5. Bad Things
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12 de septiembre de 2022
LINDA
Sentimientos contrariados se abrieron paso en mi pecho. ¿Mi posible abusón era el ex de Heather? ¿Cómo afectaría eso a nuestra amistad? Tragué saliva tratando de que ella no se diera cuenta. Tenía la costumbre de pensar que en momentos de debilidad todo el mundo me analizaba al dedillo. Siempre tenía miedo de no cumplir las expectativas.
—¿Estás bien? —preguntó. Creo que se refería a todo.
—Sí —contesté sin pensar.
Heather es mi amiga. ¿Debería contarle mis problemas?
Lo pensé y si quería tener una amistad duradera, quizás debería confiar un poco en ella. Pero a la vez no quería asustarla. Hice de tripas corazón y se lo conté. Omitiendo algunos detalles, por supuesto.
—Me siento mal desde que nos mudamos aquí. Mi padre era mala persona y tengo pesadillas desde entonces. Bueno, tengo miedo de la gente en general. Me intimidan.
Observé la reacción de Heather temiéndome que me llamase rara o algo peor, para después salir corriendo de mi vida.
Pero ella me miró con expresión dubitativa. En sus ojos había un brillo, unas arrugas milimétricas que me demostraban que se sentía complacida. Se sentía bien al ver que confiaba en ella para contar algo tan grande. Definitivamente tenía mucho que aprender sobre las relaciones. Suspiré en mi mente.
—Gracias por contármelo. Estoy aquí para lo que sea, Linda. Y no tengas miedo de decirme las cosas, o de lo que pueda pensar acerca de ti. Ni nadie. Si alguien no te acepta como eres, ahí no es. —Me dedicó una sonrisa radiante—. Aunque no lo diga, tengo muchísimas ganas de conocerte. A la chica que vive en ti, la que se soltó en la fiesta y bailó siendo ella misma. Quiero saberlo todo de ti. Eres la persona más interesante que he conocido.
Me quedé sin habla. Seguía teniendo miedo de contar mis cosas. Jamás le podría contar eso. Y eso me hizo sentirme mal porque por una vez que una persona mostraba verdadero interés en mí, yo no podía contarle la cruda realidad. No lo soportaría. Ahí sí que estaba segura de que huiría. Huiría de mí. Como todos.
Ella interpretó mis lágrimas como si fueran de emoción y me abrazó con fuerza. Pero en realidad estaba aterrorizada de perderla. Porque sabía que mi historia sería demasiado para ella.
*
—Tu castigo será venir conmigo a la iglesia cada domingo. Será una forma sana de que te integres en el pueblo y comiences a tener una vida normal como todos los demás —decidió mamá.
Sentí como si me hubiera pegado en los pulmones, porque el silencio se instauró de súbito en ellos.
—¿Por qué? —Alcé la voz—. Yo no he hecho nada, fue Heather la que me protegió. Drake quería besarme a la fuerza —murmuré con asco.
—Sí, ya me lo ha dicho el centro por teléfono. Pero armasteis un escándalo. Mira —suspiró y cerró los ojos para no cruzarse con mi mirada, como si eso pudiera protegerla—, quizás deberías haber dejado que te besara.
Abrí los ojos horrorizada. ¿Qué cojones estaba diciendo? ¿Se había vuelto loca? Más de la cuenta, digo. Esperaba que tuviera una respuesta lógica que darme a eso.
—Hija. —Me miró con cariño como si yo fuera una puta niña de seis años—. Hemos venido a este pueblo a tener una vida normal. A pasar desapercibidos...
La interrumpí porque no podía soportar escucharlo. De verdad. Sabía que mi madre tenía traumas y ciertos problemas, pero llevar su control a este nivel... Era demasiado cruel para mí.
—¿Prefieres que un capullo le meta lengua a tu hija para poder tener tu puta vida perfecta? —le grité.
En ese momento no sentí la bofetada, pero ahí estaba yo con la mejilla al rojo vivo y sin apartar la mirada de sus ojos, temblando de rabia. Ya no me dolían.
—¡¿Acaso prefieres que papá y sus matones nos encuentren?! ¡¿Acaso prefieres morir siendo torturada por ellos?! ¡Porque lo has visto, joder! ¡Sabes que lo que son capaces! —gritó y después trató de bajar su voz, pero esta sonó aún más amenazadora y no pudo permanecer tranquila demasiado tiempo. Volvió a estallar gradualmente, entre dientes—. ¿Y prefieres que la gente del pueblo alerte a las autoridades porque el perfil que buscan encaja totalmente con nosotras? ¿De verdad eres tan estúpida? ¡Podrías haber salido con ese Drake y cortado con él en una semana, y solucionarías todo sin necesidad de mostrar que tienes amigos violentos! ¡Yo he tenido que chuparle la polla al depravado de tu padre durante dieciséis años y tú no puedes aguantar un beso de mierda? —Me miró con una decepción horrible—. Sabes que somos diferentes a ellos. Nunca tendremos una vida normal a este paso.
—No es mi culpa —sollocé. En ese punto ya no veía su cara, amortiguada por mis lágrimas. Ella también lloraba, pero sin muecas—. Heather solo quería protegerme —traté de defenderla—. Ella es así, todo el pueblo la conoce.
—Si Heather es así y tú vas con ella, la gente pensará que tú también eres violenta. Además, si se da el caso de que nos encuentren, pondrías también a tu amiga en peligro. Les gustan los rehenes, ¿recuerdas?
No hacía falta que dijera más. Me paralicé. En poco tiempo Heather me había demostrado tener un corazón de oro. La quería mucho y no quería perderla. Pero en cuestión de supervivencia, supe lo que debía hacer. Se me heló la sangre, se me cayó el alma a los pies, o lo que sea que se diga en estos casos. El punto es que dejé de respirar y caí al suelo como un muerto. Era increíble lo mucho que seguía doliendo.
Mi madre, con su manipuladora mente sabía dónde y cuándo ejercer la presión exacta para que yo cediera a sus razonamientos. No sabía cómo lo hacía. Siempre intentaba controlarme y mantenerme firme, pero fracasaba. Me entraron ganas de gritar de rabia. Es que no me quedaban opciones.
—Tengo que alejarme de ella. —No lo pregunté, lo afirmé.
Mi madre se inclinó a mi lado y me abrazó. Me dejé hacer. No tenía más remedio. Mi mente ya no distinguía si mi madre me manipulaba o si era pura lógica. Me había acostumbrado tanto a que jugaran con mi mente que dudaba de todos. Me sentía perdida. ¿Tenía razón ella o yo?
—Lo siento, cariño. Voy a serte sincera: quizás solo podamos intentar ser normales, o lo más normales posible. Pero lo más seguro es que jamás llegaremos a serlo. Tendremos que perder, llorar, humillarnos. Lo que sea por conseguir ascender un poquito más al mundo al que ellos pertenecen. Pero jamás seremos como ellos.
Posó con lentitud una mano en mi mejilla y la acarició mientras sus lágrimas inundaban mi pelo. Apoyé la cabeza en su hombro y sollocé.
—Mamá, ella es mi única amiga. ¿Qué voy a hacer?
—Por eso te voy a llevar a la iglesia. Es un sitio lleno de pecado donde no te sentirás tan sola. Conocerás gente con futuro en la vida y si no te pones violenta y te controlas en todo momento, podrás tener amistades normales. Amistades a las que no puedan incriminar y que testifiquen a tu favor si se diera el caso. Hazles entender que jamás serías capaz de hacer daño a nadie. Quizás, con el tiempo empieces a sanar.
Mamá tenía razón. Siempre la tenía. Sentí ganas de darme con una silla en la cabeza.
—Lo siento, mamá. No debí gritarte.
Ella me abrazó con más fuerza.
—Y yo no debí pegarte.
Ya está. Se había disculpado. Volvíamos a llevarnos bien. Después de tantas peleas y la obligación de seguir juntas, nos habíamos acostumbrado a estas treguas antinaturales. En el pasado, las peleas habían sido mucho peores.
Terminé de ayudarla a recoger la cocina (que ya contaba con nuestro ligero toque personal) y nos sentamos a comernos la pizza frente al nuevo televisor. El ambiente comenzaba a enfriar así que nos arrebujamos en las mantas y acabé dormida sobre su regazo, mientras ella me acariciaba la cabeza con suavidad.
En un momento entre el sueño ligero y la realidad me parecieron oír sus palabras cargadas de dolor:
—Algún día entenderás todo lo que pasó. Algún día serás realmente feliz y esas sombras desaparecerán para siempre.
No pude dedicar tiempo a analizarlo, porque volví a caer en la inconsciencia, en un sueño profundo que no sabía que necesitaba hasta ese momento.
*
Al despertar unas horas más tarde descubrí que era casi de noche, que mi madre había ido a la ferretería según la nota de la cocina y que no había hecho los deberes que me habían mandado. Por si fuera poco, me iba a costar volver a dormirme para despertar temprano al día siguiente, que era martes y por lo tanto, segundo día lectivo del curso. Solo de pensar en ese embrollo me dio una ansiedad increíble, así que corrí a por la mochila, abrí la nevera para sacar mantequilla de cacahuete y me senté en la isla.
Unté un pan y me lo comí mientras revisaba en un papel las cosas que tenía que hacer.
Llevaba un rato leyendo el resumen que había hecho cuando un golpe en la ventana consiguió que la sangre abandonara mi cuerpo unos instantes.
Me asomé con el corazón en un puño y distinguí una cara cubierta de rizos enmarañados. Como la cocina estaba en la planta de abajo y la valla apenas llegaba a mi cadera, alguien se había colado a la parte trasera del jardín. Ese alguien era Heather. Sentí una mezcla entre emoción y alivio, y dolor por lo que tendría que decirle. Lancé mi corazón a freír espárragos y abrí la ventana.
—¿Qué haces aquí? —pregunté quizás de forma muy brusca. No contestó a mi pregunta, en su lugar:
—¿Estás bien? ¿Te ha castigado? ¿Quieres que nos escapemos?
La última cuestión arrojó una llama de esperanza en mi interior y mi corazón trató de volver arrastrándose por el suelo de la cocina. Pero debía dejar mi egoísmo a un lado y pensar en Heather. Eso hacían los amigos de verdad, ¿no? Proteger a sus amigos. Prefería que Heather se aburriera en ese pueblo a que muriera ante mis ojos. Esta vez la patada emocional mandó mi corazón fuera de la casa, destrozando mis entrañas.
—No podemos seguir quedando. Mi madre quiere que estudie y saque buenas notas para conseguir un buen trabajo. No puedo distraerme.
La expresión de Heather me hizo temblar las rodillas. Le había clavado un puñal de frente para protegerla de uno por la espalda.
—¿Qué coño estás diciendo? —preguntó con humor y una ligera nota de miedo.
—Te has creado falsas ilusiones sobre mí. —Esa fue la primera vez que vi a Heather con los ojos brillando intensidad.
—Pero... si tú no eres así, no eres como ellos, tú eres real... Creí por fin había encontrado una buena amiga.
—Tienes a Betty.
—No es lo mismo. Contigo puedo ser yo misma sin ser juzgada. —Apretó las manos en el borde de la ventana suplicante. Al ver que no reaccionaba, tembló—. Podía.
No quería llorar delante de ella, así que saqué mi rabia a relucir, tratando de acallar la verdadera guerra que libraba en mi interior. La única emoción con la que no sentía inseguridad era la rabia, así que hice todo el acopio que pude de ella. Necesitaba alejarla del todo. Y mientras hubiera algo de simpatía seguiría atada a mí, como una relación tóxica. No quería convertirme en mi madre.
—Pues ya no. Son ilusiones que tú te has creado. Está bien divertirse de vez en cuando, pero cuando hay que ser serio y pensar en lo que va a definir tu futuro, nadie quiere hacer el vago. —Sabía que eso le iba a doler, y por eso lo dije. Pero no lo pensaba en realidad pues me había gustado la versión que ella me aportaba de la vida. Era una experta en creerme mis propias mentiras.
—No es verdad, tú defines tu propio futuro mientras vives.
—Y eso es lo que estoy haciendo. Deshacerme de algo que es una pérdida de tiempo.
Heather me miró con tanta frialdad que me congeló los músculos y me entumeció los huesos. Trataba de sacar su orgullo porque había entendido que, si yo pensaba eso de ella, no me merecía sus lágrimas. Lo supe porque yo también lo había hecho.
—Eres una hipócrita. Y la peor persona que he conocido nunca—escupió, dolida—. Encima que te he defendido de Drake... Mira, debí haber dejado que hiciera lo que quería contigo.
Aquello fue un balazo directo a mi pecho.
No me dio tiempo de replicar, porque salió corriendo entre los árboles. No pude cerrar la ventana. Mis piernas se desplomaron mientras Heather se llevaba con ella mi corazón y todos los sentimientos que albergaba en él. Estaba casi segura de que lloraría de vuelta a su casa.
Heather era una de esas personas con las que compartes una conexión casi instantánea. Una persona que te cala hasta lo más profundo y con la que te sientes en el séptimo cielo al conocerla, pero que desaparece de tu vida de la forma más efímera posible. Como una amistad hecha el último día de vacaciones.
Levanté la mirada de mi regazo para observar entre las lágrimas las medialunas sangrantes que tenía en las palmas de las manos, de tanto apretar el puño. En el pasillo se encontraba mi madre. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí ni me importaba.
—Has hecho lo correcto —me dijo.
Pero yo me sentí como la persona más horrible del planeta. Y es que lo era.
Nota de la autora
Este capítulo es algo fuerte, por eso puse la advertencia al inicio. La mente de Linda es bastabnte inestable, fruto de los traumas que carga en su interior. Espero que ninguno de vosotros esté sufriendo algo así en su ambiente familiar </3 Nos leemos en el siguiente capítulo bbs.
Sexto capítulo: 9 de octubre de 2022
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