Capítulo 29.
¿Realmente aquella sonrisa es para mí?
¿Realmente aquella mirada cargada de ternura—por aquellos bellos ojos—es para mí?
Mis ojos no pueden dejar de mirarla. Es como si una fuerza inexistente no me lo permitiera.
No sé si ella sea consciente de que todos los hombres ya sea humanos o sobrenaturales la observan embobados. Y yo, no soy la excepción.
Su sonrisa se ensancha—si eso es posible cuando—lo único que nos separan son como metro y medio.
Mis ojos caen a sus esbeltas piernas donde unos tacones negros de suela plateada la ayudan a verse mucho más alta, y a sus piernas más hermosas. Mi mirada sube por la apertura que tiene su vestido en una de sus piernas, uno de color negro. No sabría decir de qué tela está hecho, y la verdad no es algo que me interese mucho. Sin embargo no puedo evitar alabar aquella desconocida tela por hacer ver mucho más hermosa a la chica que en éste momento tiene a mi corazón tan alterado.
Siento mi interior agitarse como si de un espectáculo de juegos artificiales se tratara.
Lentamente subo mi mirada, de inmediato cae en uno de sus muchos rizos platinos que bailan al son de la suave brisa que los acompaña. Y sin ya poder evitarlo más, mi mirada cae en mi perdición.
Sus ojos.
Aquellos bellos ojos que parecen piedras preciosas color esmeralda. No se si solo serán imaginaciones mías, lo mas seguro ya perdí mi cordura, pero es como si todo alrededor de ella no tuviera importancia alguna. O por lo menos para mi.
Y eso es algo que me toma muy de sorpresa, nunca me había sentido así. Nunca esperé sentirme así. Es como si estuviera en un sueño. Un sueño donde mi mate es tan hermosa que no sé cómo hace para estar a mi lado, un sueño donde mi alma gemela no siente repugnancia por mi existencia.
¿Es ésto la realidad realmente?
Espero que sí.
—¿Estas bien?
Su voz me saca de mi ensoñación. Bajo mi mirada sólo un poco, porque si ya de por sí ella es alta, aquellos tacones le dan bastante altura.
De inmediato los latidos de mi corazón se aceleran, sólo el escuchar su voz provoca tantas emociones que no sabría ni como explicar.
—¿Liam?
Parpadeo continuamente para dejar de estar en aquel extraño trance. No sé qué es lo que me pasa.
—Sí.—respondo cuando he enfocado mi vista, y he relajado un poco mis latidos frenéticos. —Lo estoy.
Ella ríe entre dientes y sus ojos brillan de una forma tan...especial.
Por todos los Dioses.
Yo tratando de controlar al desquiciado que tengo por corazón y ella viene con su hermosa sonrisa—y su cálida risa—a terminar de volverlo loco.
Controlate.
Controlate.
Controlate.
—¿Estás nervioso?—pregunta sin borrar su sonrisa.
Niego con mi cabeza, sus cejas se alcanzan como si no se lo creyera pero no dice nada y simplemente asiente.
Claro que lo estoy, pero no lo diría en voz alta. Eso sería verme más patético de lo que ya soy.
Una brisa un poco helada pasa a nuestro alrededor, provocando que sus largos cabellos color arena dance junto a su largo vestido.
Cierro mis ojos fuertemente y aguanto la respiración cuando aquel delicioso aroma llega a mis fosas nasales.
Fresas.
Muerdo mis labios cuando un gruñido quiere salir de lo más profundo de mi ser. Si ya de por sí llamamos la atención de algunos invitados que están a nuestro alrededor, no se vería muy bien que me ponga a gruñir. Eso sería muy raro, y ya de todos modos soy extraño ante los ojos de los demás.
—Realmente ésta manada es grande.—dice tras un largo silencio. La veo de reojo y su mirada pasa de un lado hacia otro. —Y pensar que no conozco ni a la mitad. Qué clase de Alfa debo de ser.
Frunzo mi ceño por su comentario. Por más que trató de sonar divertida y con algo de humor, no lo logró del todo.
Fijo mi mirada en su rostro y se ve un poco triste.
—Eso es imposible.—respondo sin apartar mi mirada de su rostro. De inmediato su mirada encuentra la mía, su ceño se frunce un poco. —Nadie sería capaz de aprenderse tantos nombres. No es porque seas una mala Alfa—cosa que no es así—sino que eso sería muy difícil.
Ella asiente y baja un poco la mirada pero al instante la vuelve a subir. Me da una sonrisa divertida.
