Capítulo 2.
Cassandra Black D'Buonarroti, es mi nombre. Primera híbrida de la historia. Una loba y una vampira; mi raza. Hija del primer Alfa, Rahven Black, y la última sangre pura—y reina—de los vampiros, Angelic D'Buonarroti; es mi Linaje.
Siempre me he considerado una mujer fuerte, que sabe lo que quiere pero a la misma vez sabe el valor de las cosas y las personas. Haber nacido significó perder a las personas más importantes de mi vida. Mis padres. Y a esa se sumaron muchas cosas más. Pero todo valió la pena, que sea mujer no significa que sea débil, todo lo opuesto. Esto era una nueva era, nuevas reglas. Nadie iba a poner en duda el poder que podía tener una mujer. Yo luché por lo que quería, y lo conseguí. La paz.
Todos siempre me preguntaban; ¿Por qué busqué la paz entre las razas vampíricas y licántropos? Ya que se supone que debería de odiarlos. Porque fueron ellos quienes le arrebataron la vida a mis padres. Pero no podía. Algo en mí no me dejaba albergar odio, no podía seguir jugando al mismo juego que ellos; el de destruirnos mutuamente. No iba a permitir que más niños—y niñas—se quedaran sin padres, tampoco iba a permitir que el sacrificio de mis padres fuese en vano.
Doscientos años tuvieron que pasar para que dos razas—las más importantes y peligrosas—del mundo sobrenatural estuvieran en paz. Y no puedo estar más que orgullosa por lograr que dos razas, que forman parte de mí, dejaran las disputas.
—Mi señora, todo está listo para partir.—la voz mi Beta me saca de mis pensamientos. Y no, no es hombre.
—Aileen.—la reprendo con la mirada.
Odio, realmente odio que me traten de “señora”, “reina”, y términos parecidos. Si sé mi posición en el mundo sobrenatural, pero no me considero mejor que nadie.
—Disculpa Cass, es la costumbre.—responde mientras se encoge de hombros.
—Como sea.—digo en un susurro, que igual sé que escuchó.
—Ahora que lo pienso.—me dice mientras su ceño se frunce. —¿Por qué razón nos vamos de Italia a Canadá?
Pienso por un momento en su pregunta. No sé si decirle o no, así que decido por la verdad.
—Tuve un sueño.—digo con la mirada fija en ella. Frunce el ceño y me presta atención. —Nuevamente salían mis padres. En ese sueño estamos en un extraño bosque y ellos me decían que algo importante me esperaba en Canadá.
No puedo evitar sonar un poco confundida.
—¿Algo o alguien?—me pregunta igual de confundida.
—No me preguntes que estoy igual.—me encojo de hombros y ella me observa pensativa.
—¿Y si se trata de...—no termina la frase. Levanto una ceja en su dirección, interrogativa. Aileen mordisquea su labio inferior.
—¿Quién?—la aliento a que continúe.
—¿Y si se trata de tu mate?—termina la frase al fin.
Ambas nos observamos fijamente por un largo tiempo, hasta que nos empezamos a reír a carcajada limpia. Paramos de reírnos para vernos serias nuevamente.
—¿Tú crees?—le pregunto con una expresión bastante seria. Nos quedamos viendo por un rato, hasta que volvemos a explotar de la risa.
—Eso es imposible. Hace mucho que dejé de buscarlo.—digo mientras limpio una lágrima, que se escapó de mis ojos por el ataque de risa.
—Uno nunca sabe.—dice Aileen mientras sale de mi habitación.
Bufo y pongo en blanco mis ojos.
¿Mi mate? Que tontería.
—Odio viajar en aviones.—gruñe mi querida Beta a mi lado.
Cierro mis ojos y busco algo de paciencia, porque estoy a punto de tirar a mi Beta por la ventanilla de al lado.
—¿Y tú crees que a mí me gusta?—le digo, incapaz de esconder mi fastidio.Me tiene cansada de sus quejas.
Revolotea sus ojos y se acomoda en el enorme asiento de un suave material. No sé qué será pero apuesto que es carísimo, al igual que todo su inferior. Vamos en un avión privado rumbo a Canadá.
—¿Sabes?—dice llamando mi atención. —Es bastante extraño ese sueño que tuviste con tus padres. ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que soñaste con ellos? Si no me equivoco la última vez fue hace cien años.
