capítulo uno
CAPÍTULO UNO.
El sol hoy estaba ausente, hacía bastante frío y todos andaban abrigados de pies a cabeza. Adela con sus propios brazos abrazó su cuerpo, sentía que se congelaba poco a poco.
Miró a su padre con atención, mientras él le regalaba una sonrisa llena de orgullo a Cedric, su hermano. Lo felicitó como nunca durante algunos minutos y prosiguió a observarla a ella.
—Tú, mi única hija —se acercó lo suficiente a la Diggory y la agarró por los hombros—. También me llenas de orgullo, sé que este cuarto año será de excelencia para ti. Confío en tus fortalezas.
Adela asintió sonriéndole con amabilidad. En sus adentros sabía que su padre prefería de sobremanera a Cedric, y es por ello que con solo felicitarla una vez, quedaba más que contenta.
—Lo haré, padre. No te decepcionaré.
Amos Diggory terminó de despedirse de ambos y se alejó, pero no les quitó la mirada ni un solo segundo. Adela suspiró, y sin más que decirle se subieron al Expreso de Hogwarts. Los hermanos se miraron contentos, estaban ansiosos por este año, aunque uno más que otro.
Pasar tiempo en el Expreso de Hogwarts era tranquilizante para ella. Se sentía tranquila y en paz, incluso muchísimo mejor que en las propias clases. Al paso de unos minutos observó el paisaje con asombro, todo lo que sus ojos veían era belleza y esplendor. Podría verlo cientos de veces, pero siempre le alegraba como la primera vez, nunca se sentiría más feliz que ahí. Era realmente reconfortante, de eso Adela estaba segura.
La castaña estaba tan concentrada en el paisaje que no notó que su amiga tenía su brazo entre sus manos mientras lo movía con rapidez tratando de llamar su atención, aunque los resultados fueran totalmente escasos, puesto que ella no despegaba sus ojos del bello paisaje que contemplaba con una sonrisa soñadora. Así es, Adela no paraba de soñar. Deseaba tener un romance como en sus libros, o mínimo uno ligeramente parecido. Aunque sabía que eso no se podría, una chica como ella, jamás sería besada ni anhelada.
—¡Adela! Te estoy hablando, ¿cuándo me escucharás?
Diggory se sobresaltó y la miró con confusión. Cynthia la miraba con preocupación, molestia y extrañeza, una mezcla de emociones común en ella, según Adela.
—¿Estás bien? —preguntó su amiga de cabello negro—. Pareces más soñadora de lo normal.
—Estoy bien, créeme. Sabes cuanto amo observar los paisajes, sobre todo cuando estoy aquí.
Su amiga totalmente convencida asintió. Prosiguió a sentarse junto a ella y conversaron lo que cualquier chica a sus catorce años hablaría, nada fuera de lo normal.
Al llegar a Hogwarts Cynthia decidió dejarla sola juntándose con otro grupo de chicas, y Adela lo entendía perfectamente, no la obligaría a estar con ella a todo momento. No era su culpa que Diggory fuera tan poco sociable, y eso se lo repetía a cada segundo en su cabeza. Aún así, ella le dijo que de vez en cuando seguirían hablando, y la castaña se lo agradecía completamente.
Estar sola no era de su sorpresa, pero ahora sí que lo estaba y eso no le gustaba. Cynthia fue su mejor amiga durante tres largos años y ahora la perdía, realmente se sentía mucho más sola que antes y nadie podía negarlo. Caminó a pasos apresurados al gran comedor, sabía que nadie la notaba y eso le daba una buena ventaja. Sin embargo, de un instante a otro tropezó y cayó encima de un rubio platinado, el muchacho se quejó con molestia emitiendo un ligero gruñido.
Adela no dudó ni un segundo y se puso de pie, colocándose nuevamente sus anteojos y procurando que aquellos estuvieran en excelente estado. Se maldijo al notar que había caído encima de Draco Malfoy. Él era un problemático, y además, su bully. Ahora sí que quería hacer una tumba y enterrarse.
—¿Es que acaso ni tus estúpidos anteojos te sirven para ver por donde caminas? —preguntó con fastidio mientras también se ponía de pie con ayuda de Crabbe y Goyle.
Sí, ahora definitivamente estaba en un gran aprieto. Odiaba con todo su ser a Malfoy y toparse con él de esta manera no era la mejor. Adela no podía sentirse más acorralada y angustiada.
—Discúlpame, jamás habría querido tropezar y mucho menos caer encima de ti.
—¿Crees que unas simples disculpas bastarán? —rió con ironía, haciéndole saber cuán molesto estaba.
Diggory guardó silencio, no sabía qué responder y realmente prefería callar. De Malfoy se esperaba de todo y eso le causaba inquietud.
—Me las pagarás completamente, Diggory.
Malfoy se fue a paso rápido mientras los otros dos lo seguían, pero no sin antes mirarla con repulsión y odio.
Adela creyó que su reacción sería mucho peor, pero lo último dejaba mucho que desear y le preocupaba. Sentía que en cualquier instante saltaría sobre ella para hacerla trocitos.
—Hey, ¿estás bien?
La castaña miró a la persona de quién provenía la voz, ¿realmente a ella le estaban preguntando cómo se sentía o era un tipo de locura que había creado de autoprotección?
—¿Me hablas a mí? —preguntó aún atónita.
Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger la miraban con preocupación. Ella sin duda los conocía, bueno, todo Hogwarts, sobre todo a Potter.
—Tengo entendido de que tú también eres blanco de Malfoy para ser burlada y molestada, lo hemos visto varias veces. Íbamos a defenderte, pero él se fue —habló Hermione, dándole una sonrisa alentadora.
—No se preocupen, para mí es más que suficiente que hayan preguntado cómo me sentía.
Adela les sonrió con mucha ilusión. Era la primera vez en mucho tiempo que le preguntaban por su bienestar y eso le alegraba.
—Si tú lo dices. Si en algún momento quieres hablar con nosotros, házlo. Hacer nuevas amistades nunca está demás.
Los ojos de Adela brillaron ligeramente, le estaban ofreciendo amistad. Ahora sí que se sentía a morir, pero de felicidad. No quería aceptar de inmediato, puesto que no quería parecer ridícula o demasiado solitaria, así que solo se dispuso a sonreírles y asentir.
—Claro, lo haré.
Los cuatro se dirigieron miradas amigables. Luego de un instante los otros tres jóvenes siguieron su camino a pasos apresurados, pero no sin antes despedirse.
Diggory definitivamente tenía la esperanza de obtener nuevos amigos, y no la perdería en absoluto. Sabía que le estaban ofreciendo nuevas oportunidades.
Quizá este año no sería tan malo para ella como suponía.
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