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Capítulo 37.

«Maldigo la hora en que te traje a éste mundo.»

Lo siento. Siento que hayas tenido que traerme a este mundo, sin embargo por una vez en la vida te lo agradezco, porque pude conocer a la persona mas importante de mi vida.

«Eres desagradable, nadie quiere estar cerca de un monstruo.»

Es cierto. Nadie quiere estar cerca de mi, excepto...

«Tu querida mate no será la excepción, tarde o temprano se dará cuenta que estar junto a ti es una tortura.»

Mentira. Ella...ella no es así. Yo sé que no.

«Tu abuelo no sentía amor por ti, sino lástima.»

¡Mentira! Mi...mi abuelo nunca sentiría lástima. No...él no. No. No. No.

«Debe de ser decepcionante, que tus padres nunca te hayan querido, que tu hermana sienta vergüenza por ti, que toda tu manada sienta repulsión por ti y...no me extrañaría que tu mate esté a tu lado por lástima

¡Cállate! ¡CÁLLATE!

«Entiende, nadie quiere a un monstruo.»

¡Basta!

«Nadie quiere a un monstruo.»

No.

«Tu abuelo no sentía amor por ti, sino lástima.»

¡BASTA!

«Nadie...quiere a un monstruo.» «Tu abuelo no sentía amor por ti, sino lástima.»

Cállate...cállate. ¡CÁLLATE!

«Maldigo la hora en que te traje a éste mundo.»

Basta. Basta...por favor.

«Eres...un maldito monstruo.»

Por favor...basta. ¡BASTA!

—¡LIAM! ¡LIAM! ¿QUÉ OCURRE?

Abro mis ojos y mi visión borrosa no logra enfocarse pero  inmediatamente reconozco aquella voz. Una llena de preocupación.

«Nadie...quiere a un monstruo...Nadie.»

—Ba-Basta por favor. ¡Basta!

¡LIAM! ¡Mírame! ¿Qué ocurre? Mi amor, ¿qué pasa?

Unas manos cálidas y muy suaves están sobre las mías quienes sostienen fuertemente mi cabeza, como si esta de pronto a otro fuese a separarse de mi cuerpo.
El aroma—aquel delicioso aroma—a fresas llega a mis sentidos.

—¿Ca...Cass?

Parpadeo tratando que aquellas lágrimas de mis ojos me dejen ver. Que me dejen ver aquellos ojos que tanto amo.

Aquí estoy. Aquí estoy, Liam.

Aquellas suaves y cálidas manos siguen sobre las mías, las cuales se sienten tan frías.

«Eres un monstruo.»

—¡No! No lo soy. No lo soy.

¡Liam! ¡Liam!

—C-ass no lo soy. No...no soy un monstruo.

«Tu querida mate no será la excepción, tarde o temprano se dará cuenta que estar junto a ti es una tortura.»

No. Por favor no.

—¿¡Li-Liam!?

El ritmo de mi corazón se acelera tanto que es casi doloroso, un sudor frío baja por mi espina dorsal provocando que escalofríos ataquen mi cuerpo y casi puedo apostar que estoy más pálido de lo que suelo ser. Ademas de que mis ojos están mucho más abiertos llenos de...miedo.

—N-o me dejes, Cass. Por favor, no me dejes.

Sus ojos se abren y me observa casi como si estuviese loco. Tal vez ya enloquecí, tal vez sólo estoy delirando y ella realmente no está aquí, pueda que todo lo que dijo Paul es...

—¡No!

Cierro mis ojos al sentir como aquellas manos cálidas se apartan de mi cabeza pero quedan en mis omóplatos, casi por mi cintura. Mi cuerpo actuando inconsciente se aferra a ella como si fuese mi salvavidas.

Nunca, Liam McCartney. Nunca te voy a dejar.

Y le creo. Le creo porque ella ha sido la única que ha callado aquellos demonios que día a día tratan de hacerme perder la cordura, porque ella ha sido la única que no me ha lastimado, porque ha sido la única que...me ha amado.

