Capítulo 3.
«Mi querido Liam.»
«Monstruo.»
«Liam.»
«Despreciable.»
«Liam, mi querido Liam. Inútil.»
«Nunca conocerás la luz, porque un monstruo como tú no merece nada más que oscuridad.»
Decían un sinfín de voces al mismo tiempo.
«Liam.»
Me encontraba nuevamente en un espacio vacío, dónde fuera que me moviera la oscuridad me rodeaba.
«¡Liam!»,Era el rugir de Zurich que trataba de alzarse por encima de los demás. Lo único que podía hacer era hacerme un ovillo y tomar con ambas manos mi cabeza.
¡Basta! ¡Cállense!, Era lo único que pedía en mi mente.
«...entre el cielo y el infierno solo hay un espacio, solo hay un abismo...Liam, mi querido Liam.»
¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?, Gritaba a la nada.
«Despierta Liam. Despierta...»
«¡Eres un monstruo! ¡No mereces ser feliz!»
«¡LIAM!»
Abro mis ojos sobresaltado, con la respiración entrecortada y empapado de sudor. Escalofríos recorren mi cuerpo. Siento que no he dormido en siglos, siempre que duermo un poco me levanta alguna pesadilla.
Y como siempre no se hace esperar esa odiosa melodía. Un suspiro cansado sale de mis labios y masajeo mis sienes. Mis pensamientos son cada vez más estúpidos. Observo de reojo el reloj digital; seis y cinco minutos. Otro enorme suspiro sale de mis labios y alargo mi brazo para apagar la alarma, la cual sigue sonando.
«Liam.»
Aquella voz.
Sólo eso necesito mi mente para que se empezara a llenar sobre todo lo ocurrido ayer; El bosque, la ramita siendo partida, la luna, el lago congelado, aquel delicioso aroma a fresas, y...mi alma gemela.
No puedo apartar de mi mente la expresión de dolor que reflejo su mirada cuando la rechacé. Por más que traté de verme indiferente, solo yo sabía lo mucho que me dolió pronunciar aquellas palabras.
También sentí como algo dentro de mí se quebraba, como Zurich se retorcía de agonía por el dolor que le estaba provocando. Porque yo era el que estaba provocando todo aquello. Pero así me tengan que caer todas las plagas para que ella pueda ser feliz con alguien mucho mejor que yo, que así sea. Lo único que puedo hacer por Zurich es evitarle ver nuestra compañera llegar a tener asco, lastima y repulsión por mí. No podía permitir que Zurich ni ella sufrieran por mi culpa.
No lo valgo.
Me levanto con pesadez y busco alguna manzana en un pequeño refrigerador que tengo. Solo una botella con agua y tres manzanas tiene su interior. Más que suficiente. Agarro una y la lavo. Sí, tengo donde lavarla. Tengo una cocina sencilla, equipada con una que otra cosa. Aunque claro, no es una cocina de revista pero si lo suficiente buena como para poder decir que tengo una cocina.
Estoy cómodo con lo que tengo, no necesito nada más. En cambio mi familia es lo opuesto, supongo que al ser millonarios se pueden ese lujo, gozan del dinero que iba a pasar a ser mío. Pero no quiero nada de ellos, todo lo que tengo fue de una pequeña “herencia” aparte, que mi abuelo me dejó.
Una vez término de comerme la manzana la tiro en el basurero y me voy a revisar si mi ropa de ayer se secó. Costo mucho sacarle toda la suciedad, pero de alguna forma lo logré. Agarro mi único pantalón y me voy a mi pequeño ropero. Busco un bóxer, una camisa de seda y un par de medias. Agarro todo y me voy directo al baño. En todo el lugar hay solo un espejo, el del baño. Fijo mi mirada en él, viendo con desagrado mi reflejo. No puedo evitar fruncir mi entrecejo ante mi reflejo. Por una extraña razón mi ojo turquesa se encuentra un poco más azulado y las motitas que eran negras ahora son como un tono gris. El color de mis ojos se notan mucho más.
Excelente, mi rareza cambia a peor.
Suelto un enorme suspiro de frustración y me meto a la ducha. Siempre me ha gustado bañarme con agua muy helada—o en temperatura normal—así me siento más limpio. Una vez término de asearme y mudarme me dirijo a buscar mis cosas. Mi mochila se encuentra un poco rota, ya que cuando me fui corriendo por el bosque algunas ramas la destrozaron un poco. De todos modos ni ocupo estudiar, porque desde pequeño, además de las maldiciones de mis ojos y el color de mi lobo, tengo otra rareza;Memoria fotográfica.
Realmente odio tener eso. Ya que todo, absolutamente todo, queda grabado en mi mente. Las expresiones, las palabras de odio... Agarro mi celular que estaba en la mesita de noche y me lo hecho al bolsillo. Aprovecho y le doy una mirada al reloj digital, estoy a tiempo. Respiro profundamente antes de dejar salir el aire de golpe.
Rumbo a... El infierno.
◆◇◆◇
Desde que entré a este lugar, nuevamente Zurich se encuentra inquieto y eso no puede ser buena señal. Me encuentro en la parte más alejada del salón, todos los profesores saben de mi rareza de memoria fotográfica por lo tanto nunca me preguntan o se meten conmigo—sin contar que también les provoco repugnancia—pero ellos tratan de “disimular”. Lástima que aprendí a leer bien las expresiones y reacciones de las personas.
Mantengo mi mirada en mi mesa, ya que las ventanas se encuentran lo bastante altas como para que nadie se distraiga. En la fila que estoy, nadie está a mi derecha ni tampoco en el pupitre en frente de mí. Alrededor mío hay por lo menos tres campos vacíos. Cualquiera que viera esto pensaría que tengo alguna enfermedad o la plaga. Pero para mí, es lo mejor que puede pasarme. Así nadie se mete conmigo y me ahorro socializar.
—¡Hagan silencio!—la voz de la profesora de Biología me saca de mis pensamientos. Y sí, recibimos materias que se enseñan en colegios de humanos. Ni idea el porqué. Pongo mi atención en la profesora. Sus ojos completamente negros observan fijamente a todos mis compañeros. Nadie se atreve a sostenerle la mirada o tan siquiera verla a los ojos. Ya que sus ojos dan un poco de miedo, algo normal teniendo en cuenta que ella es un demonio.
Esa raza está extinta en el mundo sobrenatural. Hay como mínimo treinta demonios en todo el mundo sobrenatural. Son una raza muy temida y por eso nadie desea tener amistad o relación con ellos. Sin contar que su extinción es algo inevitable, ya que la gran mayoría son varones. Y como ninguna mujer desea acercarse a ellos, no hay...relación. Ósea, no hay hijos.
Los demonios son muy interesantes. Hay algunos que perciben la muerte, unos incluso ven el futuro. Y luego están los demonios que manipulan la oscuridad y alguna que otra criatura, esos son los que más temor dan.
La rareza y lo extraño siempre da temor.
La profesora Amelia Brown, alta, con unos impresionantes ojos negros—absolutamente todo su ojo es negro—guapa, esbelta y peligrosa. De todos los profesores, es la única que me ve directamente a los ojos. Nunca me ha hecho alguna mueca de asco o algo semejante, pero tampoco es que esté en su naturaleza demostrar sus sentimientos.
—Bueno, seguimos con el tema pasado. ¿Qué saben de la Genética?—empieza la clase mientras se pasea por delante de la pizarra. Pero antes de alguien poder responder su pregunta, tocan la puerta.
Fresas. Es el delicioso aroma que percibo desde mi asiento.
*—Mía.—empezó a gruñir Zurich en lo profundo de mi vacío ser. —Ella es mía.
¡Mierda!
—¡Adelante!—dice la profesora con su típica indiferencia.
—Con su permiso profesora Brown.—la voz de la directora llama la atención de varios. —Disculpe que interrumpa su clase.
Finalmente la directora ingresa al salón. La profesora Brown le quita importancia con la mano y la observa con esos profundos ojos negros.
—Me gustaría presentar a dos nuevas alumnas que a partir de hoy serán parte de este grupo.—empieza a decir la directora y llama con la mano a alguien que está afuera. —Vengan lindas, no tengan pena.
Todos están expectantes a quién puede ser. Hasta se puede decir que siento un poco de curiosidad.
Esmeralda, es lo que veo apenas una de las dos chicas cruza. Y como si de un flash se tratara, unos ojos de esa misma tonalidad llenos de dolor se vienen a mi mente.
Mate.
—Bien, las dejo a su cuidado.—le dice la directora a la profesora y luego se dirige a las chicas. —Si tienen algún problema o necesiten algo, no duden en ir a mi despacho. Espero se sientan cómodas.
Las chicas asienten en su dirección y la directora se va por dónde vino, sus miradas recorren lentamente todo el salón. Todos los chicos están literalmente con la boca desencajada de la impresión, hasta podría decir que babeando. Y las chicas, bueno ellas tienen una mirada de envidia que se nota desde el otro lado del mundo. Y no es broma. Pero qué se puede esperar, las dos son bastantes hermosas. Más mi alma gemela.
—Bueno, soy Amelia Brown. Seré su profesora de Biología.—dice la profesora presentándose con las chicas, en sus ojos se puede notar cierto interés pero como dije, no está en su naturaleza demostrarlo. Las chicas la saludan con la mano y observan fijamente a sus ojos negros. A cualquiera le daría miedo ver fijamente los ojos de un demonio, ya que se dice que si vez fijamente los ojos de un demonio te llenaras de mala suerte y te traerá desgracia. Pero parece que eso a ellas no les importa en lo más mínimo.
—¿Gustarían presentarse ante la clase?—dice la profesora una vez terminan de saludarse.
—Mi nombre es Aileen Parker. Soy una híbrida de la raza licántropo y bruja, tengo doscientos años. También soy Beta de la chica de acá.—termina la chica llamada Aileen, señalando a su compañera.
Mi alma gemela es una Alfa, Pienso en mi mente un poco confundido, nunca—absolutamente nunca—ha habido una Alfa. Claro, a menos que sea...
—Mi nombre es Cassandra Black D'Buonarroti, soy una híbrida de la raza licántropa y vampira. Tengo doscientos años, soy una Alfa.—termina un poco incómoda mi mate. ¿Quién no lo estaría? Todos la ven con temor, asombro, respeto y algunos con...deseo. No los culpo, ¿cómo reaccionaría en una confesión así? Creo que hasta mi cara en este momento es todo un poema.
—Entonces eso significa que tú eres...—dice un joven lobo.
—Sí. Ella es la Alfa de todos los lobos y la última sangre pura—y reina de los vampiros—sin contar claro, que es la primera híbrida de la historia.—termina como sin nada su Beta, mientras se encoge de hombros.
—¡Aileen!—la reprende Cassandra.
Cassandra...Hasta su nombre es hermoso. Todos la observan incrédulos. Nadie la ha visto, solo los Alfas. Y en el caso de los vampiros, bueno, todos saben quién es su reina.
—Muy bien.—dice la profesora, haciendo que todos pongan atención en ella nuevamente. —Por favor busquen algún asiento disponible y abran su libro de Biología.
Dicho esto, las chicas repasan la clase con la mirada tratando de ubicar algún asiento disponible.
—Mía.—gruñe Zurich cuando sus bellos ojos esmeraldas se topan con mis extraños ojos. No se nota sorprendida, de encontrarme, de hecho su mirada obtuvo un brillo un tanto peculiar apenas nuestras miradas se toparon.
¡Por favor que no se siente al lado mío! ¡Por favor que no se siente a lado mío!
—¿Está ocupado?—me pregunta apenas llega a mi lado.Todos nos ven con asombro, bueno a ella. A mí me asesinan y torturan con su mirada.
¡Sí!
—N-no.—le digo en un patético tartamudeo.
—Bien.—me responde con una enorme sonrisa que hace que su rostro se ilumine. Observo de reojo como su Beta tiene una enorme cara de asombro e incredulidad. Pero como si hubiese escuchado algo vuelve en sí y se termina por encoger de hombros.
—¡Oye guapa! Si quieres te sientas conmigo. ¿Qué dices?—empieza a decir uno de los “amigos” de Paul. Todos son unos sin cerebro igual que él.
—¡Ni loca!—contesta un tanto brusca Aileen y se sienta en el pupitre que está a la par del de nosotros. Alex—así es como se llama el amigo de Paul—se quedó con la boca abierta. Ya que ninguna chica ha llegado a ignorarlo o algo, reprimo una carcajada; no quiero volver a sufrir una humillación como la de ayer. Observo de reojo que mi mate no ha dejado de verme y tiene su ceño ligeramente fruncido.
¿Por qué me ve tanto?
—¿Q-Qué pasa?—le pregunto nuevamente con un patético tartamudeo. Siempre he sido demasiado tímido, y tenerla a ella con su belleza—y tan seductor aroma—no mejora en nada mi timidez.
—¡Oh! Nada. No te preocupes.—dice con sus mejillas un poco sonrojadas, mientras pone su mirada en la profesora. Que linda. Por los Dioses. ¿Desde cuándo alguien me parece linda?
Frunzo el entrecejo desconcertado. Algo me dice que a partir de hoy mi infierno se pondrá peor.
Lo que me faltaba.
◆◇◆◇
—Una hamburguesa.—le pido a una de las cocineras. Esta hace como siempre la mueca de asco y la coloca—de mala gana—en mi bandeja. Murmuro un Gracias, agarro una botella de agua y busco con la mirada alguna mesa disponible. Y como siempre la del fondo llena de basura es la que está vacía. No pierdo el tiempo y me voy hasta allí. Limpio un poco, dejo la bandeja en la mesa y mi mochila a un lado. Mantengo mi mirada en la hamburguesa, no quiero que vuelva a pasar lo de la guerra de comida. Solo eso me faltaría.
Estaba tan metido en mis pensamientos que no escucho cuando alguien empieza a toser falsamente. Fresas. Cierro los ojos tratando de poner mi mejor cara de indiferente, pero creo que lo que provoque es que el sonrojo no se hiciera notar.
—N-no d-deberían de sentarse aquí.—murmuro todavía con la mirada fija en la mesa.
—¿Por qué?—pregunta un poco confundida mi mate. No le respondo solo me limito a encogerme de hombros.
—¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Quién iba a pensar que la legendaria híbrida fuera a estar en nuestra escuela.—dice una voz que reconozco inmediatamente, un escalofrío me recorre el cuerpo entero y mi cuero cabelludo empieza a picar. —¡Oh, pero que descortés! Mi nombre es Paul McCartney, Alfa de toda la manada McCartney.
Le encanta recalcar que es Alfa. Porque sabe muy bien que el Alfa debí de ser yo.
—Pero tú eres un simple Beta.—comenta Aileen dejándome sorprendido. Levanto la mirada de golpe, Aileen alza una ceja y observa con sospecja a Paul. ¿Cómo sabe ella quién es un Beta o un Alfa? Ya que si no eres un Alfa o por decir así un licántropo sangre pura, no podrías darte cuenta, y ella es una híbrida.
Paul frunce el entrecejo y tensa la mandíbula ligeramente, a duras penas mantiene aquella sonrisa arrogante. Trata que no se note lo molesto que debe de sentirse. Odia que lo traten inferior a un Alfa.
Un escalofrío me recorre al percatarme del repentino silencio, doy una rápida mirada de reojo alrededor. Todo el comedor está en silencio y expectantes a lo que sucede.
—Sí, soy un Beta.—masculla entre dientes. —Pero el que iba a ser el Alfa era un inútil que no estaba apto para asumir el rol.
Tiene la mirada fija en mí y una sonrisa burlona se forma en su rostro. Imagino que cree—o supone—que me molesta o algo parecido. Pero me da absolutamente igual. Por mí que se quede con todo el universo, que no me importa en lo más mínimo. Carraspea para llamar la atención de las chicas quienes nos observan ceñudas.
—Pero bueno, ¿por qué mejor no vienen y se sientan conmigo? Les aseguro que es mejor a estar con monstruos. ¿Ah? ¿Qué me dicen?—su sonrisa arrogante no se hizo esperar. Mentiría si digiera que no me importaría que mi mate se fuera con él. ¿Pero quién soy yo para detenerla? ¿Tengo derecho siquiera?
—No. Gracias.—responden ambas rotundamente y empiezan a comer ignorándolo olímpicamente.
Esto no le gustará.
Paul las observa confundido y hasta podría decir que indignado.
—¡¿No?!—pregunta incrédulo. —¿Por qué?
—¡Porque no!—responden como sin nada ambas nuevamente.
—¿Me están hablando en serio? ¿Prefieren quedarse con este bicho raro a ir conmigo, un Alfa?—pregunta con el tono más incrédulo que puede haber. Observa a ambas como si estuviesen locas. Puedo ver como mi mate se enoja y su expresión se vuelve fría.
—Mira maldito engreído, porqué mejor no te vas por donde viniste. No nos importa quien mierdas eres.—le dice una Aileen bastante enojada. —Es mejor que te largues antes de que lo lamentes.
Paul parece que esa amenaza—porque sí, prácticamente lo amenazó—le provoca gracia y empieza a reír como imbécil.
Es que él es imbécil.
—Oh vamos preciosas no se hagan de rogar, yo sé que quieren venir conmigo y mis amigos.—dice sin ni siquiera inmutarse.
—¡Paul!—exclamo con un tono fuerte que me toma por sorpresa. Él me ve con todo el odio que es posible.
—¿Qué quieres maldito monstruo? ¿No ves que estoy ocupado? Así que mejor por qué no te largas y dejas esto a gente importante, y no a monstruos inútiles que no son más que basura.
Y todo paso tan rápido que nadie supo cómo reaccionar.
—¿Y un insignificante Beta narcisista como tú se cree de alto rango? Mira que engañado estás. ¿Por qué mejor no te largas? Y nos dejas en paz antes de que te arranque esa maldita boca asquerosa que tienes.
Todos contienen el aliento al escuchar aquella aterciopelada voz tan llena de odio y ansiosa de sangre. Un escalofrío recorre cada rincón de mi cuerpo y observo incrédulo como Cassandra tiene su mano alrededor del cuello de Paul. Sin contar que sus colmillos de vampira se dieron a relucir y sus ojos cambiaron. Uno de sus ojos se puso rojo escarlata, y su otro ojo esmeralda cada vez se va poniendo más oscuro.
—Cass.—dice en un susurro su Beta, casi que hasta cautelosa mientras trata de acercarse a su Alfa. El rostro de Paul cada vez se va poniendo cada vez más rojo. Todos tienen en su cara la clara expresión de...miedo.
Se decía que cualquiera que se enfrentaba a ella terminaba despedazado, por eso en las reuniones de los Alfas nadie se oponía u opone a ella. Y que cuando se enojaba su lado más sádico y oscuro se daba a relucir. Ya veo que no eran simples cuentos.
—No te acerques.—masculla con aquella escalofriante voz. Su mano todavía mantiene el agarre sobre el cuello de Paul. Aileen solo baja su cabeza y se encoge en sí misma, una posición un poco sumisa.
«—Háblale y haz que se detenga.», habla alguien en mi mente. La voz angelical de mis pesadillas. En otro momento me quedaría como imbécil tratando de averiguar de quién se trata. Pero creo que Paul está muy cerca de la muerte.
—Cassandra.—digo en un tono suave, logrando que sus raros y hermosos ojos se posen en mí.
«—Acércate.», me indica la voz en mi cabeza. Y como si de una orden se tratara, empiezo a caminar hacia ella.
—¿Qué haces?—pregunta Aileen en un susurro temeroso.
—No te preocupes.—susurro de vuelta. Los latidos de mi corazón cada vez se aceleran a medida que me acerco a ella. Cuando lo único que nos separan son unos cuantos centímetros bajo un poco mi rostro, ya que a ella y a Paul le llevo varios centímetros de más, y clavo mi mirada en sus ojos. Sus ojos brillantes e intensos que ven fijamente a los míos.
—Cassandra, suéltalo.—le pido utilizando el mismo tono suave. Ella hace un sonido lastimero, afloja un poco el agarre pero no lo suelta. Me observa con una carita triste.
Cassandra Black D'Buonarroti me estas matando.
—Preciosa, suéltalo.
Pongo mi mano derecha sobre la suya y la mano izquierda sobre un brazo de Paul cauteloso.
—Liam.—su voz volvió a ser la suya. —Liam.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo al escuchar el anhelo de su voz.
Aquí estoy.
Le hago una suave caricia sobre en el dorso de su mano y solo eso bastó para que lo soltara. Paul cayo sin fuerza alguna, mi agarre logro que su cabeza—y cuerpo—no se dieran tan fuerte contra el suelo. Agudizo mi oído tratando de escuchar el respirar y corazón de Paul. Suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo y abro por un mini segundo la conexión que comparto con la manada.
*—Mark ven por Paul.
Y así como abrí la conexión la volví a cerrar todo antes de un minuto. Porque si no Zurich trataría de tomar el control. Y no he pasado más de cincuenta años controlándome, como para dejar que por un descuido todo se vaya al carajo.
—Liam.—la voz de Cass, me saca de mis pensamientos. Levanto la mirada un poco confuso, todos nos ven temerosos y expectantes, vuelvo a poner mi mirada en Cassandra que sigue teniendo ese cambio en sus ojos, dándole un aspecto bastante escalofriante.
¿Y ahora qué se supone que haga?
Comparto una mirada llena de pánico con la Beta de mi mate, la cual me indica con la mirada las dobles puertas del comedor que dan al bosque que rodea la escuela. De inmediato comprendo la sutil señal.
—Vamos Cass.—le digo todavía con mi mano sobre la suya y la saco al enorme patio.
Sólo espero no empeorar la situación.
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