Capítulo 33.
Dedicado a:
☆AlChifflet01
....
Observo con cierta impotencia como aquellas cascadas de lágrimas bajaban libremente por el rostro de Aria. Sus temblorosas manos trataban de borrarlas pero cada vez parecían agarrar más fuerza. Todo mi cuerpo se tensa cuando aquellos ojos turquesa—típico de un McCartney—se clavan en los míos. Reprimo un gruñido al ver aquella tristeza albergada en su mirada.
—Ell-os no van a permitir que él se quede...—dice con un tono de voz débil, seguido de un sollozo. —Mi mate me va a rechazar.
Y aquella impotencia se intensifica al ver como nuevas lágrimas salen de sus ojos.
—Eso no va a pasar.—murmuro. Levanta la mirada de inmediato y la clava en mi rostro. Limpio algunas de sus lágrimas.
—¿Q-ué piensas hacer?—pregunta preocupada al ver y escuchar, la determinación con la que hablé.
Buena pregunta.
Aparto mi mirada al sentir la intensidad de au mirada,le doy un rápido vistazo a la habitación de Aria. Desde mis trece años no volví a pisar ésta habitación, mi madre se encargó personalmente que eso no pasara.
—No quiero que te metas en problemas por mi culpa, Liam.—su murmullo me saca de mis pensamientos. Escondo ambas manos en los bolsillos de mi pantalón, y trato de tranquilizarme. Aquella ira que anteriormente sentía no ha disminuido y eso no es nada bueno.
—Eres mi hermana, Aria.—digo en un tono bajo sin apartar mi mirada de ella. —Seas hija o no de mi madre, aún así no fueses hija de mi padre, eres mi hermana.
»El abuelo me hizo jurarle que iba a protegerte. Y eso es lo que pienso hacer. Sé que no he sido el mejor de los hermanos, y pueda que te avergüences de mí pero éso es algo que no puedo evitar. Desde la primera vez que papá te trajo y te vi, supe que iba hacer lo imposible por protegerte. Aquel sentimiento protector sólo ha ido aumentando a lo largo de los años.«
Los ojos de Aria están un poco más abiertos, por la impresión, supongo.
Bueno, por lo menos dejó de llorar lo que es bastante bueno. Ya que no sé cómo consolar a alguien que llora, es bastante incómodo.
—Además, Zurich es demasiado sobreprotector contigo.—digo ganandome un sonrisa por parte de ella.
—Galie dice que ambas somos muy afortunadas.—responde con una pequeña sonrisa en su rostro. —Por tenerlos a ambos en nuestras vidas, ya que para ella Zurich es como si fuese ése hermano mayor que tú eres para mí.
Aparto mi mirada avergonzado. Siento mi rostro lentamente arder, y no tengo que ser un genio para saber que mis orejas están rojas. La melodiosa risa de Aria llena toda la habitación, y eso sólo provoca que mi sonrojo aumente.
—Desde que éramos pequeños siempre te sonrojabas cuando te abrazaba o te daba algún beso en la mejilla. Veo que eso no ha cambiado.—dice con cierto tono nostálgico y divertido.
Respiro profundo, aclaro discretamente mi garganta, mi mirada sigue recorriendo su habitación hasta que se topa con un portaretrato.
Uno que está encima de un mueble lleno de libros que llega hasta el suelo.
Dejándome llevar por la curiosidad camino hasta él, lo observo por unos segundos y lo tomo entre mis manos. Una pequeña sonrisa triste y nostálgica se abre paso en las comisuras de mis labios.
El abuelo, Aria con por lo menos unos cinco años y yo junto a ella; con unos diez o once años aproximadamente. Los tres estamos en el jardín de la mansión que pertenecía al abuelo y a la abuela. A nuestro alrededor hay unas hermosas flores violetas, que nunca supe cómo se llamaban. Tanto Aria y como yo sonreímos con aquella felicidad infantil mientras somos abrazados por los enormes brazos de mi abuelo.
—¿Lo extrañas?—susurra a mi lado. Le doy una mirada de reojo, vuelvo mi mirada a la foto. En ése entonces los iris de mis ojos eran muchos mas llamativos, como si algo iluminase cada motita de aquellos ojos de diferentes tonalidades.
—Demasiado.
Siento una presión en mi hombro, el aroma de mi hermana no tarda en envolverme. Su largo cabello negro cae en mi hombro, ya que su cabeza está sobre él.
—Yo también lo extraño.—dice sin dejar de ver la foto que tengo en la mano. —Extraño su peculiar sentido del humor, sus grandes brazos que me daban los mejores de los abrazos.
»Su ronca risa al verme toda enojada cuando algo no salía como yo quería. Su ceño fruncido cada vez que un chico trataba de acercarse a mí, y eso que sólo tenía diez años.
Extraño sus sabias palabras, como él siempre sabía qué decir. La severidad de su mirada cada vez que mi padre—o Sophia—trataba de apartarme de ustedes.
Realmente lo extraño muchísimo.«
Llevo mi mano izquierda a su hombro el cual se sacude por las nuevas lágrimas que salen de sus ojos y mojan mi camisa, importandome poco que lo haga. Trago aquel nudo que se ha formado en mi garganta, dejo el portaretrato nuevamente en el mueble y envuelvo mis brazos alrededor de mi hermana. Ella no tarda en devolverme el abrazo fuertemente.
—Lo perdí a él, casi te pierdo a ti y ahora voy a perder a mi alma gemela....—sus sollozos no dejan que continúe hablando.
Respiro profundo, su dulce aroma me envuelve y de alguna forma consigue aplacar un poco la ira que bulle en mi interior.
—No lo vas a perder, Aria. No lo voy a permitir.
Lo juro.
Así mi madre y mi padre me odien más en el proceso, no voy a permitir que le arrebaten la última pizca de felicidad a mi hermana. No lo voy a permitir.
«—Protege a tu hermana, Liam.»
Lo prometo abuelo.
Te lo prometí, y cuando prometo algo lo cumplo. No voy a permitir que el egoísmo y el odio de mis padres se vea influenciado en el corazón puro de Aria.
Así tenga que volver a utilizar aquel tono.
◆◇◆◇
Observo el rostro petrificado de Gregory y sus ojos verdes me ven claramente sorprendidos.
—No es obligatorio que me respondas en éste momento. Piénsalo y cuando creas oportuno me haces saber tu respuesta.—digo sin apartar mi mirada de él, y por el ligero tono mandon que pude percibir en mi voz, imagino que sabe la respuesta que deseo.
*—Si no acepta es porque es un estúpido.
*—Zurich.—advierto. —Él está en todo su derecho de rechazarla. No es un lobo, él no comprende el vínculo de mates.
Un gruñido molesto es su respuesta. Cierro aquella conexión y mi mirada no tarda en buscar a mi perdición. Aquellos hermosos ojos esmeralda que se encuentran un poco oscurecidos me observan con tanta intensidad que me provoca un estremecimiento en todo el cuerpo.
—¿Y Aria?
Gregory a su lado se tensa un poco pero no dice nada.
—Está algo triste. Cree que mis padres la separarán de su alma gemela.—respondo sin apartar mi mirada de ella pero no dejo de ver se reojo al Elfo.
Cass supira, su entrecejo se frunce ligeramente, sus ojos se oscurecen un poco más como si estuviera teniendo pensamientos muy desagradables. No aparto mi mirada de ella, y ella tampoco la aparta. Ambos nos sostenemos la mirada por unos segundos pero su mirada se corre ahora a los ojos verdes del Elfo.
—Deberías hablar con ella, Gregory.—dice mientras suaviza un poco su expresión. —No tomes tu decisión basada en lo que opinen sus padres. Tienes que comprender que para nosotros nuestra alma gemela es lo mas importante. No importa su raza, su Linaje o su posición social tanto como económica, hay licántropos que valoran y anhelan mucho aquel vínculo.
Gregory observa pensativo a Cassandra. Un supiro sale del Elfo y asiente.
—Bueno, creo que ya nada nos retiene aquí. ¿Nos vamos?—pregunta Cassandra notablemente cansada. Gregory y yo asentimos, sin darles una segunda mirada a mis padres los tres salimos de ese lugar. Al bajar las escaleras y pasar gran parte de los pasillos al fin logramos salir de aquel lugar.
—¿Papá?
La vocesita de Alannis llama nuestra atención. Sus brazos rápidamente se enrollan en su padre, quien gustoso lo devuelve con la misma intensidad.
—¿Está todo bien?—pregunta Aileen cuando llega a nuestro lado.
—Intenso.—responde Cass, seguido se encoge de hombros.
—¿Desmembramiento? ¿Decapitación? ¿Algún ojo morado?—pregunta su Beta con aquellos extraños ojos violetas brillantes de expectación.
Cass niega y ríe entre dientes. Aileen pone una falsa cara de decepción, o eso creo yo.
—Que aguafiestas...—murmura Aileen.
*—¡Ella es de los míos!—festeja Zurich con diversión.
Decido ignorarlo. A veces es mejor ignorarlo, me ahorra problemas.
—Bien. ¿Y ahora?—la pregunta de Aileen llama la atención de nosotros tres. Alzo mis cejas sin comprender. Ella suspira, se remueve un poco nerviosa pero igual mantiene su mirada violeta fija en mi rostro.
—Bueno, ya que no tienes un Beta y eres el mate de mi Alfa decidí ayudarte un poco.—dice un poco incómoda. Mis cejas se alzan mucho más, una clara expresión de sorpresa pasa por mi rostro.
—Desde mañana empiezas tu trabajo como Alfa, logré que todo lo relacionado con la manada sólo tú lo puedas manejar.—dice algo seria. —Ni siquiera tu padre o ése otro Beta puede entrometerse.
Asiento todavía sorprendido. Cassandra le sonríe orgullosa, Aileen le regala un guiño.
—¡Ah! Una última cosa.—dice cuando parece acordarse de algo. —Tienes que buscar cuanto antes un Beta, al igual que una nueva casa. No es que menosprecie tu hogar pero tienes que saber que eres el Alfa y no creo que vivir en el sótano de la mansión de tus padres esté muy bien visto.
Excelente.
Un suspiro resignado sale de mis labios. Ya siento el estrés al igual que la preocupación recorrer todo mi cuerpo.
—Tú puedes...—susurra Cass cerca de mi oído. —Yo te ayudaré en lo que pueda.
Asiento y sin poder evitarlo la abrazo. Su delicioso aroma a fresas me envuelve aligerando un poco la preocupación.
Agradezco a la Diosa Luna haberme puesto una mate como Cass.
◆◇◆◇
Frunzo mi ceño al escuchar unos nudillos impactar contra mi puerta, aquella que da al bosque. Extrañado dejo el vaso de agua en el lavamanos y me dirijo desconfiado hasta la puerta; siento un extraño dejá vu. Mis dedos se enrollan en el pomo nuevo, y sin más abro la puerta.
—¿¡S-Señor Harrison!?
Alan Harrison me sonríe amigable y casi diría que apenado. Todavía sorprendido lo hago pasar.
—Liam, hijo. ¿Cómo estás?—pregunta después de compartir un apretón de manos y unas cuantas palmadillas en la espalda.
—B-ien.—respondo con torpeza. Me aclaro la garganta. —Espero usted también.
Él asiente y mete ambas manos en los bolsillos de su pantalón pensativo.
—Bien.—dice mientras asiente sin borrar su sonrisa. —Espero no interrumpir nada.
—N-o para nada.
Se ríe entre dientes y se queda unos segundos en silencio. Lo observo curioso, es extraño, por no decir sospechoso, que Alan Harrison venga de visita es...raro.
—Te tengo un regalo que sé te va a gustar.—dice sacándome de mis pensamientos, frunzo mi entrecejo y lo observo buscar algo en el interior de su saco. Un enorme sobre rojo-vino lo saca de uno de los bolsillos internos de su saco.
Frunzo el ceño cada vez más confuso. Alan Harrison me tiende el sobre, una sonrisa un tanto nostálgica pasa por su rostro.
—Él quería que te entregara ése sobre cuando hubieses encontrado a tu mate.
Mi ceño se frunce mucho más y observo sin comprender aquel sobre que descansa ahora en mis manos.
—Tú abuelo siempre fue un hombre muy misterioso.—dice mientras sus manos vuelven a los bolsillos de su pantalón. —Y él sabía que su enfermedad lo estaba destruyendo a gran velocidad, así que antes de morir me pidió que guardara ése enorme sobre. Dijo que; tú algún día ibas a necesitarla.
—¿Necesitarla?—pregunto sin comprender nada.
Alan Harrison se encoge de hombros y su sonrisa se ensancha.
—No me preguntes, hijo. Tú sabes que Hugo McCartney era un enigma.—dice seguido de una carcajada. —Bien. Eso es todo, me voy.
Me despido del señor Harrison, observo aquel enorme sobre en mis manos, tratando de comprender. Algo inútil a decir verdad. Un suspiro sale de mis labios, con el sobre en mano vuelvo a entrar a mi hogar.
Me dirijo a mi improvisada sala y me siento en uno de los asientos individuales. Nuevamente aquella sensación de dejá vu.
Armandome de valor rasgo el sobre. Frunzo mi ceño al encontrarme con una llave y una carta.
¿Y ésto?
Pongo la llave sobre mi palma, en la cabeza tiene la figura de un lobo plateado y seguido de los picos que normalmente tienen las llaves. La dejo en mi regazo y agarro la carta. Le doy vueltas, y lo único que tiene es el sello que el abuelo solía utilizar siempre para sellar sus cartas.
«H. MC», en enormes letras cursivas. Un escudo rodeando las letras.
Pongo mi dedo sobre aquellas marcas que están sobre el extraño líquido—ya seco—que suelen utilizar para sellar las cartas. Cierro mis ojos y trato de tranquilizar los latidos de mi corazón, que ha decidido empezar a latir bastante rápido. Los vuelvo a abrir, sin alargar más la espera abro la carta.
02 de Junio, 1930.
Querido Liam:
¿Te preguntarás por qué razón Alan te ha entregado ésta carta sin explicación alguna? Si Alan—y no tengo duda de que así sea—te ha entregado la carta bajo mis instrucciones, eso sólo significa una cosa; al fin has encontrado a tu mate.
¿Recuerdas cuando te daba aquellas pequeñas charlas sobre el vínculo de los licántropos con sus almas gemelas? Lo sé, eras muy joven como para comprender y entender, espero ahora puedas hacerlo. Que puedas comprender el vínculo. Sin embargo, temo decirte mi querido nieto, que nunca comprenderás a las mujeres. Aquellos seres enigmáticos que son mejores como aliados que como enemigos. Yo a tu abuela la amaba con todo mi ser, a mi amada Christine, pero nunca la entendí del todo, supongo que nuestro cerebro no es capaz de saberlas descifrar por muy grande que sea nuestro amor por ellas. No te preocupes si llega a pasarte lo mismo, solamente abrazala y hazle saber que siempre te tendrá ya sea en las buenas o en las malas apoyándola.
Bueno, antes de decirte el motivo real de ésta carta, tengo que decirte algunas cosas importantes, y que aunque sé que mi tiempo no fue suficiente para decirtelas yo mismo, necesitas saberlas.
La primera es; que recuerdes tu promesa. No tengo dudas que no la has olvidado. «Protege a tu hermana»
La segunda; es que no dejes que tu madre y tu padre hagan que albergue la mínima pizca de odio en tu corazón. Espero que los valores y el amor que te enseñé no permitan aquello. Recuerda; que el odio hace a la persona ciega y vacia.
La tercera, y no menos importante; no temas amar a tu mate, Liam. Ella será tu pilar y tú el de ella. Ambos se necesitarán mutuamente, no importa cuantas veces discutan o cuantas veces deseen matarse mutuamente. Serán cosas insignificantes que tienen arreglo.
Si mis presentimientos son acertados, y conociendo la situación con tus padres, imagino que ellos te habrán echado de la mansión o de la manada. Si no es así, entonces vas a poder utilizar libremente aquella llave. Aquella llave abrirá la puerta que pertenecerá a tu futuro hogar. Cuando te cases con tu mate—albergo la esperanza de que así sea—llevala a vivir a ése lugar. Un lugar que sea el testigo del nacimiento de tus hijos, un lugar donde puedas liderar a tu manada, ero sobre todo, un lugar que sea el testigo del amor de ambos.
Ése es mi regalo para ti, mi querido nieto.
Con mucho amor,
tu abuelo.
Cierro mis ojos y trato de tragarme aquel nudo. Respiro profundo una y otra vez.
«Cuando te cases con tu mate.»
¿Casarme? ¿Cassandra como mi esposa? Eso sería...
“Toc.” “Toc.” “Toc.”
Abro mis ojos, frunzo mi ceño al escuchar nuevamente a alguien llamar a mi puerta. Si es otra carta eso sí sería extraño. Dejo la carta debajo de la llave, encima del sillón. A paso lento—y un tanto desconfiado, tengo que aceptar—me acerco hacia la puerta. Mis dedos en enrollan en el pomo, abro la puerta lentamente. Sin poderlo evitar un escalofrío recorre mi cuerpo.
—¿¡Gregory!?—la confusión se desliza por mi tono de voz.
Los ojos verdes del Elfo me observan fijamente, tiene una expresión bastante seria.
—Acepto.—dice simplemente. Alzo las cejas sin comprender, hasta que recuerdo que le pedí ayer ser mí Beta.
—¿Estás seguro?—pregunto dubitativo. No sé qué lo hizo cambiar de opinión.
—Sí.—responde con una voz firme. —Hace unas horas hablé con su hermana, y he tomado una decisión.
Una de mis cejas se alza, observo expectante al Elfo. Al parecer mi hermana fue ése motivo.
—Acepto convertirme en un licántropo y en su Beta, señor. Si eso me permite estar junto a su hermana, acepto.
Un escalofrío me recorre desde la punta de mis pies hasta el último cabello negro de mi cabeza. Los latidos de mi corazón se aceleran, un extraño sentimiento revolotea en mi pecho.
—Muy bien. ¿Estás preparado?
Gregory asiente determinado.
Bueno.
Tengo un Beta y parece ser que una nueva casa. Sólo me falta...¿una esposa? Tal vez...
☆☆☆
★Nta de autora:
"Dedicado a todos esos abuelitos, que de alguna forma siempre formarán parte de nuestra memoria y de nuestra vida. Estén todavía o no en el mundo de los vivos."
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro