Capítulo 35.
*—Lo siento...
Observo afligido y con cierta inquietud nuestro reflejo. Un reflejo que se ve un poco borroso, pero que se pueden notar muy bien aquellos...ojos.
Los ojos de un monstruo.
*—No se disculpe, mi señor. Supongo que uno se llega acostumbrar.
No. Uno no se acostumbra, simplemente se resigna.
*—Lo siento, Gregory. Te he convertido en un monstruo...igual que yo.
Un gruñido por su parte hace que aparte mi mirada de aquella superficie de hielo.
*—¡No es ningún monstruo!—gruñe molesto. Sus orejas se alzan y sus dientes se dejan ver, amenazantes. —Sí, ambos tenemos los ojos diferentes a los demás. ¿Y qué? ¿Acaso éso nos hace alguien inferior a los demás?
Aparto mi mirada de aquel furioso lobo y la clavo nuevamente en aquella superficie. Una brisa un tanto helada pasa alborotando nuestro pelaje.
«—Eres un monstruo.»
Casi puedo escuchar la voz de mi madre. Esa era su frase cada vez que trataba de acercarme a ella, cada vez que deseaba que me viera con amor en vez de odio.
Pero sé que es algo imposible, ella no veía con amor a nadie más que no fuese a sí misma. Sin embargo no la puedo culpar, nadie está obligado amar a un hijo defectuoso, como ella solía llamarme. Nadie está obligado regalarle cariño a una persona que tiene una maldición en sus ojos. Pero como deseaba que ella hubiese sido la excepción.
Cuanto lo había deseado.
*—¿Señor?—la voz de Gregory me saca de mis pensamientos. Alzo mi mirada y la clavo en aquellos ojos muy parecidos a los míos. —¿Cómo hago para hablar con mi lobo?
Kiev.
Cuando Gregory estaba sufriendo la transformación logré escuchar la conversación de Zurich y el lobo de Gregory. Al parecer ambos son íntimos amigos, nada bueno a decir verdad.
*—Cuando tu quieras, sólo trata de visualizar una conexión o una puerta.—respondo.
Gregory se queda en silencio, imagino que tratando de comunicarse con su lobo. Aprovecho para ver a mi alrededor, aquel lago congelado se extiende por varios metros. El mismo lago donde rechacé a Cass.
«—Yo, Liam McCartney te rechazo a ti...»
Todavía recuerdo nítidamente su expresión de dolor. Aquellas lágrimas que bajaban por su hermoso rostro. El dolor que sentí en mi interior al rechazarla.
Sin embargo mi rechazo fue literalmente ignorado, porque ella ahora es mía y yo soy suyo.
*—¿Nos vamos?—interrumpe mis pensamientos la voz de Gregory. Alzo mi mirada y la clavo en él.
*—¿Pudiste hablar con tu lobo?—le pregunto mientras ambos empezamos andar hasta el lugar que estábamos anteriormente.
*—Sí. He de decir que Kiev es...interesante. Tiene un sentido de humor bastante raro.
*—Lo sé, conversé con él un momento. Momento suficiente para darme cuenta que está igual de loco que Zurich.
*—Eso sí que es raro.—responde. Ambos abandonamos la conversación y subimos nuestras paredes mentales.
Esquivando aquellos frondosos árboles, empezamos a correr a gran velocidad por ese oscuro y silencioso bosque. Un estremecimiento me recorre al percibir el aroma de Cassandra.
Fresas.
Aquel aroma que me a hecho adicto a él. Así como también me he hecho adicto a sus ojos y a sus labios. Sólo verla hace que ser lo que soy, valga la pena.
◆◇◆◇
—¡Vaya!—exclaman ambas cuando nos ven salir del bosque ya vestidos. Frunzo mi ceño molesto y trato de estirar la camisa, que se adhiere mucho a mi cuerpo.
Los ojos de Cassandra no pierden detalle alguno de mis movimientos, sobre todo de los brazos.
—¡Demonios, Gregory! ¡Aria estará encantada con tu nuevo cuerpo!—exclama Aileen mientras palmea fuertemente la espalda de Gregory. Observo de reojo al Elfo sin detener mi acción de estirar un poco aquella camisa.
Si ya de todos modos el Elfo era bastante fornido, ahora es mucho más. Sus puntiagudas orejas siguen intactas y sus ojos lastimosamente tienen la misma característica de los míos. Sus facciones se vieron ligeramente alteradas. Normalmente los Elfos son atractivos y tienen facciones un poco mas delicadas. En cambio los hombres lobo tienen las facciones más fuertes, eso nos ayuda a—por decir así—atemorizar y engatusar. Las mujeres se verían cautivadas por nuestro físico y los hombres se verían atemorizados o desafiados.
Sin embargo no deja de ser un camuflaje. Un “algo” que nos ayuda a la hora de cazar nuestra presa. En todo el sentido de la palabra.
—¿Liam?
Rápidamente salgo de mis pensamientos al percibir aquella melodiosa voz, que pertenece nada mas y nada menos que a mi mate.
Mía.
Frunzo mi ceño por aquel pensamiento tan posesivo.
—¿Estás bien?
Meneo mi cabeza tratando de aclarar mi mente. Mis ojos rápidamente buscan una de mis perdiciones, aquellos hermosos ojos esmeralda.
—Sí.
Un ceño fruncido aparece en su bello rostro.
—¿Estás seguro?—su ceja no tarda en alzarse como suele ocurrir cuando no me cree algo de lo que digo. Cass sería una buena madre, nadie sería capaz de llevarle la contraria.
«Cuando te cases con tu mate.»
Siento mi cara lentamente arder. Sus cejas se alzan al ver mi rostro cada vez más rojo.
—Gr-egory. ¿Nos vamos?
Cassandra frunce el ceño confusa e intercambia su mirada de mí, hasta el Elfo.
—¿A dónde van?
Le doy una mirada rápida a mi futuro Beta a que me ayude a salir de tremendo aprieto.
—Tiene que enseñarme el pueblo.—interviene rápidamente. —Y así empiezo a ver cuál es mi trabajo.
Cass frunce más el ceño y nos observa desconfiada, Aileen se ríe entre dientes al darse cuenta de la clara mentira.
Le hago una seña a Gregory para que avance, el cual se despide de Aileen y Cassandra rápidamente.
Clavo mi mirada en aquellas bellas gemas color esmeralda, involuntariamente muerdo mi labio inferior y me acerco un tanto inseguro. Sus ojos no dejan de observarme fijamente, observando mis movimientos. Respiro profundo armandome de valor, llevo una de mis manos a su mejilla. Su piel se siente tan cálida y suave bajo mi tacto. Mi mirada cae sin poder evitarlo en aquellos deliciosos labios sabor a fresas.
Quiero besarla.
—¿Liam?—su susurro hace que mi mirada se clave en sus ojos.
—L-o siento.
—¿Por q...
No dejo que termine de hablar o de formular aquella pregunta, porque le robo un beso. Un beso que me permite saborear los cálidos y suaves labios de mi mate. El delicioso sabor a fresas que suele tener en sus labios no tardo en sentirlo.
Me aguanto las ganas de gruñir, algo que tomó mucho de mi auto control. Es increíble lo suaves que pueden ser aquellos labios. No fue un beso posesivo o lleno de deseo. No me gustaría que Cassandra piense que soy un insensible.
—Es un secreto...—susurro sobre sus labios. Un suspiro sale de sus labios y lentamente nos separamos, sé que mi rostro debe estar de un intenso rojo. Sus párpados lentamente se abren dejando ver aquellos magníficos ojos.
Cuando su mirada se encuentra con la mía un estremecimiento me recorre desde la punta de los pies al último centímetro de mi cuerpo. Su rostro lentamente se sonroja, sorprendiéndome. Sin embargo al ver aquella mirada brillante e intensa, sólo provocó que mi sonrojo aumente.
—D-Debo de irme.—digo avergonzado. Su ceño se frunce un poco, pero volviendo a tomarla por sorpresa le doy un pequeño beso en los labios, dejándola desconcertada. Rápidamente me pongo a la par de Gregory y ambos salimos de aquel lugar.
*—¡Ese es mi muchacho!—festeja Zurich en mi interior. Su estruendosa carcajada resuena en mi interior, como si fuese algún eco. —Ahora sólo falta que...
Cierro aquella conexión cuando comprendo hacia donde van sus malintencionados comentarios. Claro. No sin antes escuchar aquella burlona carcajada.
—¿Ha-cía dónde vamos, Alfa?
La voz de Gregory me saca de mis pensamientos. Observo de reojo sus orejas rojas y como aparta la mirada avergonzado.
Demonios.
Si ya de todos modos es raro que un hombre se sonroje, es todavía más raro que dos lo hagan.
—A un lugar muy importante.—respondo tratando de controlar al desquiciado que tengo por corazón. Gregory no opina nada más y agradezco aquello en silencio.
