capítulo catorce
CAPÍTULO CATORCE.
Al alcanzar la superficie, el pecho de Adela subía y bajaba, respirando de forma descontrolada. Cedric la sostenía entre sus brazos, asegurándole que todo estaba bien, que era parte de la segunda prueba. Adela le asintió, aunque se le dificultaba respirar.
Pronto salieron del lago, mientras los demás les colocaban algunas toallas para apaciguar el frío y detener las gotas de agua que caían de sus cuerpos congelados. Algunos se hicieron a un lado, dándoles su espacio a los hermanos Diggory.
Apenas Adela tuvo mejor conciencia de la situación, se lanzó a los brazos de su hermano, abrazándolo con fuerza.
—Si quieres que sobreviva, deberías soltarme —habló Cedric en un hilo de voz, como si le faltase la respiración.
Adela se echó para atrás dejándolo inhalar oxígeno y Cedric rio ante su reacción, Adela le siguió y también rio. Ambos hacían una ligera sincronización a su risa.
Los hermanos Diggory eran inseparables en muchos aspectos y todos lo sabían, aún así, a muchos no les era de agrado Adela, pero a estos dos hermanos tan unidos no les era de importancia. Al menos no tanto.
Algunos amigos de Cedric se lo llevaron a rastras para alabarlo, y Adela lo permitió, sonriéndole y soltando una risilla con diversión.
El público enloqueció al ver que los restantes salían del lago.
Adela se abrazó a sí misma observando hacia el lago, sentía el frío colarse por sus huesos de sólo mirarlo, sumándole al hecho de que minutos antes había estado ahí, sumergiéndose en un profundo hielo.
Producto del frio, la punta de su nariz tenía un intenso color rojizo. Soltó un suspiro temblorosa.
Sin verlo venir, Draco llegó a su lado y pasó uno de sus brazos sobre sus hombros, trayendo a la Ravenclaw hacia él y rodeándola con su brazo, cubriendo su cuerpo con más toallas.
Adela lo miró con sorpresa.
—¿Por qué me miras así? —preguntó alzando sus cejas con ligereza.
Adela parpadeó varias veces, negando.
—No hay razón. Sólo... Me sorprendí.
El brazo de Draco era cálido y cómodo para Adela, tenía algo que la hacía sentir mucho más segura.
Adela deseó que estuvieran así siempre, juntos y sin interrupciones. Incluso por unos instantes, creyó no oír ni sentir a nadie a su alrededor, sólo ellos dos.
Parecía ser que los demás estaban tan ensimismados en sus propias cosas, que nadie vio a la Ravenclaw y al Slytherin... A la presa y a su cazador.
—Estás helada, Diggory —mencionó Draco, tratando de cubrirla todavía más si le era posible.
Draco observó los ojos de la castaña con detenimiento, a la vez que formaba una diminuta sonrisa maliciosa sobre sus labios. Adela estaba nerviosa, otra vez.
Al rubio le gustaba eso, le gustaba ver lo que causaba en ella; sus mejillas sonrosadas, y sobre todo, que corriera su mirada.
Adela se ruborizó ante la cercanía de sus cuerpos, y como si Draco lo hubiese previsto su mirada la dirigió hacia el público para evitarlo.
Sin intención, sus ojos se toparon con los de Parkinson, quién la miraba con una odiosidad que la carcomía, juraría que la Slytherin planeaba lanzarle algún maleficio.
Adela simplemente no podía fallar con lo que veía, después de todo traía sus anteojos y observaba con una buena calidad lo que sucedía, pese a que antes se habían empañado a causa del agua.
—¿Dejaste a tus amigos? —preguntó Adela con curiosidad y nuevamente miró al rubio.
El Slytherin se encogió de hombros.
—No son de importancia.
Draco lo dijo con tanta simpleza que Adela se sorprendió y entendió —sólo un poco—, el enfado de Parkinson. Aún así, Adela valoró el hecho de que él prefiriera estar junto a ella. En otra ocasión, quizá meses atrás, no lo habría creído.
Dumbledore alzó la voz, llamando la atención de todos y apaciguando el bullicio del lugar. Anunciaría al ganador, y la castaña sintió sus piernas temblar.
Mordió su labio inferior, ansiosa.
—El ganador es... ¡El señor Diggory!
Al oírlo, la mayoría comenzó a festejar y Adela no se quedó atrás, aplaudiendo con fervor y sintiéndose orgullosa de su hermano.
Y aunque ya lo sabía, ahora se sentía más segura de decir que la tercera prueba no sería problema para Cedric.
Draco jamás la había visto así... Tan enérgica.
Verla en ese estado de euforia, le provocó un extraño sentimiento en su pecho. ¿Felicidad, quizá?
El rubio rio enternecido y aplaudió junto Adela, sólo para acompañarla.
—¡Lo logró! ¡Lo logró! —estalló entusiasmada hacia Draco y lo abrazó.
Al tenerla entre sus brazos, el rubio se sorprendió, pero también le gustó.
Un poco desconcertado, Draco correspondió a su abrazo.
La cercanía entre ambos causó que sus fosas nasales inhalaran el agradable aroma del cabello de Adela, este desprendía una esencia a cereza. Sonrió para sí mismo, dándose cuenta que le gustaba ese tipo de cercanía con la Ravenclaw.
Y aunque escuchó el anuncio de que su enemigo, Harry Potter, había conseguido el segundo lugar, por primera vez no pudo importarle menos. Sólo quería seguir disfrutando de la sensación que le producía estar entre los brazos de Adela... Le daba paz y calma, una que antes jamás había imaginado poder sentir.
Adela desde hace días parecía muy feliz. Luna agarró la mano de su amiga y la entrelazó con la suya, ambas se sonrieron y siguieron caminando hacia su sala común, tenían mucho de qué hablar y no iban esperar.
—Detente, Diggory.
Pansy Parkinson detuvo con brusquedad a Adela, sin mirar ni un sólo segundo a Luna. Sus ojos sólo estaban centrados en Adela y en procurar observarla con un intenso odio.
—¿Necesitas algo de nosotras? —preguntó Luna con suavidad.
Parkinson no le dirigió ni una sola mirada a la que recientemente había hablado, sólo apuntó con su dedo índice al otro lado del pasillo, lejos, indicándole que debía irse.
—Si no quieres acabar en problemas Lunática, lo mejor será que desaparezcas de mi vista. Eres desagradable.
Adela agarró con más fuerza la mano de Luna, no permitiría que le hablaran de esa manera ni en ese tono a Luna.
—No le hables así. ¿Cuál es tu problema?
El corazón de Adela palpitó rápido. Poco a poco estaba acostumbrándose a responder y a defenderse por su cuenta, aún así, habían ocasiones en las que seguía sintiendo inseguridad.
—Mi problema eres tú —habló con repulsión, dirigiéndose a Adela.
—Entonces no le hables así a Luna. Además, ¿qué te he hecho yo?
Con su mano libre Adela subió sus anteojos, que a causa del empujón que Parkinson le había dado estos habían caído a la punta de su nariz.
—Eres una rarita, Diggory. Mantente alejada de Draco. Tú y tu tonto hermano tejón son despreciables.
Adela se disgustó, el tono que usaba Parkinson era desagradable. Sintió que le hervía la sangre al oír cómo se refería a su hermano. No soportaría oír idioteces hacia él por parte de una persona como Parkinson.
—Si te sigues refiriendo de esa manera a mi hermano, no me contendré y te daré un puñetazo —habló con firmeza.
Luna acarició la mano de su amiga tratando de calmarla. Le alegraba que comenzara a defenderse, pero no quería que lo hiciera precisamente de esa forma.
Parkinson no esperaba ese tipo de respuesta, menos por parte de Adela. En sus ojos se demostró la sopresa y abrió ligeramente sus labios, como si se tratase de una "o".
Cedric apareció en su campo de visión y se acercó a Adela, rodeándola por los hombros. El mayor miró a Parkinson de arriba a bajo, como si estuviese examinando si era mala o buena persona con Adela.
—¿Eres amiga de una Slytherin? —le susurró afable Cedric a su hermana, pero lo suficientemente alto como para que Parkinson lo oyera.
—No lo somos, y no lo seremos —respondió Pansy en lugar de Adela, dando una vuelta.
Parkinson apretó sus puños con furia y se alejó a pasos rápidos. Cedric supuso que ella sólo se había acercado para fastidiar a Adela y eso le molestó.
—Que chica más extraña. ¿No lo crees, hermanita? Cualquiera desearía ser tu amigo.
Luna sonrió al ver la escena de los dos hermanos y se unió a ellos, juntando una vez más su mano con la de Adela.
—No lo sé, ella tampoco me agrada mucho Ced —contestó Adela, con una sonrisa sobre sus labios.
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