◆◇◆◇

¿Seguro que estás bien?

Asiento todavía sin dejarla ir. No quiero que se aparte, temo que se vaya, temo que Paul se la lleve y la aparte de mi lado.

Yo no me voy para ningún lado, mi querido Liam.

Mis brazos la acercan más si eso es posible, su delicioso aroma a fresas adormecen un poco mis sentidos pero hacen que aquel miedo se borre, la calidez de su cuerpo hace que la frialdad del mío se vea reducida. El escuchar los latidos lentos
y tranquilos—he hipnotizantes—de su corazón tranquiliza el ritmo desquiciado del mío.

Liam, mírame.

Si ella utiliza ése tono conmigo cómo puedo desobedecerla. Armandome de valor suelto su cuerpo y sus brazos que todavía siguen en mi espalda lentamente van deshaciendo su agarre.

Mírame.

Abro mis ojos temiendo ver una expresión de miedo, asco o repulsión en aquellos ojos esmeralda que son mi perdición. Pero eso no es lo que mis ojos llegan a ver.

—¿Cass?

—¿Sí?

Un escalofrío vuelve a recorrer mi cuerpo cuando veo aquellas gotas camersí ensuciar su rostro y parte de su brazo.

—¿D-De quién es esa sangre? ¿Éstas herida?

Su rostro se vuelve un poco sombrío y aparta la mirada un poco, provocando que mi ansiedad crezca. ¿Mi madre la hirió?

—¿C-ass, mi-mi madre te hirió?—pregunto mientras la desesperación adorna mi tono de voz. Observo fijamente su rostro, temiendo que esté realmente herida. Logro ver que sus labios se fruncen y niega ligeramente, todavía con el rostro ladeado.

—¿Cass?—pregunto desconcertado por su reacción.

Vas a odiarme...susurra. Mi ceño se frunce de inmediato, y mi confusión al igual que mi desconcierto aumenta. —Realmente vas a odiarme.

—Yo jamás podría...

¡Maté a Paul, Liam! ¡Lo maté!

Cierro mi boca y observo como cascadas de lágrimas bajan por sus mejillas, borrando algunas gotitas de sangre. El dolor y el miedo al rechazo reflejan aquellas piedras preciosas color esmeralda que tiene por ojos.

«—¡Maté a Paul! ¡Lo maté!»

Un silencio tenso cae sobre nosotros. Sus brazos caen a cada lado de su cuerpo, sus manos se forman en un perfecto puño, al punto de sus nudillos ponerse blancos.

—Lo siento.—su voz me saca de mis pensamientos, clavo mis ojos en los suyos que se ven tan...atormentados. —Lo siento, Liam. Pero no por haberlo hecho porque no siento remordimiento alguno, de hecho, siento cierta satisfacción.

»Lo sé, soy yo el maldito monstruo. Yo soy. No, soy peor que eso, porque también deseaba matar a tu madre. Deseaba sentir bajo mi tacto como su garganta se cerraba bajo mis dedos, deseaba ver la desesperación de su mirada al ver como rápidamente la asfixia se robaba su vida. Pero no pude. Y no porque no lo deseara, sino porque sé que ibas a verme como la peor escoria del mundo. No sé se cómo no puedes odiarla, por todo lo que te ha hecho y te ha dicho. No lo entiendo.« 

Cierra sus ojos ocasionando que más lágrimas resbalen por sus mejillas, niega ligeramente mientras una sonrisa sin gracia alguna se forma en sus labios.

—No. Sí sé porque no la odias.—dice mientras vuelve abrir los ojos. —Tienes un corazón tan puro que no te deja odiar a las personas que robaron tu confianza, que robaron tus sueños y tus ideales. Esas personas sabiendo que tu amor por ellos era puro y sincero,  decidieron manipularlo e implantar odio en ti.

»Un odio destructivo, que el único perjudicado eras tú. Decidieron que creyeras que no valías ser amado, cuando eres la persona que más amor debería de recibir. Ellos ni siquiera merecen que estén en tu memoria y en tu corazón, Liam.« 

Bajo mi mirada a mis manos por un momento. Siento como...como si hubiese sido regañado. No sé, me siento bastante confundido, además no sé qu qué responder.

—Y yo he ocasionado que me odies.—su voz vuelve a sacarme de mis pensamientos. Lágrimas corren libremente por su rostro, ella trata de detener el llanto y sus ligeros sollozos.
Me duele el pecho ver el sufrimiento en su mirada, casi es como si sintiera su dolor, sus temores y su...miedo.
Le doy una mirada de reojo a la sangre seca que está en sus mano, algunas manchas están en su ropa.

No sé qué es peor. Que sea tan inútil que no haya sido capaz de defenderme por mí mismo o que mi mate se haya tenido que ensuciar las manos por mi causa. Sigo pensando que Cass no se merece un mate tan inseguro e inútil como yo. Pero...no puedo dejarla ir. No puedo, ella se ha convertido en mi todo.

N-o llores, por favor.

Mis dedos torpemente tratan de limpiar aquellas rebeldes lágrimas. Sus ojos esmeraldas no dejan de verme fijamente, su mirada es tan intensa. Siempre he creído que ella es capaz de ver mi alma y mis demonios.

—L-o siento.—digo con la vergüenza danzando en mi interior. Mis dedos siguen su trabajo de limpiar sus lágrimas. —Siento que hayas tenido que hacer...eso, por mi culpa. Lo siento, Cass. Siento ser tan cobarde.

La presión de mi pecho no se disminuye, si no que aumenta. Es casi asfixiante.

¿N-No me odias?—pregunta sin dejar de verme fijamente. Casi como si temiera mi respuesta. Dejo mi mano en su mejilla, que se siente tan suave bajo mi tacto. Mis ojos no se apartan de los suyos, que segundo a segundo los amo más.

—No.—murmuro como si estuviese en alguna clase de hechizo. —Nunca podría odiarte, Cass.

Y las lagrimas que parecían haberse tranquilizado empiezan a bajar nuevamente por su rostro.

—N-o llores. No llores, por favor.

Te amo, Liam McCartney. Te amo con todo mi ser.

Cierro mis ojos al sentir aquellos deliciosos labios con sabor a fresas sobre los míos, quien iba a pensar que lo salado de sus lágrimas fuesen a saber tan bien en sus labios. Aunque no me gustaría verla llorar nuevamente.

Yo también te amo, Cass. Más de lo que he amado alguien en mi vida.

◆◇◆◇

—¿Liam? ¿Puedo preguntarte algo?

Asiento mientras siento como se remueve en mis brazos, quién iba a pensar que tener unos brazos tan...grandes, supongo, iban a ser tan útiles. Sus ojos se fijan en los míos mientras me observa bastante curiosa.

—¿Por qué estabas discutiendo con...—no termina la pregunta. Pero sé de quien habla. Mi ceño se frunce al acordarme el por qué de aquella discusión.

—Antes de pedirte matrimonio había empezado a leer varios documentos que tenían que ver con la manada, me tomó días al fin poder sacar todos los documentos de la casa de mis padres.—respondo adquiriendo cierta seriedad que la toma un poco por sorpresa. Tenso ligeramente la mandíbula. —Y he de decir que eran muchos. Había empezado por cuántas familias—tanto licántropas, híbridas,humanas y otros seres  sobrenaturales—estaban bajo nuestro cuidado. Cada año se hace por decir así un conteo, y las cifras dieron datos bastantes extraños.

Su ceño se frunce y cierta preocupación pasa por su rostro.

—¿Por qué? ¿Qué decía?

Un suspiro sale de mis labios, bajo mi mirada a su cabello, aquellos largos mechones color arena con toques platinos danzan al compás de las frías brisas.

—Al parecer desde que mi abuelo tomó el control de la manada, las familias híbridas y de otros seres aumentaron en nuestro territorio.—respondo. —Y a medida que los años fueron pasando aquellos grupos fueron aumentando.

»Sin embargo cuando mi padre tomó el control, las cifras marcan que aquellos grupos se vieron reducidos. No mucho, pero sí lo suficiente para hacerlo sospechoso.
En ningún lado dice qué pasó con esas familias, algo todavía más sospechoso. Así que seguí  buscando más información, en cada documento mi mal presentimiento aumentaba, hasta que finalmente di con lo que andaba buscando; los documentos que contenían las cifras de cuando Paul tomó control sobre la manada. Y lo que vi fue...« 

Niego, tenso mucho más la mandíbula. Nunca había sentido tanto enojo en mi interior. Una caricia en mi mentón hace que un estremecimiento me recorra por todo el cuerpo.

—¿Qué aparecía en esos documentos?

Un nuevo suspiro sale de mis labios, un nudo se forma en mi garganta por el enojo y otros sentimientos.

—No sé si lo has notado pero en éste lugar no hay ningún híbrido.—digo sin apartar mis ojos de los suyos. —El grupo de híbridos era superior a las demás, casi era tan grande como los licántropos puros. Pero esa cifra se vio olímpicamente reducida. Cass, Paul hizo que se eliminara a todos los híbridos que hubiesen en nuestro territorio.

Sus ojos se abren, al igual que su boca. Y el desconcierto pasa por su rostro.

—¿Q-Qué?—balbucea sin dejar de verme fijamente.

—Paul mató a todo ser que fuese híbrido.—digo por fin. Sus ojos se abren mucho más. —No importaba si era mitad licántropo, para él aquello era ensuciar el Linaje. No le importó si eran niños o bebés, para él ése grupo era peor que la raza humana. Y lo más desagradable de todo, es que mis padres sabían de aquella injusticia.

El shock no sale de su rostro. Observo como todo su cuerpo se tensa y su mirada se oscurece.
Abre su boca pero la cierra y se levanta bruscamente dejandome un poco aturdido. Su cabeza se gira de un lado a otro como si estuviese escuchando algo.

“¡Cass!”

“¡Tía Cass!”

Me levanto igual de rápido que ella al escuchar el susurro llegar a mis oídos. Frunzo mi ceño, pareciera como si el bosque también tratara de escuchar el susurro, porque de pronto ha caído un silencio sepulcral.

“¡Tía Cass!”

Alannis...— susurra Cassandra e inmediatamente sus ojos cambian de color, al igual que sus colmillos se dejan ver por debajo del labio.

“¡Tía Cass!”

Mi pecho se hincha, y aquella sensación de protección que suele ocurrir cuando Aria está en peligro vibra en mi interior.

“Tía Cass. Ayúdame”

Sólo éso fue suficiente para hacer que Cassandra saliera corriendo a una tremenda velocidad. Reaccionando por instinto no tardo en correr en la misma dirección. Siento a Zurich inquietarse en mi interior, un gruñido bajo sale de mis labios al tener un muy mal presentimiento.

Sólo espero sea algo sin sentido.

◆◇◆◇

—¡TÍA CASS! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ!

Un escalofrío me recorre al escuchar los gritos desesperados de Alannis. Una ira casi desconocida para mi, vibra por todo mi cuerpo.

¡Cállate mocosa! ¡Odio criaturas tan sucias como tú!—la voz de mi madre llega a mis oídos. Su voz se escucha tan llena de frialdad y odio. Un gruñido mucho más feroz sale de mi labios.

—¡PAPÁ!

Cass y yo aumentamos la  velocidad, ambos guiados por el olor de Alannis y por su voz. Al instante que rodeamos la mansión nos detenemos bruscamente. Abro mis ojos ante la imagen en frente de mí. Paul está tirado en el suelo, un charco de sangre rodeándolo y un enorme agujero en su pecho; donde se supone debería de estar su corazón. Aria está tirada cerca de los primeros árboles que dan al bosque, no sé si muerta o inconsciente. Mi padre lucha en su forma loba con Gregory y mi madre sostiene del brazo, aunque mejor sería decir, que entierra sus garras en los brazos de Alannis.

Ésto no puede estar pasando.

—¡Maldita vieja!—gruñe Cassandra a mi lado. Un escalofrío me recorre al escuchar su voz distorsionada por el enojo. El mismo enojo que me recorre a mi.

*—¡Tienes que hacer algo, Liam!—gruñe Zurich en mi mente. —Ellos han lastimado a muchas personas. Tú sabes lo que tienes que hacer.

Y con eso cierra la conexión. Observo de un lado hacía otro no dando crédito a lo que está pasando.

«Tú sabes lo que tienes que hacer.»

Por supuesto que sé. Pero no es algo desee, juré nunca volver a utilizar aquel tono, aquel maldito tono.

—¡Te voy a matar! ¡Maldita vieja!—gruñe mucho más molesta Cassandra a mi lado.

No, no puedo permitir que Cassandra se manche las manos nunca más.

Sus ojos rojos se clavan en los míos, sisea furiosa cuando la detengo de atacar.

—¡Déjame! ¡La voy a matar!—gruñe con el rostro encendido de enojo. Clavo mi ojos en los suyos, al instante deja de forcejear y sus ojos se abren un poco, imagino que asombrados por mis iris.

Yo me encargo.

Aquella voz. Aquella bendita voz distorsionada y ronca se desliza por mis cuerdas vocales. Mis dedos lentamente sueltan su brazo y me parece haber sentido bajo mi tacto como su piel se estremecía.

Empiezo a caminar lentamente al lugar del caos. Los ojos negros de Alannis se clavan en los míos y me parece haber visto una pizca de miedo pero no estoy tan seguro.
Cierro mis ojos, lleno mis pulmones de oxígeno, y  siento aquel poder en mi interior.

Eres un monstruo. Los demonios son las escorias del mundo sobrenatural.—la voz de mi madre arranca un sollozo a la pobre niña que sostiene entre sus garras.
Abro mis ojos y todo mi cuerpo se tensa. Cada músculo de mi cuerpo es como si se hubiese convertido en piedra.

¡ES SUFICIENTE!

En el momento que aquellas palabras salen de mis labios todos se detienen, como si hubiesen sido congelados. Mi madre suelta a Alannis, el olor característico de la sangre llega a mis fosas nasales, varios hilos de sangre bajan por sus pálidos brazitos. Un gruñido furioso sale de los más profundo de mi ser, mi madre retrocede asustada, porque sabe que no puede hacer nada en contra de mí. Me acerco sin apartar mis ojos de ella, empieza a retroceder hasta llegar al lado de mi padre. Bajo mi mirada al cuerpesito de Alannis. Sus brazos sangran donde estuvieron las garras de mi madre, todo su cuerpo tiembla y lágrimas salen de sus ojos negros.

Lo siento, cariño.

Los ojos negros de Alannis se clavan en los míos y empieza a llorar mucho más. Me pongo de cuclillas, estiro mis brazos y acomodo su pequeño cuerpo entre mis brazos. Su sangre mancha toda mi camisa pero eso no me importa. Nada de eso importa.

E-Ella es mala.—solloza en mi pecho. Aquella opresión aumenta al igual que aquella sensación de protección.

—Lo sé pequeña. Ella ya no le hará daño a nadie más.

Me acerco hasta donde está Cassandra quien no deja de ver a Alannis en mis brazos. Sus colmillos ya no se dejan ver bajo su labio, pero sus ojos siguen igual de rojos, igual de furiosos. Sube su mirada y la clava en la mía. Lágrimas de impotencia se acumulan en sus ojos.

Todo va a estar bien.

Ella asiente y estira los brazos para agarrar a Alannis, la ayudo a que se acomode ya en sus brazos.

—Busca a Aileen. Esas heridas no sanaran por sí solas.—le digo mientras observo fijamente su rostro. Su ceño se frunce en desacuerdo y sus ojos se entrecierran un poco. —Ve, Cass. Alannis te necesita.

—Ten cuidado.—murmura sin apartar su mirada de la mía. Asiento y mi mano acaricia su mejilla. Bajo mi mirada al rostro pálido de Alannis, trato de reprimir un nuevo gruñido.

—Yo me encargo. Vayan.

Cass me da una última mirada antes de salir a una tremenda velocidad de aquí, imagino que rumbo a su cabaña. En el momento que ya no logro sentir su aroma cierro mis ojos y aquel poder bulle en mi interior, hierve como la mismísima lava.

*—Ve con mi mate, tu hija te necesita.—ordeno por medio de la conexión que comparto con Gregory.

*—¡No! No pienso dejarlo aquí.—gruñe de vuelta.

*—No te estoy preguntando, te lo estoy ordenando.—utilizo el tono Alfa. Cierro la conexión y observo como aquel lobo con pelaje gris se va bastante malhumorado en dirección donde está la cabaña de mi mate.

Un silencio terrorífico se ha apoderado de aquel lugar, las brisas heladas traen el olor metálico de la sangre. Escondo ambas manos en los bolsillos de mi pantalón y respirando profundo me enfrento a dos de la tres personas que se han encargado de hacer de mi vida un infierno, dos porque uno ya ha sido asesinado por las manos de mi mate.

Mi madre tiene los ojos de un brillante dorado, de sus largas garras gotea la sangre de la pequeña demonio, todo su cuerpo se encuentra tenso, en una clara posición defensiva. Mi padre está a su lado, unos pantalones y una camisa sin abotonar es lo único que viste. Sus ojos turquesa—característico de un McCartney—brillan furiosos. Al igual que mi madre todo su cuerpo está tenso, como si esperara que los fuera atacar.

Haré algo peor que eso.

A unos diez pasos de ellos me detengo. Intercambio mi mirada de uno al otro. Trato de buscar en mi interior algo que me detenga de hacer lo que estoy apunto de hacer, pero no, no encuentro nada. Lo único que encuentro son recuerdos, recuerdos de sus constantes humillaciones, acusaciones y desprecio hacia mi persona. No sé porqué no puedo odiarlos, simplemente no puedo. Pero eso no significa que vaya a dejar que lastimen a mi mate o las personas importantes de ella. No más. Sophia White y Marcus McCartney han ocasionado mucho daño, y ni siquiera la muerte es suficiente para ellos.

Exilium.

En el momento que ése simple susurro sale de mis labios, sus gritos desgarradores empiezan a salir desde lo profundo de su ser.

—¡NOOO! ¡NO!

—Yo, Liam McCartney Alfa de la manada McCartney los destierro de la manada. Ambos nunca serán capaces de volver a ésta manada o alguna otra.

»Porque si vuelven a éste lugar o tocan a alguien de esta manada—lobo o no—se les condenará a muerte. Vivirán con la vergüenza de ser un exiliado, vivirán rondando el mundo sin ningún lugar de pertenecía, nadie tendrá compasión por ustedes así como ustedes no lo tuvieron por nadie.« 

Sus rostros se contraen de dolor, imagino que por la marca que se está formando en alguna parte de sus cuerpos. La marca que dice que son unos exiliados.

Largo de mi manada. ¡Ahora!

Ambos se transforman en lobos, débiles empiezan a correr fuera del territorio que pertenece...que me pertenece. Sus pelajes tan opuestos se pierden en la lejanía. Frunzo mi ceño al sentir un ardor en mi antebrazo, bajo mi mirada al brazo izquierdo, dos líneas negras se forman en el. Dos líneas que marcan que he desterrado a dos de mi manada.

Me he liberado de dos de mis demonios. Y nunca había sentido tanto alivio en mi interior.

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