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IV

Culpable.

Las suaves caricias revoloteando en su cabello lo sumergían en un adormecimiento tan relajante que resultaba más efectivo que cualquier analgésico que alguna vez hubiera llegado a su sistema. Era como si el tacto gentil fuese capaz de esparcir todas sus penas por el cielo, volviéndolas brillantes y hermosas como luceros, en lugar de gruesas espinas incrustadas en su corazón, sintiéndose más liviano y pleno consigo mismo, demostrando que había estado cargando con ellas tanto tiempo que ya no sabía que era no tenerlas.

Pero que ahora, librado de ellas, podía afirmar lo agradable que era, demasiado placentero como para abandonar la sensación.

Levantó su rostro buscando sin prisa alguna a la musa que era capaz de aliviar cada fibra muscular y espiritual de su cuerpo; sus largos cabellos platinados agitándose con la suave brisa de la penumbra, su pequeño cuerpo iluminado cual ángel descendiendo del firmamento, confundiéndose con los astros de aquella noche de Luna nueva. Una noche perfecta para contemplar las estrellas.

Su risa fantasmal, su alegría genuina y tierna emoción al observar a través del telescopio como era la trayectoria de una de las primeras estrellas fugaces que se mostraba en el cielo, agitando eufóricamente los hombros de quien acariciaba con tanta devoción, presa de la hermosura que se cernía frente a sus ojos casi como si fuera un sueño extraído de un libro de fantasía, así de hermoso, cuando para el chico ella era lo más precioso que su alma terrenal pudiera contemplar.

Tomó la mano que aún reposaba en su cabello y la acerco a sus labios, dando un superficial beso en el dorso de la palma. La piel era cálida y suave, seguramente la piel de una princesa.

—¿Amane-kun? —La voz angelical y confundida de su amiga le llamó con cierto tono encaminándose al nerviosismo.

No tenía que girarse hacia ella para saber que las mejillas de la fémina estaba tan decoloradas como sus enormes y cautivadores ojos. Él se giró hacia ella pegando una media sonrisa, mas algo en su rostro desconcertó a la fémina, provocando que ahuecara su mano libre en la mejilla del pelinegro.

—¿Qué tienes? ¿Por qué estás llorando? —cuestionó preocupada rebobinando en alguna posibilidad que hubiera puesto así a su amigo.

No recordaba que alguien hubiera hablado mal de él, ni tampoco habían ocurrido muchos problemas recientemente. El día había transcurrido de lo más normal e incluso se había mantenido contento por el evento que iba a desarrollarse por la noche, tanto que había pedido su audiencia en un lugar especial él. Una plataforma de la escuela un poco más elevada y apartada donde, según el joven, las estrellas se observaban con mayor esplendor. ¿Quizás se sentía mal porque ella había acaparado el instrumento óptico todo el rato? Comenzó a sudar, ¿era eso? ¿Y por qué no le había dicho y se lo había guardado?

—N-No tienes que preguntar... —comenzó sonriendo con los labios temblorosos—. ¡Puedes usarlo cuantas veces quieras! —exclamó señalando con la cabeza el telescopio—. ¡Es tuyo después de to-! ¡¿Amane-kun?!

Los orbes dorados del muchacho expulsaron largas cascadas cristalinas iluminadas por diminutos brillos reflejados de las estrellas. Ante su silencio, Yashiro tuvo el impulso de levantarse y saltar del techo para buscar ayuda, ¡Kou seguramente sabría que hacer! No le gustaba ver a su amigo en ese estado, pero su impulso fue suprimido ante el débil agarre del muchacho, aferrándose con timidez a uno de sus brazos.

—No...

«No te vayas... Se perdió la frase en su garganta apenas pudiendo pronunciar la primera palabra antes de que su voz se quebrara, sintiendo que se ahogaba.

—Veamos... tu y yo... estrellas... —Hipó pegando un pequeño sobresalto con su cuerpo a causa del llanto, haciéndole imposible hablar coherentemente.

—¿Estrellas? —tanteó la chica haciendo un intento por ser comprensiva. Si lo que él deseaba era que estuviera su lado, entonces lo haría. Aunque le carcomiera no saber que le pasaba—. ¿Quieres verlas?

—...contigo...

—¿Conmigo? —Expulsó un suspiro de alivio al llegar por fin a un punto medio— ¡Seguro!

Sin poder reaccionar a tiempo, Nene tomó los brazos de su mejor amigo y lo levantó, arrastrándolo con diversión y algo de necesidad de llegar al telescopio para que pudiera relajarse.

—¡Siempre que quieras!

La sonrisa que brotó en los labios de la fémina fue tan resplandeciente que Amane agradeció que su vista fuese capaz de aguantar aquel nivel de intensidad. Era como si en aquel momento finalmente hubiera despertado de su pesadilla y regresará a su realidad, una donde continuaba sosteniendo la mano de Nene.

Un mundo donde jamás se había atrevido a soltarla.

Era hermosamente doloroso sumergirse en su fantasía inalcanzable.

Recuperando el control de su cuerpo, envolvió sus brazos alrededor de la complexión de la chica, apoyando su frente en un pequeño hueco entre su hombro y su cuello. La nena tembló sin comprender, pero guardo silencio, respirando con algo de dificultad al principio, pero relajándose después al sentirse bien en medio del abrazo de su amigo.

Amane era cálido. Y su abrazo era suave y protector. Cuando se encontraba ahí, podía afirmar que nada malo iba a pasarle.

Las lágrimas del pelinegro continuaron recorriendo sus mejillas hasta perderse al caer al suelo, la tristeza que transmitía era tan pesada que Yashiro se vio contagiada por ella, comenzando a lagrimear también a causa de la incertidumbre.

En aquella noche sin astro lunar, a la espera de probablemente un evento estelar irrepetible en mucho tiempo. Ambos jóvenes concluyeron que la compañía del otro resultaba muchísimo más satisfactoria que ponerse a intercambiar el lente del telescopio.

—Yo... —Finalmente habló el joven en un tono ronco, la garganta aún dolía—. Lo siento...

El cuerpo de Yashiro se agitó frenéticamente una sola vez, y al chico le pareció que ahora era más delgada y que el viento se llevaba parcialmente su caballera, perdiéndola en el horizonte. Apretó su agarre con más desesperación, como si sintiera que se le desvanecería en el menor descuido.

—Lo siento, lo siento, lo siento... —continuó con la culpa estrujando su corazón con tal intensidad que bien podría destriparlo como una uva madura.

La risa cansada de su amiga taladro sus oídos, provocando que levantara la mirada para poder observar la silueta de su rostro. Los ojos de Nene no lo buscaron, estaban clavados hacia el frente, pero aún así, no miraba odio o rencor en ellos. Más bien sólo estaban pesimistas y resignados acompañados de una suave sonrisa.

—¿Por qué te disculpas? —cuestionó con dulzura, pero con un tono agotado, como si cada palabra pesara más que la anterior—. No has hecho nada.

De un movimiento, Amane volteó el cuerpo de su amiga para quedar de frente. Ambos tenían rastros sucios de los lamentos que sus ojos habían pegado y una expresión melancólica. Yashiro sonreía fatigada mientras que su amigo fruncía el ceño, estaba molesto, pero no con ella.

—¡Por eso mismo! —gritó, bajando el tono de inmediato al ver a la chica dar un salto—. No he hecho nada... —agregó deformando su rostro a uno más adolorido.

—Está bien, está bien... —Su voz cada vez mas débil se deslizó como gelatina hirviente por sus oídos—. Está bien, Aman-

La voz se corto de golpe en el último segundo, al igual que todo su cuerpo, como si de cristal se tratase, se resquebrajó.

La tenía justo enfrente, estaba a su alcance y tenía su atención. Y aún así, no pudo hacer nada ante su ruptura. Su amiga se hizo pedazos cual vidrio ante un martillo, quedando trozos resplandecientes en las manos del chico.

Amane gritó con tal fuerza que podía jurar que se quedó sordo y mudo en un segundo. Pero eso no alivió el agujero que se manifestaba en su pecho, donde antes había estado un palpitante y amable corazón.

Negándose a aceptar ese futuro, presionó los cristales contra sus manos, pese al intenso dolor que eso significo y comenzó a correr, llamándola.

No. No. No. ¡No!

Ella aún no se podía ir. Tenía cosas que decirle, por las cuales disculparse, por las cuales agradecer...

¡Tenía que encontrarla!

El techo se alargó de manera perpetua, desesperándolo. No había nadie más que él en aquel sendero. Nadie que podía ayudarle a buscarla y nadie que podía ayudar a Yashiro.

Con el último pensamiento, sintió como se tropezaba con algo y se detuvo para identificarlo. Contempló uno de los broches magatama que su amiga siempre cargaba, un regalo que había sido de su parte en uno de sus cumpleaños y que desde entonces ella había decidido usarlo.

Descendió rápidamente a tomarlo. Lo apretó con fuerza, gritando una vez más el nombre de su amiga, más la voz le falló ante la sequedad de su garganta, emitiendo un chillido en bajo.

El suelo a su alrededor se hizo pedazos hasta dejarlo varado en la nada. Iba a caerse al infinito sin poderlo evadir.

—¡Hey~!

Levantó la mirada al reconocer la voz, siendo como se le helaba la sangre y se tensaba su mandíbula.

Despidiéndose burlonamente con una mano y una sonrisa cínica, flotando en medio de la oscuridad, con el otro broche de Yashiro en su otra palma. El otro gemelo apareció.

Amane se levantó estando a punto de lanzarse sobre él por mero impulso cuando ya no hubo nada más en que apoyarse. El suelo cedió y él cayó por un enorme abismo, pero Tsukasa quedó arriba, pese a que ya no había nada en que caminar, el menor no se cayó.

Pensaba que en cualquier momento tocaría fondo y se despedazaría acabando de una vez con la culpabilidad de su pecho, pero cuando finalmente chocó el suelo había resultado menos doloroso de lo que creyó.

La vista se le fue aclarando identificando un panorama que se le hacía familiar. Uno de sus pies continuaba sobre el sillón mientras que todo lo demás estaba desplomado en la alfombra de la sala.

Suspiro pesadamente. Estos sueños se estaban volviendo demasiados frecuentes. Y cada vez eran más terribles, manteniéndolo en un estado de desazón perpetuo, que por mas que dormía no lograba descansar y aquello estaba afectando todo su ser.

Y que su amiga apareciera reiteradas veces le dejaba un mal sabor en la boca; había cerrado sus ojos y oídos ante su situación al serle algo difícil de sobrellevar, confiando en que en algún momento lograría bloquearse y poder volver a verlos ambos de la misma forma o al menos, algo más sobrellevado.

Pero había empeorado. A este punto continuaría ignorando la situación para siempre.

Se trataba de su hermano pequeño, aquel que no había demostrado menor interés más que en si mismo y verlo tan liado con alguien era indicio que al menos se lo estaba tomando en serio, por lo que intervenir le parecía surrealista. En cambio, Yashiro había deseado con todas sus fuerzas que alguien estuviera con ella y el menor de los Yugis lo había cumplido, así que ¿para qué pelear?

Tanteó el sillón hasta encontrar su celular y poder saber la hora para ver si comenzaba a correr a alistarse o tomaba las cosas con calma. El reloj marcaba una hora temprana así que suspiro suavemente, levantándose con cuidado del suelo, en verdad que dormir en el sillón era incómodo pero anoche había estado tan cansado que no le importo.

Aspiro con profundidad percibiendo un olor extraño en el ambiente, arrugó la cara y alargó el cuello, había algo en la cocina que parecía estar hirviendo.

—Sensei, creo que algo sé que-

No tuvo chance de terminar la frase cuando escucho como algo se arrastraba a su costado, seguido de ver la silueta de su profesor en la cocina en un segundo. A Amane le dio gracia imaginar su sobresalto al escuchar su voz, seguido de arrastrar la silla y dejar caer el periódico para poder volver a estar pendiente de la comida; a veces le daba un poco de miedo la capacidad de inmersión del mayor, una vez comenzaba la lectura de su interés, se desconectaba del mundo, tanto así que no había podido olfatear el aroma extraño que provenía de la cocina a pesar de estar a un paso de ella.

—Me iré a bañar, Sensei.

Tsuchigomori ladeó su cabeza en silencio como respuesta.

Sin tener un lugar a donde ir y con graves dificultades para mantener el alquiler de una habitación mientras trabajaba y estudiaba, Amane pensó volverse loco en cualquier momento. Jamás imagino que su profesor de secundaria sería tan comprensivo como para darle asilo en la propia, haciéndose cargo de él hasta que pueda mantenerse por su propia cuenta, había resultado ser más padre que su propio padre.

Y con el delantal de protección que tenía mientras cocinada, también parecía una madre.

Se tapo la boca para no reírse, la última vez que lo había hecho en verdad había enojado el mayor. Tal parecía que era algo que hacía desde muchísimo tiempo atrás.

No tenía idea de cómo había sido la vida de su profesor, vivía lejos de su familia y tenía poco contacto con la misma, al igual que estaba soltero desde hace mucho tiempo. De alguna manera sentía que sus historias podrían tener cierta similitud y por ello mismo guardaba la privacidad con el joven, como si pudiera verse reflejado en él.

Ingresó al baño doblando la ropa que se quitaba y dejándola a un lado. El agua gélida golpeó todo su cuerpo sin piedad, pero a él no parecía importarle. Sorpresivamente, soltó un poderoso golpe contra los azulejos de la pared. Sus ojos se llenaron de lágrimas de coraje, apretando los dientes.

En verdad, no había querido pensar en Yashiro en mucho tiempo. Para él que le había guardado un inmenso cariño desde siempre, le resultaba una enorme traición que ella hubiera preferido liarse a su hermano pequeño, pero ¿cómo culparla? ¿Cómo tratarla? No hizo muchos intentos por llamar finalmente su atención de otra manera, era imposible que ella conociera sus sentimientos si no se los decía directamente. Y si bien, ocultar sus sentimientos lo había lastimado de igual forma, Nene no era la culpable de eso.

Había sido su decisión, al igual que la de dar media vuelta para dejarla ser feliz. Si esa había sido su veredicto debía respetarlo.

"Senpai ya lleva varios días sin venir, ¿sabes algo?". Si tan solo el insistente de Kou no continuará preguntándole por ella cada tanto, podría continuar siendo un ermitaño con respecto a la situación, pero tampoco podía echarle el muerto del todo. Él también lo había notado.

Tsukasa aparecía, pero ni rastro de la albina. Estando tan cerca de la graduación le hacía extraño no verla pendiente de la clase, ella anhelaba tanto poder graduarse, como cualquier otro alumno de Kamome.

Cerró la llave y se encaminó a secarse mientras tomaba con otra mano su celular y marcaba el número de su amiga, sentía que si se lo pensaba mucho jamás haría algo.

Con el primer tono, tuvo el impulso de cortar, ¿y que debería decirle? Quizás ella ni siquiera quería verlo, había sido su mejor amigo pero no se habían hablado en casi dos años. ¿Ella estaría molesta? ¿Le cortaría?

Sentía que merecía su rechazo y repudio, pero a la vez, pensaba que si ella reaccionaba de esa manera le costaría reponerse de eso.

No hubo respuesta a pesar de que sonó varias veces. Volvió a marcar. Solamente quería preguntar cómo estaba, aspiro profundo, ¿había tenido un accidente? ¿Estaba enferma? ¿De luto? ¿Se sentía decaída?

Sin respuesta.

Una vez más.

Con cada tono el nerviosismo iba siendo sustituido por una creciente preocupación. ¿Había cambiado de número o estaba ignorándole?

Nada.

Marcó otro número negándose a deshacerse de la valentía que se había apoderado de su cuerpo. Si daba media vuelta esta vez, no sabría cuando de nuevo tendría las fuerzas para intentar.

Necesitaba saber de ella.

La imagen de la sonrisa triste de la Yashiro de sus sueños regresó a su memoria de golpe, brindándole firmeza. No necesitaba decir mucho, no era necesario hacer algo muy grande. Solamente preguntar por su estado y así estaría más tranquilo.

«Tonto, Kou, debería meterse solo en sus asuntos...». Culpaba a su amigo, pero también le agradecía por seguir intentando que de alguna manera ambos pudieran seguir comunicados, pese a que él mismo había sido denegado para saber sobre la albina.

Un tono, dos tonos... Al cuarto tono el teléfono fue atendido. Involuntariamente, su rostro se endureció y su mirada se ensombreció.

—¡Amane~! ¿Qué tal todo?

El mayor alejo un poco su celular ante el tono empalagoso de su hermano. Podría no conocer qué sentimientos tenía Tsukasa por Yashiro, pero si ella continuaba con él, debía ser por algo. Pero si que no podía perdonar que el menor se hiciera el inocente con él, hablándole de vez en cuando sobre como la pasaba con Yashiro como algo muy casual, y como a veces le mandaba fotos de ella. Todo eso mientras que él se quería alejar.

Le daba la impresión que su hermano conocía de sus sentimientos por la albina y solamente estaba jugando con fuego, eso sonaba más a algo que Tsukasa haría. Desde muy chicos, el menor siempre había querido todo lo que era importante para él. Y el, tratando de ser el mayor y el maduro, había aceptado a regañadientes.

Le enfurecía pensar en esa posibilidad, sabía que era una acusación seria. Y lo menos que quería era terminar discutiendo con su gemelo.

—¿Cómo está Yashiro? —cuestionó al punto para poder dejar de escucharle lo más rápido posible.

—¿Hmmm? —El tono alegre de apertura pareció marchitarse—. Enferma.

—¿Qué? ¿Cómo pasó? —Su posición seria se diluyó un poco al enterarse del estado de su amiga—. Quiero hablar con ella, ¿me la puedes pasar?

—Está dormida~, puedo dejarle un recado si quieres~, pero pídemelo lindo o lo olvidare —Nuevamente regreso su tono juguetón, pero al mayor no se le fue la impresión que seguía molesto.

Si le resultaba un fastidio que preguntara por su novia, pues que se trague su molestia unos momentos como él lo había hecho, no tenía ánimos para aguantar a su hermano.

—No, quiero hablar con ella directamente, ¿ha cambiado de número?

—Perdió su teléfono~. Igual no hay necesidad que hable con alguien más si estoy con ella~

Amane apretó su móvil sintiendo como aparecía un tic en uno de sus ojos. Contuvo una grosería y todo impulso por golpear de nuevo la pared como si fuera el rostro de su hermano, si quería conseguir lo que quería, era mejor mantenerse tranquilo.

La suave voz femenina retumbó en su cabeza, era lejana y algo distorsionada pero su cerebro le dio la razón a lo que su corazón creía.

—Pues yo no la escucho muy dormida —sentenció con cierta crudeza.

—Je, creo que debo cortar, tengo cosas que hacer.

—Tsukasa...

—¡Llámame de nuevo, A-ma-ne~!

El pelo negro lanzó una maldición cuando la llamada se cortó y al volver a intentar, el móvil de su hermano salía fuera de servicio.

¿Pero qué carajos...?

¿Qué estaba pasando?

Gruñía ando vueltas en el baño, ¿cómo se le había pasado el tiempo para llegar a este punto? ¿Yashiro lo había permitido? ¿Qué tenía en la cabeza? Se palmeó la frente, dando patadas.

Él los conocía a ambos mejor que a nadie. Que crédulo había sido.

—Oye, Yugi, ¿piensas pasar en el baño todo el dí-?

De un portazo la puerta se abrió y la figura del menor salió disparada con una toalla a su habitación para alistarse para al trabajo dejando atrás a un confundido Tsuchigomori. El hombre puso una media sonrisa, parecía que por fin su pequeño compañero había recuperado cierto brillo en sus ojos.

Ahora sólo tocaba esperar a que no fuese demasiado tarde.

[...]
Temática 4:
Fantasías.

Disculpen por tardarme en publicarlo, esto iba a subirse el sábado, pero surgió un... problema muy feo. Resulta que este capítulo tuve que rehacerlo prácticamente desde cero y me dio muchísimo coraje. Pido disculpas que no fue tan bueno como esperaban :c . En verdad me dolió perderlo, tenía cerca de 3000 palabras y a mi parecer, estaba súper chido, aunque este que quedó también tiene su toque especial aunque no sé si habré logrado el efecto que finalmente quería. Espero igual que les haya gustado. 🥺

Gracias por leer esto. En verdad. ¡Se les quiere!

Lady off~!

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