—En eso tienes razón, no debería de ser así pero sí es bastante difícil. Si no fuera por Aileen no sé qué sería de mi.—dice recuperando un poco su humor. —Me gustaría tener memoria fotográfica, asi sería capaz de recordarlos a todos.
Aparto la mirada y la bajo a mis pies.
Memoria fotográfica.
Dudo mucho que sepa que yo tengo aquella maldición. Porque sí, lo es. Todo aquel que no la tiene, desea saber qué es lo que se siente tener una atrocidad como aquella, porque lo es. No hay castigo más grande que ése, y el de tener unos ojos como los míos.
Ser diferente no siempre es algo bueno, o no para la gente que conozco.
Es como si odiaran y repudiaran todo aquel que es diferente.
—¿Liam? ¿Estás bien?—su voz un poco preocupada me saca de mi dilema. —¿Dije algo que no debía?
Veo fijamente aquellos ojos que me ven con suma pena y preocupación. Bien, supongo que algo bueno tiene ésta maldición.
Así nunca podré olvidar aquellos ojos, aquella sonrisa, aquel aroma, aquella voz, y sobre todo...a ella. Nunca podré olvidarla. Ni mi mente y dudo mucho que mi desquiciado corazón.
—No. Todo está bien.
Ella me observa fijamente como buscando un “algo” que le indique que estoy mintiendo, pero al no encontrar nada en mi rostro, el suyo se relaja y me vuelve a regalar aquella sonrisa que me deja en trance.
Es tan hermosa.
Su rostro de pronto a otro se empezó a poner de un rojo vivo.
—G-Gracias.—dice dejándome un tanto confuso. Ladeo mi cabeza un poco y ella se sonroja mucho más.
Realmente es hermosa.
Y si eso fuese posible, su rostro se pone mucho más rojo. Frunzo mi ceño. ¿Por qué me dará las gracias? No le he dicho nada o...¿si?
¡Oh! ¡Demonios!
—¿H-as le-leído mi mente?—pregunto con el pulso acelerado, y aquel rojo vivo ahora se apodera de mi rostro.
Ella asiente y muerde su labio inferior. Aparto la mirada un tanto—por no decir demasiado—avergonzado. Un silencio un tanto incómodo cae sobre nosotros. Siento mi rostro caliente, y sé que hasta mis orejas deben de estar rojas.
Que vergüenza.
Respiro profundamente y subo todas mis paredes mentales. Logro escuchar un suspiro de alivio por parte de Cassandra.
Sin poder evitarlo mi mirada vuelve a ella. Su rostro está un poco sonrojado—no tanto como estaba anteriormente—y que la hace ver de alguna forma mucho más hermosa.
¿Es eso posible?
No lo sé. Pero parece ser que sí, porque cada segundo, minuto y hora veo mucho más hermosa a Cassandra.
*—¡Oh! El amor, el amor...—la voz burlona de Zurich se escucha en mi mente seguido de una de sus estruendosas carcajadas. Decido no prestarle atención. Es mejor así.
—¿C-Cómo sigue Ishtar?
Cass alza su mirada y me observa un poco confusa. Una sonrisa se abre paso en sus labios cuando al final mi pregunta la logra procesar.
—Mejor. Aileen me ha ayudado mucho en éso e incluso hasta Metztli ha puesto su granito de arena.—dice con su voz cargada de felicidad.
Escucharla tan feliz, de alguna forma me hace feliz, y eso es algo confuso. Es increíble como mi estado de ánimo depende tanto del de mi mate. Mi abuelo me decía que la relación de mates es como la de un matrimonio, porque a pesar que no es obligatorio entre nosotros casarnos, vivimos con nuestra mate como si lo estuviéramos. Él decía que en un matrimonio siempre tenía que haber felicidad, pero que no era sencillo. Sin embargo que eso era una de las misiones que tenían los mates; buscar su felicidad y mantenerla. Porque es fácil buscar tu fuente de felicidad, pero mantenerla es otra cosa.
«—Cuando encuentres a tu mate, hazla feliz y se feliz con ella. Amala como ella te ama a ti, no dejes que nada les arrebate su felicidad porque solo se tienen el uno al otro.»
Ése era uno de sus muchos consejos. ¡Claro! Que yo a mis diez años no entendía del todo la conexión de mates, lo poco que sé es por mi abuelo, y tampoco era un tema que sacábamos mucho a colación. Porque el abuelo cada vez que hablaba sobre eso se ponía un poco triste, supongo que siempre se acordaba de la abuela.
Pero a pesar de la tristeza de perder a su amada se podía notar el enorme amor que sentía por ella. Sus ojos turquesa se iluminaban, y una sonrisa soñadora se apoderaba de su rostro.
Suspiro y alzo mi mirada al cielo por un instante.
Te extraño abuelo.
Si él estuviera todo sería mucho más sencillo, aunque creo que se avergonzaría en lo que se ha convertido su nieto.
—Liam. ¿Estás bien?
Clavo mi mirada en aquellos preciosos ojos.
¿Qué habría dicho mi abuelo al conocer a Cassandra? Lo más seguro la amaría.
Como yo estoy empezando a hacerlo.
—Cass...—digo en voz baja mientras me acerco un poco hasta donde está ella.
—¿Sí?—responde en mi mismo tono.
Sus ojos no se despegan de los míos y dudo mucho que los míos quieran hacerlo también.
Bajo mi rostro un poco y su aroma no tarda en envolverme. Tan delicioso y hechizante.
Una nueva brisa vuelve a pasar a nuestro alrededor moviendo sus rizos, uno me logra rozar por nuestra cercanía. Lo atrapo en mi mano derecha y lo coloco detrás de su oreja. Mi mano queda en su mejilla la cual se sonroja un poco bajo mi tacto. Es increíble, su piel es tan blanca y tan suave.
Y sin evitarlo mi mirada cae a sus labios rojos, rojos como las fresas.
Un escalofrío me recorre desde la punta de mis pies hasta mi último cabello negro que está peinado con un poco de gel.
—Cass...
Mi mirada vuelve a la suya. Y sus ojos están tan brillosos. Tan hermosos.
—¿Dime?—responde en un bajo susurro. Sus ojos se cierran un poco cuando mis dedos involuntariamente acarician su mejilla.
—Cass...¿Puedo besarte?
Y sus ojos que estaban cerrados se abren de golpe. Sus pupilas se dilatan un poco y observan fijamente mis ojos.
—Sí.
Su respuesta llega segundos después. Pueda ser que Zurich se halla apoderado de mi cuerpo, quién sabe. Porque de lo único de lo que sí soy consciente, es de unos suaves labios con sabor a fresas que están moviéndose al compás junto a los míos.
Cassandra Black D'Buonarroti, no sé qué fue lo que hiciste conmigo. Pero por una vez en mi vida puedo decir que soy feliz.
Soy feliz.
Abuelo...creo que he encontrado a la fuente de mi felicidad.
◆◇◆◇
—Podrías dejar de poner en vergüenza a la familia.—la voz de mi madre provoca que alce un poco mi mirada. Sus marrones ojos me ven con tanto...odio. La mano de Cassandra que está junto a la mía tensa su agarre y sé que en éste momento desea arrancarle la cabeza a mi madre. No la culpo.
—Dando espectáculos frente a toda la manada, debería de darte vergüenza.—la voz de mi madre vuelve a llamar mi atención. —No sé porqué no eres como Paul.
Y otra vez con ésa bendita frase.
«—¿Por qué no eres como Paul?»
«—¿Por qué no puedes ser como Paul?»
—Gracias a la Diosa Luna que no lo es. Eso sí sería una desgracia.—la voz de Cassandra suena tan...tensa. Mi madre pone en su maquillado rostro—uno muy exagerado a decir verdad—la mejor de sus sonrisas falsas.
—Oh querida, pero qué dices. Si mí Paul es el mejor Alfa que alguna vez encontrarás en éste mundo.—dice sin borrar su sonrisa. Creo que tiene un poco de labial en uno de sus dientes. La risa de Cassandra hace que mi mirada se aparte de los dientes llenos del labial de mi madre, para caer en ella.
—Sí claro.—sarcasmo puro se mezcla con su voz. —Espero que la estupidez de ustedes no sea contagiosa.
Muerdo mi labio cuando una sonrisa trata de abrirse paso en mi rostro. Si ya mi madre me ve como si tuviera la plaga, no me quiero imaginar si ve que me estoy riendo de ella.
—Mamá, los Williams han llegado.
La voz de Aria hace que nuestra atención se centre en ella. Mi madre rechina los dientes molesta por ser interrumpida, pero al instante una enorme sonrisa se abre paso en su rostro. Frunzo mi ceño. Algo me dice que no es nada bueno.
—Excelente.—dice sin borrar su sonrisa. Su mirada cae en Cassandra. —Espero me disculpe Alfa Cassandra pero la familia del futuro esposo de Aria ha llegado, y es nuestro deber recibirlos.
¿Futuro esposo?
