Capítulo 39.
“Los que son amados no pueden morir, porque amor significa inmortalidad.
Angelic & Rhaven B.”
La mano de Cassandra se aprieta con gran fuerza sobre la mía. Observo de reojo como aquellos preciosos ojos color esmeralda se llenan de lágrimas, trago saliva y respiro profundo. Mis manos tiemblan un poco de los nervios que recorren mi cuerpo, mi corazón late rápido y fuerte contra mi pecho.
Suelto la mano de Cassandra y dejo uno de los dos ramos en la tumba que está en frente de nosotros.
—H-ola, señor y señora Black.—mi voz tiembla un poco. Carraspeo y mi voz suena un poco más segura. —Lo más seguro no sepan quién soy, mi nombre es Liam McCartney. Soy el mate de su hija y su prometido.
»No sé qué tan ciertas son las leyendas de que a veces las almas de algunas personas se amaron tanto en el mundo físico logran estar juntas en el mundo espiritual. Si es así y ustedes son un ejemplo de ello, me gustaría decir que me gustaría mucho ser uno de aquellos casos.«
La mano cálida de Cassandra vuelve a la mía. Le doy un pequeño apretón y no aparto la mirada de la lápida.
—La primera vez que vi a su hija fue uno de mis típicos días negros y monótonos.—mi voz cada vez suena más segura. —No quería seguir viviendo, nada tenía sentido en mi vida. O eso creía yo.
»Cuando la vi, lo primero que pensé es que era hermosa, tan hermosa que por un instante pensé que la había enviado la Diosa Luna. Y puede que así fuese. Pero ése día hice sufrir a su hija, ése día la rechacé, rechacé al ser más hermoso que mis ojos habían visto.
Sin embargo nunca me imaginé que la Diosa Luna me había dado una mate tan obstinada, porque no sólo no acepto mi rechazo, si no que se empeñó en enamorarme. ¿A que es raro verdad? Pero sí lo es o no, a ella no le importó, todos los días me preguntaba; ¿por qué una chica tan hermosa como ella iba a fijarse en un monstruo, en alguien que no podía ofrecerle nada? Nunca lo sabré. No puedo evitar agradecerle a la Diosa Luna por darme una mate como su hija. Ella es una de las personas más importantes de mi vida y la amo.«
Una brisa un poco helada pasa a nuestro alrededor llevándose algunas hojas secas que hay esparcidas en el suelo de aquel amplio cementerio.
—No seré el mejor de los mates, la gran mayoría de la veces soy torpe y tímido. Pero prometo cuidar y amar a su hija, hasta el último día de mi vida. Por eso estoy aquí ante ustedes, sé que no es lo mismo al tenerlos de frente pero eso no significa que la intención no es la misma.
»Señor y señora Black, espero estén donde estén me concedan el derecho de casarme con su hija. Porque hoy, en el castillo que la vio nacer, en el lugar que ella lo conoce como su hogar, pienso hacerla mi esposa. Pienso ponerle una alianza junto al anillo de compromiso que termina por pactar mi juramento de amor hacia ella. Haré lo mejor que esté en mis manos por hacerla feliz, porque esa será mi meta a partir de ahora, hacerla feliz.«
—G-Gracias.—balbucea Cass a mi lado. Ladeo un poco mi cuerpo en su dirección. Sus ojos brillan ya sea de las lágrimas que retiene o por la felicidad que reflejan aquellos iris. —Gracias Liam.
Con cuidado limpio sus lágrimas. Me acerco un poco hacia ella, mi frente descansa sobre la suya y mis brazos rápidamente la rodean.
—No tienes que agradecerme nada, Cass. Aquí el que tiene que agradecer soy yo.—musito suavemente sin apartar mi mirada de la suya. Su aroma a fresas no tarda en envolverme, cada vez que ella está así de cerca es como si me embrujara y mandara a dormir todos mis sentidos.
—¿Liam?—susurra sin apartar su mirada de la mía.
—¿Sí?
—Besame.
En el momento que aquella palabra salió de sus labios, unos cálidos y suaves labios empezaron a moverse sobre los míos. Las manos de Cass se enrollan en mi cuello, y las míos en su estrecha cintura. Su aroma, su calidez hacían de aquel uno de los mejores momentos de mi vida.
Es casi que imposible amar tanto a alguien. O ¿no? Realmente espero que sí, porque cada segundo que paso cerca de ella siento como mis sentimientos por ella crecen, y aunque sé que no soy merecedor de todo el amor de una mujer tan magnífica como Cassandra no puedo renunciar a ella.
—¿Nos vamos?—pregunto segundos, minutos o horas, no sé cuánto ha pasado, normalmente no soy consciente de nada cuando pruebo aquellos deliciosos labios sabor a fresas.
—En un momento. Quiero decirles algunas cosas.—murmura mientras baja sus brazos. Lentamente se da media vuelta y pone su mirada en la tumba frente a nosotros, doy un pequeño paso hacia atrás dándole espacio.
—Hola, mamá, papá.—susurra mientras una sonrisa triste se dibuja en su rostro. Sus dedos acarician con ternura los nombres de sus padres sobre aquella lápida de mármol, tan blanca y impoluta como si alguien se tomara el tiempo de pulirla todos los días. —He vuelto a casa.
Un nudo se forma en mi garganta al ver como Cassandra trata de mostrarse fuerte, aunque sé que debe de ser muy difícil estar frente a la tumba donde descansan sus padres.
—Y ésta vez no he venido sola.—sigue hablando mientras su mirada no se aparta de la lapida. —He traído al hombre más importante de mi vida, lo siento papá, pero tu hija ha encontrado a su mate, a su alma gemela. Pero no te preocupes mí amor por ti siempre será incondicional.
»Espero ser feliz como sé que ustedes lo fueron. No. Sé que seré muy feliz, porque en éste momento me considero la persona con más dicha que puede existir en el mundo.
Lamento que ustedes no estén aquí para verme ser feliz, pero sé que de alguna manera lograrán descubrirlo. Los amo, los amo aunque nunca los haya conocido, los amo por darme ésta oportunidad, los amo porque son mis padres y siempre tendrán un lugar en mi corazón. Hoy seré esposa del hombre que amo como una desquiciada y espero ustedes me den muchas bendiciones estén donde estén.«
Trago el nudo de mi garganta al sentir el cuerpo de Cassandra sacudirse bajo mis brazos. Sus lágrimas mojan mi camisa, pero no importa. No importa.
—Todo va a estar bien.—murmuro y la abrazo mucho más fuerte. Una culpabilidad empieza hacerse presente en mi sistema. No quería verla así, no me gusta ver esa expresión tan triste en su rostro, ni mucho menos sus ojos llenos de lágrimas.
—Lo sé.—musita con la voz entrecortada, la escucho tomar una profunda respiración. —Lo sé.
Le doy una última mirada a la tumba donde descansan las personas que trajeron al mundo a la chica que tengo entre mis brazos. Y les agradezco en mi mente por aquello.
◆◇◆◇
—¿Y ése otro ramo para quién es?
Le doy una mirada de reojo y sigo caminando lentamente con su mano sobre la mía.
—Para la señora Parker.—respondo segundos después. Ella no opina nada y en silencio ambos caminamos lentamente entre algunas tumbas hasta llegar a la que deseo. Cass aprieta un poco su mano sobre la mía, me acerco un poco y dejo el último ramo sobre la tumba.
—Hola nana.—murmura Cass a mi lado. —Ha pasado mucho tiempo, no te preocupes estoy comiendo bien y me cuido lo mejor que puedo.
»Tu nieta también cuida de mí. Aileen se ha convertido en una excelente bruja, seria el orgullo de las Parker. Además de que no puedo pedir otra Beta que no fuese ella. Ella también te extraña nana, mucho más de lo que te extraño yo. Espero pueda encontrar a su mate rápidamente y así ya no se sienta tan sola. Porque aunque ella trata de esconderme sus sentimientos sé que así se siente.
Gracias por haberme protegido nana, he cuidado la vida que tu has salvado. Prometo también cuidar de Aileen por más que a veces me saque de quicio, la protegeré, lo prometo.«
Bajo mi mirada a sus ojos los cuales están fijos en mi rostro.
—Gracias por haberme hecho venir, aunque lloré mucho, no lamento haber venido.—dice sin apartar sus ojos de los míos. Una sonrisa se abre paso en su rostro haciendo que aquellos preciosos ojos esmeralda brillen. —Creo que es hora de irnos. Si no me equivoco hoy paso a ser la señora McCartney, ¿no es así?
Su sonrisa se ensancha a ver mi rostro sonrojarse.
Algunas cosas nunca cambiaran.
◆◇◆◇
—¿Nervioso?
Alzo la mirada y rápidamente reconozco el rostro de Alan Harrison. Su cabello marrón mezclado con algunas canas lo lleva bien peinado con gel, un traje oscuro a la medida se adhiere a su todavía fornido cuerpo.
—Tu abuelo estaría muy orgulloso de ti, hijo.—dice mientras se adentra más en la habitación que estoy.
—¿T-Tú crees?
Una sonrisa se forma en su rostro y asiente. Su pesada mano palmea mi espalda.
—Por supuesto.—responde sin apartar su mirada de la mía. Asiento agradecido y bajo la mirada a mis muñecas, donde trato de ponerme los gemelos que Cassandra me regaló.
Un suspiro aliviado sale de mis labios cuando al fin consigo ponérmelos. Levanto la mirada y me encuentro con mi reflejo. No puedo evitar fruncir un poco mi ceño, es increíble el cambio de mi físico.
El cuerpo huesudo y debilucho ha sido sustituido por músculos, músculos que gané dejando salir a Zurich. Mi cabello ya no tiene ése corte sin sentido que tenía, ahora se mantiene corto y peinado. Mi cejas ya no están tan pobladas que me hacían ver como algún cavernicola, aunque siguen siendo espesas.
Y lo más notorio.
Mis ojos.
Lo sombrío de mis iris ya no están, incluso la mirada apagada y vacía que veía en mis ojos todos los días se ha visto eliminada. Las motitas plateadas que se entrelazan con aquellos iris de diferentes tonalidades son muy notorias, además del extraño brillo que reflejan. Y todo ése cambio lo ha hecho Cassandra.
—¿Alfa?
Me doy media vuelta encontrándome con mi Beta. El Elfo viste igual de elegante que Alan, un traje a la medida y oscuro se adhiere a él.
—¿Ya?
—Ya.
Respiro profundo para que los nervios no me dominen, pero parece ser que mi corazón ya ha decidido empezar a desquiciarse. Espero todo salga bien y Cass no se eche para atrás.
Espero que no.
◆◇◆◇
Mi mirada no deja de moverse de un lado hacía otro, un sentimiento de orgullo danza en mi interior al saber que todo los preparativos salieron bien. No fue fácil, teniendo en cuenta que éste castillo es enorme y su jardín no se queda atrás. Varias filas de sillas forradas con una tela color marfil—o eso dijo Aria—hacen que se vea mucho más...¿lindo? No sabría decir correctamente.
Una larga alfombra beige casi dorada divide las dos secciones de sillas. Un marco lleno de rosas blancas están donde pronto estará Cassandra.
Muy pronto.
—Se ve muy nervioso.
Ladeo mi cabeza y los ojos que comparten el mismo defecto que los míos me miran entre divertido y preocupado.
—Lo estoy.—admito mientras veo que mi Beta trata de esconder una sonrisa.
—No tiene porqué. Ella lo ama y no creo que sea capaz de no presentarse.—responde y se encoge de hombros. Su mirada de despega de la mía y vuelve al frente, un brillo pasa por aquellos ojos de diferentes tonalidades. Copiando su acción también mi mirada vuelve al frente, las sillas una a una empiezan a llenarse, algunos rostros los reconozco inmediatamente, otros simplemente de pasada.
Como por ejemplo el Alfa Bonilla y su Luna están en la segunda fila de la sección derecha. También está la líder del clan Muhammad, si no me equivoco se llama Moira Muhammad y su hija al lado, Kathryn. Esas brujas tienen los ojos verdes, pero un verde lima, esos ojos coloridos y extraños.
También reconozco algún que otro rostro de algún Alfa y su Luna. Incluso está la directora, Julie Geraldi y su madre Delia Geraldi. Las brujas de ojos anaranjados.
—¿Alfa?
Todo mi cuerpo se tensa cuando escucho la melodía del violín y del piano que acompañan a la entrada de la novia, todos empiezan a ponerse de pie y sus rostros se ladean de forma que puedan ver a la mujer que muy pronto será mi esposa.
*—Respira, Liam. No creo que a mi amada Cassandra le haga mucha gracia encontrar a su futuro esposo inconsciente.—la ronca y burlona voz de Zurich suena en mi mente. Sus carcajadas resuenan como a un eco. Rápidamente subo mis paredes mentales, es increíble que hasta en éste momento trata de hacerse el gracioso.
—Que hermosa.
—¡Vaya!
Esos y otros cumplidos empiezan a llegar uno tras otro. ¿Hermosa? Esa palabra se queda corta ante la mujer que está viniendo en mi dirección.
La primera en pasar es la pequeña y hermosa demonio, ya las heridas de su cuerpo sanaron rápidamente. Observo de reojo como una enorme sonrisa se abre paso en el rostro del Elfo al observar a su hija, la cual se ve muy bonita. Las dos damas de honor—y quienes me ayudaron a organizar todo—son las siguientes en pasar. Primero me encuentro con aquellos ojos turquesa característicos de un McCartney. Mi hermana camina lentamente seguida de Aileen, ambas me sonríen cuando pasan a mi lado y me parece haber visto llorar a Aria, pero no lo sé, porque tan pronto ellas se colocaron a mi lado mis ojos rápidamente buscaron a mi perdición. A mi mate, a mi prometida y a mi futura esposa.
Todos no dejan de exclamar cumplidos y no los culpo porque se ve...preciosa. Aquel vestido blanco se adhiere como a un guante en su esbelto cuerpo, Cassandra es una mujer atractiva y llena de curvas. Pero lo que es mi debilidad son aquellos ojos esmeralda. Cada paso que da hace que mi corazón se vuelva loco. Todo mi interior bulle, ya sea de nervios, de emoción y de felicidad.
Soy feliz. Muy feliz.
—¿Quién la entrega?—la voz del viejo Fae que nos hará de cura hace que salga de mi ensoñación. Un escalofrío me recorre al tener a mi mate tan cerca.
—Amigo del esposo.—responde Alan, quien se encargó de entregar a Cassandra. Los ojos marrones del señor Harrison brillan, casi podría decir que orgullosos. Me da un fuerte apretón de manos, antes de deslizar la mano suave y cálida de Cassandra sobre la mía.
Ella se posiciona enfrente de mí, a pesar que lleva velo puedo ver claramente aquellos hermosos ojos y una reluciente sonrisa.
—Hola.—susurra sin apartar su mirada de la mía. Sólo escuchar su voz aumenta los latidos de mi corazón, sé que mis manos tiemblan y sudan. Pero eso no parece importarle a Cassandra.
—H-Hola.—susurro de vuelta. No puedo evitar sonrojarme ante la intensidad de su mirada, sin embargo me parece haber visto sus mejillas igual de sonrojadas.
Todos guardan silencio, solo la voz fuerte y potente del Fae se escucha en éste enorme jardín. Si soy sincero las palabras en Italiano que musita no las logro descifrar, o tal vez se deba porque no estoy prestando atención a lo que dice, es como si sólo mi mente tuviera lugar para una cosa; ver a la mujer hermosa que está en frente de mí.
—¿Señor McCartney?
Frunzo mi ceño y parpadeo sucesivamente. Me encuentro con los ojos verdes musgos del Fae, el cual me observa entre serio y divertido.
—Sus votos, señor.—responde cuando ve mi expresión confusa. Cassandra ríe entre dientes, y ya puedo sentir el calor en mi rostro.
Respiro profundamente y vuelvo a poner mi mirada en aquellas gemas que tiene por ojos.
—Yo, Liam, te quiero a ti, Cassandra, como esposa.—doy gracias a la Diosa Luna que mi voz sale fuerte y segura. —Me entrego a ti y prometo serte fiel, estar contigo en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
La sonrisa de Cassandra se ensancha y me parece ver una lágrima bajar por su mejilla.
—Yo, Cassandra, te quiero a ti, Liam, como esposo. Me entrego a ti, y prometo serte fiel, estar contigo en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
Su voz suena un poco entrecortada por la emoción pero mantiene su sonrisa, ganándose una de mi parte. No puedo evitar sonreír, porque estoy apunto de convertirme en el esposo de la mujer mas maravillosa que he tenido la dicha de conocer.
—Los anillos, por favor.—dice el viejo Fae. La pequeña Alannis se acerca con una mullida y acolchada almohada donde descansan los dos relucientes anillos.
—Que los Dioses bendigan éstos anillos que van a entregarse uno al otro en señal de amor y de fidelidad.—dice sin apartar su mirada de nosotros. Nos hace una seña—o mejor dicho me hace una seña—para que escoja un anillo. Con dedos temblorosos escojo el que es un poco más delgado. El oro del anillo brilla bajo aquellos rayos del atardecer.
—Cassandra, recibe ésta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti.—musito mientras delicadamente deslizo el anillo por su dedo. No puedo aguantarme besar donde descansan ambos anillos, anillos que representan mi compromiso con ella, que representan nuestra promesa.
—Liam, recibe ésta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti.
Ahora es ella quien agarra el otro anillo, agarra mi mano entre las suyas y lentamente desliza el anillo por mi dedo. Ambos entrelazamos las manos donde descansan aquellas relucientes alianzas, alzamos la mirada al Fae.
—No me queda nada mas que decir, los declaro marido y mujer.—dice fuerte y claro, nos regala una enorme sonrisa. —Puede besar a su esposa, señor McCartney.
Mi esposa.
Se escucha tan bien.
Subo ambas manos y aparto aquel velo, que no me dejaba ver claramente a mi mate. Lo dejo caer hacia atrás, todo bajo su mirada atenta y intensa.
—Te amo, Cassandra Black D'Buonarroti. Siempre permaneceré a tu lado.—murmuro mientras sostengo su rostro entre mis manos. Ella sube sus manos y las pone encima de las mías.
—Te amo Liam McCartney. Siempre permaneceré a tu lado.
Una nueva sonrisa vuelve a formarse en mis labios antes de saborear aquellos deliciosos y suaves labios. Los aplausos estallan a nuestro alrededor, su aroma mezclado con el dulce de las rosas nos envuelve haciendo más íntimo y significativo el momento. Abro mis ojos lentamente y mis ojos no tardan en encontrarse con aquellas preciosas gemas.
—Siempre.—susurra sobre mis labios.
—Siempre.
No se cómo, pero así será. Ella ahora además de mi mate, es mi esposa. ¡Mi esposa! Y no puedo ser mas feliz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro