Capítulo 31.
Dedicado a:
☆shadows64
☆made-in-narnia
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Veo sus labios moverse, su cabello danzar al mismo ritmo que las heladas brisas que pasan a nuestro alrededor. Su bella sonrisa, aquel brillo especial en sus ojos que los hace mucho más bellos y hermosos.
No puedo evitar sentir un extraño sentimiento dentro de mí al verla tomada de la mano de aquella pequeña niña, es como si algo suprimiera mi aire pero a la misma vez es una sensación tan magnífica, tan cálida.
—¿Tanto le gusta?
Una voz interrumpe aquellos cursis pensamientos. Observo de reojo aquel Elfo, Gregory Runelis según tengo entendido.
—¿Por qué?—respondo con otra pregunta.
Supongo que se me hizo costumbre hacerlo, y sé que ha cierta persona no le gusta que lo haga, incluso me la puedo imaginar levantando una ceja en mi dirección.
—Sus ojos la observan con tanta intensidad. Casi podría decir que con adoración.—vuelve a interrumpir mis pensamientos. Mi ceño se frunce un poco y dejo mi mirada nuevamente en ella. Es algo casi que adictivo verla. —Hasta me atrevería a decir también, que con amor.
Muerdo mi labio, y no aparto mi mirada de sus expresiones. Tiene tantas, que por cada parpadeo que doy, es como si descubriera algo nuevo en ella.
—¿Alguna vez te has enamorado?—pregunto sin apartar mi mirada de mi mate. Gregory suspira pesadamente a mi lado.
—No. Supongo que no he tenido la oportunidad.—dice con un tono un tanto ausente. Lo observo de reojo, y su mirada se ha ensombrecido un poco.
—¿Por tu hija?
Se mantiene pensativo durante un largo tiempo. Las risas, una balada y las múltiples conversaciones de la manada se escucha a nuestro alrededor, ajenos a nosotros.
—Para mi Alannis es lo mas importante que tengo.—dice cuando al fin parece haber encontrado respuesta a mi pregunta. —Y yo soy lo único que tiene. No podría casarme con alguien que no acepte a Alannis, preferiría pasar toda mi vida solo.
Asiento comprendiendo lo que dice. Es algo entendible, después de todo los prejuicios sobre algunos Linajes del mundo sobrenatural todavía persisten. Y a pesar que ya no es prohibido la mezcla entre especies, todavía existe aquel descontento y desconfianza entre algunos. Sin contar que Alannis es una Demonio. Sí, es la niña más linda que he tenido el placer de conocer, pero la gran mayoría prefieren tener aquella especie de lejos, como si fuesen seres malos sólo por ser lo que son. Sólo por haber nacido así.
—Lastimosamente esa es una de las consecuencias de ser diferente.—comento sin apartar mi mirada de ellas. Las tres se ríen sin cesar de algo que no tengo la menor idea.
—Parece que lo comprende muy bien, mi rey.—dice mientras él también me da una mirada de reojo. Me encojo de hombros y decido no responder. Tampoco es como si me guste andar hablando de mi miserable vida.
*—Liam...—una voz delicada resuena por toda mi mente, y que de inmediato reconozco. Galie, la loba de Aria.
Mi ceño se frunce sin poder evitarlo.
*—¿Galie?—pregunto desconcertado. —¿Qué pasa?
Pasan unos segundos en silencio y el ritmo de mi corazón decide empezar acelerarse.
*—Tienes que salvar ha Aria, Liam.—dice al cabo de un rato un poco alterada. —Tu madre la hará casarse con un lobo que no le conviene. Ése ser egoísta, perverso y malvado, la hará muy infeliz.
¿Aria? ¿Casarse? Ésto tiene que ser una broma.
*—¡JAMÁS VOY A DEJAR QUE ESO OCURRA!—ruge un Zurich bastante molesto. —ANTES MATO A ESA MALDITA BRUJA.
*—Zurich...—advierto con el ritmo de mi corazón bastante acelerado. —No puedes matar a mi madre. Además, ¿según tú qué piensas hacer? ¿Volver a tomar mi cuerpo contra mi voluntad y matar al tipo junto a mi madre?
Su gruñido no tarda en llegar.
*—¡NO ME IMPORTA!—ruge cada vez más molesto. —¡Así tú me odies, no voy a permitir que esa maldita bruja que les toco por madre se salga con la suya!
Suspiro y llevo una mano a mi cabeza. Zurich cuando quiere puede ser un dolor de cabeza, aunque no puedo evitar darle un poco de razón en ésta ocasión.
*—Primero tranquilizate.—ordeno sin dejar de masajear mis sienes. —Y pensemos ambos, cómo hacer que Aria no se case. Y no...no voy a matar ha nadie.
*—Aguafiestas.—murmura malhumorado.
Me aguanto las ganas de poner los ojos en blanco y cerrar aquella conexión. Creo que es la primera vez que hablo tanto con aquel terco lobo.
*—¡No soy terco!
—¿Está bien, mi rey?
La voz de Gregory me saca la pelea mental que estaba teniendo con el terco que tengo por lobo. Suspiro, y mi ceño se frunce cuando un muy mal presentimiento se instala en mi pecho.
Aria.
Mi mirada busca con impaciencia la larga—y negra—cabellera de mi hermana. Los latidos de mi corazón aumentan, al igual que una sorprende ira pasa por todo mi cuerpo. Cuando mis ojos se encuentran por un segundo con los de Aria, sólo hizo que aquella ira aumentara.
—¿Mi señor?
La voz de Gregory hace que salga de aquel trance. Mi ojos se clavan en él pero sigo viendo de reojo en la dirección donde está mi hermana.
Su rostro está tan pálido, sus ojos se notan algo tristes y eso sólo hace que aquel enojo—incomprensible—se intensifique.
*—¡ESTO TIENE QUE SER UNA MALDITA BROMA!—el rugido de Zurich hace que un jadeo salga de mi boca y lleve una mano a mi garganta.
—¿Q-uién es e-ella?
El torpe tartamudeo de Gregory llama mi atención. Con la respiración un poco forzada fijo mi mirada en él.
—¿Q-uién?—pregunto con dificultad.
Un extraño destello pasa por los ojos verdes de aquel Elfo. Mi ceño se frunce involuntariamente por su reacción.
—Es hermosa...—susurra. Lo observo confuso, pero cuando estaba por ver en la dirección en la que su mirada estaba fija, un dolor en mi sien hace que cierre mis ojos por un momento.
*—¡MALDITA SEA!—gruñe bastante enfadado Zurich en mi mente. Tenso mi mandíbula por el dolor que me provocó aquel rugido.
*—Tranquilizate.—digo entre dientes.
*—¿ESTÁS LOCO? Ni una mierda que me tranquilizo. Voy a matar a ése...
*—¡No! No vamos a matar a nadie más.—digo con un severidad que hasta mí me sorprende.
Zurich ruge cada vez más molesto. Todo mi cuerpo se tensa al comprender que trata de controlar mi cuerpo, pero no se lo voy a permitir. No esta vez.
*—¡LIAM!—ruge furioso.
Un jadeo sale de mis labios, realmente es doloroso luchar contra alguien que tiene tanto poder, en éste caso con Zurich.
*—¡Basta, Zurich!—interviene Ishtar. —Estás lastimando a Liam.
Y como si de un interruptor se tratara, la opresión provocada por Zurich desaparece.
Parece ser que alguien ha sido controlado.
—¿Liam?
Un escalofrío me recorre todo el cuerpo al escuchar aquella voz. Mis ojos rápidamente caen a la persona que tengo a mi lado, los hermosos ojos de Cassandra me observan preocupados.
Gracias a la Diosa Luna.
—¿Estás bien?—pregunta sin cambiar aquella expresión. Asiento sin apartar mi mirada de aquellas preciosas gemas que tiene por ojos. Trago saliva y trato de tranquilizarme, si no hubiese sido por Cass—e Ishtar—aquel insoportable dolor continuaría.
—¿Qué está pasando?—pregunta con el ceño ligeramente fruncido. Un suspiro sale de mis labios y mi mirada vuelve a caer en mi hermana, mi mandíbula se tensa al observar como mi madre clava sus uñas en el brazo de Aria, mientras le sonríe—muy falsamente a decir verdad—a aquel tipo que está junto a Aria.
—¿Ése es el futuro esposo de Aria?
«Esposo de Aria.»
Sólo escuchar ésa simple palabra hace que una furia descomunal se apodere de mi sistema. ¿Cómo es posible que obliguen a alguien a casarse? Y sé que es algo común entre los licántropos, pero ¿cómo es posible que mi padre permita semejante estupidez? No lo entiendo.
—¿Estás celoso?—pregunta tomándome por sorpresa.
Mi ceño se frunce por su pregunta, mis ojos de diferentes tonalidades se clavan en los de ella.
—¿Qué?—es lo único que sale de mis labios. Cassandra chasquea la lengua, alza una ceja en mi dirección.
—¿Estás celoso?—vuelve a preguntar.
Observo su rostro tratando de hallarle sentido a lo que dice pero me es imposible. Me encuentro tan desconcertado. ¿Cómo podría estar celoso?
—¿Po-r qué?—formulo con torpeza. Una sonrisa trata de abrirse paso en la comisura de sus labios.
Deliciosos labios con sabor a fresas.
—Por que...—dice mientras alarga la palabra. Una de sus manos se alza en dirección a mi rostro, sus dedos repasan mi mandíbula y mi mejilla. Siento mi cara arder bajo su tacto.
—Tus ojos muestran tal posesividad, que hace tu mirada intensa e intimidante.—dice sin detener sus caricias. Mi cuerpo se estremece y mi pecho se hincha, un gruñido de satisfacción listo para salir. —Además, es la primera vez que veo en tu mirada...odio.
Observo sus bellos ojos, sus largas pestañas, sus cejas, su respingona nariz, y sus labios; que en éste momento los encuentro muy apetecibles.
—No lo estoy.—susurro como en un extraño trance. Sus labios se fruncen un poco, hasta en éste momento me percato de un pequeño hoyuelo que se forma en su comisura derecha. —No estoy celoso.
Ella asiente, una de sus cejas se levanta. Me he dado cuenta que siempre hace aquel gesto—y expresión—cuando
no cree algo que he dicho. Es tan fascinante conocer cada vez más sus expresiones y el porqué de ellas.
—Quiero protegerla.—susurro sin quitar mi mirada de ella, la cual parece tampoco apartar. —No quiero que mis padres arruinen la felicidad de la única—además de ti—persona mas importante en mi vida.
»Yo le juré a mi abuelo que iba a proteger con mi vida si fuese posible a mi hermana. No odio a ése tipo, porque no tengo la menor idea de quién es. Odio el hecho de que ella tenga que ser sometida a ese tipo de situación, y que yo no pueda hacer nada.«
Sus caricias se detienen y sus ojos empiezan a brillar de una forma tan...bella.
—Eres increíble.—murmura mientras me regala una de aquellas sonrisas que descontrolan muy fácilmente a mi corazón. —De verdad eres increíble, Liam.
Niego con mi cabeza sin apartar mi mirada de ella. Su sonrisa se ensancha al verme aguantar la respiración cuando la yema de sus dedos rozan mis labios.
Por todos los Dioses, Cassandra.
—Claro que lo eres, mi querido y amado Liam.—dice sin borrar su sonrisa, y sin dejar de acariciar mis labios. —Tienes un corazón tan puro. Por más que ciertas personas merezcan tu odio, tú simplemente no puedes. Es como si tu corazón, y tu ser no te lo permitiera. Incluso te preocupas por tu hermana de esa forma, sin tener en cuenta las consecuencias. Eres asombroso, Liam. Y es triste que tú no te des cuenta de algo tan maravilloso como aquello.
El rostro de Cassandra está muy cerca del mío, casi puedo sentir sobre mis labios aquel sabor a fresas de sus carnosos labios o tal vez sea su aroma. Ambos son deliciosos y adictivos.
Se me está haciendo vicio ver sus ojos y respirar su aliento. Tanto como el oler su aroma.
—Quiero besarte...—susurra cada vez más cerca de mi rostro.
Yo también.
Su sonrisa se borra lentamente y su ceño se frunce.
—¿Q-ué pasa?—pregunto desconcertado por su cambio repentino de expresión. Se separa de mí un momento y sus ojos se clavan en los de Gregory. Mi cara se sonroja a tal punto que creo que está a punto de estallar, al percatarme que teníamos un espectador. Quién está igual o mucho más sonrojado que yo.
—Lo siento.—se disculpa abochornado.
Cass le resta importancia con un gesto y sigue mirando en silencio a Gregory, quien la observa extrañado. Mi mirada se aparta por un segundo de ellos al sentir una extraña opresión, como cuando alguien te observa fijamente. Recorro con un pequeño vistazo a mi alrededor y mi ceño se frunce al ver aquellos ojos mirándome fijamente.
Ojos amarillos.
Un sudor frío baja por mi espina dorsal. Aquellos ojos me recuerdan a los de Margaret.
—¿Papá?
La infantil voz de Alannis hace que mi mirada se despegue de aquellos escalofriantes ojos y se claven en los negros de la niña. Gregory se inclina a la altura de la niña y Alannis se pone de puntillas para susurrarle algo al oído. Decido apartar mi mirada de ellos, sólo falta que crean que soy un chismoso o metiche. Mi ceño se frunce mucho más al no encontrar aquellos ojos entre la multitud.
Serán imaginaciones tuyas, Liam.
¿Será? ¿Realmente serán imaginaciones mías? ¿Y qué pasa si no?
Diablos.
Ya deja de pensar en ello. Son alucinaciones. Sí. Alucinaciones.
Un nuevo escalofrío me recorre y por más que trate de convencerme, algo me dice que no son imaginaciones mías.
◆◇◆◇
*—¡TE JURO POR TODOS LOS DIOSES QUE SI NO HACES ALGO EN ÉSTE MOMENTO LIAM, TOMARÉ TU CUERPO Y MATARÉ A TODO SER INSIGNIFICANTE QUE SE CRUCE EN MI CAMINO!
Un suspiro largo y cansado sale de mis labios. Parece ser que Zurich se acordó que tenía una discusión pendiente.
*—¿Por qué siempre quieres matar a todo el mundo?—pregunto bastante serio. Aquella risa malévola de Zurich resuena por toda mi mente.
*—Porque es divertido ver como aquellos prepotentes piden clemencia, disfrutan torturar a los demás pero al ser ellos los torturados son unos malditos gallinas.—su tono escalofriante y malévolo hace que un escalofrío me recorra por todo el cuerpo. —Además no es lo único que me gusta hacer.
Mi ceño se frunce al no comprender sus últimas palabras.
*—¿Cuáles otras cosas te gusta hacer?—pregunto intrigado. Su risa no tarda en llegar.
*—Oh Liam, eres tan inocente y tonto.—dice seguido de una estruendosa carcajada. —No debes de preocuparte.
Pero por alguna razón ya empecé a preocuparme. Algo me dice que esas otras cosas que le gustan a Zurich no son nada buenas.
*—¿Tú crees?—pregunta con aquella burla que lo caracteriza.
Ya harto de sus juegos cierro aquella conexión.
No creo que exista lobo más fastidioso y malévolo que Zurich, es tan increíble como nuestras personalidades son tan opuestas.
—¿Qué piensas hacer?
Bajo mi mirada a la suya, que al instante me regala una bella sonrisa. Su mano que está sobre mi antebrazo acaricia mi brazo por encima de la camisa y el saco.
—N-o lo sé.—murmuro mientras aparto la mirada rápidamente. Su risa no tarda en llegar a mis oídos.
—¿No quieres investigar de quién se trata?
Mis ojos se abren como platos y la observan con cierto pánico. Si mi madre me ve interfiriendo en sus cosas ganaré mucho más odio de su parte. Aunque una parte de mí quiera ir y apartar a Aria de ésa gente, está mi otra parte cobarde que no me lo permite.
—¿Q-Qué?
Una de sus cejas se alza, un destello malicioso pasa por aquellos hermosos ojos esmeralda.
—¿Realmente no quieres saberlo?—pregunta con una gran sonrisa.
Niego sin despegar mi mirada de ella. Pone los ojos en blanco y se cruza de brazos.
—¡Oh, vamos!—insiste. Sus ojos brillan extasiados. —Además, ¿no se supone que le prometiste a tu abuelo que ibas a cuidar de tu hermana?
Mierda.
Muerdo mi labio inferior, mi mirada pasa de Aria a Cassandra, y viceversa. Mi ceño se frunce, una mueca preocupada e indecisa se abre paso en mi rostro.
—Liam...—me llama con suavidad. Mis ojos se clavan en los suyos, aquellos que me tienen tan fascinado. —Tú me dijiste que en la niñez no te importaba recibir castigos con tal de proteger a Aria. Esta vez no es tan diferente de las anteriores.
»La única diferencia es que ahora tú eres el Alfa de ésta manada, y además, eres mi mate. Lo que significa que tienes dominio sobre todos los Licántropos, sin contar por supuesto; que eres su hermano. Tienes más autoridad que tu madre y tu padre juntos. Ya que sí los Alfas de todos los licántropos no aprueban aquella unión no puede darse.«
Observo con los ojos muy abiertos a Cassandra. Éso yo no lo sabía, pero igual aunque pueda hacerlo, no creo poder atreverme.
¿Por qué soy tan cobarde?
*—¡Maldita sea, Liam! Es hora de que impongas tu autoridad como Alfa.—ruge Zurich en mi mente. —¿Qué prefieres? ¿Ver a Aria siendo infeliz junto a alguien que le hará la vida una mierda? o ¿Feliz con su mate?
Respiro profundo y mi mirada no se aparta del rostro pálido—y triste—de Aria.Definitivamente prefiero mil veces verla feliz. Y si eso significa soportar el odio de mi madre contra mi persona—algo que no es nuevo—no me importa. Yo le prometí a mi abuelo que iba a cuidar de ella y así sera.
*—Bien. Pero no puedo hacerlo solo, ¿sabes lo que significa verdad?—pregunto no muy convencido.
*—No te preocupes.—el tono malicioso de Zurich hace que los vellos de mi cuerpo se erizen. —Vamos a divertirnos un poco.
Demonios.
Se divertira él, porque no creo yo hacerlo. Cierro mis ojos por un instante y dejo que Zurich tome control de cierta parte de mi cuerpo. Nunca había hecho ésto antes; el de compartir por partes iguales las riendas. O él tomaba todo el poder o yo lo hacía, nunca ambos hemos manejado mi cuerpo a la misma vez.
En equipo.
Mi cuerpo se ensancha un poco, mis colmillos se alargan solo unos centímetros y mi rostro se endurece. Mis ojos siguen siendo los mismos, humanos. Pero sé que mis iris se notan mucho más, al igual que mi mirada debe reflejar cierta arrogancia y frialdad.
*—¿Preparado?—pregunta Zurich con mucho entusiasmo.
No. No lo estoy.
*—Sí.
Su estruendosa carcajada llena de diversión y maldad resuena en mi mente. Con un paso seguro—que no es muy común en mí—nos empezamos acercar al lugar donde está mi madre, los Williams y Aria.
Un escalofrío nos recorre cuando la mirada fría y encolerizada de mi madre se clava en mis ojos de diferentes tonalidades. Una sonrisa arrogante se abre paso en mis labios, dejando a relucir mis colmillos un poco. El rostro de mi madre empezó a ponerse pálido, imagino que se percató que no sólo yo voy en su dirección. Si no también Zurich, y ella sabe tanto como yo; que aquello no es nada bueno.
Sólo espero no se salga de control todo esto.
◆◇◆◇
—Buenas tardes.
Una voz ronca y con cierta pizca de diversión sale de mis cuerdas vocales. Todos ponen su atención en mí, y si estuviese solo yo en mi cuerpo; hace mucho mi mirada estuviese fija en el suelo. Pero no esta vez.
Trato de no ver a mi madre a los ojos, y clavo mi mirada en los Williams, los cuales ven un tanto impactados mis ojos.
*—¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?—la voz exaltada de Aria resuena en mi mente.
Lo siento.
Decido ignorarla y subir mis paredes mentales, para que mi madre ni nadie sea capaz de entrar en mi mente.
—Parece que no hemos tenido el placer de conocernos.—digo sin cambiar mi expresión. —Soy Liam McCartney. Alfa de la manada McCartney.
Casi puedo escuchar los dientes rechinar de mi madre cuando hice énfasis en la palabra Alfa.
—Darío Williams.—dice quién imagino es el padre de aquel tipo. Una de mis cejas se alza en su dirección al comprobar que no es ni Alfa, ni Beta. Simplemente es un licántropo común y corriente.
Estiro mi mano y la estrecho contra aquel hombre. Una mueca de dolor pasa por su rostro que al instante trata de ocultar. Sin embargo Zurich no es capaz de ocultar su satisfacción—y diversión—de mi rostro.
Mis ojos se clavan en la mujer que está a su lado. No tiene belleza alguna y al igual que su esposo; no tiene nada en especial. Es una loba común y corriente.
—Lauren Williams.—susurra la mujer como en un extraño trance. Sus ojos me ven descaradamente, casi podría decir que con cierta lujuria. Involuntariamente mi mano toma la suya, y mis labios besan una de sus feas—y helada—mano. Un estrecimiento le recorre, provocando que un suspiro salga de sus labios.
Asco.
Mi mano suelta la suya—y de nuevo involuntariamente—le regalo un guiño, provocando un sonrojo en sus mejillas. Que muy difícil se deja de ver gracias al montón de maquillaje que tiene su rostro.
*—¡Zurich! ¿Qué estás haciendo?—pregunto perturbado.
*—¿Viste la mirada de ésa descarada?—dice muerto de risa. —Si supiera las ganas de vomitar que me provocó el besar aquella huesuda mano.
Y su carcajada no tardó en llegar. Suspiro mentalmente y trato de armarme de paciencia, no sé qué le hace tanta gracia.
—Davis Williams.
Una ronca, y un tanto altanera voz hace que la diversión de Zurich se borre completamente. Mis ojos—con una mirada un tanto fría y filosa—se clava en aquellos ojos oscuros llenos de arrogancia y prepotencia. Todo mi cuerpo se tensa al notar una sonrisa burlona en el rostro de aquel tipo.
—Un placer.
Toda diversión ha sido borrada de mi rostro para dejar aquella expresión escalofriante. Mi mano estrecha la suya, y sin poder evitarlo; empezamos a ejercer fuerza. A medida que ejercemos más fuerza, la mueca divertida de su rostro lentamente se va borrando, se va poniendo algo rojo y serio. En cambio mi expresión es serena, neutral.
—Bueno, creo que es magnífico que se hayan conocido.—interviene mi madre, haciendo que suelte la mano del tipo, que disimuladamente se masajea.
*—Debilucho.
—¿Liam, cariño?
Mi pecho se hincha por el gruñido que trata de salir desde lo más profundo de mi ser, al escuchar a mi madre hablarme con aquel tono falso de cariño, veo su mirada brillante de ira.
Mis brazos se cruzan a la altura de mi pecho, haciéndome ver más arrogante, una de mis cejas se alza en su dirección. Las motitas doradas de sus ojos se intensifican, dándome a entender que su furia se hace cada vez mayor.
—¿Por qué no vas a hablar con la manada? Sé cuanto desean conversar contigo.—dice mientras trata inútilmente de echarme. Su sonrisa falsa se hace mucho más grande, y eso sólo significa una cosa; advertencia.
Una sonrisa desafiante y también llena de advertencia se abre paso en mi rostro. Su sonrisa se borra al ver mis colmillos, que hacen mucho más intimidante mi aspecto.
—¿Por qué? Si la conversación aquí está tan entretenida. Además de la compañía tan placentera.
Mi mirada no se despega de ella, desafiandola a que diga algo. Pero conociéndola sé que no lo hará, por el simple hecho de que no le conviene.
Sus iris siguen cambiando a un tono más dorado.
Está más que furiosa.
Aparto mi mirada de ella y la clavo en los Williams. Sus rostros palidecen a ver mis colmillos.
—Espero no les moleste que les presente a mi mate, Luna de la manada McCartney.
Abren sus ojos como platos y niegan rápidamente. Mi sonrisa se ensancha.
—Muy bien, vamos.
Antes de que mi madre o alguno pudiese negarse nos dirigimos en dirección a donde está Cassandra. Me pongo entre ése tal Davis y Aria, no voy a permitir que ése tipo esté un segundo más cerca de mi hermana.
Los ojos esmeralda de Cassandra a lo lejos me ven un tanto preocupados a medida que nos acercamos. No entiendo el porqué de su preocupación, hasta que segundos después entiendo y comprendo el porqué.
—MIO.
La ronca y posesiva voz de Galie suena a mi lado. Los ojos turquesa—un tanto salvajes y brillantes—de Aria se clavan en los verdes de Gregory.
Y ahí fue donde entendí el destello de los ojos de aquel Elfo.
Aria había encontrado a su mate, lo único malo es que era un Elfo. Algo inaceptable para mi madre. Y si mis constantes miradas—y palabras—desafiantes contra mi madre no habían hecho que saliera su ira. Bueno...ésto sí había provocado estallar la ira de mi madre.
Mierda.
Yo sabía que nada iba a salir bien de todo ésto. Y todo por culpa de Zurich.
☆☆☆
★Nta de autora:
→Agradezco a Rita Ibarra (made-in-narnia) al tener el gran detalle de regalarme éste dibujo. A como te dije anteriormente; agradezco muchísimo que te hayas tomado el tiempito de hacerlo, no tengo como agradecerte. Así como tampoco sé cómo agradecerle a todas las personas que votan, comentan, agregan y apoyan ésta historia.
Se los agradezco muchísimo de verdad ♡
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