«Un lugar que sea el testigo del nacimiento de tus hijos, un lugar dónde puedas liderar a tu manada. Pero sobre todo, un lugar que sea el testigo del amor de ambos.»
Eso espero abuelo, eso espero.
◆◇◆◇
—¡Que mansión!—exclama asombrado Gregory a mi lado. Pero yo no puedo apartar mi mirada de aquella casa. Aquellas extrañas flores violetas siguen igual de hermosas regadas por todo el enorme jardín y rodea la casa. El color oscuro, la madera barnizada de sus paredes se ven impolutas, como si no hubiese pasado tantos años sin dueños.
«—Abuelo, ¿por qué existen los mates?»
Todavía puedo recordar su mirada brillante y triste. Su voz con aquel tono ronco y pausado, llena de paciencia.
«—Porque todos necesitamos a la mitad de nuestras almas. Aquella persona que hará de nuestras vidas más felices.»
Era demasiado pequeño para comprender aquella mirada y aquel anhelo con el que mi abuelo había hablado. Incluso no comprendía para qué existían los mates, pero ahora lo comprendo.
Debiste sentirte muy solo, abuelo.
—¿Alfa Liam?
Cierro mis ojos aguantando aquel extraño nudo que de pronto decidió formarse en mi garganta. Abro mis ojos, encontrándome con los—ahora—ojos de diferentes tonos de Gregory.
—¿Está bien?—pregunta con un expresión bastante preocupada.
Un suspiro sale de mis labios, siento como si algo no permitiera que el oxígeno pase normalmente. Asiento en su dirección, busco en los bolsillos de mi pantalón aquella llave. La observo por un momento en mi mano, la cabeza del lobo plateado brilla bajo los escasos rayos de sol.
«Aquella llave abrirá la puerta que pertenecerá a tu futuro hogar.»
Cierro mi mano y los picos de la llave pinchan un poco mi palma. Avanzo lentamente a la puerta de madera oscura. Con el pulso acelerado por lo que vaya a encontrarme, introduzco la llave en el cerrojo. Con un simple “clic” aquella pesada puerta se abrió, chirriando un poco.
Cierro mis ojos y vuelvo a bloquear aquel nudo. El olor que solía percibir en la persona mas importante de mi vida llega a mis sentidos dejándome aturdido. Abro mis ojos, y vacilante avanzo encontrándome primero con la enorme—y cómoda—sala de estar. Las paredes blancas, los muebles negros barnizados, los cuadros que representan los recuerdos del amor de mis abuelos, y alguno que otro de mi infancia y de Aria. Todo está tal y como lo recuerdo.
He llegado a mi hogar.
Ni siquiera cuando llego al sótano en el que todos estos años había estado viviendo, ni tampoco cuando entraba a la enorme mansión de mis padres, sentía aquella sensación de pertenencia.
—¿A quién pertenece ésta mansión?—pregunta Gregory a mi lado.
—Era de mi abuelo.—murmuro un poco distraído. Mi mirada no abandona ningún detalle de aquel lugar.
—¿Y quién vive en ella?
Suspiro, clavo mis ojos en aquellos idénticos a los míos, lo observo en silencio por un largo tiempo.
—Nosotros.—respondo al final.
El ceño de Gregory de inmediato se frunce y me observa confundido.
—¿Nosotros?—pregunta cada vez más confundido.
Asiento y le doy una distraída mirada a mi alrededor. Todo está limpio, acomodado y en perfectas condiciones.
—Tú, Alannis, Aria, Aileen, el futuro mate de Aileen...—murmuro sin dejar de ver a mi alrededor. Mis ojos vuelven a caer en los suyos. —Cassandra y yo.
Su ceño de frunce mucho más y luego sus cejas se alza, abre sus ojos como platos, una expresión de asombro y un tanto sorprendida se abre paso en su rostro.
—¿Pi-piensa pedirle...
—Sí.-respondo seguro. —Pienso pedirle matrimonio a Cass.
Un silencio bastante sepulcral cae sobre nosotros. El Elfo no deja de verme sorprendido y casi podría decir que incrédulo.
—Pero antes de pedirle matrimonio, debo preparar algunas cosas.—rompo aquel silencio. Los ojos del Elfo no dejan de verme en shock. —Y espero tú me ayudes.
Gregory parpadea, quita aquella expresión de su rostro. Aquellos ojos brillan determinados.
—Cuente conmigo.
Muy bien. Ahora sólo me falta contar con la Beta de mi amada.
Y que Cass acepte.
◆◇◆◇
—Está de un muy mal humor.
Los ojos violetas de Aileen brillan divertidos. Toma el café sin azúcar que hace un momento dejó una humana—que trabaja en ésta cafetería—en nuestra mesa y le da un sorbo.
Muevo distraídamente el vaso con agua helada en mi mano.
Nunca esperé decir ésto pero que complicado es organizar un proposición. Como si fuese poco Cassandra ha estado más a mi lado que de costumbre—y aunque no me moleste—es difícil organizar una sorpresa, si la beneficiada de ella me observa como si le escondiera algo. No sé qué la tiene así, pero sé que si le pregunto todo jugará en mi contra y quien le termine contando todo seré yo.
—Lo siento.—murmuro. Aileen me observa por encima de la taza de café. Baja la taza y cruza los brazos a la altura del pecho.
—¿Cuándo piensas pedírselo? Es cada vez más difícil mantener a Cassandra despegada de ti, creo que me está empezando a odiar.—dice, seguido de un bufido. Menea la cabeza divertida. —Cassandra es una celosa y posesiva de primera.
Asiento sin dejar de ver el cristal transparente del vaso que tengo en las manos. Me he percatado lo celosa que puede ser mi querida mate. Pero nunca pensé que me iba a tomar tres días poder organizar la sorpresa. Y eso que Aria—Gregory
y Aileen—han decidido ayudarme.
—¡Aquí están!
Aquella voz delicada, que reconozco inmediatamente como la de mi hermana hace que mi mirada se alce. Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos turquesa brillan felices. Viene de la mano de Gregory.
Nunca esperé volver a ver aquella felicidad en sus ojos.
La parejita se sienta a nuestro lado y nos saludan a ambos.
—¿Y bien? ¿Para qué nos llamaste, Liam?—pregunta Aria a mi lado. Me remuevo incómodo al sentir tanta atención puesta en mí y trato de sonar firme; que inútilmente consigo.
—Oc-cupo de su ayuda.
Los tres me observan sin entender. Trago saliva y carraspeo un poco mi garganta, mientras me armo de valor.
—Ocupo escoger el anillo y mi traje. Pienso pedírselo hoy.
Las sonrisas de mi hermana y de Aileen provocan que me recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. Los pelillos de mi nuca se erizan. Un muy mal presentimiento.
—Será un placer.—responden al unísono.
Por Zeus.
Sólo espero no me arrepiente de pedirles ayuda.
◆◇◆◇
—¡Bienvenidos sean a joyería Zidane! ¿En qué podemos ayudarlos?
Observo fijamente aquella esbelta sirena. Para muchos es extraño ver una sirena fuera de su hábitat que seria el agua, hay incluso unos que dicen que aquello es imposible. Sin embargo eso es sólo un mito, tanto como el mundo mortal ha ido cambiando y ajustándose a la nuevas costumbres—y tradiciones—nosotros también.
—Necesito un anillo de compromiso.—respondo incómodo cuando los ojos celestes—demasiados brillantes a decir verdad—de aquella sirena me observan fijamente. Su sonrisa se ensancha y asiente enérgica.
—Acompañeme. Creo tener lo que necesita.
Y así como apareció, desapareció.
—Te esperamos en la tienda.—dice Aileen antes de desparecer junto con Aria y Gregory. Observo un tanto perdido a mi alrededor. Varios anillos brillantes de oro, plata, con pequeños—y grandes—diamantes, otros simples sin nada demasiado ostentoso.
Por todos los Dioses, ¿y ahora cómo se supone que escoja uno de tantos?
—¿Señor?
Alzo mi mirada sorprendido, el rostro hermoso—y delicado—de la sirena se deja ver por una pequeña puerta. Más bien parece un pasadizo.
Frunzo mi ceño un poco desconfiado cuando me hace señas a que entre.
¿Entro? o ¿No entro?
—¿Señor?
Entro.
A paso lento e inseguro acompaño a la joven sirena por aquel pasadizo. Bajo un poco la cabeza al pasar, ya que es un poco pequeño. Al instante que entras pasas a otra habitación, sólo que más deslumbrante.
—¡Vaya!—exclamo asombrado por las brillantes y hermosas piedras que adornan a los anillos. Perlas, diamantes pequeños—y grandes—de todo tipo de color existente, algunos zafiros, esmeraldas...
—¿Y bien? ¿Alguno que le guste en particular o que le llame la atención?
Veo a mi alrededor, todos aquellos hermosos anillos. Aunque a decir verdad todos son muy parecidos.
¿En que me metí?
—No sé...—susurro confundido.
Danielle, es lo que leo en la plaqueta que tiene su uniforme, me regala una sonrisa. Y sus ojos no dejan de verme fijamente.
Que incómodo.
Aparto mi mirada de ella y veo hacia todos lados. Pero entre mas anillos veo, más se me dificulta escoger.
—Creo tener lo que buscas.—su voz hace que mi atención se fije en ella. Se acerca a un mueble que es de vidrio, y que no había visto anteriormente. Lo abre con una pequeña llave dorada y saca una pequeña caja negra de terciopelo. Le pasa el dedo encima del material, cierra nuevamente y deja la caja encima del mostrador. No la abre, sino que la deja encima y se aleja. Curioso me acerco y con dedos temblorosos abro aquella caja.
Por todos los Dioses.
Mis manos tiemblan al agarrar aquella caja mientras la acerco más a mi rostro.
Un diamante de color esmeralda, casi podría decir que del mismo tono de los ojos de Cassandra—y lo sé por las tantas veces que he visto aquellos ojos que me encantan—en el centro del diamante varios tonos turquesa juegan con el esmeralda. Cuatro garras sostienen el diamante, para despues entrelazarce entre ellas y formar un perfecto aro. Todo el anillo es bañado, no en oro ni en plata, sino en titanium. Pero lo interesante es que no pareciera de ése material, pareciera hecho de plata.
—Es...perfecto.—susurro impresionado. Llevo mi mano al lado donde se supone que debe estar mi corazón, el cual ha empezado a desquiciarse.—¿Pu-edo grabar algo en el anillo?
La chica sonríe y asiente.
Lo he encontrado.
◆◇◆◇
Frunzo mi ceño y veo a ambos lados tratando de encontrar a mi hermana o a Aileen. Mi cuerpo de un pronto a otro se tensa y un escalofrío me recorre erizando los pelillos de mi cuerpo. Aquella mala sensación como si alguien te vigilara. Y muy de cerca.
—¿Alfa Liam?
Y como si fuese posible mi cuerpo se tensa mucho más. Lentamente me doy media vuelta, y lo primero que veo son aquellos benditos ojos.
—Hola, soy Evangeline Walker.
¿Walker?
—Perdón si le incómoda mi presencia. Sólo quería saludarlo, Alfa Liam.—dice mientras me regala una enorme sonrisa, que sólo hace que mi incomodidad aumente.
Sus ojos.
«—¡LIAM!»
«—¡NO!»
Retrocedo asustado. La sonrisa de su rostro se borra y me observa confusa.
«—¡NO!»
—¿Ocurre algo?
Niego y retrocedo un poco más. Respiro profundo y trato de tranquilizarme; que inútilmente consigo.
—P-erdón. T-Tengo que irme.—balbuceo torpemente. —Un placer conocerla.
Y como si el mismo diablo me viniera acechando salgo a toda velocidad de ahí.
«—Soy Evangeline Walker.»
Maldita sea.
Todavía puedo sentir aquellos ojos amarillos clavados en mi espalda.
Ésto no me gusta nada.
◆◇◆◇
Tú puedes.
Tú puedes.
Cierro mis ojos, meto ambas manos a los bolsillos de mi pantalón de vestir, mis manos no dejan de temblar, y hace mucho desistí de calmar el ritmo eufórico de mi corazón.
Todo va a salir bien.
Sí, todo va a salir bien.
*—Oye.—la voz de Zurich me toma por sorpresa. —Tu abuelo estaría muy orgulloso de ti. Y no porque hagas lo que él dejó dicho en aquella carta. Sino porque estás permitiéndote al fin ser feliz. Te lo mereces, Liam.
Me quedo en medio del bosque, bastante sorprendido a decir verdad.
*—Gracias, Zurich.—respondo cuando al fin me logro recomponer del asombro.
Cierro toda conexión, subo mis paredes mentales para que nadie decida interrumpir. Saco las manos de mis bolsillos y las empiezo a retorcer impacientemente. Mi mirada cae en los gemelos que Cassandra me regaló para la vez que me presenté ante la manada.
Siento como si hubiese pasado un año.
Es increíble como tantas cosas que han pasado, como mi vida monótona y gris, pasó a ser una más alegre. Y todo se lo debo a una persona, persona que hoy quiero decirle lo mucho que significa para mi.
Aquí vamos.
Cierro mis ojos al escuchar el sonido de una ramita quebrarse. Todo mi cuerpo se tensa y el latir de mi corazón se altera mucho más.
—¿Liam?
Un estremecimiento me recorre al escuchar aquella voz. La voz de la persona que impacientemente he esperado. Armandome de valor—y respirando profundo—me doy media vuelta.
Por todos los Dioses.
¿Cómo puede aquella mujer ser mi mate? ¿Cómo es posible que aquellos ojos me estén viendo a mí? ¿Cómo puede hacerme sentir el hombre más dichoso del mundo sólo por una simple mirada?
Observo detalladamente aquella hermosa chica en frente de mi. Sus largas y esbeltas piernas están tapadas por un vestido que supongo es de seda—pura casualidad—de un esmeralda pálido. Se moldea a su cuerpo, haciéndola ver muy hermosa. Unos tacones grises—del mismo tono de mi traje—hace verla alta. Su largo cabello arena con aquellos toques platinos están recogidos en un—desconocido para mi—recogido, que hace ver su rostro más delicado. Observo embobado aquellas largas pestañas, aquella respingona nariz, sus labios rojos—que me provocan besar—y aquellos ojos...brillantes y hermosos. No sé quién la peinó, tampoco sé el nombre del diseñador—o el nombre de la tela—de aquel vestido. Pero los alabo y les agradezco en mi mente. Han hecho que la belleza de ella, se vea multiplicada por un millón.
Una sonrisa lentamente se abre paso en su rostro. Aquella sonrisa que fácilmente hace enloquecer mi corazón.
—¿Y todo ésto?—pregunta una vez se ha acercado lo suficiente. Sus ojos no dejan de ver maravillados todo a mi alrededor. Doy una mirada rápida, cerciorandome que todo esté en orden. Puse miles y miles de velas en el lago, iluminando así todo el lugar y que forman varias figuras interesantes. También formé un corazón con otro tipo de velas, unas que tienen forma de rosas y que la llama es de un pálido esmeralda.
Sus ojos se clavan nuevamente en mí y la verdad, el valor que habia reunido se ha ido al garete. Pero no voy a echarme para atrás, así se lo pida entre balbuceos o tartamudeos.
—E-En éste lugar t-te rechacé.—comienzo. Rápidamente siento mis orejas y mi rostro enrojecer. Hago acoplo de todo el valor que me queda para mirarla a los ojos. —E-Espero me permitas en éste mismo lugar rectificar aquella confesión.
La sonrisa de Cassandra se congeló en su rostro y me observa como en shock. Me acerco un poco más. Creo escuchar su corazón latir como desquiciado.
O tal vez es el mío.
—N-No sé cómo la Diosa Luna nos puso a ambos como mates, supongo que es un misterio.—mis ojos de diferentes tonalidades no se apartan de los suyos. —Yo estaba muy solo y mis demonios lentamente se estaban apoderando de mi cordura, pero entonces llegaste tú. Desafíandolos y desafíandome a mí.
»Apareciste de pronto, como si hubieses sido mandada para ser mi ángel o mi salvadora.
No puedo explicar con palabras exactas lo que siento, disculpa que sea tan tímido o cobarde.
También discúlpame porque creo que ya no soy capaz de compartirte con nadie. Te metiste en mi corazón, sin permiso de nadie, simplemente lo hiciste. Y no sabes lo mucho que me alegra que lo hayas hecho.«
Trago saliva y llevo una de mis manos a su mejilla, donde muchas lágrimas bajan libremente por él.
—Li-Liam...
—N-No seré el mejor de los mates, pero prometo intentarlo y hacerte feliz.—respondo sin darle tiempo de hablar, temo que el valor que reuní se vaya. Bajo mi mano de su mejilla y la introduzco en mi bolsillo. Mis dedos sienten el terciopelo de la caja. Con la mirada clavada en aquellos ojos que amo día a día, lentamente pongo una rodilla en el suelo. Mi corazón palpita tan deprisa que es un poco doloroso y mis manos tiemblan al sostener la caja frente a ella, pero no pienso retractarme.
Ya no.
—M-Mi corazón a partir de hoy pertenecerá sólo a ti.
Sus manos igual de temblorosas cubren su boca, y muchas mas lágrimas bajan por su mejilla al observar el anillo que deslumbra bajo la luz de todas las velas que con mucho esfuerzo coloqué para ella.
—Cassandra Balck D'Buonarroti...¿Harías el honor de casarte conmigo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro