Dolor
Would you know my name
If I saw you in heaven?
Would it be the same
If I saw you in heaven?
I must be strong and carry on
'Cause I know I don't belong here in heaven
—Eric Clapton «Tears in Heaven»
—¡Lori! ¡Lori! ¡¿Ya tienen a nuestro hermanito?! ¡¿Ya podemos verlo?!
—¡Leni, cálmate, por favor! Mami entró a ese cuarto hace un rato, y papi dijo que se tardarían.
Una pequeña Lori de cinco años intentaba calmar a una emocionada Leni de cuatro años; aunque, si era honesta consigo misma, ella también quería actuar igual que su hermana menor, debido a que finalmente era el día. Finalmente iba a nacer su querido hermano menor. Desde que su madre les había revelado la noticia, todas las niñas de la casa se habían vuelto locas. No podían creerlo. ¡Un niño! ¡Sería un niño! Después de haber tenido tantas hermanas, a Lori le parecía emocionante pensar en las infinitas posibilidades de cosas que podría hacer junto con él. Desde darle de comer helado, hasta jugar a las atrapadas. De hecho, debido a la emoción, ella le había pedido a su papá que le comprara un calendario para contar los meses que faltaban para que el bebé naciera.
Sin embargo, eso sólo ayudó a que sus demás hermanas se impacientaran todavía más... Pero eso se acabó... Tanto tiempo de espera había valido la pena.
—Lori, Lori, ¿cómo será el bebé? —preguntó una Luna de tres años.
«¿Cómo será...? —pensó Lori, pero luego sonrió—. Seguramente será...»
—Hermoso, así será nuestro hermanito.
—Hermanito, mi hermanito —decía una Luan de dos años entre risas, mientras se movía de un lado a otro en su asiento.
—Ni... to. Nito —balbuceó una pequeña Lynn de apenas un año, mientras daba pequeños aplausos con sus manitas.
Mientras esto pasaba, un hombre mayor, musculoso y de cabello blanco observaba divertido la escena. Su nombre era Albert, padre de Rita y abuelo de todas las niñas que se encontraban ahí. Por un momento quiso decirles algo para que se calmaran, sin embargo, la escena le pareció tan tierna que decidió seguir viendo como se desenvolvían los hechos.
—¡Ay, Lori! ¡Ya no aguanto más! ¡Quiero ver a mi hermanito! ¡Quiero verlo, quiero verlo, quiero verlo! —demandaba Leni, quien parecía que iba a llorar en cualquier minuto.
—Leni, mírame —dijo Lori, mientras agarraba a la mencionada por los hombros—. Mami y papi saldrán en cualquier minuto y nos dejarán ver al bebé, ¿está bien?
—¿Es eso cierto, Pop-Pop?
—Por supuesto que sí, cariño —contestó él, mientras le limpiaba las lágrimas con un dedo—. Saldrán y conocerán a su hermano, y verás que la espera habrá valido la pena. No tienes que llorar. ¡Hoy es un día de alegría! Ahora, regálale una sonrisa al abuelo.
Leni asintió y le dedicó la más grande de sus sonrisas a Albert. Su abuelito tenía razón; hoy debía estar feliz. Después de todo, no quería que la primera impresión de su hermanito fuera la de una niña llorona. Abrazó al adulto, y se sentó junto a él, mientras jugaba con Lynn, quien se encontraba sentada en las piernas del mayor.
Por su parte, Luna jugaba muy nerviosa con su vestido, a la vez que tarareaba una canción y daba golpecitos con los pies. Esto no pasó desapercibido por Lori, quien preguntó:
—Luna, ¿estás bien?
—No lo... No lo sé —contestó ella, mirando el piso—. Es que... ¿Qué tal si...? ¿Y si...? ¿Y si nuestro hermanito no me quiere?
Lori parpadeó; se quedó anonada.
—Luna, ¿de qué hablas? ¡Claro que te va a querer!
