Consejos
Lincoln bajó las escaleras de su casa con lentitud; se sentía bien. Usualmente, todos los días de su vida eran tranquilos y felices, no obstante, él podía decir con seguridad que sus cumpleaños eran realmente especiales. No recordaba año alguno en el que su familia no se haya esmerado con la celebración de su nacimiento; desde que el día iniciaba, hasta que el día acababa. Cada segundo parecía completamente dedicado a él. A veces, Lincoln llegaba a pensar que quizá era demasiado lo que hacían por él, sin embargo, no podía evitar sentirse agradecido con la vida por haber nacido en un hogar como el suyo: colmado de amor, atención y cuidados. ¿Tuvo suerte? ¿Fue el destino? ¿Fue la obra benévola de un Dios? ¿Acaso hizo algo bueno en su vida anterior? No lo sabía, y si era honesto consigo mismo, en realidad no le importaba saber. ¿De que le servía? De nada, eso era seguro. Si fue bendecido con una buena familia, entonces lo único que le quedaba hacer era amarlos y valorarlos.
Cuando llegó a la planta baja y estuvo a punto de entrar a la cocina, Lincoln escuchó a alguien hablarle desde la sala.
—Hijo, ¿puedes venir un momento, por favor? —dijo George.
El chico obedeció y al entrar a la sala, vio que sus padres estaban parados frente al sofá y lo miraban con una sonrisa en sus rostros.
—Aquí estoy, ¿necesitaban algo? —preguntó Lincoln.
—Sí, cariño —contestó Céline—. Sabemos que la fiesta es dentro de un rato, pero queríamos darte nuestros regalos primero —se detuvo y sonrió al ver la ropa de su hijo—. Y por lo visto, tu hermana se nos adelantó.
Lincoln rio y habló:
—Sí, de hecho, también me regaló los cómics que no pude conseguir el otro día. Me siento feliz..., aunque también creo que fue demasiado...
—No te sientas mal, hijo. Ya sabes cómo es tu hermana —lo consoló su padre—. Ella te quiere mucho.
Lincoln asintió. Él también la quería mucho; con todo su corazón. Cuando fuera el cumpleaños de Carol, se esforzaría al máximo para darle el mejor regalo de todos. Luego de hacer aquella nota mental, Lincoln devolvió su atención a sus padres, puesto que ellos se hicieron a un lado y le permitieron ver el sofá. Sobre él había una caja grande, forrada en papel lustre de color azul; y otra caja, un poco más pequeña, recubierta de celofán amarillo y con un moño rojo encima.
—Feliz cumpleaños, hijo —dijo Céline, mientras le daba un cálido abrazo a Lincoln y besaba su frente. George también se unió al abrazo y revolvió el cabello blanco del chico mientras reía. Al niño no le importó que su padre lo despeinará, sólo se quedó abrazándolos un rato más.
Los adultos se separaron, e incitaron a Lincoln a que abriera sus regalos. El peliblanco obedeció e inmediatamente se puso a romper la envoltura de la primera caja; casi grita de la emoción cuando vio que el contenido era nada más y nada menos que la última consola de videojuegos que había salido en el mercado. Estuvo a punto de abalanzarse sobre el segundo regalo, pero Céline le recomendó que lo abriera con cuidado; Lincoln obedeció e igualmente tuvo que controlarse a sí mismo cuando lo vio: era la edición especial de libros de tapa dura y en caja de El Señor de los Anillos, El Hobbit, El Silmarillion, y Los Hijos de Húrin.
Lincoln hizo a un lado sus regalos y, tal como hizo con Carol, abrazó a sus padres efusivamente, mientras les agradecía una y otra vez. Los adultos sólo rieron y acariciaron la cabeza de su hijo para intentar calmarlo.
Una vez que el chico se controló a si mismo, decidió llevar sus regalos a su habitación. Al igual que el de Carol, era un cuarto muy espacioso que también contaba con balcón y baño propio; una estantería que, además de libros y su preciada colección de monedas, estaba colmada de cómics y mangas; un televisor de cuarenta y dos pulgadas, con una consola de videojuegos un poco más vieja conectada a ella; un escritorio de madera con su laptop y unos cuantos aviones a escala; y una cama matrimonial con un edredón color azul.
Lincoln abrió la caja y, con mucho cuidado, sacó la consola, los cables y los controles de ella; la instalaría después de la fiesta, no es como si hacerlo fuera lo más importante de su día. Y los libros los acomodó por apellido del autor; esa forma de ordenarlos siempre le había gustado. También tomó los cómics que Carol le dio e igualmente los acomodó junto a los demás.
En el momento exacto en que Lincoln terminó de ordenar, escuchó que alguien tocaba la puerta; sabía quién era.
—Pasa, Carol.
Luego de decir eso, la chica rubia entró al cuarto de su hermano y cerró la puerta tras de sí.
—¿Y bien? —preguntó Carol con una sonrisa de complicidad—. ¿Cuál fue el botín?
Lincoln devolvió la misma sonrisa y señaló los regalos.
—¡Vaya! Mamá y papá en verdad se lucieron este año.
—No sólo ellos, Carol; tú también lo hiciste —dijo Lincoln, mientras la veía directamente a los ojos—. Sé que te lo acabo de decir hace rato, pero gracias otra vez. Tus regalos en serio me encantaron —cerró los ojos, tomó su mano y le dedicó una cálida sonrisa.
Carol sintió que la temperatura de su rostro subió unos cuantos grados. ¿De repente hacía más calor? Sí, seguramente era eso; no importaba que el aire acondicionado estuviera encendido. Después de todo, era primavera, en un día soleado de mayo. Era normal que de repente sintiera la cara caliente, que tuviera las palmas de las manos sudorosas y que su corazón empezara a palpitar más rápido. Sí, definitivamente todo era normal.
—B-Bueno, hermanito —dijo ella, mientras soltaba la mano del chico y se sentaba en la cama—. Estoy aquí para darte unos cuantos consejos —incluso cuando no los necesitas— sobre cómo tratar y entender a una mujer. ¿Estás listo?
Lincoln asintió. Carol sonrió.
Durante los siguientes quince minutos, Carol contestó y aclaró las dudas que Lincoln tenía sobre cómo comportarse con la chica que él haya escogido como pareja. Desde las muestras de caballerosidad más básicas; hasta los detalles pequeños, pero muy significativos como: recordar aniversarios, desearle un buen día o una buena noche, ayudarla cuando lo necesite, y prestar atención a lo que ella pueda decirle. Era importante interesarse por saber más sobre su vida y sus gustos, pero también tenía que preocuparse por el ámbito emocional; tenía que prestar atención a su estado de ánimo, de esa manera él podría brindar apoyo, consuelo, o, por lo menos, un hombro sobre el cual llorar. También tenía que asegurarse de ser él mismo todo el tiempo; si intentaba enamorar a una chica actuando como alguien más, entonces las cosas seguramente no terminarían bien. Simplemente debían de amarse mutuamente por quienes eran. Y por último, pero no menos importante, recordarle lo mucho que la quería; ya fuera con palabras o acciones. No permitir que ella no se sienta amada ni por un instante.
Lincoln puso atención a todo lo que su hermana le decía; se sintió aliviado al saber que cumplía con algunas de las características que acababa de escuchar. Sabía que no cumplía con todo, puesto que era la primera vez que se encontraba en una situación como esa; era inexperto y, a veces, un poco despistado. No obstante, sonrió. ¿Qué importaba todo eso? Podía aprender y mejorar. Por Lucy, haría ese esfuerzo.
—Muchas gracias, hermana. Ya me siento con más confianza..., aunque...
—¿«Aunque» qué, Linc?
El chico cerró los ojos y sintió cómo el color subió a su rostro; sin embargo, haciendo su vergüenza a un lado, se atrevió a preguntar:
—Carol..., ¿cuál es el momento adecuado para dar un beso?
La chica tuvo que procesar la pregunta. ¿Había escuchado bien? ¿Acaso Linky..., su Linky ya pensaba en dar ese paso? ¿Ya pensaba en besar a alguien?
... ¿Besar... a alguien más?
No dijo nada, y sólo bajó la mirada.
—¿Carol? ¿Me escuchaste? —preguntó Lincoln, algo confundido.
La chica levantó el rostro. Tenía los ojos cerrados... y sonreía.
—Claro que te escuché, Linky —contestó ella con un tono de voz normal—. Y sí; yo sé cuál es el momento adecuado para eso.
—¿En serio? ¡¿Cuál es?! ¡¿Cuál es?!
Carol abrió los ojos y lo observó. Se veía tan ilusionado e inocente.
—Pues, puede ser cualquier momento en el que estés con esa persona especial; tú mismo tienes que buscarlo —explicó ella—. Primero, toma en cuenta que el lugar es importante, pero no lo es todo. El ambiente que hay entre ustedes es lo vital; si se sienten cómodos, entonces hay luz verde para ello —giró su cuerpo hacia el chico—. El contacto visual es importante, pero también debes de poner atención al lenguaje corporal de la otra persona—cruzó una pierna sobre la otra, con lentitud—. Si notas algo de nervios en tu pareja, puedes tomarla de las manos para tranquilizarla —ella hizo lo mismo—. Algo que, en lo particular, me parece muy romántico, es que antes de dar el beso, ambos pueden juntar sus frentes —puso su frente contra la del chico y bajó la mirada hacia sus labios—. Y cuando menos lo esperes..., poco a poco se pueden ir acercando... —cerró sus ojos—, para darse... un...
—¿Carol?
La chica se detuvo abruptamente y se separó del muchacho; se veía confundido. «¡Oh, por Dios! ¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hice?!»
—Ja, ja. Lo siento, Lincoln. Supongo que me dejé llevar por mis lecciones —«No pienses mal de mí. Te lo suplico, Linky. Por favor, no lo hagas, por favor», pensó ella, llena de angustia y con el corazón retumbándole en el pecho.
—Está bien, Carol. Sólo querías ayudar; además, yo fui el que te preguntó por aquello —contestó Lincoln con una sonrisa, mientras se rascaba la nuca. ¿Qué había sido eso? No lo sabía. Realmente lo había tomado desprevenido.
Sin embargo, se preguntó por qué no le había desagradado la cercanía de Carol. Lo más seguro es que fuera porque ella era su hermana y siempre se habían llevado muy bien. Pero..., ¿por qué su corazón latió con fuerza cuando vio el hermoso rostro de la chica acercándose a él? Por un momento sintió lo mismo que experimentaba... cuando veía a Lucy. Lincoln agitó la cabeza y decidió dejar el asunto a un lado. «Debe ser mi imaginación. Nada más.»
La chica, a pesar de escuchar la respuesta de su hermano, no pudo mirarlo a la cara. Tenía los ojos fuertemente cerrados y luchaba por mantener bajo control el sonrojo que seguramente abarcaba todo su rostro. No sabía que decir, pero de repente escuchó que alguien tocaba el timbre de la casa.
—¡V-Vaya, Linky! Creo que ya llegaron tus invitados. Seguramente es Clyde, ya ves que siempre es el primero en llegar. ¿Por qué no vas a abrirle? —ella se volteó y empezó a salir de la habitación con rapidez.
—De acuerdo —contestó él—. Pero Carol, ¡espera! —la chica se detuvo—. De verdad, gracias por tu ayuda. Eres la mejor hermana del mundo.
La chica sólo asintió, y al salir, cerró la puerta. Caminó por el pasillo, en dirección a su cuarto; sin embargo, para cuando menos lo esperó, ya estaba corriendo y metiéndose intempestivamente a su habitación. Cerró la puerta con seguro y se acostó en su cama. El pecho le dolía y los ojos le picaban.
«Cálmate, Carol. Cálmate, Carol. C-Cálmate..., Carol...», intentaba tranquilizarse; sin embargo, vio que sus esfuerzos fueron inútiles cuando sintió la primera lágrima correr por su mejilla.
La chica se puso en posición fetal y se tapó el rostro mientras lloraba en silencio.
«Estoy enferma... Soy tu hermana..., pero aun así no pude evitarlo... No pude evitarlo...»
Carol, por más que deseara seguir ahí acostada, supo que tarde o temprano tendría que salir de su habitación. Tenía que estar con su Linky el día de su cumpleaños. Se lavaría la cara, se maquillaría lo más linda que pudiera, y sonreiría...
... Sonreiría mientras ocultaba sus sentimientos y veía como alguien más se volvía la dueña del corazón de Lincoln.
¿Saben? Creo que simplemente ya no debería decir nada sobre lo mucho que me tardo para actualizar. Durante estas vacaciones de verdad tenía la intención de subir muchos más capítulos de esta historia para mejorar como escritor; pero, lo hecho, hecho está. De cualquier modo, les quiero agradecer el que se tomen el tiempo de esperar por un capítulo nuevo de esta historia.
Sin embargo, no sé si vaya a ser capaz de incluso continuar con este ritmo tan lento, debido a que finalmente voy a volver a entrar a la escuela... Sólo que ahora, es la universidad. Je, je. Supongo que llegué al "nivel final", ¿no? No piensen mal, no abandonaré la historia (de hecho, hasta tengo una idea para hacer otra); es sólo que no tengo ni idea de lo que me depara el futuro, ni de cuánto trabajo tendré de ahora en adelante.
Pero bueno..., si no encuentro aunque sea un momento de paz para escribir, no puedo considerarme un escritor, ¿o sí?
Sin nada más que decir, me despido.
Dark Dragon Of Creation
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro