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capítulo quince

CAPÍTULO QUINCE.

Adela no perdió el tiempo, y desde el día en que Draco le regaló el libro muggle, no tardó en comenzar a leerlo.

Pasó tardes completas leyéndolo, y aún no lo acababa. Estudiaba cosas sobre el mundo muggle que no conocía, pero que sí le fascinaban. Le parecía impresionante a Adela todo lo que no conocía.

—¿Sigues leyendo ese libro?

Adela miró a Noemí y asintió.

—¡Es que es fantástico! —esbozó una sonrisa mientras levantaba los brazos en gesto de cansancio y emitía un ligero bostezo.

—Si tú lo dices —contestó Noemí con una sutil sonrisa.

Adela pareció leer algo que la impactó y llevó una mirada sorpresiva a su amiga Noemí.

—¿De verdad allá no utilizan lechuzas?

—Algo así.

A Noemí le divertía la inquietante y poderosa sed de conocimiento que Adela sentía por el mundo muggle; su mundo. Si se podría decir así.

—Siempre he pensado que todo eso es interesante —comentó Luna adentrándose a la conversación, quién mantenía sus ojos en la revista del quisquilloso.

—Concuerdo contigo —respondió Adela mientras seguía su lectura.

Adela y Luna asintieron. Noemí rio al ver lo mucho que se parecían.

Noemí era alguien muy agradable, y no se dejó esperar por hablar con Adela y Luna en su sala común. Apenas las vio e intercambiaron palabras decidió que hablarían durante mucho tiempo más. Las tres muchachas eran simpáticas una con la otra y se complementan en ciertos aspectos.

—Ahora que lo he pensado, es genial que las tres seamos amigas, ya saben, a pesar de que literalmente las tres cursamos distintos años. Bueno, no sé si sea una ventaja que seamos de Ravenclaw —habló Adela aún leyendo.

Luna dirigió una discreta mirada a Adela y a Noemí y asintió.

—Lo es, es genial. Aunque pienso que aunque las tres fuésemos de distintas casas, de todas maneras me agradarían mucho.

—Estoy de acuerdo con Luna —siguió Noemí—. Es decir, yo también pienso que aunque nos hubiese tocado en distintas casas ustedes me seguirían agradando. Por ejemplo; conocí a Adela principalmente gracias a Cedric, no porque estuviésemos en la misma casa, eso fue una añadidura.

Adela asintió, esta vez mirándola.

—Ambas tienen razón. Se me había escapado ese pequeño detalle.

—¡Hey! concéntrate. ¿Estás bien?

Adela chasqueó los dedos con ligereza llamando la atención de Harry. Aquél parpadeó varias veces y la miró haciendo gestos de negación, pero luego asintió.

—Estoy bien. Sí, estoy bien —contestó mirando hacia algún otro punto de la biblioteca.

Adela rió. Harry estaba perdido en sus pensamientos y a Adela le pareció bastante tierno.

—Harry, si te invitamos a estudiar con nosotras es para que estudies —resopló Hermione.

—Sí, eso estoy haciendo —respondió no muy seguro.

Hermione elevó ligeramente sus cejas molesta y volvió la vista a su libro, mientras proseguía a seguir leyendo con suma tranquilidad.

—¿Realmente quieres estudiar? porque si gustas puedes dejarnos e ir a otro lugar —susurró Adela, inclinándose al lado de Harry.

Harry sólo asintió.

Adela supuso que Harry estaba nervioso por la tercera prueba del Torneo de los Tres Magos que estaba cerca. Adela agarró su mano en un pequeño apretón para reconfortarlo, y Harry le sonrió.

Desde otro lado de la biblioteca un joven rubio los miraba molesto. Y tenía un deseo inimaginable de ahorcar al que tenía una cicatriz en su frente. ¿Acaso planeaba también arrebatarla de su lado?

En cuanto Adela terminó de estudiar junto a Hermione y Harry se despidió, tomó su libro y se alejó. En el transcurso de su camino el rubio sólo se limitó a seguirle el paso.

Adela hizo paso en el Gran Comedor, dispuesta a sentarse en la mesa de las águilas junto a su amiga Luna y Noemí, pero el rubio agarró con rudeza su muñeca y no se lo permitió.

—Malfoy —susurró sorpresiva—. ¿Sucede algo?

Draco rió con desgana y soltó su agarre.

—¿Que si me sucede algo? tú no me has hablado durante días.

—Oh... Sí. Es que he estado leyendo el libro que me regalaste.

Draco relajó su semblante y tosió con falsedad.

—Aún así. ¿Es más importante un libro de ese tipo que yo?

Adela asintió y luego negó.

—Sí, es decir... No. Es sólo que me emociona conocer tanto del mundo muggle.

Draco frunció el entrecejo y se cruzó de brazos.

—No deberías.

Adela notó su actitud y también se cruzó de brazos con el libro aún en mano, sin tratar de imitarlo.

—Si planeabas regañarme por leer un libro "de ese tipo" ¿Por qué me lo regalaste? —preguntó con incredulidad.

Draco se encogió de hombros.

—Porque así lo quise —contestó con simpleza.

—Esa no es una respuesta coherente.

—Pues deberás conformarte con eso.

Adela asintió y suspiró.

—A veces eres un idiota —murmuró.

Draco pareció ofenderse y nuevamente agarró la delgada muñeca de Adela, acercándola a él. Sus rostros permanecían a sólo milímetros de lejanía.

—¿Te lo parezco?

Adela no pudo descifrar si Draco lo preguntaba con diversión o indignación. Dejó de mirarle y divagó su mirada hacia los lados con preocupación, ya habían atraído la atención de varios.

—Malfoy... Nos están mirando —susurró.

Draco observó los húmedos labios de Adela y sonrió malicioso, sin importarle tener la mirada insistente de los demás sobre ellos.

—No me interesa, Diggory.

—A mí sí. No quiero tener problemas.

La castaña trató de zafarse de su agarre pero Draco la sostuvo aún con más fuerza, sin dejarla huir.

Los ojos de Draco la hacían sentir acorralada. El sentimiento que le generaba en el pecho era difícil de explicar y definitivamente la hacía sentir fuera de sí, pero al mismo tiempo Adela quería que Draco la mirara de esa manera siempre.

Draco le hacía sentir cosas que nunca había sentido. En ocasiones quería golpearle el rostro, y en otras, anhelaba abrazarlo.

—Preferirás no tener problemas conmigo, Diggory.

Draco acercó sus labios al oído de Adela y le susurró con picardía —Quiero que nos veamos en la Torre de Astronomía cuando acaben las clases de hoy.

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