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V e i n t i t r é s - G a b r i e l

Hay dos razones por las que se cometen los más estúpidos actos; la primera es por amor y la segunda por orgullo. Cuando ambas causales se fusionan hacen que la estupidez sea aún mayor y como ejemplo está la terrible cita que quise tener con la primera chica que me dijo que sí, solo por hacer enojar a Denny, solo por orgullo y solo porque lo amaba y lo odiaba tanto que quería restregarle de manera infantil que si él ya estaba con alguien, también yo.

No funcionó como esperaba exactamente, pero funcionó. Cuando llegó al gimnasio de sorpresa, la verdad no esperaba la explosión mental que tuvo y luego de todo lo que me gritó y todo lo que le respondí, concluí que no debí haberlo hecho llegar tan lejos, estaba de verdad sufriendo y yo en mi estupidez no lo consideré y solo logré que se lastimara las manos y posiblemente más el corazón.

No dejar ir duele mucho porque entre más fuerte aferras enterrando los dedos en un corazón enamorado, más lo lastimas pero no eres consciente de lo que haces hasta que todo está en pedazos. Denny yo tuvimos que vernos hechos trizas para soltarnos ese día.

Dar un punto final en voz alta no me resultó sencillo y ni siquiera estaba seguro de que fuera el final; con Denny siempre sentía que había comas, puntos seguidos, suspensivos e incluso paréntesis y comillas pero que sin importar qué, nos quedaba historia para escribir aún cuando parecía que era imposible pasar a la siguiente página.

Mi pseudo relación con Ximena duró lo comprendido entre la cita, el beso, la foto y mi discusión con Denny; un aproximado de 20 horas.

Podía hacerle ver a los demás lo que fuera, pero no podía engañarme a mí mismo y sabía que no deseaba estar con nadie si no era Denny y a la vez ni con él quería estar. Quería regresar el tiempo unos meses y nunca haberle ofrecido esa soda en el partido de baloncesto, quería dejar de complicarme.

El martes en la noche me recosté en el sillón de mi casa a mirar televisión. Mi mamá estaba en la casa de la vecina cotorreando como hacía cada que podía y mi hermana estaba en una "cita de estudio" de esas que incluyen un chico. Había hecho palomitas de maíz y tenía la boca llena de comida cuando llamaron a la puerta. Primero pensé que era mi madre que había dejado sus llaves como tantas veces hacía, mas me sorprendí cuando abrí y vi a Denny.

Suspiré, entre exasperado e intranquilo. El visitante llevaba las manos en sus bolsillos y el cabello hecho un caos total, tenía unas ojeras enormes y en general no tenía el mejor de los aspectos pero decidí ignorar eso de momento.

—¿Qué haces acá?

—¿Puedo pasar?

—Prefiero que no. ¿Qué pasó, Denny?

Denny mordió su labio inferior con demasiada fuerza, quizás buscando qué decir. Sacó sus manos del bolsillo y las pasó por su cara, se veía realmente cansado.

Levantó la mirada y unos ojos azules sin brillo me observaron.

—Te extraño.

Rodé los ojos por instinto.

—¿Has estado bebiendo?

—No. Estar ebrio no me ayuda mucho a pensar.

No pude pasar más por alto el aspecto terrible que tenía. Antes que nada, sí me preocupaba por él y bastante.

—Maldita sea, Denny, ¿por qué te ves tan mal? ¿estás bien... físicamente?

—No me duele nada externo si es lo que preguntas —respondió seco—. Me dueles tú, Gabriel.

Mi pulso empezó a acelerarse pero logré mantener la expresión seria, aunque era muy tentador ofrecerle a Denny un vaso de agua, una aspirina y unas doce horas de sueño.

—Vete a casa. Denny. Luces terrible, descansa.

Negó con terquedad y con la vista moviéndose en cada parte del suelo que lograba ver. Estaba nervioso y yo lo achacaba más a su obvio agotamiento físico que a nada más. Parecía estar al borde de la locura.

—No puedo descansar. Gabriel, hablemos... por favor... lo necesito.

Cuando uno está enamorado la voluntad se vuelve un privilegio que no todos logramos conseguir. Denny tenía una manera de hacer que accediera eventualmente a todo.

No lo quería dentro de mi casa, supuse que el aire helado de la noche podía hacer algo por él y salí de mi casa tras colocarme una chaqueta. Caminamos lado a lado por varias calles; la respiración de Denny sonaba algo fuerte y trabajosa a pesar de que había ruido en las calles. Me pregunté por un momento si necesitaba un médico.

De repente dobló en una esquina hacia un callejón bien iluminado sin salida y tras adentrarse por un par de metros, se sentó contra la pared con las piernas flexionadas y casi tocando su pecho. Hice lo mismo y me senté junto a él.

De forma silenciosa, rompió a llorar, frustrado.

—Lo siento —dijo—. Lo siento por todo lo malo que te he hecho pasar. Eres magnífico, Gabriel y no mereces la mierda que yo te doy. Y lo sé y soy consciente del mal que hago y aún así te busco y es egoísta... pero te necesito.

No respondí. Denny sorbió su nariz y vi de reojo cómo pasaba sus manos de nuevo por su rostro, dañando así más su aspecto.

—No sé... no sé qué o cómo debo sentirme o por qué me siento como lo hago —prosiguió—, uno no puede saber cómo funciona algo sin antes probarlo y solo contigo me he sentido así. Sé que el amor no viene con instrucciones de uso y por eso a veces se reinicia tantas veces al intentar y fallar. No es excusa, lo sé... es solo que... me he sentido inseguro de todo durante toda mi vida, siento que le fallo desde siempre a mi hermano, a mis padres, a veces creo que mi hermana se fue por mi culpa... todo siempre ha sido un mar de confusión para mí y por eso me equivoco tanto y ahora te fallo a ti también.

Un nudo se me formó en la garganta y solo pude carraspear, no sabía qué decirle, qué hacer para consolarlo, no sabía siquiera si debía consolarlo o solo escucharlo o contradecirlo.

—Lo he pensado mucho, Gabriel y haciendo cuentas, el problema soy yo, siempre he sido yo.

—Eso no es...

—Tú eres el único punto firme que he tenido en la deriva de mi vida —interrumpió—. Repasando desde el día en que te conocí, me di cuenta que fue en ese instante en tu colegio en que empecé a quererte. Recuerdo que me fasciné con tu sonrisa sin saber muy bien por qué o ignorando el por qué y luego... —Denny sollozó, su vista estaba en el muro de enfrente y la mía, intermitente entre la suela de su zapato y su perfil—. Cuando decidimos tener esta... "relación" juntos, sentí que ya no estaba tan perdido o al menos no como siempre era, era una desorientación diferente, me faltaba y aún me falta tanto por saber y descubrir, pero no puedo ignorar el hecho de que el centro de todo eres tú. Cuando conocí a Gris ni siquiera me preocupé tanto por mis sentimientos, me preocupé por los tuyos. Fuiste lo mejor que llegó a mi vida y no quería decepcionarte. Y aún así... aquí estoy. No he podido dormir pensando en ti, Gabriel y necesitaba que me escucharas al menos para tener un poquito de paz.

Cuando levanté la vista, la noté nublada y húmeda y miré hacia arriba, intentando no llorar.

—Quisiera decirte que entendería si quisieras dejarme para siempre —añadió—, pero no. No lo entendería, bueno, sí lo haría, pero no lo quiero aceptar. No sin dar la lucha, Gabriel. No quiero que esto termine en un recuerdo en el que huí por seguir a mi supuesto destino, no quiero ser un simple recuerdo, no quiero que tú seas un recuerdo.

Hizo una pausa en la que enderezó un poco la espalda y giró la cara para mirarme. Cuando levanté mi vista unos segundos después y finalmente conecté con sus ojos, continuó, decidido:

—Deseo que seamos una historia, Gabriel, no un borrador que se pierde con los años. Con todos los motivos del mundo puedes negarte ahora, pero quiero que sepas que no me voy a ir sin intentarlo, sin pelear por ti. No me rendiré. Si es necesario te rogaré y esperaré lo que quieras, pero no quiero a nadie en mi vida que no seas tú.

—¿Y ella?

Denny suspiró.

—Aún no lo tengo del todo resuelto, pero sé que no estaré con ella ni hoy ni nunca... al menos no como mi pareja. La quiero muchísimo pero verla a ella es como ver a Diego, no puedo sentir más de lo que ya siento y eventualmente lo va a saber y lo va a tener que entender.

