesora, quien lo reprendió.

Me miró amenazante. Sus labios estaban rojos, supuse que yo también los llevaba así por el acondicionador de la cafetería.

—No leí nada.

—No seas mentiroso, literalmente lo leíste en voz alta.

Madre de Dios, tengo un mal hábito.

—Perdón, solo me dio curiosidad —tosí, tomando la bebida de sus manos—. ¿No tienes planes de estudiar algo? Podrían becarte por tus altas calificaciones. Y siempre te han gustado los misterios, yo creo que criminología o incluso abogacía sería bueno para ti.

Dejé de hablar al darme cuenta de que sabía mucho sobre él. Rasqué mi mejilla más cercana al lunar, todo para evitar el pómulo que traía herido por una pelea entre alumnos de la mañana.

Hipocondríaco estiró la mano y me quitó el broche del cabello. Los rulos cayeron de golpe hasta cubrir mi vista de nuevo, al igual que su silueta.

—Se ve mejor así, sin esto. —Lo arrojó a la mesa.

—¿Eh? ¿Perdona? —Me palpitó la sien, dejando ver la poca paciencia en mi mirada—. Que no te guste no te da el derecho a quitármelo así como así.

—Que mis papeles estén en la mesa no te da el derecho a leerlos.

—Ah, tratas de aplicármela, ya veo, ya veo.

Rodamos los ojos al mismo tiempo.

Traté de beber mi café frío con caramelo, él continuó tachando y tomando notas. Intenté no fijarme en ello pero era imposible al darme cuenta de que seguía inventando problemas para no estudiar nada, excusándose por distintos tipos de padecimientos suyos, como si ser Hipocondríaco fuese la gran excusa.

—Hablaba en serio cuando decía que serías bueno en algo relacionado a tu intuición...

—Lo sé —respondió sin mirarme, completamente inmerso.

—Sí, ¿pero por qué...?

—Estoy denunciado, no me pueden becar ni recomendar a ninguna área, incluso si estudio será difícil encontrar trabajo por mi historial —soltó un suspiro, cerró la libreta y apartó los papeles para mirarme directo a los ojos—. Es la denuncia por acoso escolar y opresión a un síndrome.

Me sostuve con fuerza de la bebida, helada, mis dedos estaban inmóviles por el dolor del hielo al derretirse.

—Pero mis padres jamás te denun...

—Mis padres lo solicitaron, es la forma en que me haría responsable.

Hipocondríaco en ocasiones tenía una mirada vaga, sin mirar a algún punto en específico o expresar algo. Cuando decía cosas tan serias me parecía gracioso, cuando hacía algún chiste o era sarcástico no me daba risa.

Cuando lo veía en una situación desfavorable, no sabía si sonreír o sentirme mal por él, empatizar. Entristecerme o reírme al escuchar su literalmente.

Yo esbocé una sonrisa.

Mis párpados se volvieron pesados pero no los cerré, seguro parecía tenerle lástima, pero yo me sentía más confundido por no saber algunos detalles debido ya que nunca hablamos, no éramos amigos ni compañeros. Solo me resultó tan extraño, cómo se tornaron algunas cosas, cómo los nervios me hacían sonreír aunque no estaba feliz.

—¿No te gustaría retirar la denun...? —Me detuve al escucharme, yo, la persona agredida, esperando a ayudarle para no cargar con aquello. Volví a sonreír a mis adentros por lo tonto que sonaba.

La vida es una comedia, una muy trágica.

—Me da igual, no hablemos de eso —sacudió la cabeza, negándose a tocar el tema—. Necesito las llaves, ¿las traes contigo? También quiero saber si tienes disponible el próximo fin de semana.

—Sí, mira... —Comencé a sacar las copias de la mochila.

—Otra cosa, sobre la fotografía que hicieron en Savant donde caminos juntos, no la hiciste tú, ¿cierto?

—¿YA LA VISTE? —Mis ganas de llorar se combinaron con mis ganas de gritar, suplicando misericordia a los dioses para que me enviaran un infarto en ese momento.

—Incluso terminó pegada en L.A, infórmame, qué demonios son esas imágenes —sonó más molesto, como si no comprendiera que se trataba de una frase motivacional.

—Vale vale, es bastante largo pero soy famoso en Savant porque casi todas las imágenes con frases inspiradoras llevan mi cara, así que si interactuo con alguien este también termina en las imágenes —sacudí las manos como si hiciera pequeños cuadros, no podía evitar moverme mucho, era necesario para la narración—. Como nos encontramos afuera de puff, HIP, wooooo.

Comencé a toser más fuerte, como si el café con lo que comí de camino aquí no terminara de llegar a mi estómago. El sabor salado se estaba ahogando junto a lo dulce.

—Explica tu mierda, por favor —solicitó, tomando cierta distancia al ver mi tos mortal.

—Perdón, es que se me atoró un taco.

Hice el esfuerzo por tragar para poder explicarle que no tomé las fotografías, sino que fueron la consecuencia de caminar conmigo. No parecía creerme del todo pero ignoró mis palabras y continuó.

—Nos reuniremos entonces el sábado a las 11 de la noche en la línea azul frente a Savant, si no tienes nada que hacer, seguiré con ese horario. Voy con tres personas, pero tú ve solo.

—Suena como si fuese a ser una orgía —escupí una risita, que volvió a remorder mi consciencia pues mi mente era vulgar si la comparaba con la de él—. Mal chiste, volvamos.

—Vale... —torció su expresión—, entonces ya quedamos. ¿Te retiras ya?

—¿Me voy yo? ¿Vas a seguir aquí?

—Tengo otro encuentro en mi itinerario.

—Qué elegancia la de Francia —mascullé, aún bebiendo de la pajilla. Hipo se molestó—. Perdón.

Le dije que esperara a que terminara mi bebida. Ser quien debía retirarse se volvió incómodo, solo recibía miradas de alguien que esperaba mi despido. Tomé el broche de lirio y lo metí en mi bolsillo durante ese tiempo.

—Yo también hablaba en serio —habló, tomando notas de estudio—, me gusta cómo se ve tu cabello suelto. No me gusta mucho tenerlo liso, literal parece aceitoso. Creo que el...

Ya no lo estoy escuchando, me quedé en la parte donde me dio un cumplido.

—Hola, tardé en ponerme la máscara de pestañas así que salí tarde pero cumplo la cuota —un chico de peluca verde se atravesó, dándole un beso en la mejilla para después dejarle una bolsa de plástico—. Son las notas que quería que revisaras. ¿Ya bebiste algo? Yo te invito.

—Ya consumí, Al, solo siéntate que pareces apunto de explotar por la caminata.

Me levanté en automático del asiento al percatarme de que venía con él y seguro yo ocupaba el lugar reservado.

—No, no te levantes, puedo jalar otra silla si aún están hablando. —El chico me tomó de la mano, haciendo presión para que no lo soltara y yo continuara en el mismo lugar. Dijo que iría a comprar una bebida y nos daría más tiempo, parecía tan sociable que me abrumé.

—Nos vemos el sábado entonces, ¿no? —Tomé mi mochila con prisa—. Me despido ya, adi...

—Hasta luego —dijo, aunque no sonreía me pareció que sentía calma, como si las cosas entre ambos ya no fueran tan tensas.

Hipocondríaco me parecía hilarante entre más interactuaba con él, era distinto a lo que conocía superficialmente en secundaria.

~•~•~•~

HOLA HOLA, mientras que "Lo malo de ser bueno" va con Estocolmo, la canción de "Algo mejor que hacer" representa a Hipocondríaco.

Este capítulo tiene demasiado de muchas cosas pero tampoco termina de contar nada ya que es un conector para el siguiente acto.

¿Impostor?

¿A Hipo le gusta el cabello de Estocolmo? También se reunió con Albin, parece que se tienen cierta confianza ya que le dio buenas vibras a Hipocondríaco.

El amor puede con todo, dicen en Savant y sus imágenes de Col.

¿Comentarios, teorías de lo que se viene, preguntas? Ahora sabemos que gracias a un Savant se llegó a una forma de controlar a la población en el país.

¿Qué tal esta semana? ¿Horrible? ¿Nice?

Spoiler: Se van a caer de boca con Exin, ayuda.


ADIÓS, SE LES AMA.

~MMIvens.

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