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D i e c i s i e t e - G a b r i e l

Había leído por ahí alguna vez que uno solo debe buscar a una persona y rogarle una vez, de ahí en adelante era perder la dignidad. La cosa se complica de seguir cuando estás tan flechado por alguien que la flecha incluso rompe la dignidad. Algo dentro de mí me insistía constantemente en que no le escribiera, en que si Denny quería hablar conmigo, al menos una vez debía de ser él quien diera el paso. Pero no podía. Yo necesitaba saber siempre de él, al menos saber que estaba bien, que no estaba teniendo problemas con el chico ese grosero de su colegio, que aún pensaba en mí...

Así que con los párpados cerrados auto arrepintiéndome instantáneamente. estaba marcando el número de Denny. No iba a colgar porque igual iba a tener la llamada perdida, pero sí esperaba en un lugar muy remoto de mí, que no contestara. Sí lo hizo.

¿Hola?

—Hola, Denny. ¿Cómo estás?

Algo perdido, pero bien —respondió entre risueño y serio.

—¿Perdido en dónde? ¿No fuiste a clase?

Sí pero... bueno, estoy en el colegio de Diego. Vine a cubrirlo porque él no quería venir pero este es más grande que el mío. Al menos he tenido a Gris ayudándome.

Un golpe en el estómago quizás no me habría caído tan mal como pensar en que Denny estaba allá por ella.

—Claro, a Gris.

Resulta que acaba de terminar con su novio y pues anda medio triste así que...

—Entiendo, estás con ella —interrumpí—. Hablamos después.

Colgué y guardé con ira el teléfono en mi bolsillo mientras me regañaba internamente por haber vuelto a llamarlo. Me había metido en un aula vacía para llamarlo y salí de allí con enojo hacia la cafetería. No supe si me devolvió la llamada pues no volví a revisar, pero estúpido sí me sentí. 

Por otro lado, yo estaba mal pero no estaba en lo más mal de todo; mi mejor amigo Luka, sí estaba de lo peor.

La chica que estaba pretendiendo resultó ser que estaba jugando con él porque el pendejo había hecho sufrir a una amiga suya. Me retuve de decirle que en parte se lo merecía porque, uno: es mi mejor amigo, y dos: el pobre realmente estaba flechado por ella, no era otra de sus conquistas de fin de semana. Lo irónico es que uno pensaría que luego de eso, quizás alguna parte de su ser sería capaz de ver lo mal que era ser mujeriego, pero al contrario, dijo algo así como "Si con ella que iba bien me fue así, ¿qué sentido tiene ser buena persona?". No estuve de acuerdo, pero allá él.

Cuando llegué a una mesa en el centro de la cafetería, un chico de segundo se levantó para dejarme sentar, estaba tan de malas que ni siquiera las Gracias le di. No fueron más de dos minutos después cuando Luka llegó con otro compañero y dos chicas y la mesa se desocupó para dejarlos sentar a ellos.

—Andas perdido —acusó Luka.

—Estaba hablando con la maestra de física —expliqué al azar—, es por una nota.

—Odio a esa maestra.

—Es gentil.

—Me odia —argulló.

—A veces te lo ganas.

Hay algunas cosas que los hombres no somos capaces de disimular: el estar borrachos, una erección y cuando una persona nos gusta. Luka aún sentía algo por la pelirroja esa y cuando la vio pasando con una amiga no pudo despegar sus ojos de ella. La miraba serio pero con un amor que purgaba por salir mezcla con rencor por lo que había pasado; me sentí tan mal por él que le di una colleja para que desviara la vista. Yo sabía que Luka no la miraba a propósito y cuando le pegué, me lo agradeció entre dientes.

—Déjala —susurré solo para que él escuchara.

Chasqueó la lengua y pensé para mí mismo que era hipócrita de mi parte decirle que la dejara cuando yo no podía estar sin saber de Denny.

Luka pasó el brazo posesivamente sobre una de las chicas que lo acompañaban. Era una chica de cabello negro y alta, muy delgada y con voz chillona, creo que era de tercero y se llamaba Kim. Ella le sonrió tontamente y le dio una papita en la boca. Me resistí de rodar los ojos.

—¿Salimos esta noche, preciosa? —le preguntó él.

—No sé... —La chica actuaba como una tímida irreparable aún cuando todos la habíamos visto con dos ex's en esos tres meses que llevábamos de año escolar—. No me gusta dejar a Karla.

—Eso se puede solucionar —dijo resuelto Luka. Yo me enderecé en mi silla y negué disimuladamente, quise convencerme de que no hablaba de mí ni tramaba nada. Un error más. Entonces, de al lado de esa chica, salió otra, más atractiva y que no se había pronunciado hasta ese momento.

—Ella es mi amiga Karla. —La señaló.

Casi pude adivinar las palabras de Luka antes de que las dijera pero no alcancé a detenerlas.

—Él es Gabriel, mi mejor amigo. Salgamos los cuatro.

—Yo realmente no... —empezó a decir la amiga, la chica del cabello azulado. En mi mente me sentí liberado de tener que salir con ella, porque bueno... no era mi tipo, pero su amiga era como Luka conmigo.

—¡Claro que puedes, Karla! Decidido, salimos los cuatro. —La hormonal Kim dio dos palmaditas y siguió comiendo y consintiendo a Luka.

Karla y yo, estando en los extremos de la mesa, cruzamos una mirada que trataba de tapar el rechazo a la idea. Sentí vergüenza, ¿qué tal y si ella tenía novio? ¿Qué tal si yo ni le parecía atractivo? O peor aún, ¿qué tal que yo sí le gustara? Luka no pensó en eso y ahora íbamos a una cita grupal.

—Pues pagarás todo tú porque yo ni quería ir a esta cita —gruñí a Luka cuando llegó a mi casa a eso de las casi seis de la tarde—. Ni siquiera me preguntaste si quería ir.

—¿Viste a la amiga de Kim? Es muy hermosa. Si la hubiera visto a ella primero, la cita sería al revés.

Fue de esos momentos en que la conducta promiscua de Luka me asqueó y me inquietó su capacidad de hablar así de una persona, como si fuera un objeto en una tienda que eliges por el que luce mejor. En mi caso hay una cuarta cosa que no puedo disimular: el enojo que me dan las cosas y las palabras que se me salen en momentos así.

—Puedes incluso follarte a las dos y no vas a dejar de mirar a Luciana así no más.

Con Luka siempre tuvimos esa relación de amistad con honestidad cruda y despiadada pero esa frase hasta a mí me dolió y juro que no lo pensé antes de que se me saliera. Estaba de espaldas a Luka mirándome en el espejo pero al decir eso, giré para mirarlo a él. No había enojo en su voz o su mirada, sino lástima de sí mismo.

—Oye, no quería decir...

—No —cortó—, es cierto. Aún la miro, lo sé. Y Kim no va a llenar el hueco, pero no puedo hacer más.

—¿No has pensado en estar solo un tiempo? La soledad a veces es la mejor puta que puedes tener en la cama —bromeé.

—¿Sacaste eso de facebook?

—Sí.

Soltó una carcajada hueca que aparte de dar transición al momento incómodo, también dejó la conversación en veremos. Luka tomó mi colonia y se puso un poco en el cuello, revisó su reloj y tomó su chaqueta.

—Vamos, ya estamos quince elegantes minutos tarde.

—Te odio. —Tomé mis llaves y salimos de mi casa a las seis y quince elegantes minutos—. ¿Qué tal y la tal Karla ni siquiera quiere salir conmigo? La vi cuando tú y Kim hicieron los planes, ella solamente es otra sometida por su mejor amiga.

—Total y es el amor de tu vida y tú perdiendo estas oportunidades —rezongó. Las palabras amor de mi vida solo pusieron unos ojos azules en mi cabeza y no eran los de Karla—. No perdemos nada.

Como cosa obvia, las dos chicas iban a estar en la casa de Kim que no quedaba a más de un kilómetro de la mía. Luka dijo que iríamos a una pizzería que no quedaba tan lejos y que él pagaría, cosa que eventualmente no hizo solo y tuve que poner la mitad.

Si ya es algo incomodísimo andar de violinista de una pareja, es mucho peor ser violinista junto con otra persona violinista que no desea estar ahí tampoco. Me senté junto a Luka y Kim frente a él. Karla quedó en mi vista frontal y cuando trajeron la pizza, Kim y Luka se encerraron en su mundo, dándose de comer el uno al otro y riendo estúpidamente cruzando sus manos sobre la mesa. Karla y yo tomamos un trozo de pizza cada uno y comimos en silencio. Fui yo quien media pizza después decidí hablar:

—Así que... ¿hace cuánto te pintaste el cabello? —pregunté. Su cabello de tonalidades azuladas era un buen tema de conversación. Ella rió disimuladamente pero prefirió seguir con mi charla.

—Hace unos meses, en diciembre. ¿Eres del equipo de natación?

—No, solo Luka. Yo estoy en el de baloncesto.

—Hace mucho que no juego baloncesto aunque cuando papá estaba con nosotras, jugaba mucho conmigo —dijo, ya más animada—. Él decía que yo podía ser una princesa pero que las princesas deben saber hacer algo más que lucir bonitas y que como él no sabía fútbol, me enseñaba baloncesto.

Rió de forma genuina rememorando su propia vida. Vi su sonrisa por primera vez y se me hizo cálida. Por primera vez vi a Karla como una buena compañía y no como una chica de una cita casi a ciegas obligada. Le sonreí y pareció que ella vio lo mismo en mí.

El sonido chocante de labios besándose nos hizo pulir una mueca de asco al mismo tiempo. Oficialmente Karla y yo estábamos fuera de la cita y ellos parecía que estaban solos en el mundo. Cuando se separaron y nos miraron, nosotros los mirábamos con un gesto de disgusto, Kim rió con vergüenza y Luka se limitó a encogerse de hombros

—Nosotros terminamos —anunció Luka—, y como veo que ustedes aún tienen pizza, los dejamos.

No dejó lugar a réplica ni a duda, se levantó y me dio la parte mayoritaria del dinero, para que obviamente, yo pusiera el resto.

—Diviértete, Karla —exclamó Kim, mirando a su amiga con una picardía que Karla no compartía. Cuando quedamos solos compartimos una mirada y luego reímos.

Vimos a la parejita salir de la pizzería y perderse en la noche, seguro que esa noche Luka tuvo más que un beso de buenas noches. Cuando terminamos de comer, fui y pagué y salimos a la calle, el aire estaba cálido y no soplaba con fuerza. Karla se plantó frente a mí.

—¿Te veo mañana en el colegio?

—No. Te voy a acompañar a la casa —aseguré.

—No es necesario.

—Claro que sí, es tarde. —Pude ver en su mirada el motivo de su negativa y me apresuré a explicar—. No pienses que busco algo... romántico contigo... no eres mi tipo y eso.

Pude ver su suspiro de alivio.

—Tampoco eres mi tipo —respondió, ya empezando a caminar—. Así que vamos, entonces.

—¿Te puedo preguntar algo sin que te enojes? —aventuré.

—Claro.

—¿Cómo es que eres amiga de Kim? Ella es tan diferente a ti...

—¿Cómo es que eres amigo de Luka? —contraatacó.

—Buen punto. —Ambos metimos las manos en los bolsillos de la chaqueta y el silencio dejó de ser incómodo, era bueno, de hecho—. Entonces, ¿cuál es tu tipo?

—A negativo —respondió.

Tardé un par de segundos en entender.

—Lo tendré en cuenta por si necesitas que te donen sangre —ironicé, pero no pude evitar una sonrisa—. Hablo en serio, Karla.

—De acuerdo. Mi tipo son las personas amables, sonrientes, de cabello negro...

—Yo soy amable, sonriente y de cabello negro.

—... y que no tengan pene.

Por un momento pensé que bromeaba pero a pesar de su sonrisa adornando su cara, sabía que era en serio.

—Yo sí tengo. Ahora entiendo.

—Para evitar incomodidades a futuro y por futuro me refiero al viaje de acá a mi casa —empezó, deteniendo su paso y mirándome con determinación—, te pregunto, ¿eres homofóbico? Porque si lo eres, está bien, allá tú, pero no quiero tu odio conmigo.

—No, para nada... —Estuve a nada de reír por la ironía—. Supongo que es algo que no se elige, ¿no?

Se dispuso a caminar de nuevo, conmigo al lado.

—En parte no se elige, en parte sí.

—¿Cómo es eso?

—No eliges si enamorarte de un hombre, mujer u otro, pero sí eliges qué hacer con ello —explicó—. Yo no escogí ser lesbiana, pero sí escogí vivir sin esconderme. Se lo dije a mamá desde que era niña y ella lo tomó como "cosas de niñas pequeñas", pero cuando dejé de ser niña pequeña y mantenía mi gusto por las chicas, lo aceptó.

—¿Así no más?

—Así no más. Mi madre es muy especial, ella me valora como su única hija y el valor que me da, lo atribuye a algo más que mi orientación sexual. Ese es el problema siempre con todo el mundo, que ponen la orientación sexual por encima de cualquier cualidad de una persona. Alguien puede tener un alma de oro, pero si decidió enamorarse de alguien de su mismo sexo, irá al infierno.

—¿Tú que opinas de eso?

—No creo que vaya al infierno —aseguró—, al menos no por ser lesbiana. La gente que tiene desprecio por aquellos que pensamos diferente, tienen más posibilidad de ir al infierno; nosotros no vamos por la vida haciendo sentir a los demás como impuros, como pecadores, como miserables por su manera de vivir, ellos sí. Usan sus creencias para imponer un derecho que ellos tienen de estar en el cielo y que nosotros perdemos porque amamos diferente.

Muchas veces no se necesita a alguien que sepa del tema para hacernos entrar en razón en cuanto a algo, a veces lo que se necesita es un espejo, uno que no refleje nuestro cuerpo sino lo que el alma grita en silencio. Escuchar a Karla fue como organizar mis pensamientos y alejarlos un poco del miedo.

—¿Kim sabe que eres lesbiana?

—Sí, claro. Ella sabía que nada iba a salir de esta... "cita", solo quería salir con tu amigo pero no sola... —negó con la cabeza, reprendiendo mentalmente a Kim—. Ella es una buena chica, es algo alocada, pero no es mala.

—Igual que Luka —apunté.

—En general... —retomó el tema—, no se lo oculto a nadie. Digo, no ando vestida con la bandera multicolor, ni diciéndole a todo el mundo que soy lesbiana, porque vamos, eso es ridículo.

—¿La bandera te parece ridícula?

Karla rió.

—No. Lo que me parece ridículo es tener la intención de tatuarte la palabra "Lesbiana" en la frente. Yo no quiero que me conozcan como "La lesbiana de Crismain", ¿entiendes? Así como nadie es conocido como "Luka el hetero" o algo así. Cuando alguien me lo pregunta, como tú acabas de hacer, no lo niego, pero sé que mi orientación sexual no me define, así que ¿para qué buscar una etiqueta?

—¿Y nunca te la han puesto?

—En un par de ocasiones, sí, pero cuando ven que no me afecta, lo dejan. —Pasó la mano por su cabello y lo acomodó tras su oreja—. La base de las burlas de los adolescentes es lo mucho que te afecta. Varias personas vencidas por la curiosidad me han dicho directamente "¿Eres lesbiana?" y les respondo un Sí que es firme y sin miedo, eso basta para que se queden con un "Ahh, está bien". Si cada que me preguntan, me sintiera avergonzada y temerosa, las burlas ya me habrían matado. No me avergüenzo de mí misma y sé que eso es suficiente para que los demás no puedan avergonzarme. Tengo uno de los mejores promedios en Física y en Matemáticas, casi no discuto con mi madre, tomo clases de guitarra, hablo con Dios cada noche y le agradezco por otro dia en que estoy bien, tengo algunas buenas amigas, un par de amigos y familia. Eso es lo que me define y por eso quiero que me reconozcan.

Con esa charla pude casi enamorarme de Karla. No un amor romántico, sino uno mágico y que me hizo querer tenerla siempre a mi lado. Ella era la voz de la consciencia que yo necesitaba, porque la mía solo me juzgaba.

—Ves las cosas de manera diferente —dije—, eres admirable.

—Gracias, supongo... —Detuvo el paso e hice lo mismo—. Acá vivo yo. Gracias por acompañarme, Gabriel.

—No hay problema. Te veo mañana en el colegio... o podemos salir algún otro día.

—¿Seguro? —Levantó una de sus cejas con sorpresa.

—Si quieres, digo. No es nada romántico...

—Obviamente. —Sacó las llaves de su bolso y sonrió—. Claro, está bien. Si te soy sincera, pensé que eras igualito a Luka cuando Kim nos hizo la cita. No tengo nada en contra de tu amigo, pero él es... mujeriego y un... cretino y eso...

—Lo sé.

—Peeeeero —alargó la palabra—, tú no eres así. A pesar de tener el aspecto de todo un Don Juan, eres amable.

Nos dimos un cortísimo abrazo de despedida y me encaminé a mi casa con una sonrisa. Karla, sin darse cuenta, hizo más que solo salir conmigo, me hizo ver que desde cierto punto de vista, yo no estaba mal con las decisiones que tomaba en cuanto a Denny.

Llegué a la fachada de mi casa y miré mi reloj; eran las nueve y cuarto de la noche. Mamá no llegaba sino hasta las diez y media, y mi moto estacionada junto al cobertizo me invitó a no entrar aún a casa. La moto rugió y arranqué con el destino claro.

Toqué la puerta y un hombre parecido a Denny pero de ojos oscuros me abrió la puerta. En ese instante reconsideré mi chute de entusiasmo en venir, noté lo tarde que era y sentí vergüenza.

—Buenas noches —titubeé—, lamento mucho la hora... Soy amigo de Denny y quería hablar con él.

—En esta casa nos acostamos casi a medianoche así que no es tarde —resolvió el señor, puliendo una sonrisa amable. Hubiera sido en mi casa, mi mamá habría dado un sermón de que esas no son horas de llegar a una casa decente. Sonreí—. Entra.

—Gracias. Por cierto, mi nombre es Gabriel.

—El mío es Josseph. —Dirigió su vista escaleras arriba—. ¡Denny! —Nadie respondió—. ¡DENNY! —Nada—. ¿Sabes qué? Debe tener los malditos audífonos puestos. Sube y búscalo, yo estoy terminando unos documentos y realmente ando ocupado.

—De acuerdo, señor Keiller.

Caminó sin mirar atrás a la sala de al lado y lo alcancé a ver sentándose tras un portátil. Subí y no me detuve a pensar en que su padre era muy confiado, considerando que no me conocía de antes. Al llegar a su puerta, estaba entreabierta. Me asomé y vi a Denny de espaldas, sentado en su cama, leyendo un libro y como su padre lo predijo, con los audífonos puestos. Lo contemplé por un par de segundos y lo vi precioso. Entré y cerré a mis espaldas con pestillo y en silencio. Ya que una vez lo había asustado y eso no había salido bien, opté por no hacerlo de nuevo en pro de no ganarme un puño involuntario de su parte.

Le toqué el hombro para que notara mi presencia y levantó la mirada. Sus ojos se sorprendieron y dejó el libro a un lado, con sus manos bajó sus audífonos de sus oídos pero antes de que me saludara, me incliné y me acomodé en su regazo, una pierna a cada lado suyo para besarlo. Denny tenía sus piernas estiradas en la cama y cuando lo besé, enderezó su espalda. Sus manos se demoraron un suspiro en rodearme la cintura y tardó menos en corresponder el beso.

El beso terminó, pero no me moví, al contrario, lo abracé estando aún sobre él.

—Hola —susurré con mi cabeza sobre su hombro.

—Esto sí es una sorpresa —respondió—. ¿A qué se debe la visita?

—Te extrañaba. —Estando aún aferrado a él, la pizca de valor se me esfumó para dar paso a la inseguridad—. ¿Te molesta que haya venido?

Denny puso sus manos en mis caderas y me atrajo a él, empujando levemente.

—¿No se nota que me molesta mucho?

Ladeó su sonrisa en la curva más hermosa y me besó de nuevo.

Karla tenía razón, mi orientación sexual no me definía. La manera de amar a Denny desde lo más profundo del corazón, sí. 

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