Capítulo 6
Al llegar a Louis y ver la cantidad de gente dentro del bar, mi humor decae totalmente y la idea de regresar a casa y esconderme bajo las sábanas de mi cama es demasiado atrayente.
Si de verdad Bea orquestó una cita doble para nosotras y medio pueblo está en Louis para pasar el rato, mañana todo el maldito pueblo estará hablando del chico con el que esta noche me vieron, para el medio día ya habrán inventado que estoy embarazada o algo parecido y para la noche estaré casada. Esas son las "ventajas" de vivir en Monterrosa, ya lo dice mi abuelo: "pueblo pequeño, infierno grande."
La verdad es que no entiendo mucho a las personas, no sé qué le ven de bueno al estar inventando chismes sobre los demás, ¿les da dinero o algo parecido? Porque aquí, los chismes y susurros son pan de cada día. Lo curioso es que Bea, que de las dos es la más imprudente, alocada, coqueta, indiscreta y todos los sinónimos que se les pueda ocurrir, casi no sufre de chismes, las personas no se interesan mucho por ella, tal vez sea porque mi prima lleva veintidós años dando de qué hablar y ya dejó de ser tema caliente e interesante; pero yo, oh Dios, yo... yo soy la receta nueva del menú, súmale a eso si me ven con un chico hoy, sí, seré la estrella en ascenso del momento.
A veces los entiendo, en mis veintitrés años no he mostrado mucho interés por los hombres, ni por los niños, estoy segura que algunos desean que salga de closet o esperan que me entregue a los caminos de Dios y esas cosas. He tenido en mi vida sólo dos novios, con Christian duré cerca de tres semanas y con Breiner dos meses. Ambos rompieron conmigo, por mi falta de interés hacia ellos. Nunca le he encontrado el gusto a eso de las relaciones; la verdad, prefiero tener amigos y no complicarme la vida con celos estúpidos, reclamos y con un hombre que dice amarte, pero la mayor parte del tiempo actúa como tu padre, queriendo controlar todo lo que haces, dices, usas etc. Y no, no soy virgen, a mis dieciocho años decidí perder la virginidad con un desconocido al que no me apegara sentimentalmente, así que, junto a Bea, viajé a Valera donde buscamos un club medianamente decente, bailamos, coqueteamos y seleccioné a un tipo con el que sintiera algo de química, bebimos unas cuantas copas y una vez la química creció, lo llevé al motel más cercano y resolví ese pequeño asunto. La experiencia fue lo que esperaba, tener al menos un orgasmo y sentir un poco de dolor. No fue cosa de otro mundo y al terminar ni siquiera le di dos miradas al chico, hoy en día no recuerdo su nombre, y su rostro tampoco. Tengo muy presente su olor y el color de sus ojos... azules.
Tal vez algún día encuentre un hombre como mi tío o mi padre, si es así, creo que me arrojaré a los brazos del amor sin miedo, he sido testigo del amor de ambos para con mi madre y mi tía y es hermoso. Ese tipo de amor sí es hermoso, y hombres así se quedaron en esa época, estos chicos de ahora... decepción total. No valen la pena, ni mi tiem...
—¿Vamos a entrar o beberemos aquí fuera? —Mi prima interrumpe mis pensamientos, dándome cuenta de que me he quedado parada en la entrada con la mirada fija en las letras neón del bar de Louis, pero sin verlas en realidad.
—Nos están esperando, ¿verdad? —Me cruzo de brazos y observo como Bea me sonríe inocentemente.
—No, claro que no.
—Bea, te conozco demasiado bien. Has orquestado una cita doble. No lo niegues.
—No es una cita.
—¡Lo sabía! —gruño—. Bea, sabes que detesto que hagas esto. —Levanto mis manos exasperadas—. Me prometiste que no volverías a emboscarme de esta manera.
—Y no lo he hecho, ¡lo juro! —Me toma de la mano y me empuja dentro antes de que decida regresar al auto—. No es una cita, vamos a reunirnos con unos amigos... y dos amigas. Ves, no es una cita.
—¿Cuántos hombres y cuántas mujeres somos? —levanto una de mis cejas y observo como Bea retuerce sus manos.
—Cuatro y cuatro —murmura por lo bajo. Le envío una mirada de muerte y tomo una respiración profunda para no ahorcar a mi prima—. Pero es plan de amigos, de verdad, vamos a reunirnos con nuestros amigos del colegio, Ary. Van a estar Ramona, Cleme, Samuel, Aaron, Lucas y Nacho.
—¿Aaron?, ¿de verdad Bea? —gruño de nuevo, paso mi mano por mi frente y tomo una profunda respiración para calmarme—. Sabes que Aaron ha intentado ligarme desde el colegio. Espero, por tu bien, que él no esté pensando algo diferente hoy.
—Por supuesto que no va a pasar nada, Aaron ya te superó. —Estrecho mis ojos hacia ella y su falsa sonrisa confiada.
Suspiro y la sigo resignada cuando dice vamos y camina hacia el final del bar. Saludo a unas cuantas personas que me encuentro en el camino, no me pierdo la forma en la que algunos de ellos me miran de arriba abajo, evaluando mi atuendo o qué se yo, entre ellos hay varias chicas, algunas son personas con las que normalmente hablo, otras son las personas que, de tener una lista de gente desagradable, tendían su lugar reservado. Ruedo los ojos, las personas suelen ser demasiado entrometidas y perversas. Siempre pendiente de los demás, de lo que usan, comen, hacen, habla, etc.
Resoplo y miro la mesa en la cual Bea se ha detenido, en ella están nuestros amigos del colegio, pero al tratar de saludarlos a todos, maldigo y quemo un agujero en la parte trasera de la cabeza de Bea, que muy inteligentemente se estira por Samuel y lo saluda efusivamente, ignorándome totalmente.
Cleme se encuentra sentada muy cómodamente en el regazo de Lucas, Nacho acaricia tiernamente la mano de Ramona sobre la mesa, mientras le susurra algo al oído, Samuel abraza muy cariñosamente a Bea y Aaron se sienta muy recto, con un ramo de flores en sus manos y sus ojos brillantes y soñadores dirigidos total y completamente hacia mí.
Maldita Bea.
—Chicos —digo y trato de sentarme junto a Samuel, pero Bea que está más cerca de él, deja caer su traicionero trasero en la silla a su lado y me deja la última libre, al lado de Aaron y sus flores.
—Marya —saluda Lucas y resoplo. Toda la vida me ha llamado Marya, según él, ese es mi verdadero nombre y mis padres sólo quisieron hacerlo misterioso y por eso cambiaron las letras de lugar y me designaron con Aryam—. ¿Cómo estás, pequeña ciruela?
—Bien, trabajando duro. —Le doy una sonrisa apretada a Aaron que sigue mirándome atentamente—. ¿Y ustedes chicos?
—Igual, trabajando duro, Ary —responde Ramona, abanicándose el rostro enrojecido. Sabrá Dios qué le ha dicho Nacho.
Lucas y Cleme coindicen con Ramona, Nacho por su parte hace alarde de poder disfrutar de la vida sin tener que mover ni un dedo. Sus padres son dueños del único centro comercial del pueblo, y le dan todo a su hijo de veinticuatro años, así que nuestro amigo no tiene nada de qué preocuparse. Si no fuera porque Nacho es supremamente educado, honesto, agradable y bondadoso, lo odiaríamos por su "vida fácil", pero el chico es uno de los que comparte y hace uso caritativo de su buena fortuna.
—Te ves muy bonita hoy, Aryam. Te traje estás flores. Bea me dijo que no tienes un tipo favorito, así que elegí estás. —Vuelvo a sonreírle incómodamente a Aaron mientras trato de patear a Bea bajo la mesa, pero calculo mal, y termino golpeando a Samuel.
—Mierda, Ary, ¿qué te pasa?
—Lo siento, estaba tratando de acomodarme, estoy un poco apretada aquí.
Le doy una mirada de muerte a Bea, que me sonríe abiertamente y me estiro para recibir las flores de Aaron, el pobre chico ha intentado mil veces ganarse mi corazón desde que estábamos en el colegio, pero yo nunca le he dado ni el más mínimo indicio de querer corresponderle, incluso en varias ocasiones le dejé muy claro que no me interesaba, ni él, ni ningún otro chico; sin embargo, él nunca dejó de insistir, en el colegio me llevaba chocolates, me entregaba cartas y poemas, me compraba el almuerzo, incluso en una ocasión llegó a la escuela con un peluche de Hello Kitty para mí.
Fue bastante mortificante, pues todos me molestaban con él, hacían bromas o nos gritaban que nos besáramos cuando él me daba sus obsequios de enamorado. Cuando nos graduamos, no perdió el impulso, me buscaba en casa, me llamaba o seguía enviando cosas, cuando me fui a estudiar a la ciudad, llegó a insinuar que me visitaría. Amenacé a Bea con jamás regresar al pueblo si le daba la dirección de mi residencia. Hasta ahora había tenido éxito y suerte en no cruzarlo por mi camino, pero esa suerte murió hoy, gracias a Bea.
—Aaron, es muy amable de tu parte, pero no debiste hacerlo. Ya habíamos hablado sobre esto, ¿recuerdas? —Intento no sonar muy molesta, pero al ver como muere su sonrisa, sus mejillas se colorean y su cuerpo se encoje un poco, me siento como una mierda—. Sin embargo, son muy bonitas esas rosas. A mi tía Monse le gustará verlas en casa. Gracias.
Su sonrisa vuelve a crecer, y siento que este chico jamás dejará de insistir.
Afortunadamente, Cleme empieza a preguntarme por mi tiempo en la ciudad y mi trabajo en la clínica. Les cuento y luego pasamos a temas más divertidos, como el recordar nuestras travesuras en el colegio. Aaron pronto deja de verme ensoñadoramente y se une a la charla.
Un par de horas más tarde, ya tengo mi tercera cerveza a la mitad. Bea lleva lo que creo es su quinta cerveza y el resto de los chicos ya ni sé cuánto han bebido, por eso, creo que el coraje líquido es lo que hace que un muy relajado Aaron pase su brazo sobre el respaldar de mi asiento y empiece a frotar sus dedos en mi hombro y las otras tres parejas estén prácticamente follando en seco en la mesa. Incomoda, pateo a Bea bajo la mesa, pero la succión de Samuel a sus labios la tiene muy entretenida, por lo que estoy sola con este chico manisuelto.
Disimuladamente me voy retirando hasta casi salir de mi silla para evitar su mano, pero entonces, otro tipo de incomodidad me recorre el cuerpo. Esa sensación de ser observada me sacude, y por inercia empiezo a buscar en el bar el origen de esta nueva incomodidad.
—Mierda —gruño una vez que me topo con unos rostros familiares—. Al parecer esta es la noche de los chicos manisueltos —murmuro. Los chicos "K" están aquí, y no están solos. Dos hermosas mujeres están con ellos en la mesa de la esquina opuesta y todos están mirando hacia aquí, mirándome a mí—. Esto se vuelve raro.
Me fijo en cada uno de ellos, Killiam y Keyner muestran una expresión cautelosa y alerta, mientras que las dos mujeres me ven como si trataran de definir si soy o no real. Les frunzo el ceño y me cruzo de brazos mostrándoles mi molestia por su atención causando que la chica pelirroja junto a Keyner sonría y la rubia parpadee sorprendida. Killiam toma su teléfono y teclea en él, alejando su mirada por esos cortos segundos. Levanto mi barbilla y mi ceja izquierda, retándolos, a qué, no sé, pero quiero hacerles saber que no me gusta la atención que me están dando en estos momentos.
—¿Te estás divirtiendo?, porque yo sí.
Me estremezco, y no de buena manera, al sentir el aliento de Aaron en mi oído. Estaba tan distraída en mi juego de miradas con los chicos "K" y sus chicas que no me di cuenta en qué momento Aaron logró acercarse tanto a mí. Me alejo un poco y lo miro disgustada.
—Te pido, por favor Aaron, que respetes mi espacio y no me toques sin mi permiso.
—Sólo estoy siendo amigable contigo, Ary. No tienes por qué molestarte. —Se inclina hacia mí y su aliento a cerveza me revuelve el estómago—. Si nuestros amigos se divierten, por qué razón nosotros no podemos hacerlo. —Menea sus cejas sugestivamente e intenta envolver sus manos en mi cintura.
Empujo su pecho con fuerza, haciendo que su espalda golpee la mesa y tire las botellas de cerveza, llamando la atención de todos. —Mantente alejado de mí, Aaron. No lo voy a repetir.
—Vamos Ary...
—Aaron, déjala —advierte Lucas—. Lo siento Marya, nuestro chico aquí no procesa bien el alcohol, pero él va a comportarse, ¿verdad Aaron?
Por el rabillo del ojo noto a Aaron asintiendo hacia Lucas, resoplo, me vuelvo hacia Bea y con una mirada le hago saber lo molesta que estoy con ella. Me disculpo con los chicos y camino hacia el baño para serenarme. Al salir, mi traicionera prima me espera fuera del baño, con ojos de cachorro asustado.
—Lo siento Ary...
—Y una mierda, Beatriz —Se estremece al escucharme decir su nombre completo, sabe que estoy realmente molesta con ella—, esta vez te has pasado de la raya. Me voy a casa.
—Espera, Ary —Me zafo de su agarre y continúo caminando hacia la puerta del bar—. De verdad lo siento, no pensé que se fuera a comportar así. Sabes que Lucas lo lleva a todas partes donde él vaya. Le dije que tenía que prometer comportarse a tu alrededor.
—Sí, pues al parecer no cumple sus promesas. —Paso cerca a la mesa de los chicos "K" y noto que ambos chicos envían miradas de muerte hacia la mesa donde está el idiota borracho y mis amigos. Cuando me notan cerca a ellos, les envío una mirada de muerte lo que los hace sonreír y a las chicas mirarme con un brillo especial—. Me voy a casa, y prefiero hacerlo sin ti. Despídeme de los demás.
Mi prima sigue llamándome, pero la ignoro y salgo a la calle. Alcanzo mi teléfono y le envío un mensaje a mi primo Castian para que por favor deje la puerta del rancho sin seguro; cuando me responde, froto mi cuello y me dirijo a la camioneta.
—Maldita sea —gruño, la maldita puerta de la camioneta está atorada y no quiere abrir. Tiro con fuerza, pero la cosa no cede. Refunfuño y lo intento otra vez, sólo para terminar golpeándome el hombro—. Estúpida camioneta, estúpida Bea, estúpido Aaron y estúpidos...
—¿Necesitas ayuda?
Grito y me vuelvo con las llaves en alto dispuesta a apuñalar con mi llavero de corazón felpudo a quien sea que esté tras de mí.
—Lo siento, no quería asustarte.
—¿Qué mierda? —Pongo una mano en mi corazón, mientras que con la otra apunto al hombre frente a mí. Lo miro detenidamente y es entonces que lo noto—. ¿Es en serio? ¿Cuántos de ustedes me cruzaré hoy?
El hermoso y molesto hombre sonríe, ladea su cabeza y me contempla con alegría.
—Asumo que ya sabes quién soy.
—Asumes bien, eres uno de los "chicos K" —resopla y niega.
—¿Somos tan parecidos? Creí que yo era el más bello de todos. —Pasa su mano por su corto cabello y no puedo evitar dejar caer mi mandíbula. Impresionante y ególatra.
—Molestos y presumidos... que buenos dotes —murmuro, el chico se ríe y se acerca un poco más.
—¿Realmente piensas apuñalarme con ese peluche?
—Es un corazón, y aún no me decido si arrancarte el tuyo o dejarte ir sin un rasguño. —Pulso el botón de mi corazón y la navaja escondida dentro es revelada. Su sonrisa crece y me mira con aprobación—. ¿Y cuál de todos eres tú?
—Soy Kenneth, y tú eres la famosa y hermosa prima de Beatriz, Aryam.
—¿Famosa?
—Ah —Sonríe y me guiña un ojo—, no cuestionas lo de hermosa, creo que tenemos algo en común tú y yo.
—Lo que sea. ¿Por qué soy famosa?
Se encoje de hombros y se acerca a mi camioneta. —Déjame te ayudo con tu auto.
—Está atora...
—Listo, su coche la espera. —Mi boca nuevamente caer abierta. Hace unos minutos la maldita puerta estaba atorada y no logré abrirla; y a este hombre sólo le tomo medio suspiro abrirla.
—¿Qué? Estúpida puerta —gruño y Kenneth ríe. Molesta, le doy las gracias y trato de no acercarme mucho a él cuando abordo mi auto. Apenas y entro, cierra la puerta y se despide.
—Ve y descansa, Aryam. —Estrecho mis ojos mientras lo veo caminar hacia el bar—. ¡Oye Aryam! —grita Kenneth antes de entrar—. Evita caminar sola tan tarde en la noche, ¿vale?
—Este pueblo es muy seguro —respondo, pero él ya está entrando al bar. Me encojo de hombros y arranco la camioneta para dirigirme a casa.
Como lo prometió, Castian ha dejado la puerta del rancho sin seguro, detengo la camioneta a un costado de la entrada y camino sigilosamente hasta mi habitación. Una vez me he lavado el cuerpo del sudor y el olor del bar me pongo mi pijama y le echo seguro a la puerta para que Bea no se arrastre hasta aquí a pedirme perdón, beso a mis padres y me dejo caer en mi cama.
Y es justo antes de quedarme dormida que recuerdo las palabras de Kenneth y me levanto asustada.
¿Cómo demonios él sabe que he salido a caminar en mi terreno por las noches?
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