Mi ceño se frunce mucho más y clavo mi mirada en Aria. Sus ojos están tan abiertos y su rostro está cada vez más pálido.
Parece ser que ella tampoco sabía sobre aquello. Sus ojos turquesa se clavan en los míos—como si sintiera el peso de mi mirada—y tenso mi mandíbula cuando una oleada de furia se abre paso en mi cuerpo. Miedo. Eso muestra su mirada. Y no puedo evitar ver a una Aria de seis años enfrente de mí. Una niña de largos cabellos negros con unos hermosos ojos turquesa llenos de miedo.
Una niña.
Zurich se remueve en mi interior, respiro profundo tratando de controlar el enojo que me recorre.
*—Tranquilizate, por favor.—su delicada voz suena en mi mente. —Tus ojos están empezando a cambiar.
*—Aria...
*—No te preocupes. Voy a estar bien.—responde al instante. —Además no es como si me sorprenda mucho. Eso era algo que se veía venir.
Impotencia pura me recorre todo el cuerpo. Es increíble que ni siquiera pueda hacer algo por mi hermana. Soy un inútil.
*—Por favor no pienses que eres un inútil o algo parecido, sé que lo estás haciendo así que no lo hagas.—su voz vuelve a estar en mi mente. —Estaré bien. Soy una McCartney, y ya no soy la niña que tenias que defender. No me subestimes, Liam.
—¡Aria!—la voz de mi madre nos saca bruscamemte de nuestra conversación. Ambos ponemos la mirada en ella, la cual ve con reproche a mi hermana.
—¿Cuántas veces te tengo que decir lo mismo?—le dice entre dientes. Aria baja la mirada y no responde. Mi madre la agarra del brazo, Aria hace una mueca. Las uñas rojas de mi madre se clavan en su pálido brazo.
—No te conviene desobedecerme, Aria.—le dice en un susurro amenazante. Suelta su brazo y se da media vuelta.
—¿Estás bien?—pregunta Cassandra a mi lado. Despego mi mirada de la espalda de mi madre y la clavo en el brazo de Aria. Unas marcas rojas se dejan ver en su brazo.
Ella cuando se percata que mi mirada está fija en ésa zona la tapa con su otra mano.
—Sí, lo estoy. Gracias por preocuparse, mi reina.—dice mientras trata de sonar fuerte. —Con su permiso me retiro.
Nos regala un pequeño asentimiento y una última mirada. La observo alejarse con un andar seguro, una expresión neutral en su rostro. Su largo cabello negro danza junto a su largo vestido blanco en cada paso que da. Muchos chicos a su alrededor voltean en su dirección al verla pasar.
¿Desde cuándo aquella niña se ha convertido en una mujer? ¿Desde cuándo se ha hecho tan fuerte?
Sé que Aria es hermosa. Desde pequeña siempre fue muy linda, y al tener tantos rasgos de los McCartney llamaba mucho la atención. Mi padre siempre la mimaba—incluso ahora—ya que no sólo es su viva estampa, si no que también es hija del amor de su vida.
Debería de odiarla por acaparar el amor de mi padre, uno que se supone me tendría que dar a mí.
Debería odiarla sólo por el simple hecho de ser la hija de la ex amante de mi padre.
Debería.
Pero como yo nunca hago lo que se debería, no puedo hacerlo. ¿Cómo podría odiar a la única persona que ha estado conmigo después de lo de mi abuelo? ¿Cómo podría odiarla? Si es mi hermana. No me importa si es hija o no de mi madre. Ella es mi hermana. Y mi amor por ella—y las ganas de protegerla—son mayores que aquellos sentimientos tan negativos. Ella forma parte de las personas más importantes para mí. Y eso es algo que nadie será capaz de cambiar.
—Señor McCartney.—una voz delicada llama mi atención. Una de las sirvientas de la mansión esta atrás de nosotros. —Él Alfa me manda a avisarle que es hora.
Asiento en su dirección, da una rápida reverencia y a paso rápido vuelve a entrar a la mansión.
Suspiro, le doy una rápida mirada a mi alrededor. Todo el jardín está lleno de mesas, todo el lugar está decorado elegantemente para la ocasión, sirvientes con sus bandejas pasan de un lado hacia otro. Nunca esperé ver éste lugar decorado por mí causa, sólo el pensarlo lo hace ver algo imposible.
—¿Estás listo?—pregunta Cassandra a mi lado. Cierro mis ojos y respiro profundamente.
Tú puedes.
Vuelvo a abrir mis ojos y lo primero que ven son un par de piedras preciosas color esmeralda.
—Sí. Lo estoy.
Me sonríe, sube su mano a mi antebrazo. De alguna forma la calidez de su palma pasa a través de mi saco y mi camisa.
Bajo la suave melodía de un violín sonando por todo el jardín, y con Cassandra a mi lado, me encamino hasta donde está mi padre.
Todo va a salir bien.
◆◇◆◇
—¡Buenas tardes!
La voz de mi madre suena fuerte gracias al micrófono que tiene en su mano. Todos detienen sus conversaciones y ponen total atención en ella.
—A todos, muchas gracias por deleitarnos con su presencia el día de hoy.—dice mientras en su rostro se forma una gran y falsa sonrisa. —Algunos puede ser que sepan el porqué de ésta reunión y otros pueda que no.
Pero no se preocupen que muy pronto lo descubrirán...
—Todo va estar bien.—la voz de Cassandra hace que mi mirada de aparte de mi madre y se fije en ella. La voz de mi madre suena al fondo pero no oigo lo que dice, sólo soy consciente de aquellos bellos ojos que me ven fijamente.
—¿Liam?—su voz hace que parpadee más de una vez y salga de mi ensoñación. En serio no sé qué es lo que me pasa. —Es tu turno, Liam.
Frunzo mi ceño sin comprender, hasta que veo que me hace señas en dirección donde está mi madre.
¡Oh cielos!
Mi pulso se dispara y el ritmo atolondrado de mi corazón golpea fuertemente contra mi pecho.
—Tú puedes.
Es lo último que escucho que me susurra Cassandra porque empiezo a caminar hasta el lugar donde se encuentra mi madre. Veo muchos rostros; reconozco la gran mayoría. Muchas miradas viéndome fijamente, tratando de ver mis imperfecciones. Aquellas miradas que anteriormente me veían con repugnancia.
*—Hey Zurich.—llamo a mi lobo sin dejar de caminar.
*—¿Qué?—responde al instante.
*—Discúlpame por haberte gritado aquella vez.
Todos son ajenos a mi conversación con Zurich.
*—No te preocupes.—responde con su característico tono burlón. —Para todo hay una primera vez.
Río entre dientes.
*—Nunca esperé decir ésto, pero ¿no quieres tomar el control? No creo ser capaz de hacerlo sin dejar en vergüenza a mis padres.
*—¡Al demonio con tus padres!—gruñe molesto. —Tú puedes hacerlo, solo ten confianza en ti mismo. Eres un Alfa, y eres incluso mejor persona que cualquiera de esos lobos que están presentes. Yo no tomaré el control porque ésta vez lo tienes tú. Sólo recuerda; ambos somos uno mismo.
Y eso fue lo último que escuché por parte de él, porque la conexión había sido cerrada.
«Ambos somos uno mismo.»
—Muchos de ustedes tal vez lo reconozcan—y sepan quién es—o simplemente no lo sepan.—la voz de mi madre suena un tanto lejana, teniendo en cuenta que la tengo al lado.
Dejo mi mirada en mis pulidos zapatos negros mientras escucho a mi madre darles una explicación a los presentes. A medida que mi madre explica varios murmullos se alzan por encima de los demás, pero es como si no pudiera descifrar lo que dicen. O tal vez se trate de un mecanismo de defensa por parte de mi cuerpo. Quién sabe.
*—Tú puedes.—la delicada voz de Aria se hace presente en mi mente. —Demuéstrale a todos de lo que eres capaz. Se que serás un gran Alfa, Liam.
—Ahora déjenme y se los presente. Descendiente del mejor Linaje de licántropos, nieto e hijo de un McCartney. En sus venas corre sangre Alfa y sangre de los primeros Alfas de la historia...
¿Es ésto una subasta?
Por Zeus.
Mis pulmones arden y exigen el oxígeno que no dejo pasar. No creo ser capaz de soportar ésto.
«—Sólo recuerda; ambos somos uno mismo.»
Ah. Ahora lo entiendo.
—Él es Liam McCartney, el nuevo Alfa de la manada McCartney.
Subo mi mirada de poco a poco. Y con una seguridad, que no se de dónde saqué, veo a los ojos a todos los presentes. Veo fijamente a los ojos a todos lo de la manada. Mi manada.
En años anteriores aquello me parecería tan...ilógico, y se podría decir que imposible, pero parece ser que no es así.
Porque estoy frente a ellos, que a partir de hoy pertenecen a mi manada, una de la cual soy su líder. Soy líder de la manada de los McCartney, y eso es algo que nadie podrá cambiar. No dejaré que eso ocurra jamás.
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