Fue el chico al que primero ame, tendría catorce. Aún no llegaba verano, pero le quería tanto, y entonces ignoraba que tenía novia. La noche se tornaba bella cuando recordaba su nombre, y el día se polveaba de motas rosadas al verlo. Una tarde me acerque a saludarlo, y vi de lejos su mano acomodando la pelirroja melena, de ella. En ese tiempo, sabía muy poco y sufrí mucho. Pensé en morir, pensé en huir. Mi cama se me figuraba ataúd sin tapa, cementerio sin cruz. Yo  fui también margarita de pequeña. Con lo petalitos abiertos al sol y corazón celoso. Aunque no fue malo, aún no sé como pude decirle ese "que te quiero". Recuerdo con pena y ternura, se lo dije entre susurro y disculpa. -No te enfades con la muchacha que persiga el mismo amor que tú. Quiérela, pues su querer es afín al tuyo. Busca en ella lo que a ti te falte- y lo busqué. 

Lo seguí buscando, pedía hablar con él. Escucharlo y tener su voz como radio en la memoria. Y ya no le decía "te quiero" aunque lo sentía escurrírseme en un mirar o en un "buenas noches". Estar mareada y enamorada al tiempo es lindísimo, pero como cansa! Es divertido, pero los estudios apuraban, y quería acabar.