Prólogo.
La neblina, fría y espesa, serpenteaba lentamente por cada uno de los rincones de la montaña de Saint Elías. Como si quisiera devorar todo a su paso, restringir la entrada y la salida de su alcance; algo que tal vez es lo que un humano pensaría al ver semejante espectáculo. Sin embargo, es un pensamiento erróneo, ya que su manto servía como protección para un pueblo que estaba ubicado en las faldas de la montaña, muy cerca de la frontera con Alaska. No era un territorio donde los mortales pudieran vivir, era demasiado indómito, frío; donde la naturaleza era la gobernante y en caso que se decidiera alterar, sufriría la ira de los Dioses. Para ellos, era imposible de vivir, pero sí que era perfecto para los sobrenaturales, en este caso: los lycántropos. Eran conocidos por su semejanza a los humanos y por la maldición de su sangre que les otorgaban habilidades similares a la de los animales (lobos). Su transformación reflejaba la ira del Dios que los maldijo, pero sus sentimientos, así como su control, eran reflejo de el amor de la Diosa que velaba por sus almas desde lo más profundo de la Luna. Ella fue quien tomó el control de esa especie, que con ayuda de los otros Dioses se las arregló para poder esconderlos en el mundo que ellos crearon. La tierra de los mortales.
Pequeñas manadas fueron apareciendo de a poco, donde algunas de ellas encontraron refugio entre los humanos, manteniendo su identidad oculta. Así como otras, que prefirieron vivir en lugares donde había poca presencia humana o nula. Sea cual haya sido su decisión, decidieron tomar la oportunidad que la Diosa les otorgó y exprimirla al máximo.
Sin embargo, había una ligera diferencia con la manada de lycántropos que habitaban en la falda de la montaña de Saint Elías de todas las demás. Y es que eran considerados como una de las manadas con el linaje más puro y poderoso dentro del mismo mundo sobrenatural. Es decir, que eran la élite de su propia especie.
Y también el lugar donde estaba condenado para toda mi vida.
Todo empezó en el momento que la Luna de la manada, aquella que es considerada como la eterna compañera del Alfa y la única con la autoridad suficiente como para mandar directamente sobre la manada, se enteró que en su vientre, finalmente llevaba al primogénito y heredero del Alfa. Pero lo que ella o ningún otro sabía, es que iba a nacer el primer lobo que iba alterar el linaje del que tanto estaban orgullosos.
—¡Al fin nació el hijo del Alfa!
—Va a ser un excelente líder como su padre y como alguna vez lo fue su abuelo. La descendencia pura de los McCartney es el mejor linaje entre todos los licántropos del mundo sobrenatural.
Esas eran, una de las muchas expectativas que se esperaban desde que nací. Cuando eres el primogénito de un Alfa, tu vida ya no es tuya sino de la manada. Por lo tanto, tienes que ser el líder que ellos necesitan, que ellos... desean.
—¿No es algo tímido y reservado el hijo del Alfa?
—No importa. Cuando tenga su primera transformación estoy seguro que finalmente podremos ver los rasgos de Alfa en él.
Aun cuando se aferraban a esa inútil esperanza, sus miradas ansiosas le aumentaban aún más presión a mi primera transformación. Y antes de darme cuenta, yo también empecé a pedir lo mismo en mi mente.
—¡¿Un lobo gris?! ¡No negro! ¡Ni blanco! Si no, ¿Gris? Nunca ha existido un lobo gris en algún linaje puro. Mucho menos en los McCartney.
—Toda la generación Alfa de parte de su padre siempre han sido lobos negros y por parte de su madre siempre han sido blancos, nunca ha ocurrido una desgracia como aquella.
Esas miradas llenas de horror y decepción es algo que nunca olvidaré. Nadie entendía cómo de todos tuve que haber nacido con ese abominable color de pelaje. Desde que los McCartney decidieron que los White eran los únicos lobos que compartían el mismo linaje puro que ellos; los matrimonios arreglados era un requerimiento para formar la mejor descendencia. Y desde entonces todos los Alfas nacían con el pelaje negro o blanco. ¡No podía existir otro!
—¿No ha encontrado a su alma gemela? ¡Todo hombre lobo necesita a su compañera!
—Según a lo que escuché, nadie quiere casar a sus hijas con una persona como él. ¿Qué espera el Alfa? ¡La manada necesita un nuevo líder!
No importa cuánto me hubiera esforzado buscando a mi alma gemela, ella no aparecía. Tal vez porque no existía. O tal vez la Diosa Luna decidió que una persona como yo, no tenía la necesidad de una mate. Y el que hubieran pasado casi cien años sin encontrarla, me confirma; que al final sí estaba destinado a estar solo.
—¿No creen que es muy diferente de los pasados Alfas?
—¡Debería tener un lobo negro o blanco! ¡No gris!
—¡Debería tener a su alma gemela! ¡Una nueva Luna para la manada!
—¡Debería por lo menos demostrar el mínimo indicio de ser un líder! ¡Un Alfa! Pero ni a Beta llega. Es tan decepcionante.
Debería. Debería. Debería.
Es lo que siempre decían. Que debería ser esto y aquello. No importaba lo que hiciera, no era lo correcto, no era lo que se suponía que tenía que hacer o ser. Y entre más esperaban cosas de mí, es como si el destino se empeñara que hiciera lo contrario.
Para mi padre, era la peor vergüenza que pudo haber nacido en su amado linaje por no poseer ningún rasgo de sus orgullosos antepasados. Y el que haya manchado a los McCartney era algo imperdonable. Para mi madre no era tan distinto, sólo soy algo que no tiene valor, algo que salió defectuoso y no tiene arreglo; por ende, debe de ser desechado. De la manada, de la sociedad... de la familia. Y qué mejor forma que empezando por separarme completamente de mi hermana. La única persona que me quedaba y que comprendía mi sufrimiento —así como mi frustración— por no poder cumplir con una sola de esas expectativas.
—¿Por qué no eres como Paul?
Es algo que todos cuestionaban. Que todos no comprendían. ¿¡Por qué no podía ser como él!?
—Qué injusto que él, que sí nació con los requisitos para ser un Alfa, haya nacido como Beta. Es realmente desafortunado.
Desafortunado. Esa palabra con la que siempre nos comparaban. Era tan desafortunado que Paul hubiera nacido en la segunda rama de los McCartney. Era tan desafortunado que aun cuando nació con el color de ojos característico de la rama principal, sea yo el que haya nacido como Alfa. No les importaba que fuera un engreído, un narcisista, que humillaba a quien se atreviera a dirigirle la palabra sin su permiso. En resumidas palabras, para toda la manada, él era... perfecto. Él era el líder que necesitaban. Él sí era lo que todo Alfa u hombre lobo debería de ser.
Y yo, estaba tan cansado.
«La perfección no viene de la belleza física, Liam. Porque la perfección no existe y la belleza verdadera viene del alma. Tu alma es la que te hará un ser bello. Y lo más importante, es que sólo habrá una persona que será capaz de descubrirla. Esa persona, será quien complementará tu vida, ese rayo de luz que será tu salvación. Ella será la única que te sacará de tu soledad y oscuridad. Ella, solamente ella.»
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