—¿Y si no?

—Cruzaré ese puente cuando llegue a él —respondió con simpleza. Estiró sus piernas flexionadas y luego las cruzó, para ladearse un poco y quedar más de frente a ti. Su gesto serio le imprimió aplomo a sus siguientes palabras—. Yo estoy enamorado y no es de ella. Te amo a ti con cada parte de lo que soy y de lo que me falta ser. Me ha tomado estúpidamente más de cinco meses darme cuenta de que te amo con locura y ahora sé que se puede ir en contra del destino, pero no del corazón. También sé que mi vida es mía y no de la magia y más importante, sé que te quiero en ella. Te quiero para mí de forma exclusiva y egoísta, quiero hacerte feliz como tú lo haces conmigo cada que estamos juntos.

Escuché cada una de sus palabras sin dejar de mirarlo a los ojos; esa chispa de duda y de desorientación que siempre tenía Denny cuando hablaba de nosotros había desaparecido mágicamente; por primera vez vi a un Denny seguro de lo que decía, sin titubear y sin especular de forma pesimista lo que pasaría en un futuro. Tenía confianza, tenía fuerza en su voz y más importante, yo sabía que cada palabra era completamente sincera.

Yo estaba aturdido, estaba sorprendido por todo y cada confesión y promesa de él me abrumaron. Mirando toda la situación de un modo maduro, no sabía muy bien qué debía o quería decir. Me quedé sin palabras. No me apetecía hacer borrón y cuenta nueva porque el trayecto había sido largo y tanta incertidumbre y dolor vivido no podía arreglarse con promesas que hasta el momento eran solo palabras.

Nos quedamos en silencio un buen rato, tenía muchísimo que pensar y allí, en un callejón en medio de la calle, no me veía capaz de pensar nada.

De repente Denny se levantó del suelo y me tendió la mano. La tomé y me levanté también.

—Está tarde —proclamó—. Vamos.

—¿A dónde?

Denny sonrió pero el gesto no le llegó a los ojos.

—Solo te voy a acompañar a casa y luego voy a la mía a intentar dormir.

—Denny...

—No me respondas nada ahora, Gabriel. Yo necesitaba decirte todo y necesitaba que tú lo oyeras... pero lo que dije es cierto, no espero tu perdón instantáneo y también es cierto que me lo voy a ganar.

—No sé qué decirte —confesé.

Denny tomó mi mano suavemente con las dos suyas y la llevó a sus labios, donde dejó un beso en el dorso, se notaba la tristeza y la nostalgia de su toque. Le dolía saberse culpable aunque yo no culpaba del todo a él. Pasó su índice por donde sus labios dejaron huella, con los ojos cerrados suspiró y me soltó. Al mirarme me dedicó una sonrisita rota y paciente.

—No tienes que decir nada.

Me acompañó a la puerta de mi casa y con las manos en sus bolsillos y una distancia prudente, se despidió.

Hoy me siento mal por eso, pero en ese entonces de verdad disfrutaba del arrepentimiento de Denny. Era esa sensación de dignidad un poquitín llevada al límite de la arrogancia que me hacía sentir que de manera metafórica tenía al chico que amaba comiendo de mi mano. Que Dios me perdone.

El miércoles llegué más animado a mis clases, puede que solo fuera un cambio interno y no algo que los demás notaran, pero yo sabía que estaba de buen humor y pasé mis clases con emoción y tranquilidad. Cuando la hora de salida llegó, me despedí de Luka que iba a acompañar a su abuela a una cita médica y fui en busca de mi moto. Al encontrarla había algo inusual en ella; de la parte derecha del manubrio había una bolsa de papel colgando.

Miré hacia ambos lados y no vi a nadie pero aún así fui y la abrí; saqué del interior una camiseta negra con el estampado de una de mis bandas favoritas. Tenía una diminuta tarjeta adentro. «Para que sepas que mis palabras iban en serio». Ni firma ni nombres.

Tuve la sensación de que me estaban mirando desde algún lado pero no vi a Denny por ninguna parte. Puse la camiseta en mi mochila y me fui a casa.

Algo similar ocurrió los dos días siguientes. En la tarde casi noche del jueves recibí a la puerta de mi casa una pizza, en la parte de abajo de la caja (como me dijo el repartidor) venía otra nota pequeña sin firmas ni nombres. «No hay nada más atractivo a los ojos que una pizza recién hecha. Excepto tú». Guardé rápidamente la nota antes de que mamá saliera a curiosear, le dije que yo la había pedido para nosotros y, agradecida, comió conmigo.

El viernes en la mañana antes de entrar a clases, cuando el estacionamiento estaba lleno de todas las rutas llegando y muchos estudiantes esparcidos, un chico como de primero de secundaria se acercó y me dio un sobre blanco pequeño.

—Te lo manda él.

Señaló la parte exterior del lugar, más allá del mallado y estaba Denny que nada más verme, sacudió su mano, me sonrió y luego se fue. Supuse que solo quería asegurarse de que yo supiera que estuvo ahí pero él también debía ir a clases. En el sobre había dos entradas para un concierto de música urbana y rock que tenía lugar casi un mes después en un pueblo a dos horas de Midwest. Venía otra nota «Elige bien a quién vas a invitar al concierto. Sin presiones, claro... pero conozco a alguien que te ama»

A pesar de que nadie aparentemente me estaba mirando, sentí como si fuera el centro de atención de todos cuando sonreí amplia e inevitablemente de manera instintiva. Sentí la cara arder y guardé rápidamente todo en el sobre de nuevo para dejarlo en mi mochila e iniciar mis clases.

Denny no me llamó ni me escribió en esos dos días, obtenía esos detalles de su parte pero me daba mi espacio aunque lo que más deseaba yo era escuchar su voz. Denny me tenía comprado desde que habló conmigo en aquel callejón, pero quería hacerme el difícil.

Dios me perdone, de nuevo, por mi arrogancia.

En la tarde después de salir de clases a eso de las cuatro, finalmente un mensaje suyo llegó:

«Te invito a cenar. En mi casa. Papá no estará y voy a cocinar. No estás obligado a venir, pero de todas maneras voy a cocinar. Si quieres venir, pásate a eso de las siete.»

Y dos horas después estaba yo frente al espejo, debatiendo conmigo mismo entre si debía ir o no; de forma casi inconsciente tomé una ducha, me vestí no tan informal como diariamente y luego, a conciencia, me puse colonia cuando me decidí definitivamente a ir.

A las siete y diez minutos, toqué en la puerta de la casa de Denny. Antes de que abriera entré en una crisis personal de si debía haber ido mejor en sudadera y camiseta de estar entre casa para que no se notara tanto que me arreglaba para él, sin embargo, cuando abrió la puerta, supe que no me había equivocado.

Denny llevaba una camisa negra y un pantalón oscuro igualmente, se había peinado y las ojeras de hacía unos días habían desaparecido. Estaba muy hermoso. El brillo de sus orbes azules había vuelto y tras, de forma graciosa, habernos mirado de pies a cabeza mutuamente, me sonrió de lado y me invitó a pasar.

—¿Dónde está tu padre? —pregunté.

—Tenía una reunión en Angeles mañana temprano, así que se fue hace un par de horas.

—¿Por qué no fuiste con él?

—Tenía cosas más importantes que hacer acá —respondió con intención.

—¿Ah, sí?

Denny asintió y con un ademán me invitó al comedor. La mesa ya estaba dispuesta y se veía más elegante de lo que esperaba viniendo de un hombre de dieciocho años del que no tenía ni idea de que... sabía hacer al menos arroz.

—¿Desde cuándo sabes cocinar?

—Vivo solo con mi padre y él permanece más de quince horas en el trabajo, ¿crees que aprender a cocinar es una opción para mí?

Sonreí.

—¿Y siempre almuerzan tan elegantes con tu padre?

—La vajilla elegante solo se saca para invitados importantes —admitió—. De resto comemos en los platos desportillados y viejitos.

—Me siento especial —ironicé—. Y con miedo de partir un plato de estos.

—Corre el riesgo entonces. —Cuando me hube sentado, fue a la cocina y trajo la comida—. Por si te lo preguntas, es la primera vez que hago risotto, así que debes suave con las quejas al final.

—Que falta de fe en tus habilidades.

—Le tengo mucha fe a lo que cocino —retó—. Pero lo probé y quizás quedó salado.

Ese quizás me sonó a "definitivamente está saladísimo" pero no objeté nada.

—Mi mamá dice que cuando la comida queda salada es porque el que cocina está enamorado y despistado en las nubes.

—Entonces es tu culpa.

Denny sirvió la cena y en dos elegantes copas, sirvió gaseosa de limón a pesar de que yo sabía que a él no le gustaba mucho esa; fue un lindo detalle. La cena pasó tranquila; a pesar de lo que pensé, no fue incómodo en absoluto y de repente hablar, compartir y reír, volvió a ser tan fácil como lo era antes de los problemas que se presentaron.

Al terminar quise ir yo a lavar los platos pero cuando me estaba levantando con mi parte, Denny me atajó y los llevó él, los dejó en el trastero y volvió al comedor.

—Puedo lavarlos.

—Los invitados no lavan... además, no quiero que me rompas un plato fino.

Reí por lo bajo y me enderecé un poco pues ya estaba muy encorvado en mi silla. Denny volvió a ocupar su silla, pero la movió para quedar frente a mí, con la esquina de la mesa en medio de los dos.

—¿Qué tal estuvo?

—Un poco salado, no lo voy a negar —contesté—. Pero el chef me pidió ser suave con las quejas, así que diré que estuvo muy bueno.

Denny encorvó la espalda y apoyó sus codos en sus rodillas. Lo observé desde ese nuevo ángulo y él me sonrió antes de tomar una de mis manos.

—Me alegra que hayas venido, Gabriel.

—No había motivo para no venir.

—No sé cómo estamos en este momento —dijo—, no sé cuánto más hace falta para que me perdones, pero debo decirte algo de todas maneras.

—En mi humilde opinión —empecé—, si una persona, hipotéticamente hablando, no ha perdonado a otra persona por cualquier cosa, no va a su casa a cenar. Eso sería raro.

Denny sonrió ampliamente, entendiendo de inmediato mi indirecta. Apretó con más fuerza mi mano y se puso de pie de un tirón, haciendo que yo me levantara también.

Me abrazó. Rodeó mi cuello y encajó su cabeza justo junto a la mía. Levanté los brazos y le rodeé la cintura. Su olor de nuevo me hizo sentir como la persona más satisfecha del mundo entero.

—No me va a alcanzar la vida para decirte lo mucho que te amo —susurró, aún aferrándome con firmeza—. Y lo mucho que lamento todo lo que...

—Shhhh... no pasa nada. Ya está olvidado. —Lo empujé un poco para que alejara su cabeza de la mía y me mirara a los ojos—. Solo no vuelvas a hacerlo. De verdad, no lo hagas de nuevo, no creo poder sacarte de nuevo de mi vida.

—Te lo prometo. Que me parta un rayo si te vuelvo a herir.

—No tientes al destino, Denny —bromeé.

—El destino no tiene ni idea de lo mucho que puedo desafiarlo.

—Que podemos desafiarlo —corregí.

La distancia nos enseña a apreciar la presencia de los que amamos. Estar lejos de Denny por más o menos un mes que se me hizo eterno, logró que ese beso que compartimos allí se sintiera como el agua helada en medio del desierto. Fue un beso tan suave y lento y maravilloso que aún hoy puedo decir que es el mejor que hemos tenido; no era solo un beso, era una declaración sin palabras, un desafío al destino, un te amo a ojos cerrados.

El tiempo se detuvo, alargando más y más la magia del momento, fue mejor que aquel beso en la cancha de baloncesto bajo la lluvia, fue más intenso que aquel en la carpa en el campamento, fue la gloria al alcance de sus labios.

Las discusiones pueden ser necesarias para saber qué está en juego en una relación, por eso las reconciliaciones traen consigo la paz interna de recuperar lo que se cree perdido.

Nos sentamos en su sillón; no prendimos televisor o música, yo estaba al cobijo de su brazo y esos minutos de mimos inocentes pasaron a ser el mejor pasatiempo. Luego de un rato, hablé:

—Dijiste que querías decirme algo.

—Sí —respondió—. De hecho me lo hiciste más fácil, estaba preparado para tener que rogarte que me perdonaras.

—Me compraste con las entradas al concierto.

—¡Lo sabía! —dijo en burla—. Era en chiste lo de que me invitaras, puedes ir de verdad con quien quieras. Puedes llevar a tu amigo o a tu hermana...

—¿Estás jugando? Esas boletas son para los dos. No es solo el concierto, Keiller, es una escapada de fin de semana completo.

—Yo solo te di las entradas al concierto.

—Y yo te ofrezco la escapada de fin de semana completo.

—Veré mi agenda. —Entrecerré mis ojos en su dirección y él solo rió—. Claro que iremos.

Me dio un beso en la mejilla, y otro suave en los labios. Suspiré tan feliz, que me sentí egoísta por no poder hacer que todo el mundo fuera así de feliz.

—¿Y lo que ibas a decirme?

—Voy a contarle la verdad a Grishaild —soltó.

Abrí desmesuradamente los ojos y me senté derecho, quitando el brazo de Denny de mi hombro.

—¿Es en serio? ¿Le dirás que eres gay?

—Más o menos...

Mi euforia disminuyó y lo observé con un casi reproche implícito en los ojos.

—¿Cómo que "más o menos"?

—No le diré que soy gay y ya... le voy a decir que soy gay, que estoy enamorado y que tengo novio.

Mordí mi labio en una sonrisa.

—¿Novio?

—No sé tú pero esto de la informalidad me está sacando canas verdes —bromeó. Buscó mis manos y tomó una—. Necesito un novio para presentarle a Gris y tú eres el único candidato, ¿qué dices?

—¿No estás bromeando? Porque sería muy cruel que bromearas con eso.

Lo vi blanquear los ojos y medio segundo después, se había acomodado sobre mi regazo con ambas piernas a mis lados. Me empujó contra el espaldar del sofá y se acercó hasta quedar a solo dos centímetros. Puso sus manos en mis hombros.

—¿Cómo hago que me creas que te amo y que quiero que seas mi novio de aquí hasta que te aburras de mí o me muera? Lo que pase primero.

Nunca había deseado tanto a Denny como cuando vi esos ojos azules y escuché esas palabras con una voz sedosa propia de su coquetería.

—Ser mi novio implica que nunca me vuelvas a dejar por una mujer, ¿entiendes eso? No me importa si es alma gemela o trilliza o lo que sea. Y ya que entramos en gastos, tampoco tienes permitido dejarme por un hombre. Por si acaso.

—Hablas mucho, ¿sabías?

—Dados los antecedentes, es importante tener los puntos claros.

Me besó de repente. Un beso profundo pero corto, acabó antes de que empezara a responderlo como se debe.

—Así es la cosa, Gabriel Sanders: yo, Denny Keiller con perfecto uso de mis facultades mentales o lo que sea. —Me reí. Él, con una risa burlona en la cara, continuó:— Y con mi locura también, la verdad sea dicha, estoy pidiendo amablemente a usted que acepte tener una relación seria conmigo, puede que por ahora algo oculta, pero seria en su totalidad. Le solicito de todo corazón que corresponda a mis sentimientos de profundo amor y devoción por usted. Por mi parte me comprometo a ser novio, juguete sentimental o sexual, y/o acompañante de vida exclusivo suyo, a coquetear solo con usted, besarlo solo a usted, compartir lo mejor y lo peor de mí solo con usted, a hacer lo posible por verlo feliz cada día a cambio del módico precio de que usted haga lo mismo con respecto a mi persona. Con todo respeto le confieso que lo amo en cuerpo y alma y que es usted el único que me hace sentir cosas que no deberían ser legales, pero eso entra en otro tema. De modo que en resumen y repitiendo con el mismo grado de intensidad mi propuesta indecente pero decente, le pregunto, ¿desea usted ser mi novio y amado compañero?

—¿Te comprometes a ponerle menos sal a la comida?

—Podemos conciliar ese punto.

—Entonces acepto.

—Es un trato, estimado caballero.

—Ya deja eso, siento que estoy a punto de besar a un viejo inglés refinado.

—Estos jóvenes de hoy en día no aprecian el romance.

Si nuestra vida fuera una novela de televisión, ese sería el momento en el que nos besamos apasionadamente mientras la cámara se aleja y termina enfocando la ventana, dejando lo siguiente a la imaginación del espectador.

Es cierto que la novela escrita da más libertad de dar detalles, pero en esta ocasión, también lo dejaré a la imaginación del lector.

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