Hago una mueca y asiento en su dirección.
—Sí, han pasado cerca de cien años pero no cambia el hecho de que es extraño.—le digo mientras me encojo de hombros y aparto la mirada. Todavía es extraño hablar de mis padres, siempre que hablo de ellos me duele el pecho y pensamientos un poco negativos revolotean en mi mente.
—Bueno, dejando de lado lo gracioso. ¿Y si realmente se trata de tu alma gemela? Piénsalo, no sería raro ya que no lo has encontrado.—me dice con su típico tono; de yo siempre tengo razón.
—En cierta parte tienes razón, pero han pasado doscientos años, he viajado por todo el mundo, he ido a varias manadas, y aún así no lo he encontrado.—digo seguido de un suspiro, cierro mis ojos por unos segundos. —Aunque no lo creas tengo la fe de encontrarlo. Tengo la esperanza de alguna vez tener un amor tan hermoso como el que mis padres tuvieron, sin todo el drama claro.
Aileen suspira a mi lado.
—Lo sé. Que no se te olvide que a pesar de ser tu Beta soy tu mejor amiga.—me dice con un tono divertido en su voz. —Así como también sé que has mandado al diablo a todo ser—o no ser—sobrenatural que se creía que podía ser tu pareja.
Que extraño y loco debe ser tener doscientos años y nunca haber tenido un novio. Aunque la verdad no me importa, si no es mí mate no tiene sentido alguno.
—¿Crees que sea un Alfa? Así todo, guapo, alto y musculoso.—me pregunta cambiando radicalmente el tema. —O tal vez un vampiro. Ya sabes esos de la alta sociedad, aunque creo que esos ya están extintos.
Pongo mis ojos en blanco cuando Aileen ha empezado a desvariar.
—Sabes que eso no me importa en lo más mínimo.—respondo ya cansada. —Y prefiero morir antes de tener como mate a uno de esos arrogantes Alfas.
La escucho bufar por mi respuesta.
—Sí, pero Cass todos tenemos aunque sea una pequeña expectativa cómo será físicamente tu pareja.—me dice mientras pone su larga melena negra en uno de sus hombros. Le doy una mirada de reojo a mi querida Beta.
Aileen Parker. Una híbrida, una de las pocas. Es una mezcla de bruja y licántropo, una mezcla muy extraña a decir verdad. La primera vez que la vi, fue cuando la nana que me cuidaba—la cual era una bruja—me dijo que tenía una nieta y que si ella moría que la buscara. No pude negarme a esa petición. Viví con nana desde que tengo memoria, ella fue mi única familia, cómo podía negarme a su último deseo.
Cuando cumplí mis quince años un grupo de vampiros nos tendieron una emboscada, a duras penas nos pude sacar de aquel lugar pero cuando nos disponíamos por correr, una flecha con la punta de plata fue disparada en mi dirección. Mis reflejos se encontraban un poco lentos ya que estaba bastante lastimada. Todavía puedo recordar como aquella flecha venía directamente en dirección a mi corazón. Incluso hasta puedo recordar el rostro de todos los presentes. En ese momento sentí que era mi hora, iba a morir. Pero alguien había impedido mi muerte. Nana se interpuso entre la flecha y yo. Lamentablemente la flecha fue a parar a su corazón en deber del mío, fue cuestiones de segundos en los cuales murió.
Un suspiro triste sale de mis labios por volver a recordar aquello. Aileen sacó muchos rasgos de su abuela. Ella nunca habla sobre sus padres y yo no pienso obligarla, cuando yo soy similar. No es fácil hablar de tus padres, padres que han muerto y tú nunca conociste.
—¿Qué te pasa?—la voz de Aileen me saca de mis pensamientos. Meneo mi cabeza y alzo mis cejas cuando la azafata que nos atiende nos observa como embobada. Sobre todo a mi Beta que es la que tiene en frente. No la culpo Aileen es muy hermosa y llama la atención sea donde sea que esté. Tiene un largo cabello negro con tonos un poco azulados, blanca como la porcelana, alta de por lo menos un metro setenta, un cuerpo esbelto y por último sus extraños ojos violetas con motitas doradas. Las del Linaje Parker—según me comentó nana—todas las brujas poderosas de ese clan nacían con los ojos violetas. Algo impresionante a decir verdad.
—¿Y qué pasa contigo si encuentras a tu mate?—le pregunto una vez la término de escanear. La azafata se sonroja y se va rápidamente.
—Fácil, amarlo.—responde y se encoge de hombros.
—¿Lobo o vampiro?—pregunto mientras levanto una ceja en su dirección.
—Si por mí fuera los dos en uno.—dice con su típica mirada pícara.
—Nunca cambiarás.—le digo mientras las dos soltamos una carcajada.
—Lo sé mi querida Cassy. Lo sé.
—¿Sabes? A pesar de que eres por decir así la Alfa de todos los lobos, no tienes una manada propia.—me dice Aileen mientras cruza sus pies sobre la cama de su habitación.
Estamos en una enorme cabaña de madera que pertenecía a mis padres. Es de dos plantas, en el segundo piso tiene tres habitaciones muy grandes, cada una con baño propio. Y hay tres habitaciones en el primer piso. Además de la cocina, el despacho y la sala de estar.
La observo durante un instante y respiro profundamente armándome de paciencia. No sé cuántas veces he tenido la misma conversación con ella y siempre llegamos al mismo resultado.
—Parker, ya te dije; no me gusta dirigir, ni mandar a nadie.—le digo en tono cansado. Éste tema me harta. —Y solo voy a las reuniones de Alfas porque soy como tú dijiste; la alfa de todos los lobos.
Frunce su ceño en mi dirección. Odio eso. Realmente odio eso de ser la supuesta Alfa de todos los lobos. Porque aunque no me guste que me manden. Y esta en mi naturaleza ser “líder”, no me gusta para nada. Aileen suelta un suspiro de derrota mientras menea su cabeza.
—Como sea.—dice mientras se tira de espaldas en su enorme cama. Un bostezo se escapa de mis labios.
—Me iré a dormir. Más te vale no despertarme.—le digo mientras me encamino a mi habitación.
—Sí señora.—dice en tono militar. Suelto un gruñido en advertencia y ella estalla en carcajadas.
Idiota
«Cass.», Decía una delicada voz en la penumbra.
«Mi luna.» Decía otra voz como un lamento. Por una extraña razón aquella voz me provocaba sensaciones extrañas. Trataba de moverme pero no podía.
«¡Oh mi querida Luna! ¿Serás mi luz o mi oscuridad? ¿Serás mi razón o mi perdición? ¡Oh mi adoraba y amada Luna! ¿Me salvaras o dejarás que la maldad y el sufrimiento me consuma? », Seguía diciendo aquella ronca voz, cada vez más lejana.
«Cass.» Repetía la melodiosa voz. «Sálvalo. Cass.»
¿A quién? ¿Quién es?, Me repetía continuamente.
«Cass querida, sálvalo.» Cada vez la voz se alejaba, repitiendo de forma robótica lo mismo hasta convertirse en un murmullo lejano. No podía ver nada más que oscuridad, ni siquiera podía moverme.
«Mi luna.», Empezó a decir aquella ronca voz nuevamente, pero sin el tono de lamento ésta vez era con...anhelo. Mucho anhelo.
«Mi luna, sálvame.»
Se iba acercando. Entrecerraba mis ojos para tratar de ver quién era.
«Cassandra ayúdame.»
Sentía que algo me jalaba repentinamente para abajo.
«Cass. Ayúdame.»
Y la sensación de caída era cada vez más fuerte. Sentía ganas de gritar pero mi voz no salía.
«Ayúdame.», Su voz era un poco más desesperada. Trataba y trataba de moverme. De gritar. Pero era inútil, mi cuerpo no reaccionaba.
«Ayúdame...Cass...», Un murmullo desesperado era lo único que escuchaba.
¡Espera!, Me decía en mi mente. ¡Espera! ¡No te preocupes yo te ayudaré!, Gritaba en mi mente. Y como si de un simple hilo sobre el que estaba parada, se cortó y empecé a caer al vacío.
—¡Noo!—empecé a gritar, lo que provocó que me dolieran mis cuerdas vocales.
Abro los ojos un poco desubicada y permanezco con la vista en el techo. Sé que si me levanto mis piernas me fallarán. Suspiro y cierro mis ojos, que al instante vuelvo abrir. Le doy una mirada de reojo a la enorme ventana que está cerca de la terraza, puedo ver que sigue siendo de noche. Todo sigue sumido en la oscuridad y la imponente luna está en lo más alto tratando de iluminar, pero una densa niebla hace de manto. Le doy una mirada rápida al reloj que está en mi mesita de noche. Dos y treinta, marcaba. Sí, todavía falta para que amanezca. Llevo una de mis manos a mi frente, un agudo dolor de cabeza está empezando a fastidiarme.
Que sueño más raro. Todavía el tono desesperado de aquella voz sigue presente en mi mente.
*—Cass.—dice mi loba interrumpiendo mis pensamientos.
*—¿Qué pasó Ishtar?—pregunto extrañada.
*—Debes ir al bosque.—dice mi parte vampira.
*—¿Por qué? ¿Qué ocurre Metztli?—pregunto cada vez más confundida.
Sus tonos eran apurados, ansiosos
*—¡Solo ve!—dicen ambas antes de cortar la comunicación. Siento una sensación extraña en la boca del estómago, como un mal presentimiento.
Espero no sea nada.
Me levanto lentamente y me acerco a mi vestidor, mis dedos agarran un vestido, el cual no tomo tiempo de admirar. Rápidamente me cambio y busco unas zapatillas, que al instante encuentro. Me acerco a la ventana que hace mejor dicho de puerta, la deslizo y me encuentro con la terraza. Sin pensarlo mucho agarro velocidad y salto, de un movimiento ágil caigo de pie en el suelo. Y sin más empiezo a correr rumbo al bosque.
Kiwi y menta. Esos son los olores que percibo desde que me transformé en loba.
*—Ishtar, ¿Qué es ese olor?—le pregunto a mi loba por la conexión.
*—No sé Cass, pero algo muy raro ocurre.—me dice en un tono preocupado.
Emprendo camino hacía el olor, que cada vez se va haciendo más fuerte.
Delicioso.
Me sentía nerviosa, cosa que nunca había estado. Aspiré el olor una vez más.
*—Mío.—el gruñido posesivo de Ishtar resuena con fuerza en cada rincón de mi mente.
Y sus gruñidos aumentaban a medida que me acercaba. Me detengo por un instante, dejo el vestido que anteriormente me había puesto, en el suelo. Trato de escuchar algo pero solo el compás lento de los latidos de un corazón es lo único que escuchaba. Así que sin pensarlo dos veces me volví a transformar en humana. Gracias a los Dioses me quité el vestido antes de transformarme, porque si no estaría desnuda. Y eso sí sería vergonzoso. Me doy cuenta que el vestido que llevo es uno de color celeste que nana me había regalado antes de morir a mano de aquellos vampiros.
Qué extraño.
Sigo caminando mientras me coloco el vestido. Kiwi y menta. Ese olor me tiene embriagada y solo unos cuantos pasos nos separan. Salgo del montón de árboles que escondían mi presencia. Todo está en un escalofriante silencio, la neblina ya no es tan densa. Un escalofrío me recorre cuando una brisa un poco helada pasa dejándome los pelillos erizados.
“Crack.” Se escuchó una ramita que accidentalmente partí con mis pies. A pesar que fui yo la causante de tal ruido, mis sentidos se pusieron en alerta. Me doy cuenta que fui a parar a un lago y que en este momento está congelado. Pero no me extrañaría, esta parte de Canadá es la parte más alejada de la sociedad y es jodidamente fría. Pero no estoy aquí para saber por qué el lago está congelado.
Todo mi cuerpo se tensa de un momento a otro. Mi loba y mi vampira se encuentran inquietas. Y creo saber porqué razón es...hay alguien aquí. Está sentado sobre un tronco con la mirada fija en la Luna. Avanzo unos cuantos pasos, pero me detengo al instante. No sé si me vaya a atacar, es mejor mantener distancias.
—Quien quiera que seas, termina con mi sufrimiento de una buena vez por todas.
¡¿Qué?!
Un nuevo escalofrío me recorre al escuchar aquella ronca voz, casi parece la del sueño.
—¿Por qué?—pregunto segundos después haciendo notar mi confusión, pero a la misma vez tratando de sonar fuerte. No quiero verme débil.
*—Un hombre lobo.—vuelve a decir mi loba por la conexión.
*—¿Ya pudiste hablar con su lobo?—le pregunto todavía con la mirada fija en aquel tipo. Antes que ella me pudiera responder, él me respondió con una pregunta, ignorando olímpicamente la mía. Me movía incómoda en mi lugar, quería avanzar, saber quién era esa persona.
—¿Me matarás?—me preguntó en un tono bastante esperanzador. Observo con cautela como se ponía de pie lentamente, pero nunca se dio media vuelta.
¿Quién es?
—¿¡Matarte!?—pregunto segundos después. La confusión adornando mi tono de voz. No mataría a nadie sin razón alguna, eso estaría contra mis principios.
—Sí. Matarme.—respondió como sin nada. No supe qué responder, no lo entendía. Así que me mantuve en silencio pensando qué contestar y tratando de descifrar aquella persona.
—No.—respondí sin titubear, tras un largo silencio. Mi corazón latía desbocado, me encontraba nerviosa. Yo nunca había estado nerviosa.
—Lástima.—dijo en un susurro que si no fuera por mi perfecta audición no hubiera podido escuchar.
Voltéate. Repetía en mi mente. Voltéate.
Y como si hubiera leído mi mente, lentamente se dio media vuelta, pudiendo ver su rostro al fin. Un chico como de un metro ochenta, bastante alto. Flacucho—no tenía nada de músculos—algo bastante extraño ya que si es un hombre lobo debería tener enormes músculos. Con unas espesas cejas que muy pronto serían una sola. Iba vestido de negro, su ropa estaba algo sucia con restos de comida. Entrecierro mis ojos tratando de ver mejor su rostro, pero era algo difícil. Aunque lo poco que pude observar el chico tenía algunas pequeñas cicatrices.
Era feo.
No tenía nada de atractivo. Y eso no me importaba en lo más mínimo. Había algo en él que me atraía, no sé qué era. Seguía observándolo fijamente, hasta que él se movió un poco es que me percaté de algo.
¡Oh por todos los Dioses!
¡Sus ojos! Sus extraños ojos. De tonalidades diferentes, como si fueran opuestos brillaban de una manera magnífica. Eran... asombrosos. Nos empezamos a acercar como imanes. Cada vez nuestra distancia se hacía más corta y así podía ver de cerca aquellos ojos tan increíbles. Un escalofrío de repente pasa por todo mi cuerpo. Sólo tuvo que verme a los ojos para darme cuenta al fín. Lo había encontrado. No me importaba que no tuviese el típico físico de los hombres lobo, ni siquiera me incomodaban sus cicatrices. Porque él era mi alma gemela. Y así él tuviera la peste no me importaba.
—Mío.—lo reclamamos las tres cuando estamos al fin frente a frente. Él era nuestro y no lo íbamos a dejar ir.
Una punzada en mi pecho me atraviesa al ver que él no nos reclamó como suya. Lo que provocó que me pusiera un poco triste. Quería que me marcara, quería tocarlo y hacerle ver que yo era suya así como que él era mío. Levanto mi brazo queriendo tocar su rostro, de forma cautelosa; ya que no podía prever su reacción. Sin embargo, cuando él se apoyó a mi contacto la corriente eléctrica no se hizo esperar. Me sentía en el cielo. Mi corazón por poco se me sale. Repasaba con mi mirada todo su rostro, su mandíbula cuadrada y sus facciones. Algo tenía que lo hacía ver misterioso, tal vez eran aquellos ojos. Nunca había visto un licántropo con esa extraña anomalía en sus ojos. Pero de alguna forma los hace magníficos e interesantes. Contengo el aliento cuando sus ojos vuelven abrirse y aquellos iris me hechizan. Porque eso es lo que siento, que estoy en alguna clase de hechizo.
*—Al fin encontramos nuestra felicidad, a nuestro amor.—decía una Ishtar bastante emocionada por la conexión. —Lo encontramos.
No lo conocía pero ya lo quería. Algo en mí me decía que así era. Sin embargo parece ser que la felicidad nunca me durará.
—Yo, Liam McCartney te rechazo a ti...—empezó a recitar, pero se detuvo porque no sabía mi nombre.
¿Acaba de rechazarme?
*—¡No!—gritaban Ishtar y Metztli mientras mi interior se despedazaba.
—¿Por qué? –le pregunto casi sin aire y con el dolor reflejado en mi rostro y mirada.
—¿Cómo te llamas mi hermosa Luna?—me preguntó ignorándome nuevamente.
¡No! ¡No puede ser!
Me siento en un estado de desesperación y pánico. Un dolor agonizante tenía mi respiración atascada, haciéndome sentir una sensación de asfixia.
—¿Cómo te llamas?—me vuelve a preguntar en tono un poco más suave.
—No lo haré. No. No. No.—le repetía mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
No podía, simplemente no podía. No entendía. No entendía nada. Si me estaba rechazando, ¿por qué sus ojos se veían tan tristes?
Su mirada me estaba matando.
—Oh mi querida Luna, mereces alguien que te diga todos los días lo hermosa que eres, mereces a alguien que te defienda hasta del mismísimo Diablo si quisiera aparecerse.
»Oh mi hermosa Luna mereces de un compañero que te juré amor verdadero bajo las estrellas, el sol y la luna. Mereces de un amor que no tema morir para salvarte, que no tema cruzar el mundo para encontrarte, que conquiste el mundo si es posible para traértelo a tus pies. ¡Oh mi amada y dulce luna te mereces a alguien mejor que este pobre desdichado!«
Eso fue suficiente para derrumbarme y que unos sollozos traicioneros salieran de mis labios. Su expresión era de pura indiferencia, pero sus ojos. Aquellos ojos, mostraban dolor, el mismo que mis ojos reflejaban. ¿Por qué?, Me repetía una y mil veces en mi cabeza. Ishtar en mi interior se estaba rompiendo en mil pedazos.
Así como mi corazón.
No puedo seguir soportando verlo y no venirse a mi mente su rechazo. No puedo. Así que me fui y lo abandoné en ese enorme bosque.
«Sálvalo.», Se repetía aquella voz en mi mente. Corrí lo más rápido que mis patas me lo permitieron ignorándola.
*—Cass.—la voz de Metztli interrumpe mis pensamientos. —Tiene miedo Cass.
Me detengo un poco para prestar atención a mi vampira.
*—¿Miedo? ¿A qué?—le pregunté con recelo.
*—A no ser lo suficiente para nosotras...—eso fue lo último que dijo porque cerró la conexión.
Y mi cabeza se empezó a llenar con más dudas. ¡No entiendo! ¡No entiendo absolutamente nada! Y como si se tratara de una pista, se me vino a la mente un recuerdo que hasta ahora había dado por olvidado. Nana siempre fue muy sabia y a pesar de que algunas razas se mantenían en guerra ella de igual forma ayudaba a cualquiera.
“—A veces las personas que crecieron en un ambiente lleno de sufrimiento, dolor y de falta de amor, no creen que tengan derecho a recibir amor o ser felices. Por lo tanto alejan a todos y poder seguir consumidos en su tristeza” Habían sido sus palabras aquella mañana, ni siquiera recuerdo la fecha o el año pero el recuerdo todavía permanece fresco en mi memoria. Ambas habíamos conocido a una joven bruja que había sufrido la pérdida de su familia a manos de otro ser sobrenatural. Ella se sumergió tanto en su miseria—o en su tristeza—que sentía que no valía la pena que recibiera cariño o amor de alguien. Sin embargo nana no la juzgó y en deber de obligarla o algo semejante, trato de conseguir su confianza.
«Tiene miedo. A no ser lo suficiente para nosotras.»
Como si se tratara de un rompecabezas todas las piezas empezaron a calzar. Él no es que no me ame o algo, sino que no cree que sea posible que lo amen y ser feliz. O eso creo. Antes de volverme a transformar en humana—y quedar desnuda—me propongo un nuevo objetivo que cumplir.
¡Oh mi querido Liam! Haré que me ames, que conozcas la felicidad y sobre todo...que veas la luz de la oscuridad que te rodea.
***
~Nota de autora:
Ishtar, fue una Diosa Lunar.
Metztli, es una diosa de la noche y la oscuridad
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro