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Capítulo 25.

«¡DETENTE!»

No. No pienso hacerlo.   Has hecho sufrir a mi mate, lo menos que te mereces es que sufras. Y al final...mueras.  

*—Margaret. Margaret. Te dije que no lo lograrías...—dice la voz de Zurich en la mente de Margaret. Llena de satisfacción y diversión.   Nuestra presencia estaba en su mente, y ella estaba a nuestros pies sufriendo por la tortura mental.

*—¡Maldito! ¡Detente! ¡Sal de mi mente! ¡FUERA!—gritaba histérica mientras tomaba su cabeza.

Todo a nuestro alrededor era oscuro y vacío, porque su mente sólo estaba llena de oscuridad. Margaret estaba tirada en aquel espacio, mientras trataba de salir de nuestro trance. Algo que nunca logrará, porque nosotros teníamos el control completo sobre ella.
Sus gritos agónicos era lo único que se escuchaba en aquel lugar.

*—¿Quieres seguir jugando?—la burlona voz de Zurich hacía eco en aquel lugar.

Margaret ni siquiera era capaz de moverse. Sus ojos estaban tan abiertos, tan atormentados. Y aquello satisfacía enormemente a Zurich.

*—Por favor...—suplicaba entre lloriqueos. —Por favor.  

La estruendosa—y malvada—risa de Zurich es lo último que escucho, porque cuando me quise dar cuenta estábamos fuera de su mente. Veo a mi alrededor un poco confundido, como a unos cuantos metros logro ver a Cassandra tirada en el suelo, un nuevo gruñido enfadado trata de salir pero no lo permito. Ladeo mi cabeza cuando escucho un murmullo, bajo cabeza hacia Margaret, tiene el rostro escondido entre sus manos, y el murmullo viene de ella. Todo mi cuerpo lóbuno se tensa y los pelillos del lomo se me erizan al escucharla reír.

—¡TE VAS ARREPENTIR!—grita sorprendiéndome. Incrédulo la observo desaparecer, cuando alzo la mirada la encuentro como a medio metro de donde se encontraba Cassandra. Y aunque Zurich estaba controlando mi cuerpo, pude sentir como un escalofrío nos recorría por cada centímetro de nuestro cuerpo.

¡NO!

Mi corazón iba a una velocidad peligrosa, un pitito de lo más ensordecedor era lo único que lograba escuchar. Sentía mi cuerpo lento y muy pesado.

Tengo que llegar. Tengo que hacerlo.

Quería llegar cuanto antes al lugar donde estaba Cassandra, pero sentia que entre mas corría nunca llegaba. En cuanto Margaret alzó aquella daga de plata para herir a Cassandra es como si un manto fuese puesto en mis ojos. Un odio y una rabia recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Mis colmillos los sentía ansiosos. Ansiosos de...matar.  

—¡NO!

El grito lleno de terror de Cassandra me provocó un escalofrío, pero del único sonido que era del todo consciente fue cuando escuché la cabeza de Margaret ser separada de su cuerpo. Podía sentir la asquerosa piel de aquella bruja desgarrarse por mis dientes, asi como también del sabor asqueroso de su sangre. Sangre que para mi desgracia había caído en el rostro—y cuerpo—de mi mate.  

Nadie hablaba.  

Nadie se movía.

Nadie respiraba.  

Bajo mi mirada preocupado hacia Cassandra temiendo que Margaret la haya lastimado. Observo su rostro que está muy palido, sus labios están quebradizos y abiertos; sorprendidos. Mis ojos buscan los suyos los cuales están tan abiertos que parecen atormentados, y además no se separan de los ojos sin vida de Margaret, la cual se encuentra todavía aprisionada por mis dientes. Busco alguna herida en su cuerpo el cual está tan tenso que podría jurar que no respira. Todo mi lóbuno cuerpo se vuelve a tensar cuando aquellos atormentados ojos esmeralda bajan al cuerpo decapitado que está a sus pies.  

¡No! ¡No lo veas!, me hubiera gustado decirle. Pero de nada hubiera servido porque había visto todo. Había visto cómo torturé y maté a aquella bruja.  

«Eres un monstruo

No. Yo solo...trataba de salvarla.  

«Eres un monstruo

No. Yo solo no quería que le pasara nada.

«Monstruo

Parpadeo, enfoco mi vista cuando siento que ahora soy yo el que controla del todo mi cuerpo. Veo a mi alrededor y todos me ven con...miedo.  

No otra vez. No.  

Veo hacía Cassandra nuevamente, y siento todo mi interior quebrarse como un insignificante vidrio. Un gemido de dolor sale desde mi interior. Su cuerpo tiembla, y quiero pensar que es por la brisa helada que pasa, danzando a nuestro alrededor. Pero toda esperanza se fue, cuando vi aquella expresión, cuando vi aquellos ojos que tanto amo llenos de lágrimas y llenos de...miedo. La misma expresión que tenía toda mi manada aquella vez. La misma expresión que tenía mi hermana. La misma expresión que tenían mis padres.  

Miedo. Cassandra me tiene miedo.  

Siento como si golpearan mi estomago y me sacaran todo el aire de mi cuerpo. Un dolor asfixiante crecía en mi pecho.

Esto no puede estar pasando.  

Aunque no se porqué me sorprendo, todos siempre verán con miedo a un monstruo. Siempre.   Pero... tenía la esperanza que ella no la tuviera. ¿Tan ingenuo soy? ¿Tan egoísta? Deseaba y deseo que ella no tema de mí. Pero ya veo que es algo imposible. Porque aquellas lágrimas que estaban retenidas en sus bellos ojos, ahora corren libremente por su rostro.

Hasta llorando es hermosa.  

Por cada lágrima que sale de sus ojos es como si me desgarraran por dentro. No entiendo. No es la primera persona que me muestra miedo, mi familia es un claro ejemplo. Pero aquel dolor a éste es muy diferente.   ¿Por qué siento como si millones—y millones—de agujas se clavaran en mi corazón? ¿Por qué no puedo respirar? Siento como si algo no permitiera que el aire pase a mis pulmones. ¿Por qué?  

Siento como la decepción, la resignación y el dolor bailan por todo mi ser.  

Lo siento. Lo siento tanto.
Su rostro lleno de lagrimas, y con aquella expresión llena de miedo se quedan clavadas en mi mente. Por mas que trate de borrar esa imagen de mi cerebro es imposible, porque a pesar que ya no la tengo frente a frente es como sí lo estuviera.
Los enormes árboles pasan como un borrón a mi lado.  

«¡NO!»

«¡TE VAS ARREPENTIR!»

«¡LIAM!»

Basta.

¡Basta!  

¡BASTA! 

Mis patas al impactar contra el suelo y mi respiración forzosa era lo único que lograba escuchar. Aquel pitito ensordecedor todavía seguía en mis oídos aturdiendome por momentos. Nunca me había sentido tan desorientado, tan perdido...¿o siempre lo había estado?
Mi enorme cuerpo serpenteaba por aquel enorme bosque, como si lo conociera de memoria, como si fuera natural en mi estar transformado en lobo.  

«Eres un monstruo

No.

«Nunca conocerás la felicidad

La tuve pero la perdí.

*—¡DETENTE!—el rugido de Zurich estalló en mi mente.

*—No.  

*—No seas idiota. ¡DETENTE!—volvió a rugir con voz demandante.  

«Miedo. Ella te tiene miedo

*—¡LIAAM!—su rugido era tan furioso.  

Y yo estaba tan...harto.

*—¡CALLATE! ¡CALLATE! ¡Déjame en paz por una vez en mi maldita vida! ¡Déjame con mi maldita miseria! Solo déjame en mi maldita oscuridad por un día sin querer controlarme.

Y eso fue suficiente para callarlo.

Estaba tan...harto. Tan decepcionado, tan triste que no era capaz de soportar ni mi misma presencia. Casi se siente como si fuera mentira, como si solo hubiera sido imaginaciones mías. Pero aquella opresión en mi pecho, así como la imagen que danza en mi mente me confirman que no es así. He perdido y he arruinado lo único bueno que he tenido en mis cien años de vida. He hecho que la única persona que he amado me tenga miedo, la he hecho llorar, la he hecho sufrir.

Una basura, éso soy.  

Un rugido furioso—y lleno de tristeza—sale de lo más profundo de mi ser. ¿Cómo pude? ¿Cómo pude hacerle eso? ¿Cómo?

Siempre arruino todo en mi vida.  

◆◇◆◇

«Eres un monstruo

«Un asesino

Lo soy.

Y mi reflejo lo mostraba tan claro. Aquella agua tan cristalina así me lo relajaba. Cierro mis ojos,  trato de tranquilizar al desquiciado que tengo por corazón, late tan rápido que no sé cómo no se me ha salido. El sonido tranquilizador de las cataratas y las brisas heladas—que constantemente pasan—me envuelven completamente. Es casi tranquilizador. Casi.   Abro mis ojos y me vuelvo a encontrar con aquel reflejo, el reflejo de un pobre diablo que además era un asesino

Mis ojos de diferentes tonalidades—que para mis padres es una maldición—brillan de una forma tan peligrosa. Se ve tanta maldad en ellos. Como si todos mis demonios se pudieran ver a través de ellos. Mi mandíbula y parte de mi pelaje de está lleno de sangre, sin contar mis colmillos, los cuales de muestran amenazantes; llenos de sangre.
No me sorprende el porqué todos mostraron tal expresión. Hasta yo tendría miedo.  

Un completo monstruo.

Lentamente me acerco más al agua, primero hundo mis dos patas delanteras y luego mis patas traseras. Cuando la gran mayoría de mi cuerpo está empapado hundo también mi cabeza. No sé cuánto es capaz un lobo de aguantar la respiración bajo el agua, pero no pienso descubrirlo, así que al instante saco mi cabeza. Siempre lo he dicho y siempre lo diré; no hay nada mejor como el agua helada. Vuelvo a meter mi cabeza al agua para al instante volverla a sacar. Tal vez la suciedad salga de mi cuerpo, pero no aquella imagen.  

Salgo de la helada agua y vuelvo a la orilla, sacudo mi cuerpo y mi pelaje se eriza un poco. Ni modo.   Me echo en el suelo, dejo mi cabeza entre mis patas, agradezco que los licántropos tenemos temperaturas altas, porque sino me moriría de frío.

Observo el cielo que cada vez se oscurece más, pero menos ganas de irme me dan. No tengo ni ánimos ni ganas. Mis orejas se mueven de un lado hacía otro tratando de escuchar algo o a alguien pero ningún sonido—salvo el agua caer furiosamente de la catarata y el viento al pasar—es lo único que se escucha.  

«—Nunca me abandones, por favor.»

«—Nunca, Liam.»

Por alguna razón mi cerebro decide volver atraer a colación aquel recuerdo.  

«Nunca.»

Su voz sonaba tan sincera, tan firme, y yo tan...patético. Aquella opresión en mi pecho se intensifica, un nudo en mi garganta se forma cuando un aullido trata de salir.  

«—No olvides nuestra promesa, Liam.»

Jamás lo haría. Mi mente nunca me lo permitiría. Y no creo ser capaz de olvidarla. Asi como tampoco podré olvidar todo lo que ha pasado.   No podría olvidar aquella vez que la vi en el lago, cuando la rechacé y lloró en frente de mí; exigiendo una explicación. Tampoco podría olvidar aquella vez que declaró que iba hacer que me enamorara de ella, se veía tan confiada que lo iba a lograr.

¿Cómo podría olvidar aquellos labios con sabor a fresas? Que con un solo roce hace que pierda el control sobre mí mismo Aquel aroma que hace que todo mi sentidos se duerman. ¿Cómo podría olvidar el sonido de su risa? ¿Su cálida sonrisa? Aquellos ojos que son mi tormento y a la misma mi adicción. Podría ver fijamente a sus ojos veinticuatro horas seguidas sin siquiera aburrirme. Simplemente no podría. No podría olvidarla nunca en mi vida. Ni el hecho que la amo con cada fibra de mi ser.

No sufro por el hecho que ella me tenga miedo, sino el hecho que ella haya sufrido por éso. Que haya temido de la persona que se supone debe de ser su apoyo, en quien se supone la haga sentir segura, querida. Pero no. Yo hice todo lo opuesto. Y eso es algo que siempre me va a torturar. Es lo menos que me merezco.  

Un largo suspiro sale de mi hocico. Mis ojos tratan de cerrarse pero hago lo imposible por mantenerlos abiertos. El frío de la noche cae en aquel frondoso bosque. No sé cuántas horas he pasado en éste lugar porque ya la Luna hace su acto de presencia. Tan hermosa. Tan imponente y majestuosa. Brilla tanto como si quisiera iluminar cada rincón oscuro. Como si quisiera iluminar mi oscuro ser.  

¡Oh Diosa Luna! Cuánto tiempo ha pasado para que vuelvas a escuchar mis lamentos.  Como si hubieran pasado años, cuando sólo han sido semanas.  

¡Oh mi querida Diosa!
Tú que todo lo vez, sabes tan bien como yo que he hecho algo terrible. Tan terrible que no creo ser capaz de ver a los ojos al ser que más amo.
Tú que reina de cielo eres y que siempre velas por nosotros los indomables. Cuidada y protegela.   Porque bien sabes que no me creo capaz de hacerlo. No me permitas olvidar cuanto la amo y no permitas que ella siga sufriendo por un pobre desdichado.  

¡Oh mi querida y amada Diosa Luna! Tú que eres nuestra más grande adoración, cuida a mi razón de existir. Porque ella es y siempre será la luz de mi oscuridad.

Como si pudiera escuchar mis súplicas, mis lamentos y mis ruegos empezó a brillar más, como si eso fuera posible. Llenándome de una calidez que fue lo único que necesité para que mis ojos al fin se cerrarán.  

Te amo, Cassandra.  

◆◇◆◇

El sonido de una rama quebrarse hace que mis orejas se alerten. Agudizo mis sentidos, para ver si logro sentir la presencia de alguien. Pero no logro sentir, ni oler y mucho menos escuchar a nadie.   Serán imaginaciones mías. Decido no darle importancia y vuelvo a cerrar mis ojos.

Ya no estoy cerca de la orilla de la catarana sino bajo la sombra de uno de aquellos enormes árboles. El día amaneció un poco nublado y frío, no tanto como para hacerlo temblar de frío pero sí lo suficiente helado para hacer estremecer a un humano. Es increíble lo silencioso que es éste bosque. Tal vez sean ciertas todas las historias que corren sobre él. Pero no me da miedo, ni tampoco me molesta la soledad y el silencio. Es perfecto para dejarme caer más en mi miseria.  

Lo mejor es que Zurich no volvió a hablarme, supongo que sigue enojado por el hecho que no quise hacer lo que él quería. Y no me arrepiento. Así como tampoco me arrepiento de haber matado a aquella bruja. Aunque no estaba en mi control totalmente de alguna forma disfruté su sufrimiento y hasta de su muerte. Todavía puedo escuchar el sonido que hizo su cuerpo al ser desgarrado y separado por mis dientes. Eso sólo demuestra que mis demonios tienen razón.  

Soy un maldito monstruo.

“Crack.”

Y otra ramita al ser partida. Sólo que ésta sonó más cerca de la otra. Esta vez no puedo evitar ponerme alerta. Mi cuerpo se tensa, mi hocico se arruga reluciendo mis colmillos.  
Unas pisadas firmes y delicadas se aproximan, tan delicadas que muy difícilmente son capaces de escucharse. Me quedo quieto en mi lugar esperando que sea quién sea se digne a aparecer, una nueva brisa vuelve a pasar y esta vez trae un delicioso aroma. 

Fresas.  

Siento todo mi interior cosquillear. Un gruñido trata de salir pero lo reprimo.

—¿Liam?  

En cuanto aquella aterciopelada voz llegó a mis oídos empezó su desenfrenado latir mi desquiciado corazón.  

Su voz.

Su aroma.  

—Liam.

Por favor no. No me llames con ese tono tan feliz, con ese tono tan anhelante.  

Su cuerpo esbelto tapado bajo unos pantalones, un abrigo de lana y sus inseparables zapatos, estaba frente a mí. Observo su largo cabello color arena con mechones rubio platino danzar junto a las brisas heladas que pasaban a nuestro alrededor. Y aquellos ojos esmeralda... tan bellos como siempre.

Hasta ahora me había dado cuenta lo mucho que extrañaba aquellos ojos y aquel aroma, aquella sensación que sólo ella es capaz de provocar. Y aunque todavía es desconcertante como mi cuerpo reacciona a ella, como mi corazón se acelera sólo por una sonrisa suya.

—Liam...  

«—¡NO!»

Y vuelve aquel maldito recuerdo.

Retrocedo asustado. Asustado de que ella vuelva a poner aquella expresión. No quiero.   No podría ser capaz de soportarlo.  

—Se lo que estás pensando...—dice sin apartar sus hermosos ojos de los míos, que son todo lo opuesto a los suyos.

¿Lo sabe? ¿Sabe lo que mis demonios me dicen esn este momento?  

—No pienso irme hasta que me escuches.—vuelve a decir con aquella voz firme que tanto la caracteriza. —Yo no te tengo miedo, Liam. Nunca lo tendría, no de ti. Así tengas cinco cuernos nunca lo tendré. Tú eres lo mas importante que tengo además de Aileen. Contigo esté donde esté,  siento que estoy en casa, tú eres mi hogar.

Su voz pasó de ser firme a quebrarse, lo que significa que está a punto de llorar. Y eso sí que haría mi tortura más difícil. Ella no merece llorar por alguien como yo. No lo merece. Ella es mucho para alguien como yo.

Siento mi cuerpo estático. Ella sabe que escucho cada una de sus palabras. Los metros que nos separaban se fueron convirtiendo en centímetros, hasta el punto que estábamos frente a frente.  

No sé qué sería de mi si te pierdo.—dice en un susurro. Sus bellos ojos esmeralda se llenaron de lágrimas. —No me abandones, por favor.  

Y sus brazos se enrollaron en mi cuello. Sus cálidas lágrimas mojaban mi pelaje, y no me importaba. Porque no podía dejar de pensar en sus palabras.  

«No me abandones.»

«No me abandones, por favor.»

No podría. Y soy tan egoísta que no quiero hacerlo. Lo siento tanto.   Pero no me creo capaz de dejarte ir. Y temo que aquella luz que la hace tan bella—y tan perfecta—se vea opacada por mi oscuridad.  

¿Qué hago?  

Realmente mi vida nunca será tranquila.

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