Capítulo Final (2/2).
Vamos Cass. Tú puedes, tú puedes.
Hace cerca de una hora llegamos a nuestra habitación, la más grande y lujosa de la villa cabe recalcar. Y hasta ése momento se me había olvidado a lo que realmente venimos; disfrutar nuestra luna de miel.
¡Luna de miel!
Cierro mis ojos y trato de tranquilizarme pero es inútil, muy inútil. Abro mis ojos y no puedo evitar sonrojarme mucho más al ver aquella lencería en mi cuerpo. Sus colores oscuros contrastan perfectamente con mi pálida piel, además que hace ver mi cuerpo sexy y voluptuoso.
Busco con mi mirada algo con lo que taparme, mi mirada se encuentra con una bata de seda. Rápidamente me la coloco encima, frunzo mi ceño al ver que aquella bata no tapa casi nada.
¿Y ahora cómo se supone que salga sin morir de la vergüenza?
Vuelvo a mirarme en el espejo, mis mejillas están de un intenso rojo, me quité gran parte del maquillaje, además de que dejé mi cabello suelto. Me veo bien, o eso creo yo.
Por Zeus.
Un suspiro exasperado sale de mis labios y reprimo un gruñido de frustración. Mis latidos son frenéticos, todo mi interior vibra de...anticipación, deseo y...miedo. Mierda. Sí, tengo miedo. Que no sea lo suficiente para Liam, que...sea una cobarde.
No. No. No es momento para darle rienda suelta a mi falta de confianza.
Respiro profundamente, le doy una última mirada a mi reflejo y me encamino a la enorme puerta del cuarto de baño. Mis dedos temblorosos se enrollan en torno al pomo, el sonido del seguro rompe el silencio sepulcral del que parece solo yo soy consciente, y eso sólo aumenta mis nervios.
Con lentitud abro la puerta, y siento mi pecho doler por el oxígeno retenido.
Respira Cass. Respira.
Con paso vacilante empiezo acercarme, los músculos de mi abdomen se contraen al encontrar a Liam sentado a los pies de la enorme cama matrimonial. Parece un demonio en medio del cielo. Los edredones blancos, las paredes blancas y la luz tenue de las candelas hacen ver la imagen un tanto angelical, pero Liam al vestir todo de negro lo hace ver tan...tentador y prohibido.
La cabeza de Liam está gacha, su cabello un poco más largo baja un poco sobre su frente, parece desordenado como si se hubiese pasado más de una vez los dedos por aquellas hebras color carbón. Su camisa tiene los dos primeros botones abiertos, libre de corbata y sus mangas están recogidas hasta el codo. Ambos antebrazos descansan en sus piernas. Completamente ajeno a mi presencia y a mi intensa mirada.
No por mucho tiempo.
Mi respiración se bloquea y mis latidos se aceleran cuando aquellos ojos, aquellos benditos ojos de diferentes tonalidades se clavan en los míos. Un estremecimiento me recorre cuando la mirada de Liam me recorre desde mis pies desnudos, hasta mi cabello suelto que cae libremente por mis hombros y espalda.
—Hermosa.
Es un simple susurro, un simple susurro que escucho perfectamente. Vuelvo a contener la respiración cuando Liam se levanta del colchón, su cuerpo alto y fornido me parece tan intimidante en éste momento. Lentamente empieza acercarse y rápidamente mi corazón se acelera mucho más.
—Eres tan hermosa.
Cierro mis ojos al sentir la cálida mano de Liam en mi mejilla. Su frente descansa sobre la mía, un olor a menta y su aroma a kiwi no tardan en envolverme.
Soy adicta a su aroma, a sus ojos, a sus labios.
—Si no quieres hacerlo, no importa Cass.
Abro mis ojos y me encuentro con aquellos ojos tan opuestos pero a la misma vez tan similares. Sus ojos nunca se habían visto tan...sombríos.
—T-Tengo miedo.—balbuceo sin apartar mi mirada de él. Liam asiente, lo que provoca que mi cabeza junto a la de él se mueva ligeramente.
—Yo también.—responde. —También tengo miedo, Cass.
Ambos nos observamos en silencio, como si así por medio de nuestras miradas encontráramos el valor que ambos necesitamos. Sólo el sonido de mi respiración acelerada se escucha en ésta enorme habitación.
Trago saliva y nuevamente los músculos de mi abdomen se contraen, las manos de Liam sostienen mis mejillas, imposible de apartarme de él. Cierro mis ojos cuando aquellos deliciosos labios acarician los míos. Suspiro entre sus labios satisfecha. Sus manos bajan hasta llegar a mi cintura, mis manos se encuentran como congeladas en su pecho y gracias a eso puedo sentir el latir rápido del corazón de Liam. Los fríos labios de Liam pasan a la comisura de mis labios, a mis mejillas, lentamente empiezan a bajar por mi mandíbula, hasta mi cuello. Se detiene en donde empieza la marca,ahí donde están dos pequeños agujeros escondidos por las líneas negras de la marca de mates.
—Mía. Eres mía.
Mis ojos se cierran y un gruñido bajo se escapa de mis labios al sentir sus labios besar mi marca.
—Lo soy. Soy tuya, Liam.
Mis manos al fin parecen haber despertado porque mis dedos empiezan a soltar uno a uno los botones de la exquisita camisa negra que Liam viste. Mis dedos tiemblan cuando al fin logro soltar el último botón, Liam se estremece cuando mis manos se deslizan por su pecho. El cual se hincha, como si tomara una profunda respiración.
Tan cálido.
Su piel está tan caliente, mis manos sienten como los músculos de su abdomen de tensan cuando mi palmas pasan por encima de aquel trabajado abdomen.
Bajo mis dedos siento todos los músculos de su abdomen.
1...2...3...4...5...6...7..8...
Liam gruñe entre mis labios y eso fue como el encendedor del deseo reprimido de mi cuerpo. Siento como mi visión se vuelve borrosa, nublada por la tentadora lujuria.
Mis manos se apartan de él cuando siento deslizarse la bata de seda por mi sensible piel. Abro mis ojos encontrándome con una mirada hambrienta y oscurecida por el deseo. No sé si será por la lujuria que recorre mi cuerpo que de pronto la poca ropa que en éste momento visto no me importa en lo absoluto, incluso me parece que aquella ropa interior estorba. Ese deseo feroz—casi primitivo—que recorre todo mi cuerpo es imposible de frenar.
—Cass...
Aquella voz. Aquel tono.
Cierro mis ojos cuando un estremecimiento recorre cada centímetro de mi cuerpo. Las manos de Liam empiezan a explorar mi cuerpo, por un instante me parece haber visto como el rostro de Liam se ponía de un intenso rojo, pero no sabría decir, porque mi mente en éste momento no es muy capaz de pensar en otra cosa que no sean en aquellos labios, en las caricias de Liam.
Abro mis ojos cuando siento el borde de la cama chocar contra mis pantorrillas. Nunca había visto unos ojos tan dilatados, los hace ver tan...escalofriantes.
—¿Estás segura?—pregunta con aquella bendita voz ronca que solo provoca que mi deseo aumente.
—Sí. Lo estoy.
Y como si eso hubiese sido lo único que nos frenaba, nuestros deseo dio rienda suelta. Sus manos me acariciaban de una forma tierna y tan malditamente posesivo. Sus labios reclamaban cada suspiro, gemido, gruñido y jadeo que salía de mis labios. Incluso parecía que mis manos tenían vida propia. No podía dejar de tocar aquel hombre que me besaba fervientemente, no quería separarme de aquel hombre que era mi mate, mi esposo.
La ropa de ambos empezaron a desaparecer en la oscuridad de nuestra habitación, la calidez de su cuerpo y el ardor del deseo a ambos nos mantenían abrigados, por lo tanto cuando ambos quedamos desnudos uno frente al otro se sintió tan bien.
—Está bien, Liam. No te preocupes.—murmuro sobre sus labios cuando se detiene. Sus ojos me dan una mirada tan intensa, tan llena de preocupación. Acaricio su mejilla incitando a que continúe. Sus brazos se colocan a cada lado de mi cabeza, su frente sobre la mía y sus labios muy cerca de los míos. Su respiración está igual de acelerada que la mía e incluso puedo escuchar su latido frenético, algo sorprendente porque mis sentidos están completamente borrachos, borrachos por el aroma, los labios, las caricias de Liam.
Cierro mis ojos y frunzo mis labios al sentir una punzada allí, donde nuestros cuerpos se entrelazan.
—Perdón.
Abro mis ojos, los dedos temblorosos de Liam limpian algunas de las lágrimas que bajan por el rabillo de mis ojos.
—N-No llores, por favor.
Respiro profundo y acepto de buena gana sus mimos. Que ayudan a que el dolor se desvanezca, hasta convertirse en algo tan...explícito. Sus labios vuelven a los míos, que los siento tan hinchados, pero de igual forma beso con una pasión y un deseo los labios de mi mate. Ambos nos movíamos al unísono, dejándonos poseer por el deseo que ambos teníamos retenidos.
—Liam...
Todo mi cuerpo se tensa y mis brazos se abrazan fuertemente al cuerpo fornido que se sierne sobre mí. Una energía recorre cada parte de mi cuerpo, una energía que desea ser liberada. Siento mis colmillos alargarse y mis ojos cambiar. El cuerpo de Liam también se tensa, su cuerpo tiembla y gruñidos empiezan a salir de lo más profundo de su ser. Un escalofrío me recorre al sentir unos colmillos rozar mi cuello.
—Te amo, Cassandra.
Cierro mis ojos cuando aquellos colmillos al fin logran introducirse en mi piel, un jadeo mezclado con un gruñido sale de mis labios, lo que parecía ser la llave de la liberación de aquella energía todo mi cuerpo tiembla.
—Te amo, Liam.
Siento la extasis cuando mis colmillos perforan la piel de Liam. Una nueva oleada de energía recorre todo mi cuerpo, sin embargo mi vista empieza a desenfocarse, mi cuerpo lentamente empieza a perder fuerza. Es como si alguien estuviese apagando mi subconsciente.
—¿Liam?
No sé si aquella pregunta salió de mis labios, porque ya era muy tarde, me encontraba en la oscuridad.
◆◇◆◇
Abro mis ojos de pronto y no puedo evitar gruñir cuando la luz lástima un poco mis ojos. Parpadeo tratando de acostumbrarme, frunzo mi ceño confusa. Veo a mi alrededor tratando de encontrar a mi esposo.
Mierda. Se escucha tan bien.
Nada. La presencia de Liam no se deja ver por ningún lado. Suspiro y me incorporo lentamente, por una extraña razón no me duele nada. ¿Eso es normal? Meneo mi cabeza y aparto las sábanas de mi cuerpo, alzo mis cejas al ver la camisa negra—que Liam utilizó para nuestra boda—tapando mi cuerpo. Sé que yo no me la puse, aunque pensándolo bien ciertos fragmentos llegan a mi memoria.
«Mía. Eres mía.»
Oh. Por. Todos. Los. Dioses.
«Lo soy. Soy tuya, Liam.»
Llevo ambas manos a mis mejillas cuando mi rostro empieza a enrojecer.
Muy bien. Acabo de recordar todo.
Me levanto del todo, mi mirada recorre el suelo, pero ninguna de las prendas que la noche anterior fueron a dar a él se deja ver. Supongo que Liam las levantó. Me encojo de hombros y busco con mi mirada mi maleta, inmediatamente la encuentro sobre un sofá blanco bastante acolchado. Rápidamente saco ropa interior limpia, un vestido muy parecido al de ayer, sólo que de color esmeralda. También saco un pequeño bolso donde están todas mis cosas personales. Con todo en mano me voy hasta el cuarto de baño. Pongo el seguro a la puerta y me doy media vuelta. Por un instante las cosas casi resbalan de mis manos al ver mi reflejo.
¿¡Qué demonios!?
Mi cabello arena con mechones platinos cambió completamente. Aquellos mechones se convirtieron ahora en el color general de mi cabello, el color esmeralda de mis ojos se hizo mucho más llamativo y las motitas doradas de ambos pasaron a ser plateadas.
Dejo todas las cosas sobre un mueble lleno de cajones. Con dedos temblorosos trato de quitarme algunos de los botones de la camisa de Liam, temiendo encontrar algún cambio en mi cuerpo. Observo mi cuerpo desnudo tratando de encontrar algo fuera de lo común, mi rostro se sonroja fuertemente cuando algunos chupones muy pequeños se dejan ver en mi cuello, además de un poco de sangre seca. Repaso con mis dedos las lineas de la marca de mates, sin embargo me parece que la secuencia desordenada de la marca se modificó, ahora parece un poco mas...¿ordenada? ¿con sentido? No sabría decirlo. Hago un mueca al sentir un escorzor en mi espalda, específicamente en mis omóplatos, extrañada me doy media vuelta, tratando de verme en el espejo.
—¡¿QUÉ MIERDAS ES ESO?!
Mis ojos se abren a más no poder al ver un...¿tatuaje? ¿una marca? Abarcando mi espalda. ¿Eso es latín? Frunzo mi ceño, me parece conocido ese tatuaje.
—Mierda...
Abro mis ojos como platos cuando al fin logro recordar. No. Es imposible, esa no puede ser. ¿Por qué razón abría de tener esa marca? ¿Una bendecida?
«—¿Tú no la tienes?»
Por alguna extraña razón vuelve a mi mente la conversación con aquella hada. Recuerdo su expresión y sus últimas palabras.
«—Supongo que no es momento de que la tengan ambos...»
Ése fue su último murmullo. ¿Ambos? ¿Significa que Liam también? Mierda, no tengo idea.
Suspiro y decido mejor no darle más importancia, cuando consiga ponerme lo más presentable posible, le preguntaré a Liam si tiene ésa marca, y sí es así, sólo me toca decir una cosa.
Estamos jodidos.
◆◇◆◇
Normalmente yo no soy alguien de vestidos, ni tacones—aunque estas sean unas plataformas—pero como toda chica quiero verme linda, femenina. Le doy un ultimo retoque a mi cabello y sonrío satisfecha. Cierro el pequeño bolso con mis cosas personales y salgo al fin del baño.
—¡Hola!—exclamo sorprendida de encontrar a mi mate en frente de mi, me regala una sonrisa de medio lado.
Por todos los Dioses.
Puedo realmente acostumbrarme a la sonrisa de Liam. Es tan...perfecta. Bajo mi mirada a su cuerpo, una camisa azul marino se adhiere perfectamente contra aquel torso y aquellos hombros que mis manos no dejaban de tocar la noche anterior.
¡Concéntrate, Cassandra!
—H-Hola.—responde con un lindo tartamudeo. Sus orejas empiezan a enrojecer. —Tr-traje el desayuno.
Una enorme sonrisa se abre paso en mi rostro, me acerco rápidamente a él y de un rápido movimiento le doy un beso.
—Gracias.—musito sobre sus labios. Le robo otro beso y me giro a la mesa que hay en la terraza. Me parece haber escuchado un gruñido pero lo mas seguro sean imaginaciones mías. Rápidamente tomo asiento y empiezo a devorar el desayuno, es como si de pronto una hambre atroz se hiciera presente en mi sistema.
Le doy un largo trago al jugo de naranja recién exprimido que está al lado de mi plato y veo entre mis pestañas a mi mate sentarse frente de mí. Liam me da una de ésas miradas intensas que me hacen poner una cara bastante vergonzosa, no puedo evitarlo. Cuando mis ojos ven aquellos iris de diferentes tonos es como si entrara en una clase de hechizo.
Suspiro encantada cuando una brisa marina pasa alborotando un poco y dejando mi piel de gallina. Muerdo mi labio inferior y reprimo un gruñido cuando veo a Liam verme fijamente. Una de sus manos están sobre la mesa, su barbilla descansa en su palma, lo que me deja ver nuestra alianza.
Mío. Es completamente mío.
—¿Ocurre algo?
Parpadeo y salgo de aquellos pensamientos demasiado posesivos.
—No sé.—respondo con mi corazón latiendo demasiado rápido. —¿Puedo hacerte una pregunta?
El ceño de Liam se frunce un poco pero asiente, su mirada todavía sin apartarse de la mía. Respiro profundo y trato de tranquilizar a mi corazón, pero ése desquiciado no acota órdenes.
—¿Tienes una...marca en tu espalda?
La mandíbula de Liam se tensa un poco y me parece haber visto su pecho hincharse como si tomara una gran bocanada de oxígeno.
—Sí.
Un escalofrío me recorre al escuchar su respuesta. Mierda. Ambos tenemos la marca de los Dioses. No sé lo que éso significa, ni porque razón la tenemos. Todo es tan confuso.
—Zurich dice que éso es algo muy importante.—dice mientras se endereza. —Que ambos ahora además de obtener una bendición también hemos obtenido una maldición, porque hay seres en el mundo sobrenatural que aborrecen a los bendecidos.
Mi ceño se frunce preocupada. Eso no me gusta nada, malditamente nada.
¿Acaso nosotros pedimos ser unos bendecidos? Si ya es complicado que sea la Alfa de los licántropos no me quiero imaginar ahora siendo una bendecida.
Por Zeus.
—¿Damos un paseo?
Levanto la mirada, Liam se encuentra a mi lado con su mano extendida en mi dirección. La tomo sin comprender, él me ayuda a levantarme lentamente de la silla.
—Creo que deberíamos disfrutar estos cuatro días.—responde cuando ve mi expresión. Asiento y sonrío, ambos entramos nuevamente a la habitación. Mi mirada sin poderlo evitar cae a la enorme cama, ahí donde las sabanas siguen desordenadas e impregmentadas de nuestro aroma.
Por supuesto que disfrutaré. Por supuesto.
◆◇◆◇
Dos semanas después.
Abro mis ojos de golpe y me incorporo en la cama. Mis colmillos se dejan ver bajo mis labios, listos para atacar. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, un muy mal presentimiento se instala en mi sistema.
Frunzo mi ceño y me levanto de la cama, sin embargo mis piernas por unos segundos se convierten en gelatina, rápidamente trato de sostenerme a algo.
¿Qué me pasa?
Cierro mis ojos cuando siento que todo a mi alrededor quiere empezar a dar vueltas. Respiro profundo y me mantengo en mi lugar por unos segundos dejando que aquella sensación se vaya.
M
e enderezco, y mi mirada no deja de ver sospechosamente todo a mi alrededor. Le doy una rápida mirada a mi cuerpo y doy gracias en mi mente al vestir una camisa de Liam, que tapa más que mis pijamas.
Siento mis ojos cambiar, que confirmo que lo han hecho cuando paso en frente de un espejo de cuerpo completo que forma parte de la decoración de nuestra casa. Sí. Nuestra casa.
Cuando volvimos de la Isla Capri y todos viajamos a Canadá nuevamente, me topé con una nueva sorpresa, una muy buena a decir verdad, ya que se trataba de que Liam había adquirido ésta mansión. Una mansión que pertenecía a sus abuelos, lo que la hace más maravillosa, porque en el momento que pasé el umbral supe que éste era mi nuevo hogar, que iba a ser el hogar de nuestra familia.
—¿Liam?—pregunto cuando salgo de la habitación y un silencio, demasiado aterrador, se apodera de este largo pasillo. Entro a uno de los dos enormes despachos, en el que Liam hace su trabajo de Alfa junto a su Beta.
Nada. Aquí no hay nadie.
Abro la puerta que conecta un despacho con el otro, el cual me pertenece. Tampoco se ve la presencia de mi Beta.
Aquel mal presentimiento crece en mi interior. Salgo nuevamente al pasillo y me dirijo a las escaleras, el sonido de mis pisadas es lo único que se escucha en esta enorme mansión. Con el corazón desbocado llego a la sala de estar, todo está igual, salvo que no hay nadie. Ni siquiera el cabello casi blanco de Alannis se deja ver aquí.
—Al fin aparece, mi señora.
Cada uno de los músculos de mi cuerpo se contraen, tensandose. En cámara lenta me doy media vuelta, como si fuese una de esas escenas de las películas de terror que Liam ha encontrado entretenidas en estos días.
—¿Me extrañaron? Porque yo sí.
Un nuevo escalofrío recorre mi cuerpo. Pero trato de poner la expresión más indiferente en mi rostro.
—Walker.—gruño en su dirección.
Evangeline me sonríe bajo aquellos labios rojos camersí. Aquella hilera de dientes perfectamente alineados y tan blancos que parecen brillar.
—¿Nerviosa?—pregunta mientras se acerca. Sus canderas se contonean por cada paso, sus hermosos—he de aceptar—tacones traquetean rompiendo el silencio tenso que parece sumergirse la mansión.
—¿Por qué habría de estarlo?—pregunto aparentando indiferencia, alzo una ceja en su dirección. Una de sus largas uñas acarician sus labios y su sonrisa parece ensancharse.
—Tal vez porque estás sola. Tal vez porque sé donde está tu mate y tú no, no sé, tal vez porque voy a matarte.—musita sin borrar su sonrisa. Un escalofrío me recorre pero lo escondo muy bien, al igual la furia que está empezando a vibrar en mi interior.
—Sí, estoy sola, lo acepto. Porque tu presencia es menor que nada.—respondo y una sonrisa se hace presente en mi rostro. —Y mi esposo lo más seguro esté dándole la ya típica revisión a su manada. En cuanto a lo de matarme, lo siento, no pienso morir bajo las manos de una zorra bruja desquiciada como tú.
Una fina línea, en eso se convirtieron sus labios. Nuevamente un silencio bastante tenso cae sobre nosotras. Todo mi cuerpo está preparado para luchar.
Vamos Evangeline, dame una buena razón para manchar mis manos con tu asquerosa sangre.
—Liam iba a ser mío.—dice entre dientes. Sus ojos amarillos brillan. —Es lo menos que me merezco. Mi madre se mató por ese lobo, por la maldita obsesión de mi abuela. Él tiene que ser mío, asi tenga que matar a su querida mate.
Ladea su cabeza dándole una aspecto bastante psicópata y sus ojos brillan mucho más, lo que me indica que está utilizando sus poderes. Un gruñido sale de mis labios cuando mi cuerpo choca contra...¿césped? Veo a mi alrededor confusa, ambas estamos en medio del bosque.
¿Qué tienen las Walker y los bosques?
Me levanto rápidamente y mis colmillos, además de mis garras, empiezan a crecer. Paso la lengua por mi labio, el sabor a cereza llega a mis pupilas gustativas.
*—Ishtar haz lo que tengas que hacer para que esa maldita bruja no te lastime.—digo en mi mente, esperanzanda que mi loba encuentre alguna manera.
*—No te preocupes.—la voz de Ishtar no tarda en responderme. —Cass hay algo muy importante que necesitas saber.
*—¡No hay tiempo!—la corto rápidamente. —Metztli.
*—Inmediatamente.
Cierro la conexión y dejo que Metztli tome mi cuerpo. Veo de reojo las uñas largas y negras de mis manos, mi piel volverse más blanca y mi temperatura disminuir, no debo de ser una genia para saber que mis ojos están completamente rojos.
La princesa ha tomado el control.
—Te vas arrepentir, Evangeline.—la voz aterciopelada y llena de maldad de Metztli se desliza por mis cuerdas vocales.
—No lo creo.—responde con una sonrisa.
No te va a durar por mucho tiempo.
Tomándola por sorpresa y por la exagerada velocidad de mi cuerpo veo el cuerpo de Evangeline chocar fuertemente contra uno de los árboles cuando mi puño fue a caer a su maquillado rostro.
—¡Maldita sea!—ruge furiosa. Sangre empieza a salir de su boca y de su cabeza. Sus ojos amarillos rápidamente cambian, no puedo evitar estremecerme cuando toman la misma característica que tenían los ojos de Margaret.
Magia negra.
—¡Te vas a arrepentir!—grita bastante enojada. Un jadeo sale de mis labios cuando siento un dolor en mi estómago, pero decido no darle importancia. Rápidamente empiezo a esquivar aquellas bolas de fuego.
¡¿Fuego negro?!
Maldita sea eso ya es magia demoníaca. Todo el cuerpo de Evangeline empieza arder por ése extraño fuego, su carcajada rompe el silencio del bosque.
—Escondes a tu querida loba, eh.—dice con un sonrisa malvada. —Pues haré que te conviertas, para luego someterte a mi voluntad.
Látigos de ése fuego empiezan a perseguirme, gracias a mi velocidad logro escapar de algunas de ellas. Sin embargo de un momento a otro mi vista se desenfoca y un mareo hace que pierda un poco el equilibrio.
—¡AAAAH!
Cierro mis ojos y mis labios cuando aquel maldito fuego se enrolla en mis muñecas y en mis tobillos. Siento mi piel ser quemada y el ardor que provoca aquello.
—Conviértete.—dice con satisfacción por el dolor que me provoca.
—No.—digo entre dientes. Lagrimas empiezan a bajar por mis mejillas, mierda, es muy doloroso.
—Conviértete Cassandra.—dice entre dientes. Tenso mi mandíbula al sentir aquel fuego quemar mucho más profundo.
—Conviértete.
Niego con mi cabeza, el dolor es cada vez más insoportable.
—¡CONVIÉRTETE, MALDITA SEA!
*—Hazlo, Cass.—la voz de Ishtar llega a mi mente.
Dejo caer mi cabeza hacia atrás, un furioso y grutural gruñido sale de lo más profundo de mi ser. Siento el frío suelo cuando aquellos látigos de fuego al fin liberan mi cuerpo. Mi cuerpo convulsiona y empieza a tomar posiciones muy extrañas, el sonido de mis huesos al tomar una nueva forma rompen el silencio del bosque.
—Al fin.
Levanto la cabeza y me acostumbro al enorme cuerpo de Ishtar.
Tú lo pediste estúpida bruja.
Mis garras se entierran sin piedad en la tierra, mi cuerpo toma una posición de ataque y mis colmillos se dejan ver, listos para desgarrar la piel de esa maldita. Sin esperar que la bruja haga algo arremeto contra ella, abre sus ojos como platos al ver la velocidad con la que Ishtar se mueve.
—Obedece.
Mis patas se detienen abruptamente y gruño molesta. Todos los músculos de mi cuerpo se contraen tratando de ejercer mucha más fuerza con la que controla mi cuerpo.
*—¡A mí ninguna zorra como tú me manda!
Evangeline abre los ojos como platos cuando mi voz se escucha en su mente. Logro moverme sólo un poco, Evangeline jadea sorprendida.
—¿Có-Cómo es que puedes...no, no, es imposible.—balbucea mientras retrocede. No sé cómo es que puedo moverme ni de dónde saco fuerzas, pero algo en mí me impulsa.
—¡NO! Tú no puedes estar...¡maldita sea!—grita histérica. Sus ojos amarillos están fijos en mi estómago, un gruñido vuelve a salir de mis labios cuando siento nuevamente aquel dolor en mi estómago.
—¡NO! ¡NO!
Mis garras se entierran mucho más, tratando de moverme. Mi pelaje platino se eriza por el mal presentimiento, observo como aquella lunática empieza hablar en otro idioma, el fuego negro empieza a rodearla y látigos largos—furiosos—empiezan a balancearse de un lado hacia otro.
Odio decir ésto, pero—¡maldita sea!—tengo miedo, no quiero volver a sentir ése fuego calcinar mi piel.
—Muere.
Empujo y empujo mis patas tratando de moverme, pero es imposible.
¡Liam! ¡Liam!
El pánico empieza a recorrerme. Cierro mis ojos resignada cuando aquellos látigos empiezan a venir en mi dirección. Las carcajadas de Evangeline acompañan el sonido chirriante del fuego. Realmente es mi fin.
Te amo, Liam.
—¡CASSANDRA!
Abro mis ojos y no sé cómo consigo esquivar uno de aquellos látigos. Ishtar jadea como si a nuestros pulmones no llegaba oxígeno suficiente.
—¿¡POR QUÉ LA DEFIENDES!? ¡ERES MÍO!
Levanto la mirada encontrándome con la imagen de un Liam muy furioso enfrentándose a Evangeline. Sólo que Liam no se ha transformado, lo cual no entiendo porqué.
—¡Estas loca!—exclama Liam. Su cuerpo se tensa y sus ojos animales brillan feroces.
—¡Eres mío!
Evangeline hace que látigos de fuego se dirijan a Liam, el cual con una destreza magnífica los esquiva. Aquello sólo hace enfurecer más a la bruja.
—Bien.—masculla entre dientes, los círculos negros que tienen aquellos ojos amarillos parecen hacerse mucho más grande, casi se parece a los ojos de los demonios. —Si no eres mío, no eres de nadie.
¡Liam!
Evangeline tomando por sorpresa a Liam logra alcanzarlo. El gruñido de Liam hace temblar el bosque, lágrimas pican en mis ojos al verlo gritar de dolor.
*—¡¿QUÉ ESPERAS, MALDITA SEA?!—gruñe la voz de Zurich en mi mente.
Como si eso lo único que necesitaba para hacerme despertar del trance en el que me encontraba, muevo mi cuerpo. Mis dientes chocan entre ellos, listos para desgarrar. Con rapidez me acerco por detrás de aquella maldita bruja.
—No-no...
Su frase se vio imposible de terminar porque mis colmillos habían desgarrado parte de su garganta. El cuerpo esbelto de Evangeline cae como un muñeco de trapo, el fuego desaparece, al igual que los círculos negros de sus ojos, dejándole el tono normal de sus ojos amarillos. Abro mi mandíbula, hilos con saliva y sangre empiezan a bajar por ella. Me acerco al cuerpo de Evangeline, sus manos inútilmente tratan de detener la hemorragia, su pecho sube y baja rapidamente. Una de sus manos se levanta cuando su mirada se enfoca en mí y me apunta con ella.
—Te-te maldi-go a ti y a-a-a tus...
Sin embargo su frase se queda incompleta porque su brazo cae, su respiración forzada lentamente va volviéndose débil, hasta que deja respirar del todo.
Ha muerto.
Retrocedo cuando de pronto un mareo me hace tambalearme.
—¡Cass!
Puntitos negros empiezan aparecer en mi campo de visión, mi vista empieza a desenfocarse y volverse borrosa.
—¡Cass!
La voz de Liam se escucha tan lejana. Bajo mi cabeza, mis patas se debilitan dejándome sobre el frío suelo.
—¡Cass!
Liam. Liam.
Unas manos levantan mi cabeza y acarician mi pelaje. Sin embargo munca pude ver el dueño de aquellas manos porque todo se había vuelto negro.
◆◇◆◇
Ve al lago.
Una voz delicada y hechizante sonaba como un eco en mi subconsciente
Ve al lago.
¿Para qué? ¿Por qué?
Cass, ve al lago.
La voz cada vez era más insistente, más...urgente.
Ve al lago, Cass. Ve al lago. Ve al lago. Ve al lago.
Voces y voces empezaban hablar al mismo tiempo haciendo de aquello una tortura.
¡Deténgasen! ¡Basta! ¡BASTA!
Ve al lago. Rápido, ve al lago.
¡BASTAAA!
Abro mis ojos de pronto, una luz me deja momentáneamente ciega, gimo por la irritación que provocó aquello. Abro nuevamente los ojos cuando creo que vista se ha logrado adaptar. Veo a mi alrededor confundida, reconozco inmediatamente la habitación que comparto con Liam, nuestra habitación. Me incorporo lentamente, la cobija que alguien puso sobre mí, resbala hasta mi cintura. Bajo mi mirada a mi cuerpo, una camisa manga larga gris de algodón me mantiene bastante cálida. Saco mis pies de la cama y lentamente me levanto, un short de tela—muy cómodo—tapa un poco mis piernas.
Suspiro y paso una mano por mi cabello, el cual se encuentra con muchos nudos.
Ve al lago.
Me sobresalto cuando aquella voz de mis sueños vuelve a mi mente.
Ve al lago.
Frunzo mi ceño y meneo mi cabeza, tal vez enloquecí.
Ve al lago, Cassandra.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero. Está bien, ésto me está dando miedo. ¿Quién es ella? Además, ¿para qué quiere que vaya al lago? Mierda. ¿Y si alguien quiere matarme? Ya he matado a suficientes personas.
Cass, ve al lago.
¡Bien! Relajate voz fantasmal. Suspiro y busco con mi mirada mis tenis. Ambas perfectamente alineadas están al lado del sofá que hay a un lado de la habitación. Me dejo caer sobre el sofa para colocarme las tenis, las cuales no tardo en ponerme. Aprovecho para hacerme una coleta alta.
¡Listo! ¡Ya estoy lista, voz del más allá!
Veo a mi alrededor y frunzo mi ceño. ¿Ahora cómo salgo sin que nadie se entere?
Mierda.
Excelente. Jodidamente excelente. Es increíble que esté haciendole caso a una voz de mi mente. ¡Una voz! Es tan absurdo.
Ve al lago.
Cierro mis ojos, respiro profundo y vuelvo abrir mis ojos. Me acerco a la puerta de vidrio que da a la terraza, empiezo acercarme hasta la barandilla. Realmente es increíble lo que estoy a punto de hacer. Sólo espero Liam no se enoje conmigo y que no se trate de algun maligno espíritu que desea llevarme con él al infierno.
Espero que no. Realmente espero que no.
◆◇◆◇
Algunas ramitas al ser partidas por mi tenis es lo único que logro escuchar en éste extenso y frondoso bosque. Aquí fácilmente alguien puede perderse. Aumento mi velocidad cuando me parece que cada vez me acerco al dichoso lago. Sé de cual se trata, aquel lago congelado donde no hace mucho Liam me rechazó, también el mismo donde Liam me pidió que me casara con él.
Liam, tan único.
Reprimo una sonrisa y trato de concentrarme a lo que vine. Bajo mi velocidad hasta el punto que de correr empiezo a caminar, muy lentamente. Sólo hace falta dar unos cuantos pasos para al fin salir de la protección de los árboles.
Suspiro y respiro profundamente. Realmente no sé qué esperar.
Ni modo.
Armandome de valor empiezo a caminar en dirección al lago congelado. Una brisa bastante helada pasa a mi alrededor, como si me estuviese dando la bienvenida. Me detengo hasta llegar al árbol caído que está muy cerca de la orilla, veo a mi alrededor tratando de buscar a alguien.
¿A quién exactamente si?
Mierda. Yo sabía que era una trampa, tal vez realmente enloquecí o me volví esquizofrenica y empiezo a escuchar voces en mi mente que no pertenecen a mi loba y a mi vampira.
—Al fin llegas.
Oh puta mierda.
Todo mi cuerpo se tensa, mis colmillos se alargan por autoreflejo. Los pelillos de mi cuerpo se erizan cuando un escalofrío recorre mi cuerpo.
—Hola, Cassandra.
Muerdo mi labio.Su voz es tan hechizante. Con cierto temor—¿para que negarlo?—me doy media vuelta, enfrentándome a la dueña de dicha voz.
Oh.
—Me alegra mucho que hayas venido, no tengo mucho tiempo.
Parpadeo y veo aquella, ¿chica? ¿mujer? En frente de mí. Su cabello es muy parecido al tono del mio, aunque parece casi blanco. Una marca pasa por su frente dándole un aspecto un tanto, no sé, no sé que qué palabra explica aquello. Su piel es blanca, muy blanca, casi parece hecha de mármol o la misma porcelana. Su cuerpo es muy curvilíneo, como esas estatuas de Diosas que suele haber en los museos. Sí, ésa es la palabra. Diosa. Parece una Diosa.
—¿Quién eres?—pregunto cohibida por su belleza. Por esa aura que desprende, es muy raro. Ella me sonríe y la hace ver mucho más hermosa, como si eso fuese muy posible.
—Zelia Ishtar Xerez.
¡¿QUÉ?! ¿¡Ishtar!?
—También soy conocida como la Diosa Luna, la madre de los licántropos.
Trago saliva y llevo una de mis manos a mi pecho donde mi corazón late furiosamente contra el.
—¿Qu-Qué?—balbuceo. Ella me sonríe y eso sólo hace mi confusión más grande.
—Sé que tienes muchas preguntas, que espero responder pero no ahora. No tengo mucho tiempo, tu mate está a sólo unos minutos de llegar.
¿Liam? ¡Oh mierda! ¡Liam!
—Sé que debes de hallar muy raro que me llame igual a tu loba.—la voz de la Diosa llama mi atención. —Cuando me desterraron a la luna y me separaron de Nikolay fue la cosa más dolorosa por la que pude pasar.
»Lo único que me mantenía en pie era el saber que llevaba un hijo suyo en mi vientre. Aunque sabía que iba a llevar la maldición a la que mi esposo habían condenado. Los Dioses sabían que no podían deshacer aquella maldición, ya era demasiado tarde, pero ellos me habían concedido unos deseos, que si me preguntas volvería a desear sin pensar.
Habían pasado casi diez años cuando los Dioses me fueron a visitar al lugar que me habían desterrado. Mi vida no tenia mucho sentido, así que me concedieron un último deseo. El mejor de todos. Cada ser que llevase la maldición iba a tener una alma gemela. Los Dioses me cedieron el trabajo de manejar dichas almas y crear sus partes animales. Nikolay no tenia esa parte animal, esa parte que hace como de tu consejero. Por eso también le crée su alma gemela. Osea, yo.«
Abro mis ojos como platos y no aparto mi mirada de ella. Sus ojos que no parecen tener un color definitivo, brillan felices.
—Nuestras almas desde antes ya estaban entrelazadas, por esa razón cuando crée una parte lobuna se entrelazó a la suya sin objeciones algunas.—su voz vuelve a llamar mi atención. —En el mundo de las almas, algunas conexiones son tan fuertes que vuelven a reencarnar en otros seres.
Su mano acaricia mi mejilla y me estremezco, su sonrisa se hace mucho más grande.
—Nunca pensé que mi alma se iba a reencarnar en la hija de mi hijo. Ni tampoco pensé que la alma de Nikolay se fuese a reencarnar en aquel tímido chico.—dice sin borrar su sonrisa. —Aunque me alegro de alguna forma. Porque ambos parecen muy enamorados, como sé que Nikolay y yo lo estuvimos. No sé si nuestras almas volverán a reencarnarse en otras personas, pero lo único que sé, es que no importa la circunstancias si una persona es indicada para ti de una u otra forma se reencontrarán.
Asiento dándole la razón, yo también lo creo. Así como también creo en el destino, aquel que maneja nuestra vida a su antojo.
—Está cerca.—murmura sin borrar su sonrisa. Sus ojos vuelven a los míos y su mano cálida baja hasta mi abdomen, cerca de mi vientre. —Ambos serán unos magníficos padres.
¿¡QUÉ!?
Un jadeo sale de mis labios y mis ojos se abren hasta más no poder. Mis manos empiezan a temblar al igual que mi labio.
—¿Vo-voy a-a...
—Sí, Cass. Vas a ser madre.—termina por mi. Su sonrisa se vuelve más cálida y feliz. —Estás embarazada. Y si no me equivoco de un fuerte y futuro Alfa.
¡Oh mierda!
Respira. Respira.
—Será un niño muy fuerte, además de un bendecido.—murmura mientras se aleja. Su mirada vuelve a los bosques y ríe entre dientes. —Tu mate está muy preocupado.
Trago saliva pero me es imposible. Mi labio tiembla y mi respiración es entrecortada, aguantando las ganas de llorar.
—Disfruta éstos momentos. Ama con todo tu ser a tu mate, a tus hijos. Todo ese amor que tú darás serás recompensada con uno mayor. Adiós. No te preocupes los vigilaré muy de cerca. ¡Felicidades!
Una brisa pasa, llevándose así la presencia, que hace un momento estaba en frente de mí, de un parpadeo.
—¿C-Cass?
Ladeo mi cabeza y mis ojos ven a un Liam muy agitado venir apresuradamente en mi dirección. Su ceño está fruncido y una expresión de preocupación—casi también diría una de miedo—se refleja en su rostro.
«Estas embarazada.»
—¿C-ass?
«Serás madre.»
Cierro mis ojos cuando aquellos ya característicos brazos fuertes me rodean. Inhalo aquel embriagante olor a menta y Kiwi.
—N-No llores, por favor.
Sin embargo aquellas palabras en deber de calmarme, sólo provocaron que mis lágrimas agarran más potencia.
¡Seré madre! ¿Eso es posible? Bueno, por supuesto que sí, que tonta. ¡Por todos los Dioses! ¡Seré madre!
—¿Qué ocurre?
Alzo mi mirada, mi vista está un poco borrosa por las lágrimas. Respiro profundo, pero cuando al fin iba a poder confesar el porqué de mis lágrimas un mareo hace que me aferre a Liam. Siento la textura dura del árbol caído en mis piernas, Liam se arodilla en frente de mí. Sus dedos torpemente limpian mis mejillas, mi mirada recorre cada facción de su rostro.
Un niño con sus ojos.
¡Por Zeus! Sólo imaginarlo hace que una sonrisa trate de abrirse paso en mi rostro. Sería tan magnífico tener un hijo muy parecido a Liam. Sin poder evitarlo mi mano se pasa por encima de mi abdomen.
—Cass, ¿estás bien?—la voz de Liam me saca de mi ensueño. Su rostro está pálido y unas ojeras muy feas están bajo sus ojos. Ademas que su ceño está muy fruncido.
¡Oh Dios! ¿Y si a Liam no le agrada tanto tener un hijo?
Un escalofrío me recorre ante aquel pensamiento. No. No. Todo va a salir bien.
¿Y si no?
—¿Cass?
—¿Eh?—balbuceo. Sacudo mi cabeza alejando aquellos pensamientos. —¿Qu-Qué pasa?
No puedo evitar tartamudear nerviosa.
Por favor.
—¿Realmente estás bien?
Asiento en su dirección. Sus ojos no se apartan de mi rostro, tratando de buscar algo que me delate. Suspira y se pone de pie, observo que se quita la chaqueta gris de su traje y la pone en mis hombros.
—Li-Liam.
Él pone su mirada en mi rostro, se arodilla nuevamente y puedo sentir como mi respiración se entrecorta.
Tengo que decirle.
—¿Qué pasa?
Respiro profundo, mi labio tiembla, temo que nada saldra de mi boca.
—Y-Yo...
Cierro mis ojos por unos segundos, respiro profundo tratando de tranquilizar mis latidos pero tantas emociones que danzan en mi interior no permiten que eso ocurra.
Tú puedes. Tú puedes.
Abro mis ojos y los clavo en aquellos que son mi perdición, son mi adicción.
—Liam, tengo algo muy importante que decirte.
Veo como su ceño se frunce más, sus ojos observan fijamente mi rostro. Respiro profundamente—de nuevo—y cierro mis manos sobre mi regazo, mis palmas han empezado a sudar y ha temblar.
—N-No sé cómo vayas a reaccionar, sólo espero que de forma positiva, porque yo estoy feliz. Bueno, un poco sorprendida pero muy feliz.—empiezo a decir incoherencia tras incoherencia. Liam alza ambas cejas y toma mis manos entre las suyas.
—Dime.
Vamos, Cass. Dile, dile de una vez por todas.
—Liam, yo...—me detengo, respiro profundo armandome de valor y tenso un poco mi mandíbula.
—Estoy embarazada, Liam.
Un jadeo sale de los labios de Liam y sus ojos se abren, impresionados o sorprendidos. Lágrimas empiezan a caer libremente por mi rostro.
—Seremos papás, Liam.
Oh.
Esa fue la primera vez que vi a Liam llorar...llorar de felicidad. Sabía que todos mis temores eran agua pasada, porque si la sonrisa que Liam en éste momento me está dando, además de las lágrimas que recorren su rostro, no son indicio de que se alegra tanto de ésta noticia como yo, es que realmente sí perdí mi cordura.
—Vamos a ser papás, Cass.—susurra sin poder creérselo. Mis lágrimas mojan su camisa cuando sus brazos me rodean fuertemente. —Gracias, Cass. Gracias.
Oh Liam.
Gracias a ti. Ahora si puedo decir que soy la mujer más feliz del mundo.
Porque mientras te abrazaba, mi amor, supe que el mejor lugar del mundo es en ti.
Simpre en ti.
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