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4. Los shippeos de Ela.

{This is a story about a broken girl. With his headphones in just to block out the noise. Of everyone around her telling her the way to go. So she walks the world alone.}

(Alone-Nico Collins)


—Mel, no estés triste. Te prometemos que todo saldrá bien, y que Jake volverá sano y salvo a casa contigo —unas voces infantiles de niñas inundaron mis oídos.

Cat y Jaz estaban de pie en la puerta observándome con tristeza. Aparté con rapidez mis lágrimas y nos fundimos las tres en un largo abrazo. Entonces Finn apareció, y se las tuvo que llevar de vuelta a la habitación. Cuando volvió, se posicionó a mi lado y envolvió su mano con la mía acariciando mi cabello en un intento de tranquilizarme.

—Estará bien, Melody. Lo estará —murmuró depositando un beso en mi cabeza.

¿Cómo podía decir eso? ¿Cómo podía prometerme algo así? ¿Acaso estaba loco?

—No, Finn. No vengas a decirme que está todo bien y que él estará bien cuando realmente no lo sabes con certeza. No me prometas cosas que no se van a ver cumplidas, por favor. No lo hagas. No te puedes imaginar el dolor que tengo encerrado en el pecho, es tan asfixiante —en ese momento ya había lágrimas deslizándose por mis mejillas.

—Lo sé Melody, lo siento. No puedo saberlo con exactitud, pero si puedo imaginarme de que va la cosa. ¿Sabes qué siempre podrás contar conmigo para todo? Eres cómo una hermana para mí, lo fuiste desde el primer día que entraste a este hospital —sonrió con nostalgia ante semejante recuerdo y me miró sonriente abriendo sus brazos.

No tardé en responder y dirigirme apresuradamente hacia él para dejar que me envolviera en un agradable abrazo que consiguió calmarme por unos momentos. Volví a limpiar mis lágrimas con rapidez, odiaba que la gente me viera llorar. Sin embargo, no me importaba si lloraba yo sola y era en silencio. Pero que la gente me mirara con pena, y tratara de hablarme sobre mi dolor y prometerme cosas imposibles, eso sí que ya no me agradaba en absoluto. Porque me estaban mintiendo, me estaban prometiendo cosas que no sabían si luego iban a poder cumplir. Y yo detestaba eso.

—Vamos, Melody. Salgamos de aquí, no soporto verte así —murmuró acunando mi rostro entre sus manos.

Asentí con dificultad, todavía viendo la imagen de mi hermano ahí tumbado lleno de heridas. Incluso cuando cerraba los ojos para pestañear, ahí estaba. Y lo peor de todo era no poder hacer nada por ayudarlo. Lo peor era saber que lo estaba pasando mal, y que no podía ayudarlo. Y lo peor de toda esa mierda era saber que era culpa mía, y que yo era la que debería estar en su puesto. Yo debería estar en esa camilla, y no él. Yo debería haber conducido, no él. Y si todavía había algo peor que eso, eran mis padres. Ellos estaban de viaje sin importarles que su hijo estuviera entre la muerte y la vida. Era como si ya se hubieran olvidado de que Jake existía, porque si existía, y a mí nunca se me olvidaría. Siempre era lo mismo, viaje de negocios. Ellos viajaban por días, semanas o incluso un par de meses, para luego volver a casa con un regalo carísimo entre sus manos para darme a mí. Un regalo que yo no quería. El único regalo que realmente deseaba no era posible. Porque el único que tenía el poder suficiente para despertar del coma, era mi hermano.

Salimos de la habitación, con Finn todavía abrazándome con fuerza. Avancé como pude hacia las sillas puestas en frente de la habitación como pequeña sala de espera. Me costaba andar, me costaba respirar, sólo había comenzado a sentir una sensación de angustia aferrándose a mi garganta con fuerza. Era como si me apretara cada vez más fuerte, sin soltarme. Y a mí cada vez me costaba más esfuerzo. Empecé a respirar con fuerza, totalmente asustada. Pequeñas gotas de sudor ya adornaban mi frente mientras yo seguía respirando de forma acelerada.

—Melody, escúchame, tienes que calmarte. Te está dando un ataque de ansiedad, y parece que es bastante fuerte. Tienes que guardar la calma o terminarás por desmayarte. Mírame, Mel. Respira. Mel, por favor. ¡Mel! —los gritos de Finn fue lo último que escuché antes de que todo se volviera completamente negro para mí.

(...)

—Mel, ¿me oyes? —una voz logró llegar a mis oídos, aunque se escuchaba algo temblorosa.

Me esforcé todo lo que pude en abrir los ojos. Me costó bastante acostumbrarme a la luz de la sala, pero finalmente logré hacerlo, tras pestañear varias veces seguidas y pasar mis puños por mis ojos.

—Menos mal —escuché la clara voz de Finn a mi lado suspirando con alivio.

Me enderecé en la camilla de sábanas blancas y eché un rápido vistazo a la habitación. No tardé mucho en adivinar que era una habitación de hospital. Observé el saco de suero colgando a un lado en una percha, y una pequeña aguja unida al saco que estaba inyectada en mi piel. Miré confusa a Finn, la verdad que no lograba entender la mayoría de las cosas. No recordaba prácticamente nada desde que me vi sentada en la silla.

Entonces los recuerdos bombardearon mi mente. Me recordaba a mi completamente agobiada, me costaba ver, me costaba escuchar, y sobretodo me costaba respirar. Tenía una angustia enorme y sentí que me pesaba el cuerpo demasiado.

—Finn, ¿qué pasó? —cuestiono algo asustada.

—Ya estás bien, Melody. Ya pasó —murmuró acercándose a mí para abrazarme y balancear mi cuerpo con cuidado mientras acariciaba mi cabello.

Correspondí el abrazo dejando que me acunara entre sus brazos. Algo funcionaba mal conmigo, pero eso yo siempre lo había sabido.

—Tuviste un ataque de ansiedad, pero fue demasiado fuerte. Te desmayaste, Melody. Y has tenido suerte de despertarte —murmuró.

¿Suerte? ¿Suerte de qué, exactamente? ¿Qué era lo que me aferraba realmente a esto? A veces sentía que las personas que más quería a mí no me querían. Mi hermano estaba en coma, al borde de la muerte, y yo lo necesitaba conmigo. Tenía en mi casa a un imbécil que sólo se dedicaba a amargarme los días y a fastidiarme las veinticuatro horas durante los siete días de la semana. ¿Suerte? Creo que esa palabra nunca había llegado a estar en mi vocabulario.

—En cuanto te den el alta debes irte a casa. En serio, tu niñero debe de estar preocupado por ti —comentó Finn con una pequeña sonrisa ladeada.

—Ese idiota sólo sabe preocuparse por sí mismo. Seguramente esté teniendo sexo con su novia en su habitación, y ni siquiera se haya dado cuenta de que todavía no he llegado a casa —respondí riendo, negando con la cabeza.

—Tal vez, o puede que te sorprenda... —agregó con un tono de voz que logró causarme misterio internamente—. Sea como sea, deberías irte a casa a descansar. No vayas al instituto durante unos días, tienes que evitar estrés, relájate un poco. Tu salud va delante de cualquier cosa, ya recuperarás más tarde lo que tengas esos días. De hecho, te haré un parte médico por si te piden la justificación. No te muevas, ya vuelvo.

Fruncí ligeramente el ceño cuando Finn abandonó la habitación. Sentí que él realmente se estaba esforzando mucho en hacerme sentir cómoda, que realmente yo le importaba y que hacía cualquier cosa por mí. Pero yo me sentía tan estúpida, por el simple hecho de pensar que no me merecía nada. Sentía que lo único que merecía era que me pasaran cosas malas, porque yo creía ser una mala persona. ¿El por qué? No tenía ni idea, sólo sabía que me sentía mal. Me sentía mal y me sentía muy cansada de todo mentalmente. Una vez leí que las personas sólo aceptamos el amor que creemos merecer, bien, yo sentía que no merecía absolutamente nada. Y que todo lo que me llegara, lo iba a rechazar.

—Ya he vuelto. Ten, guárdalo para no perderlo —Finn volvió a aparecer en la habitación con una pequeña sonrisa, extendiéndome con una mano el parte médico.

—No sé si algún día podré devolverte todos los favores que me haces. En serio, muchas gracias por todo, eres un chico genial. Tengo que irme, como bien has dicho, hay alguien esperándome. O puede que no. Cómo sea, quiero tumbarme en mi cama para no hacer absolutamente nada el resto del día —sonreí y le pedí que retirara la aguja de mi piel.

Él accedió a mi petición y se encaminó hasta mí. Cerré los ojos con fuerza mientras esperaba que quitara la aguja. Apenas tardó un par de segundos en hacerlo, y ponerme una pequeña tirita sobre el microscópico agujerito que había dejado la aguja sobre mi piel. No es que yo les tuviera miedo a las agujas, pero tampoco era agradable el hecho de ver cómo me la clavaban en la piel o como la sacaban de esta. Simplemente no me gustaba verlo, la única vez que llegué a verlo me mareé de una mala forma y tuve que tumbarme en una camilla que había cerca.

No, la única fobia que yo tenía era hacia las arañas. Era una cosa que la mayor parte de mis amigos no lograba entender. Pero para mí, esos ''pequeños e inofensivos bichitos'' eran el diablo en persona. Y siempre que veía alguna, por muy pequeña que fuera, sentía que me iba a morir de un ataque al corazón. Así que, cualquier araña que veía, era araña que se llevaba un zapatillazo de mi parte y que se quedaba moribunda en el suelo. O directamente muerta, eso era lo de menos.

—En fin, nos vemos pronto Finn. Te visitaré a finales de semana, a ti a Cat y Jaz, claro —sonreí saltándome la parte en la que también vería a mi hermano. Nunca lo nombraba, porque aún tenía esperanzas de llegar a casa y encontrármelo sentado en el sofá tomando una taza de café, cómo a él le gustaba.

—Nos vemos pronto entonces, Mel. Y, por favor, cuídate. Comienza a preocuparte un poco más por tu salud —dijo con una expresión de preocupación reflejada en el rostro.

Asentí con mi cabeza, aun sabiendo que para mí esas palabras se quedaban en el aire, que esas palabras se las llevaba el viento, porque yo no le iba a hacer caso por muchísimas veces que me las fuera a repetir.

(...)

Me apresuré a terminar de arreglar mi ropa alisándola con mis manos. Básicamente me había pasado el consejo de Finn por ahí abajo. Iba a ir a clases, y a ver a mis amigos. Porque esos tres idiotas eran los únicos que lograban que yo mantuviera un poco de paz mental, al menos por las mañanas.

Era curioso, pero había algo en mí que no me permitía acatar órdenes de ningún tipo. Cuanto más me repetían algo, más difícil era que yo llegara a hacerlo. Y realmente no es algo que yo controlara. Simplemente, pasaba. En cuanto escuchaba a alguien ordenarme cualquier cosa, algo en mi cabeza se encendía de forma fuerte y me hervía la sangre del enfado. Las únicas palabras que cruzaban mi cabeza al escuchar la orden eran ''y una mierda'', y de ahí la cosa no pasaba. Así que no, no iba a hacerle caso a Finn, aunque muy en el fondo no me desagradara la idea de quedarme en mi casa durmiendo y comiendo nutella tan ricamente.

Acomodé el asa de mi mochila sobre mi hombro derecho y me encaminé a la cocina a por alguna cosa de comer. Anoche, al regresar del hospital, Drake estaba profundamente dormido en el sofá, con una película a mitad y ni siquiera se había dado cuenta de que llegué muy tarde a casa. Lo peor, era que podía escuchar sus ronquidos desde la otra punta de la casa, era como convivir con un ruidoso y molesto cerdo de granja.

Escogí un trozo de tarta de la nevera y me lo serví en un pequeño plato de plástico para poder comerlo por el camino. Apreté ligeramente la correa de mi mochila, para evitar que se cayera, y me serví un vaso de agua. Abrí la puerta principal y me acerqué a Drake con el vaso aún en mí mano.

Ya os podéis imaginar que pasó. Sí, señora. Le tiré el vaso encima y salí corriendo por la puerta hacia el instituto antes de que él pudiera comenzar a gritarme y a insultarme. Una vez estuve fuera de casa, largué una gran carcajada imaginando la cara que se le debía haber quedado.

Seguí caminando de forma apresurada hasta llegar a la entrada del instituto. Ahí estaba Ela parada esperando mi llegada, como siempre. Yo siempre solía llegar tarde a todas partes, era una costumbre.

—¿Ves a esos dos? —me cuestionó señalando a un chico y una chica a lo lejos. Se estaban riendo por vete tú a saber qué, pero parecían muy felices—. Los shippeo.

—¿Y a quién no shippeas tú, Ela? Y lo peor es que serán pareja o algo —comentó riendo, apartando luego de unos segundos la mirada de ambos sujetos.

—¿Qué nos toca ahora? —preguntó Ela bostezando.

—Matemáticas, Ela, matemáticas. Y yo odio las matemáticas.

—Ya somos dos. 




































¡Holaa, queridísimos lectores! Aquí tenéis el cuarto capítulo de esta novela empezada con muchísimo amor hacia todas las personas que están apoyándola tanto. Decidí editarlo por completo ya que quiero mejorar mi forma de redactar, y como este capítulo ya estaba antiguo quise adaptarlo un poco y corregir sus faltas de ortografía; y pues espero que os agrade el resultado. No se olviden de darle a la estrellita y comentar.

Me encanta leer vuestros comentarios y responderlos. Simplemente esos pequeños detalles me algran el día. Espero que os guste mucho el capítulo y que lo disfrutéis, needlovers. ¡A leer!

¿Qué creéis que apsa con Melody? ¿Creéis que tiene sus razones para estar así? Yo pienso que sí, en plan, todo lo que ha pasado con su hermano y sus padres es muy duro. Apenas tiene unas pocas personas que logran entenderla más o menos. Y su personalidad es complicada pero tiene sus razones para ser así, supongo. Es difícil de entender, y difícil de ponerse en su lugar si realmente no sabes como se siente.

En fin, añadir que amo la canción de multimedia y pues eso. Espero que os guste, que comentéis, que votéis y sobretodo que disfrutéis y que os haya dejado con gans de saber más de esta complicada y entrañable historia.

Nos vemos pronto. ¡Kisses of chocolate!🥰

-needwoolf

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