Epílogo.
{But if you close your eyes
Does it almost feel like nothing changed at all?
And if you close your eyes
Does it almost feel like you've been here before?}
(Pompeii—Bastille)
Drake's pov.
Todos en la sala permanecíamos en completo silencio, como si el hecho de hablar fuera una falta de respeto en aquellos momentos, como si todos tuviéramos miedo a decir algo o no supiéramos que decir exactamente. El primero de todos los presentes en hablar, fue Jake, que miraba al suelo entre cabreado y triste.
—Mi hermana casi se muere de una sobredosis por tu puta culpa, joder —me apuntó, acusadoramente.
—¿Perdón? ¿Quién le ocultó que estaba en una relación con su mejor amiga y que por su culpa casi se mueren los dos? —sonreí con sarcasmo, molesto.
—Vuelve a vacilarme, niñato, y te voy a...
—¡Ya es suficiente! —espetó Ela, levantándose de golpe de la silla de la sala de espera del hospital.
Jake se había levantado, acercándose a mí para amenazarme y yo también me había levantado, encarándome a él. Pero por desgracia o por suerte, Ela se había interpuesto entre nosotros y había evitado una pelea en mitad del hospital.
—Dejad de echaros la culpa unos a otros, todos los que estamos aquí sentados hemos tenido la culpa de esto. Y tened un poco de respeto, por favor, un hospital no es lugar para pelearse.
Jake volvió a sentarse, murmurando una disculpa hacia mí, y yo hice lo mismo mientras me acomodaba ya en la silla. Ela suspiró disgustada mientras Ethan y Liam permanecían en silencio sin decir ni una sola palabra. Nunca los había visto tan callados, sinceramente.
En ese momento, el médico que había llevado a Melody de urgencias apareció por el pasillo y se plantó delante de nosotros preguntando por sus familiares. Jake respondió que era su hermano y yo me apresuré a ponerme detrás de él.
—Soy su novio.
Debería haberlo sido antes.
Jake me dio una mala mirada antes de responder nuevamente.
—No lo es, no mereces ponerte ese título ni ahora ni nunca. Déjeme pasar a verla, por favor. ¿Está bien?
Volvió a mirar al médico, suplicante y ansioso por saber noticias de su hermana. Yo permanecí en silencio tras sus palabras, en el fondo él tenía razón. Una persona que había llevado a otra a, prácticamente, casi morir de una sobredosis no merecía ningún título de ese tipo en su vida. Y sin embargo, no me moví del hospital desde que la ingresaron, me importaba demasiado para poner cualquier cosa por delante de ella en esos momentos.
El médico dejó a Jake pasar y nos dijo que tan pronto como saliera, nos informaría a todos de cómo estaba la situación. Así que, esperamos y esperamos durante al menos una media hora. Y por fin, Jake salió con la nariz toda roja, como sus mejillas, sus ojos hinchados y húmedos y su boca entreabierta. Había llorado.
—¿Cómo está? —exigí saber mientras me levantaba de la silla de golpe.
—Está en coma, pero muy muy mal. Está incluso peor que yo hace unos meses. Necesita un respirador, Drake, ni siquiera puede respirar por sí misma —murmuró, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. Y lo que dijo después me hundió por completo—. Has matado a mi hermana, joder.
Abrí la boca, dispuesto a decir algo para defender mi posición. Pero yo sabía que en el fondo tenía razón. Si ella se moría, si le pasaba algo, todo iba a ser por mi culpa, por haberle mentido a la única persona que había llegado a querer de esa manera en toda mi vida.
—Jake, basta. Sabes perfectamente bien que la culpa no es solo de Drake —me excusó Ela, seria.
—Me importa una mierda. Drake quiero que salgas del hospital ahora mismo, vete a tu casa, aquí no pintas nada.
La respuesta de Jake me revolvió el estómago, llenándolo de dolor y tristeza. El simple hecho de imaginarme como ella había ido a su casa, había cogido esa gran cantidad de droga y se la había metido en el cuerpo para olvidarse de lo que pasó, de lo que yo le hice, me ponía malditamente enfermo.
—Lo siento.
Fue lo último que murmuré antes de abrirme paso delante de él de los médicos a empujones para comenzar a correr hacia la habitación de ella. Al darme la vuelta vi como Ela sostenía el brazo de Jake negando con la cabeza, para que no me siguiera.
—Él tiene que verla, dejadlo pasar —escuché que gritaba a los médicos para que no me siguieran.
Entré con rapidez en la habitación y cerré la puerta sentándome en la silla que había a un lado de la cama. Llevaba puestas varias vías en los brazos y una de ellas estaba conectada a una gran máquina que medía los latidos constantes de su corazón. Los pitidos eran leves y pasaba demasiado tiempo de uno a otro, sus latidos eran demasiado débiles y eso me estaba destrozando por dentro.
Habían limpiado su boca después de la espuma que salía de ella por la droga y las convulsiones que tuvo. Sus labios estaban ahora demasiado secos, su respiración demasiado relajada y sus ojos demasiado cerrados para mi gusto. Sin embargo, en su rostro había una expresión completamente relajada, que en partes me ayudaba a pensar que no lo estaba pasando tan mal como ocurría en mi mente.
—Lo siento, lo siento tantísimo. Yo te he hecho esto —murmuré sorbiendo por mi nariz mientras con una mano acariciaba su pelo rubio, tendido sobre la almohada. Ni siquiera sabía con exactitud en qué momento había empezado a llorar—. Te lo voy a contar todo, desde el principio, de forma resumida, lo juro. Desde el momento en el que tu abuela se aseguró de que era una buena persona, de lo cual estaba equivocada, hasta el momento en el que tu madre nos sobornó con contarlo todo si no lo decíamos nosotros primero justo la noche de tu graduación, para arruinarla. ¿Por qué sabes lo que iba a pasar esa noche? Claro que no, nunca pude hacerlo. Esa noche te iba a pedir oficialmente que fueras mi novia, Melody. Te quise, te quiero, y te querré siempre. Así que por favor, no me dejes ahora que te he encontrado. No tardes mucho en despertarte, ¿vale? O llegarás tarde a clases, como siempre —añadí lo último con una suave risa irónica.
Las lágrimas seguían bajando por mis mejillas velozmente mientras ahora mis manos sostenían una de las suyas. Seguía siendo preciosa, incluso en ese estado. Deposité un beso sobre sus nudillos y me acerqué para dejar otro sobre sus labios antes de salir de la habitación con rapidez, lleno de rabia, empujando todo a mi paso mientras pasaba mis manos por mi cara con furia.
Ela y Ethan se acercaron a mi intentando decirme algo, pero sólo los ignoré y seguí mi camino hasta salir del hospital, encaminándome hacia casa de Mel. Entré en casa de Melody de un portazo, subí a su habitación rápidamente y rebusqué en el armario donde tenía las chaquetas. Me puse la chupa de cuero que tanto le encantaba, tenía suerte de que fuera grande y me viniera bien. Todavía olía a ella, así que me aferré a la chaqueta como si me fuera la vida en ello.
En ese momento recordé otro asunto que debía arreglar, y bajé hecho una furia hacia el salón de su casa, donde se encontraban sus padres cenando con completa calma. ¿Es que ni siquiera estaban un poco preocupados por su hija o qué? Al repasar sus expresiones sí que pude observar que la de su padre era un poco seria e incluso podría decir que preocupada, pero la de su madre era tan inexpresiva como siempre. Me acerqué, dando un fuerte golpe sobre su mesa, lleno de rabia.
Su madre ni se inmutó, y su padre solo llegó a mirarme de reojo. Con esa mierda de figuras parentales, era normal que Melody estuviera como estuvo y más después de perder a su hermano que parecía la única persona a la que le importaba en lo más mínimo. Siempre la había juzgado mal, y no os podéis ni imaginar de lo que me arrepentía por ello.
—¡¿Es que ni siquiera vais a ir a verla?! Al menos podrías disimular que os importa. Por ella, por Jake, por su salud —espeté, completamente enfadado.
—Su hermano pasó por una situación semejante y ha salido completamente ileso. ¿Por qué tanto alboroto? —cuestionó su madre con calma.
—Porque lo que le pasó a Jake fue más externo, Melody está destrozada internamente, con los órganos hechos asco por las drogas y todo es culpa vuestra.
—¿Culpa nuestra? No fuimos nosotros los que le mentimos y elegimos el dinero por encima de ella.
—Eso fue antes de todo esto, y lo sabes bien.
—Claro, ponte excusas, pero mi hija no se drogó pensando en mí, sino en ti —espetó con seriedad su madre, mirándome fijamente.
Le saqué el dedo del medio con toda la calma del mundo y me largué de esa casa que solo me traía recuerdos, dando un gran portazo. Abroché la chaqueta y caminé hacia mi casa mientras algunos recuerdos abordaban mi mente. Siempre la miraba, a ella. Siempre miraba su perfil, sus ojos brillando cuando algo le hacía ilusión, su boca cuando sonreía aunque fuera de manera sarcástica, su escandalosa risa que me daba la vida, su parte tierna que mantenía ligeramente oculta, su parte peleona, lo terca que era, la manera tan sencilla en la que se fijaba hasta el más mínimo detalle... Siempre había sido ella.
En cuánto llegué a casa mi madre me miró atentamente y se fijó en mi chaqueta, sonrió con tristeza, sin hacer ningún comentario. Ella sabía lo ocurrido porque yo mismo le había llamado para contárselo todo, así que no pude más y me acabé derrumbando frente a mi madre como un niño pequeño. Y en ese momento, un nítido recuerdo apareció en mi mente.
...
—¡Hola! —una niña rubia se había acercado a donde yo estaba.
Mi madre me llevó al parque ese día, pero no tenía amigos con los que jugar, así que me mantuve entretenido observando como los otros niños jugaban de forma divertida. Hasta el momento en el que ella se acercó a mí.
No sé si fueron sus pequeñas trenzas rubias o sus ojos azules, pero no podía apartar mi mirada de ella. Le sonreí de igual forma y cuando me ofreció ir a los columpios con ella no dude en aceptar. Tenía la misma edad que yo, seis años, y por lo visto iba acompañada de su hermano mayor que tenía cuatro años más. Me dijo que él era Jake.
Estuvimos jugando un buen rato hasta que su hermano nos vio, ya que la estaba buscando. Accedió a hacernos una foto juntos, foto en la que no pude apartar la mirada de ella, y después se fue porque su madre los estaba buscando. Y yo no sabía cuál era su nombre.
—¡Espera! ¡¿Cuál es tu nombre?! —grité a la distancia ya que se habían alejado bastante de donde estaba.
—¡Mi nombre es Melody!
A pesar de la distancia logré escucharla perfectamente y sonreí antes de volver a responder con mi nombre, el cual tampoco le había dicho en el rato que llevábamos juntos.
—¡Yo soy Drake!
La chica me sonrió ampliamente antes de dar la vuelta y seguir su camino junto al que era su hermano. Sonreí de forma ladina y luego me entristecí un poco pensando que probablemente jamás volvería a verla. Pero cuando entré al colegio, me di cuenta de que no era cierto ya que ella estaba ahí sentada con una chica castaña a su lado.
Esperaba que ella me reconociera y se acercara a mí, total, sólo pasaron dos años hasta que volvimos a vernos. Aunque si es cierto que cambié bastante en dos simples años. Y en cambio, fue otra rubia la que se me acercó.
—¡Hola! ¿Qué hay? Me llamo Samantha, pero puedes llamarme Sam mejor.
...
—Todo saldrá bien, Drake. Ella despertará, tarde o temprano, te lo prometo —murmuró mi madre, acunándome en sus brazos como un niño para calmarme.
—No lo entiendes, mamá. Todo esto es culpa mía —farfullé, cabreado conmigo mismo al pensarlo.
En esos momentos comencé a entender porque Melody nunca quería que le prometieran cosas que no sabían si iban a poder cumplir. Y por primera vez en todos esos meses, comencé a sentirme como ella se había estado sintiendo por su hermano. Y comprendí que lo había estado pasando peor de lo que parecía.
Y también comprendí el gran esfuerzo que el debió de haber supuesto ir al psicólogo y a desintoxicarse, porque no era para nada fácil vivir con la culpa de algo así. Y si ella ahora moría... entonces nada de lo que había hecho por ser mejor tenía sentido. Nada de lo que era iba a tener sentido si ella no estaba para verlo. Necesitaba que se despertara.
Porque la necesitaba a ella, a mi lado.
En ese momento sonó el timbre de nuestra casa, a lo que mi madre y yo nos miramos medio confundidos. Me acerqué a abrir la puerta con calma y vi que al otro lado solo estaba Finn, a lo que me relajé considerablemente por la visita.
—Esto por Melody —espetó serio antes de acertar un puñetazo en mi mejilla derecha—. Y esto por ti, y por mí, como mejor amigo mío que eres —susurró antes de abrazarme con fuerza.
Sobé mi mejilla con mi mano mirándole, entrecerrando mis ojos, pero luego no dudé ni un segundo en corresponder su abrazo con fuerza, pensando que probablemente él también tendría que sentirse mal por lo de Melody, después de todo eran muy amigos.
—Lo siento —murmuré al separarnos.
—Créeme, yo también lo siento —farfulló, aún medio molesto.
Después de charlar conmigo un buen rato, lo que se resumió en recuerdos de Melody, risas, sonrisas tristes y palabras de consuelo para ambos; Finn se marchó finalmente a su casa y yo subí a mi habitación para encerrarme en ella, enfadado con el mundo. ¿Por qué ella? ¿Y por qué yo no fui sincero cuando debí serlo? Ahora la había perdido y ni siquiera sabía si volvería. Sólo me quedaba esperar, y eso era una mierda.
Hurgué en los bolsillos de la chaqueta en busca de algo de Melody a lo que pudiera aferrarme, y encontré un paquete de tabaco Wilson junto a un mechero tuneado por ella misma con unas llamas dibujadas y su diminutivo en él. Sonreí, y saqué un cigarro del paquete, lo encendí y lo puse entre mis labios antes de darle la primera calada.
Lo único que me quedaba, era el tiempo y la espera.
¡Hola, hola! Bueno, hasta aquí el epílogo de Limerencia, lo que indica que esto es el final, o al menos lo es hasta el próximo libro. Sigo corrigiendo este libro porque como dije quiero tenerlo listo antes del 22 de septiembre y si no me doy prisa no llegaré porque empiezo las clases dentro de poco y ya me está entrando el estrés.
En fin, si. Drake lo está pasando mal y os adelanto que lo seguirá pasando mal durante bastante tiempo. Pero en mi defensa, en partes se merece sufrir un poco, se merece sentirse como Melody se había llegado a sentir para así echarla aún más de menos.
DEDICATORIA: Bueno, como le prometí a mi amiga que haría. Este epílogo va dedicado a mi amiga Marta que hoy cumple sus dieciséis años. Por muchos más años juntas, marrana.
P.D: Mañana, 8 de septiembre, es mi cumpleaños. En fin.
Atte:
—Needwoolf.
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