—¿Pero y si no? ¿Y si le parezco molesta? —pequeñas lágrimas empezaron a correr por sus mejillas—. ¿Y si...? ¡¿Y si...?! —no pudo continuar porque una pequeña voz la interrumpió.
—Yo te quiero, Luna —dijo Luan con una sonrisa, mientras se levantaba de su silla y abrazaba la cintura de su hermana—. Te quiero mucho, mucho.
La niña castaña de tres años empezó a llorar y abrazó a la pequeña Luan. Esas palabras habían sido lo que necesitaba. Incluso si tenía inseguridades que aún no comprendía del todo, se encargaría de hacerlas a un lado, pues por sus hermanitas y hermanito, haría lo que fuera.
Lori vio la escena con una sonrisa, ya que realmente disfrutaba esos momentos con sus hermanas; seguramente habría muchos más momentos felices cuando tuvieran al nuevo integrante de la familia. Se volteó hacia Albert y le preguntó:
—Pop-Pop, ¿cuánto tiempo ha pasado?
El hombre levantó su antebrazo izquierdo y vio la hora de su reloj. Ya eran las diez de la mañana.
—Sólo ha pasado una hora y cuarto, cariño —le dedicó una sonrisa—. ¿Por qué preguntas? ¿Ya perdiste la paciencia?
—¿Quién? ¿Yo? ¡Ja! Para nada —contestó Lori con un aire de superioridad—. Soy la mayor de mis hermanas y también la más madura. Yo no pierdo el control por ningún...
De repente fue interrumpida debido a que un muy emocionado Lynn Sr entró a la sala de espera.
—Niñas, acompáñenme a saludar a su nuevo hermanito.
Lori salió corriendo en dirección a su padre y se lanzó a sus brazos.
—¡Quiero verlo! ¡Quiero verlo! —gritaba extasiada—. ¡Soy la mayor! ¡Yo debo verlo primero!
«Seguro, cariño. Tú no pierdes el control...», pensó Albert, divertido por la reacción de la pequeña.
Todas las niñas, cuando comprendieron la noticia, empezaron a gritar y saltar de alegría. No había duda de que le estaban haciendo honor a su apellido. Lynn Sr y Albert tuvieron que calmar el alboroto que estaban provocando las pequeñas. Cuando finalmente se calmaron, su padre les pidió que se controlaran lo más posible para no asustar al recién nacido y no alterar a su madre; todas las niñas asintieron enérgicamente. Todos caminaron rápidamente hacia el cuarto de Rita, y cuando el padre finalmente les dio el acceso, lo vieron... Su madre lo tenía envuelto en una frazada naranja mientras lo mecía lentamente y le tarareaba una canción.
Lori no salía de su asombro. ¡Estaba ahí! ¡Estaba ahí! Quería correr hacia la cama y ver al pequeño antes que nadie; sin embargo, por alguna extraña razón, sentía que sus pies estaban pegados al suelo; como si les hubieran crecido raíces. Por su parte, Leni fue capaz de correr a la perfección.
—¡Mami! ¡Mami! ¡Déjame verlo! ¡Déjame verlo, por favor! —suplicaba a su madre con sus manos juntas y utilizando sus ojos de cachorrito.
—Más despacio, cariño —contestó Rita, mientras acariciaba el suave cabello de su segunda hija—. Si gritas, entonces tu hermanito podría empezar a llorar.
—¡Oh! Lo siento... —se disculpó ella—. ¿Puedo verlo?
Rita no dijo nada; sólo removió con delicadeza el pequeño bulto que tenía entre los brazos y, con una sonrisa, dejó al pequeño a la vista de Leni, quien se tapó la boca con ambas manos.
«Es... Es... ¡Es perfecto!», pensó ella con tanta emoción que incluso se habían formado pequeñas lágrimas en el rabillo de sus ojos.
La reacción de Leni fue suficiente como para sacar a Lori de su impresión y se acercó a ella con pasos temblorosos. Su corazón corría desbocado, pues no sabía que esperar. Sin embargo, en el momento en que vio al pequeño bebé, se soltó a llorar de alegría. ¡Había esperado tanto por ese momento!
Rita, incluso tan cansada como estaba, llamó a su hija mayor para que se acostara junto con ella y, cuando la niña obedeció, la mujer empezó a darle suaves y pequeñas caricias por todo el rostro para intentar calmarla. Por su parte, Luna también se acercó al infante con cautela, y hasta cierta timidez. Sin embargo, cuando lo vio, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para evitar gritar. ¡Ese angelito era su hermano! ¡Suyo! La felicidad no cabía dentro de ella, por lo que tuvo que abrazar a Leni, quien parecía estar llorando y que también hacía esfuerzos titánicos para no gritar.
Luego de eso, Lynn Sr y Albert, guiaron a las dos niñas restantes hacia el nuevo miembro de la familia, pues ellas se movían impacientemente entre los brazos de ellos. Luan soltó una pequeña lágrima, aunque la sonrisa que portaba era mucho más grande; y Lynn rio y aplaudió, pues al parecer tendría un nuevo compañero de juegos. Rita, al ver el estado de sus demás hijas, también las llamó y en menos de un segundo, tenía a sus cinco hijas mayores rodeándola, mientras admiraban al bebé entre los brazos de la mujer.
—Hija... Es precioso —habló Albert con emoción—, ¡y además tiene mi cabello!
—Lo sé, papá —contestó ella con una sonrisa—. Sabía que ese detalle te gustaría.
—¿Gustarme? ¡Me encanta! No puedo esperar a que crezca para hacer cosas juntos; a lo mejor y tenemos aún más en común.
—Sí, papá. Pero ahora mismo, mi pequeñito es un bebé, y quiero disfrutar cada día.
Luego de eso, nadie dijo nada, más no era un silencio incómodo. De hecho, el ambiente familiar y el amor eran lo que inundaba la habitación en ese preciso momento. Las niñas aún veían con asombro al pequeño, hasta que Leni preguntó:
—¿M-Mami?
—¿Qué pasa, tesoro? —contestó Rita.
—Mmm... Sé que tal vez es muy pronto..., pero... ¿crees que tal vez...? ¿Crees que pueda...? ¿Me...?
—¿Sí?
—... ¿Me dejas cargarlo?
Rita y Lynn Sr intercambiaron miradas. Sabían que Leni no era la niña más sagaz del mundo; sin embargo, también sabían que, cuando su pequeña se proponía algo, podía ser la más lista y cuidadosa de las personas. Al final Rita dijo:
—Está bien, cariño. Solamente ten cuidado.
Leni asintió enérgicamente y recibió al bebé. Su padre estaba atrás de ella y le daba instrucciones sobre cómo debía cargar a su hermanito. Sostenerlo firmemente, pero con delicadeza y mantener segura la cabeza. Cuando la niña lo sostuvo entre sus brazos, soltó lágrimas llenas de dicha y felicidad.
—Hola, bebé... Hola, bebé —lo saludaba con voz baja—. Mi nombre es Leni, y soy tu hermana mayor.
El pequeño, al abrir los ojos y escuchar la voz de la niña, sonrió y empezó a reír. La reacción de Leni no se hizo esperar.
—¡Me sonrió! ¡¿Vieron eso?! ¡Me sonrió!
La risa del pequeño hizo que el corazón de las tres hijas mayores se derritiera; sin duda alguna, ellas recordarían ese magnífico día por el resto de sus vidas. De repente, Lori preguntó:
—Mami, ¿me dejas cargarlo a mí también?
—Seguro. Pero al igual que tu hermana, ten cuidado.
Lori extendió sus brazos frente a Leni, quien parecía no querer soltar al bebé; sin embargo, al final accedió y lo entregó, no sin antes darle un beso en la frente. Cuando Lori lo tuvo en sus brazos, habló.
—Hola, bebé. Yo soy Lori, y también soy tu hermana mayor —le dedicó una pequeña sonrisa y continuó—. No tienes idea de lo mucho que esperé este momento; pero finalmente estás aquí..., hermanito. Bienvenido a la familia.
Lori volteó a su izquierda, y vio que Luna le pedía con la mirada que también lo dejara cargarlo, sin embargo, esta vez Lynn Sr tuvo que supervisar y ayudar a la niña para que no pasara nada.
—H-Hola... Yo soy Luna..., y también soy tu hermana mayor... —no sabía que decir, pero la inocente sonrisa del pequeño hizo que continuara—. Aún no hemos hecho nada juntos..., pero ya te quiero como no te imaginas... Y y-y-yo espero que pueda ser una buena hermana para ti.
Lynn Sr tomó al bebé con cuidado y le dio un beso en la cabeza a Luna, mientras le susurraba:
—Seguro que lo serás, mi amor. Seguro que lo serás.
Luego de eso, se encargó de presentar al niño a sus últimas dos hermanas, quienes lo vieron encantadas.
—¡Hermanito! ¡Ya ven a casa! ¡Ya quiero jugar contigo! —exclamaba Luan, extremadamente feliz.
—¡Nito! ¡Nito! —balbuceaba Lynn mientras intentaba acercarse a su hermano menor.
«Este es un día maravilloso», pensó Lynn Sr, mientras veía lleno de orgullo a sus princesitas y a su hijo. De repente, el hombre no pudo contener más su emoción y dejó correr unas cuantas lágrimas. Rita lo observó un poco preocupada.
—¿Lynn? ¿Estás bien, mi amor?
Él no dijo nada; sólo se acercó a su mujer y tomó su mano entre la suya.
—Rita... Gracias... Muchas gracias...
La mujer sonrió y le dio un tierno beso en los labios a su esposo. Las niñas rieron y también lo hizo el pequeño. De repente Albert recordó algo.
—Y díganme, ¿ya decidieron como se llamará mi nieto?
—En realidad... no —contestó apenada.
—¿En serio? —cuestionó algo sorprendido.
—Sí, pero no es porque lo quisiéramos dejar para el final —contestó Lynn Sr—. La realidad es que ningún nombre nos ha convencido.
Albert asintió; tenía sentido la respuesta. Nombrar a tus hijos no era algo que se debía tomar a la ligera. De repente alguien habló; había sido Leni.
—¿Y si el bebé escoge su nombre?
—Leni, ¿qué estás diciendo, corazón? —preguntó su padre—. Es obvio que tu hermanito no puede escoger su nombre en este momento.
—¡Claro que puede! —contestó muy emocionada—. Sólo deberíamos decir los nombres que se nos ocurran y si a él le gusta alguno, entonces nos lo demostrará.
Los tres adultos estaban más que sorprendidos con el razonamiento de la niña, pues, de alguna u otra forma, tenía sentido lo que dijo.
—Leni tiene razón —añadió Lori—. Además, podría ayudarnos a escoger su nombre más rápido.
—Eso sería magnífico —dijo Rita—, pero no hay razón para apresurarse. Después de todo, aún tenemos mucho tiempo para escoger un nombre para su hermanito.
En el momento exacto en que Rita terminó la oración, una mujer con cubrebocas y vestida de enfermera entró a la habitación. Era tan alta como Lynn Sr, tenía un largo cabello negro y sus ojos parecían huecos.
—Buenos días, señorita. Lamento la interrupción, pero debo llevar a su hijo a los cuneros —habló con un tono de voz dulce... Demasiado dulce...
Rita, de repente, se sintió agotada y no del todo bien. Sin embargo, contestó:
—Está bien, pero ¿podría darnos un minuto para que mis hijas se despidan de su hermano?
Despidan. Hubo algo que no le gustó de la palabra.
—Seguro, señorita. Tengo todo el tiempo del mundo.
Rita fijó su mirada en el bebé, quien le dedicó una sonrisa inocente. Ella también sonrió. Le dio un beso y dijo:
—Mamá te verá en un rato, mi vida. Te amo con todo mi corazón.
Luego, todas las niñas rodearon al pequeño, cada una le dio un beso y también hablaron.
—Nos vemos, hermanito. Ya verás que todos seremos muy felices —dijo Lori.
—Adiós, bebé. Cuando vayamos a casa me encargaré de darte el mejor nombre del mundo y de hacerte muy feliz —exclamó Leni.
—Por ti, seré la mejor hermana en todo el mundo. Ya lo verás —susurró Luna.
—Jugaremos mucho y reiremos juntos. Te veo después —añadió Luan.
—Her... manito —finalizó Lynn.
Lynn Sr se colocó junto a su esposa, acarició la cabeza de su hijo y le dio un beso. Rita extendió sus brazos y entregó a su hijo a la mujer, quien, por alguna razón, parecía estar... emocionada. Ansiosa...
—Muchas gracias, señorita. Adiós.
La mujer salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí. Nunca más la volverían a ver...
Todos los presentes en la habitación guardaron silencio; esta vez, era uno bastante incómodo. Parecía como si de repente se hubiera metido algo a la habitación; algo que no era para nada bueno. Por cinco minutos, intentaron distraer su mente con otra cosa, pero lo que sucedió después los dejó petrificados.
Una mujer de baja estatura, castaña y con uniforme de enfermera entró a la habitación. Esta no usaba cubrebocas. Miró a Rita con una sonrisa y dijo:
—Muy bien, señorita Loud. Ya es tiempo de llevar a su bebé a los cuneros.
—¿Q-Qué? —preguntó la aludida con un hilo de voz.
«¿A qué se refiere? ¿A qué se refiere?»
—Discúlpeme, enfermera —intervino Lynn Sr—. Pero creo que se ha equivocado de habitación. A mi hijo ya se lo han llevado a los cuneros.
La mujer pareció sorprenderse.
—Lo dudo mucho, señor. Yo soy la única encargada de llevar a los bebés a esa área.
—Pero ¿y la mujer de cabello negro que entró? —inquirió Albert—. Era muy alta, tenía ojos negros, usaba cubrebocas y vestía un uniforme idéntico al suyo.
—Yo... nunca he visto a la persona que me describe...
Explotó. Aquella frase explotó en las mentes de todos. Entonces... la mujer que se llevó al bebé... Rita empezó a gritar.
—¡Mi hijo! ¡Debo ir por mi hijo!
—¡Rita, cálmate, por favor!
—¡No, papá! ¡Secuestraron a mi hijo!
Los minutos siguientes estuvieron gobernados por el caos y la desesperación. Rita gritaba y pataleaba para intentar liberarse de unos enfermeros que llegaron para sedarla. Lynn Sr hablaba frenético por su teléfono con la policía. Albert fue a la sala de vigilancia para intentar encontrar grabaciones de aquella mujer. Y las niñas lloraban... Lloraban llenas de pánico y terror.
—L-L-Lori —gimió Leni—, ¿enc-c-c-contraran a n-n-nuestro h-hermanito? ¿Verdad?
—S-Sí, Leni —respondió ella entre lágrimas—. ¡Deben hacerlo! ¡Para eso es la policía! ¡Atrapan a la gente mala!
Sin embargo, aquellas esperanzas se iban transformando cada vez más en angustia con el pasar de las horas. Las sirenas de la policía sonaban por toda la ciudad, pero no había rastros del pequeño. No obstante..., a las tres de la tarde, para cuando Rita se había recuperado del efecto de la droga, entró un hombre adulto de más o menos cuarenta años. No se veía nada bien...
—Señor y señora Loud...
—Somos nosotros —contestó Lynn Sr—. ¿Quién es usted?
—Soy el oficial William Riggs. Y estuve a cargo de la búsqueda de su hijo.
«¿Estuve?», los adultos se quedaron callados, finalmente obtendrían noticias. Pero cuando quisieron abrir la boca, las niñas rodearon al oficial y lo bombardearon con preguntas. Una tras otra. El hombre no entendió ni una palabra.
—¡Niñas! —regañó su padre—. ¡Dejen hablar al señor Riggs!
—De hecho, señor Loud... Sería conveniente que las niñas salgan de la habitación...
Una sensación de terror puro invadió los corazones de los padres.
«¿Por qué quiere que salgan? ¡¿Por qué quiere que salgan?!»
—¿Es... m-muy necesario que lo hagan? —preguntó Rita, sintiendo que la garganta se le cerraba.
El hombre no dijo nada. Sólo asintió silenciosamente. Albert, al ver aquello, decidió que lo mejor sería que él saliera junto con sus nietas. Las niñas quisieron oponerse, pero la mirada suplicante de sus padres las hizo cambiar de opinión. Cerró la puerta y los padres se quedaron solos junto al oficial.
—Señor y señora Loud... Lo siento mucho.
Uno. Dos. Tres minutos pasaron, pero Lori sintió que habían sido horas. Quería saber lo que les estaba diciendo aquel hombre a sus padres. Quería saber dónde estaba su hermanito. La angustia la estaba matando, pero tenía que ser fuerte.
—Lori, ¿ya lo encontraron? —preguntó Luna, quien aún derramaba pequeñas lágrimas.
—Si ese señor es policía, y está hablando con mamá y papá, lo más seguro es que ya lo hicieron —contestó ella, tratando, no sólo de calmar a su hermana menor, sino también a ella misma.
—¿Y todo volverá a estar bien? —cuestionó Leni, limpiándose el rostro.
—Yo creo que s...
—¡NO! ¡MI HIJO NO! ¡MI BEBÉ NO!
El desgarrador grito de Rita hizo que las niñas saltaran en sus asientos. Para cuando se recuperaron de su impresión, salieron corriendo con Albert detrás de ellas y cargando a una Lynn que no dejaba de llorar.
—Cariño, ¿qué pas...?
—¡MI BEBÉ, PAPÁ! ¡MI BEBÉ ESTÁ...! ¡ESTÁ...! ¡AAAHHHHHH!
Ya no necesitó una respuesta. Era obvio lo que había pasado... Era obvio lo que le habían dicho a su hija.
El niño ya no volvería... Nunca lo haría...
De repente, un grupo aún más grande de enfermeros entraron al cuarto y sedaron una vez más a un inconsolable Rita, quien seguía soltando unos alaridos desgarradores y llenos de dolor. Lynn Sr salió corriendo de la habitación en dirección al baño y ahí, soltó el grito más fuerte que haya dado y que daría en toda su vida. Albert se sentó en una silla y se tapó el rostro con ambas manos, mientras lloraba. Y las niñas... Ellas...
—Lori..., nuestro hermanito volverá, ¿verdad? —preguntó Leni, quien lloraba y seguía aterrorizada por la reacción de sus padres.
Pero Lori no dijo nada. Llámese intuición. Llámese sabiduría. Pero ella entendió la situación en un segundo...
Su hermanito ya no estaría con ellas...
—¿Lori? Él volverá, ¿cierto?
Lori cayó al suelo y se puso a llorar desconsoladamente.
—¿Lori? —siguió suplicando Leni, quien parecía ser la única que aún no entendía la situación—. ¿Lori?
—¡Lori!
—¿Eh? ¿Qué pasa, Leni?
—¿Estás bien? —preguntó preocupada—. Es que te vi llorando.
La chica se llevó una mano a las mejillas. Estaban húmedas, pero se las secó rápidamente.
—Estoy bien, Leni. Sólo pensaba un poco... Pero ya se me pasará —dijo ella, intentando sonar convincente y salió de su habitación sin decir nada más.
Los recuerdos una vez más la habían asaltado, y odiaba que eso pasara. Le causaba un gran dolor, pero no podía evitarlo. Caminó por el pasillo, en dirección del baño para lavarse la cara. Cuando entró, Lori soltó un largo suspiro y se vio en el espejo por un largo rato. Estaba agotada, pero estar en su habitación no serviría para hacerla sentir mejor. Tal vez... Tal vez necesitaba eso. La posesión más sagrada que ella y Leni tenían: el peluche de conejo de su hermanito.
Aquel juguete que habían comprado entre las dos había sido en más de una ocasión, lo que le traía paz y tranquilidad. Sin embargo, tenerlo todo el tiempo en su cuarto, también podía ser contraproducente y causarle dolor en vez de consuelo, por lo que había decidido que sería mejor guardarlo en el ático.
Decidida, Lori se dirigió al pasillo y abrió una pequeña puerta, de la cual salió una escalera. Subió con cuidado, mientras meditaba.
«Bien, bien, bien. ¿Dónde lo dej...?», pero el hilo de pensamientos que tenía se cortó cuando vio a Lucy en medio de aquel oscuro lugar, frente a una mesa con velas y con un libro antiguo.
Otra vez lo estaba haciendo... ¡Otra vez estaba jugando con esas cosas malas! La ira inundó su ser.
—¡Lucy! —bramó ella—. ¡¿Qué demonios estás haciendo?!
Cuando la niña escuchó el llamado de su hermana mayor, se asustó. La bola de cristal que tenía se le escapó de las manos y cayó al suelo, haciéndose añicos.
—L-L-Lori, yo... —balbuceó ella, pero fue interrumpida.
—¡«Lori» nada! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no juegues con eso?!
—P-Pero yo... No hice... Estaba...
—¡No trates de justificarte! ¡Me desobedeciste y otra vez jugaste con esa basura demoníaca!
Eso molestó a Lucy.
—¡No es basura demoníaca! ¡Y nunca he hecho algo relacionado con demonios! ¡Esto es muy distinto! —exclamó ella.
—¡No es distinto, Lucy! ¡No lo es! —se acercó a la niña y la tomó fuertemente del antebrazo—. ¡Todo empieza de alguna forma, y al final podrías arriesgarte a terminar haciendo las mismas cosas que la gente que nos quitó a nuestro hermanito!
—¡Yo no soy así! ¡Nunca haría algo así! —gritó Lucy, mientras se liberaba agresivamente del agarre de su hermana.
Eso colmó la paciencia de Lori. La razón abandonó su mente y dejó solamente una furia ciega. Vio todo de rojo y al final hizo algo de lo que se arrepintió inmediatamente.
Le dio una cachetada a Lucy. Una fuerte...
La niña al principio sólo se sujeto la mejilla con ambas manos y observó a Lori con impresión. Luego esa impresión se convirtió en miedo y al final en impotencia. Lágrimas se formaron en sus ojos y esta vez no impidió que salieran frente a su hermana, pues había pasado lo que nunca se esperó...
Su hermana le pegó.
—L-L-Lucy..., perdón. Yo...
Lucy salió corriendo, y dejó a Lori atrás, quien estaba congelada en su lugar y veía llena de remordimiento huir a la niña. Cayó de rodillas, se sujeto la cabeza con ambas manos y mientras lloraba, se preguntó:
«¿Qué acabo de hacer?»
Muy bien, hasta ahora este ha sido el capítulo más largo, y debo decir que me siento orgulloso. Pero no sólo eso, sino que desde la actualización anterior, la cantidad de seguidores subió a veintiséis. Muchas gracias por seguirme, éste capítulo es para ustedes.
Espero que todos hayan pasado un feliz día del padre, ya fuera felicitando a sus progenitores, o, en caso de otros, que fueran a ustedes a los que festejaron. ¡Felicidades, señores!
Sin nada más que decir, me despido.
Dark Dragon Of Creation
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