Cuando miró hacia atrás vio a esos hombres siguiéndolas, al llegar a la cabaña la mujer la llevó a la privacidad de la habitación para curarla. Al rato salieron y los hombres seguían allí.
- Esos hombres la hirieron? - dijo Bruce con voz amenazante.
Abby retrocedió al escuchar ese tono y Bruce Sinclair dándose cuenta se obligó a tener una postura relajada para no seguir asustandola.
- Quiero irme de aquí - susurró Abby a Alice.
Esta le palmeó la mano.
- Debéis hablar gaélico para que os entendamos - ordenó Bruce.
- Tiene razón laird - dijo Alice en gaélico - y os pido disculpas pero mi amiga no habla ese idioma.
Bruce posó la mirada en Abigail y la contempló con insolencia recorriéndola de pies a cabeza. Se tomó todo el tiempo que quiso y después de terminar con su descarada inspección, clavó su mirada en la de ella sorprendiéndose de que aquella mujer le inspeccionara de la misma forma acabando con una ceja alzada.
- Laird - dijo la anciana - deberíais acompañarlas hasta las tierras de Duncan Macgregor.
- Con que propósito váis a esas tierras?
- Se resolverán todas las dudas allí - dijo la anciana.
Bruce Sinclair las echó un último vistazo y asintió; Alice tuvo una conversación con Abby convenciéndola de ir a esas tierras con la condición de ir juntas en un caballo puesto que no quería ir con ningún escocés. Los guerreros si encontraron extraño el actuar de la chica tuvieron la decencia de no decir nada.
Al cabo de cinco días de aproximaron a las tierras de los Macgregor; las cabañas se acurrucaban íntimamente entre los pinos que cubrían las colinas lejanas. Flores de todos los colores del arco iris se desparramaban colina abajo rodeadas por una gruesa alfombra de hierba tan verde como la esmeralda.
Cabalgaron a través de un puente arqueado sobre un arroyo de agua clara y centelleante y comenzaron a subir la empinada cuesta.
Abigail vio como los escoceses, tanto hombres como mujeres, salieron de las cabañas para observar como pasaba la comitiva, aunque también se percató de que todas las miradas recaían en ella y en Alice. Cuando llegaron a la entrada principal abrieron las puertas dejándolos pasar; el salón de entrada estaba iluminado con un solo candil titilante colocado sobre un banco bajo, próximo a la escalera que llevaba al piso superior. A su izquierda tres escalones conducían al salón principal; en la chimenea ardía un buen fuego y una larga mesa de madera atravesaba la habitación, en uno de los extremos se hallaba una dama que cosía a la luz de dos velas.
- Me has traído a una feria medieval? - susurró Abby a Alice.
Vio que la mujer no había levantado la vista aunque sin dudas había oído abrirse la puerta. Después desvío la mirada hacia un pasillo que al parecer conducía hacia la parte trasera de la casa viendo entrar a un hombre al gran salón divisando a Bruce.
- Que estás haciendo aquí Bruce?
- Duncan, amigo - dijo Bruce - E escoltado a las damas hasta aquí, querían hablar contigo!
- Es eso cierto? - preguntó Duncan Macgregor reparando en ellas.
Sobre todo fijó la vista en aquella mujer que tenía el mismo color de ojos que su hijo de cinco años.
- Que está mirando? - dijo Abby en español.
Duncan Macgregor era una figura imponente, un hombre alto y musculoso con penetrantes ojos grises. Su oscuro cabello tendía a rizarse, lo que parecía suavizar su feroz expresión.
- Será mejor que habléis en gaélico muchacha - dijo Duncan - de donde venís?
Abby vio la sonrisa de la mujer y la ayudó a mitigar el amenazante aspecto de su marido. Era una bella mujer pequeña y menuda pero tenía un porte tan majestuoso que Abby se sintió en presencia de una verdadera reina.
- Yo soy Alice y ella Abigail - dijo Alice en gaélico - venimos de España para hablar con usted.
- De tan lejos? - dijo sorprendido - y con qué propósito?
- Será mejor que se sienten primero querido esposo - dijo kristine cogiendo del brazo a Abby sin poder dejar de mirarla - a sido un viaje muy largo.
Cuando se sentaron Kristine acercó su silla a su marido, se derrumbó en ella y se recostó contra él. Duncan rodeó a su esposa con el brazo estrechándola contra sí, no obstante, su mirada no se apartó de Abby.
- Podéis empezar? - dijo Duncan impaciente.
- Hablar en gaélico - ordenó Bruce.
A Abigail la molestó sobremanera el tono que usó ese tipo.
- Sabes perfectamente que no me fío de los escoceses y te empeñas en que esta gente puede ayudarnos - dijo Abby en español volviéndose a Alice - tenemos que irnos de aquí.
En el momento que Alice iba a responder, Bruce se adelantó.
- Te e dado una orden muchacha! - dijo casi aullando.
Abby se levantó como un resorte echando chispas por los ojos de la furia que sentía sorprendiendo a todos.
- Nunca confiaré en ellos - dijo Abby entredientes a Alice yéndose después a un banco que había junto a la entrada y se sentó intentando tranquilizarse.
- Ya le dije que Abigail no habla ese idioma - dijo Alice enfadada - ya a sufrido suficiente como para que usted la grite!
Bruce iba a contestar pero Duncan alzó la mano impidiendo que hablara.
- Está bien, haya calma - dijo Duncan - ahora lady Alice nos informará, verdad?
- Sí - dijo ella - pero antes que nada no pueden interrumpirme porque esta historia que voy a relataros es bastante... - pensó en una palabra que lo explicara pero solo se le ocurrió una - complicada - hizo una mueca.
- Puede contarnos lo que sea - dijo Kristine amablemente.
- Verán - comenzó Alice obteniendo la atención de todos menos de Abby que estaba alejada y no oía nada - es cierto que venimos de España pero una muy distinta a la de este siglo.
Al ver la confusión de todos se apresuró a continuar.
- Todo empezó cuando el padre de Abby me encontró y me contó una historia sobre su familia bastante peculiar!
- Que historia? - preguntó Duncan.
- En realidad - dijo Alice - es vuestra historia.
- Como decís? - volvió a interrumpir.
- Cariño si sigues interrumpiendo no va a acabar nunca - dijo Kristine.
Duncan resopló y Alice la sonrió en modo de agradecimiento.
- Como iba diciendo - siguió - el padre de Abigail me contó una historia sobre un hombre y una mujer que se enamoraron pero el padre ya tenía un contrato matrimonial firmado con otro hombre para casarla con su hijo.
Kristine jadeó y al ver que Duncan iba a hablar, Alice se adelantó.
- Por favor déjeme seguir - dijo Alice, cuando lo vio asentir siguió - la mujer se escapó a las tierras de su enamorado y se casaron protegiéndola con su apellido. En el momento que la familia se enteró juraron venganza acudiendo a una bruja echándolos una maldición que decía así: una descendiente de sangre directa al llegar a la edad de veinte años moriría sino se casaba con un descendiente de esa otra familia.
- Esa historia es la de ellos - interrumpió Bruce - ya sabíamos eso.
- Con el tiempo se dejó de creer en la maldición puesto que solo nacían varones - siguió Alice - varias generaciones después nació la primera niña y el día de su vigésimo cumpleaños murió haciendo cobrar la maldición con más fuerza. Buscaron a una bruja para que los ayudara y ella hizo un conjuro en el que solo nacerían varones con la condición de que la mujeres Macgregor por matrimonio se enteraran de su embarazo la buscaran para seguir con el conjuro. Pasado un tiempo la madre de Kevin sabiendo que a su marido lo habían matado los descendientes Mclean e irían a por su hijo, huyó con él a España haciéndolos perder el rastro cambiando de apellido. Años después Kevin conoció a una mujer y se casaron; solo cuando supieron que su mujer estaba embarazada, la madre de Kevin les contó sobre la maldición. Él hizo todo lo posible para encontrar a esa bruja pero solo supo que desapareció; volvió a España encontrándose conmigo pero ya era tarde porque lo informaron de que iba a ser padre de una niña.
Ellos estaban tan hipnotizados por la historia que casi ni pestañeaban.
- Lo único que pude decirle fue que la única manera de salvar a su hija era que retirara la maldición la bruja que la echó. Un día Kevin supo que los habían localizado y huyó con su mujer y su hija en coche pero los hicieron chocar; la madre desgraciadamente murió en el acto, uno hirió a la hija y Kevin luchó pero también lo mataron; cuando estuvieron a punto de acabar con la hija pude intervenir y abrir un portal hasta este siglo antes de que mataran a la última descendiente Macgregor.
- Pretendes hacernos creer... - empezó Duncan.
- Que venimos del siglo XXI y Abigail es vuestra última descendiente - dijo Alice mirando a Duncan y Kristine.
La anciana viendo que no la creían decidió intervenir.
- Lo que dice es verdad; esa damita que está sentada cerca de la entrada es vuestra última descendiente!
Cuando todos miraron en esa dirección vieron a Abigail y al hijo de Duncan y Kristine mirándose fijamente asombrados de ver el mismo color de ojos que el otro.
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Dedicado a LaChicaAnonima18
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