3. Mis visitas al hospital.
{Sometimes you don't know what you had until it's all gone.}
(Dreams-NF)
—Melody, despierta, vamos —una voz masculina hizo que abriera mis ojos y mirara hacia arriba confusa.
El hecho de haberme quedado dormida en la puerta ahora había hecho que un fuerte dolor en el cuello apareciera. Y en esos momentos Drake estaba delante de mí, esperando a que me despertara.
—Playboy, ¿qué haces aquí? —murmuré con mi voz algo ronca a causa de acabarme de despertar.
Froté mis ojos con mis puños y me sostuve de su mano para levantarme. Me apoyé en la pared soltando un bostezo, creo que apenas había logrado dormir cinco horas. Miré la hora en mí móvil para asegurarme, y efectivamente, cuatro horas y media había estado durmiendo. Volví a observar a Drake confusa, ayer le había gritado y le había echado de mi casa. ¿Cómo es qué estaba aquí de nuevo? Yo no hubiera vuelto después de todo lo que le dije. Pero se lo dije con verdadera razón, esa foto fue del año pasado cuando cumplí los dieciséis. En la foto estábamos abrazados y salíamos sonriéndonos en uno al otro en el jardín delantero de mi casa. Nunca olvidaré ese día, porque fue el más feliz y, a la vez, el más triste de toda mi vida.
—Dije que vendría hoy con mis cosas —respondió aún con un semblante serio.
—Ah sí, cierto —asentí sin apartar mi mirada de sus ojos.
Era como si estuviéramos en una batalla de miradas, él me miraba como esperando algo de mi parte. Y yo le miraba entre somnolienta y confusa. Me apresuré a sacudir mi ropa, ya que no me había cambiado, sino que había dormido con ella puesta. Llevé una mano a la parte trasera de mi cuello, frotándolo ligeramente; el dolor había empezado a ser algo insoportable. Me recordé a mí misma llamar pronto a mi fisioterapeuta para que me diera un masaje en la zona.
—Playboy, siento lo que pasó el otro día —pronuncié mis palabras con dificultad, pedir perdón por algo de lo que no tenía culpa se me dificultaba muy a menudo.
—Y yo siento haber roto tu foto, niña mimada —respondió con una pequeña sonrisa asintiendo.
—Deja de llamarme así. No me conoces lo suficiente como para ver si tus palabras son ciertas —afirmé rodando mis ojos.
—Y tú a mí tampoco, así que dejaré de llamarte niña mimada cuando tú dejes de llamarme por ese absurdo apodo —asintió con firmeza.
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que cargaba unas bolsas y maletas entre sus brazos. Rodé mis ojos negando con mi cabeza y cogí alguna de las maletas para llevarlas yo misma hasta arriba. Las dejé en su habitación a un lado y luego me di la vuelta viéndole ya parado en el marco de la puerta.
—No te acostumbres a eso, playboy. Sólo era un favor —me encogí de hombros.
—Ahora hazme otro favor y prepárame algo de comer, anda. Muero de hambre.
Ojalá fuera verdad eso de que te estás muriendo.
—No soy tu criada. Si quieres algo vas y te lo haces —comenté chocando su hombro con el mío de malas maneras antes de retirarme de su habitación.
Si se creía que iba a ser su criada y a estar todo el día detrás de él entonces estaba muy equivocado. Si tantas ganas tenía de alguien así, pues que llamara a su madre y pidiera que le hiciera la jodida comida; seguro que ella también le mandaría a la mierda.
Bufé tratando de apartar mi mal humor y entré en la cocina para hacer algo de comer, hoy no iría a clases ya que se había hecho demasiado tarde. Y, como tampoco tenía ningún examen ese día ni nada importante, no me importaba faltar un día o dos; no sería el fin del mundo.
Acabé convenciéndome de que una pizza era la solución para todos mis problemas. Encendí el horno colocándolo a la temperatura necesaria y luego lo abrí para abrir el plástico del envase de la pizza y meterla dentro de este. Puse el cronómetro a un lado para saber a qué hora tendría que sacarlo, después me senté en una silla de la mesa de la cocina mientras sacaba mi móvil y me ponía a revisar mis redes sociales para entretenerme mirando algo. Una foto del Instagram de Shawn Mendes cruzó por mi pantalla, madre mía, que guapo es este hombre. Me apresuré a comentar la publicación y a darle me gusta repetidamente, cómo si así él pudiera saber de mi existencia.
—¿Qué haces? —me miró confuso Drake.
—Intento hacerme notar en la vida de Shawn Mendes —respondí melancólica dándole un beso a su cara a través de la pantalla.
—Suerte con eso. Me tengo que ir, pero vuelvo dentro de unas horas, niña mimada —comentó cogiendo su chaqueta para después despedirse de mí con un movimiento de cabeza.
Le devolví el gesto y volví a mirar a la pantalla. Me había puesto a buscar edits de él usando el hashtag de Instagram, siempre me entretenía mirando ese tipo de videos y montándome mis propias películas sobre ello. Pero esa vez me vi interrumpida por un mensaje, era un buen amigo mío que trabajaba en el hospital en el cual estaba mi hermano. Solía pasarme por allí para verle muy a menudo, también quedaba allí con mi psicólogo y, de vez en cuando, me pasaba por las habitaciones de los niños a visitarlos.
En esa parte del hospital había un par de niñas que se habían ganado completamente mi corazón. Una de ellas se llamaba Jazzy, tenía leucemia y, por desgracia, no podían curársela. La otra se llamaba Cat, y tenía cáncer, el cual tampoco se curaría. Me pidieron no encariñarme demasiado con ellas a cambio de poder visitarlas, pero poco a poco eso se me fue haciendo cada vez más difícil. Solía ir a menudo a verlas, y las quería como si fueran mis dos hermanas pequeñas. No podía evitar pensar en cómo acabaría todo eso, y la verdad es que no quería que acabara porque las echaría muchísimo de menos. Y sabía que cuando se fueran, me dolería en lo más profundo de mi alma, pero lo único que podía hacer era disfrutar de los pequeños momentos juntas que podíamos tener.
Me había quedado tanto tiempo pensando que se me había olvidado el mensaje, y le había dejado durante un largo tiempo en visto. Maldije por lo bajo y leí el mensaje. Él me preguntaba si estaba disponible en ese momento, y me pedía que fuera a visitar a Jaz y a Cat porque me estaban extrañando y decían que querían verme. Una pequeña risa escapó de mis labios al leer el mensaje, busqué en mis contactos y cuando encontré su nombre le di al botón de llamar llevándome el móvil a la oreja.
—¡Mel! ¿Cómo estás hoy? Verás, me preguntaba si estabas ahora libre o tenías clases. Es que Jaz y Cat están como locas pidiendo verte hoy. ¿Crees que te puedes pasar esta tarde? —comentó el doctor, mientras de fondo se escuchaban los gritos de ambas niñas llamándome.
—Estoy genial, gracias. ¿Y tú, Finn? No te preocupes, llego en un momento. Tengo la mañana libre, así que podré ir ahora si te parece bien —respondí sonriente al imaginarme la cara de ambas niñas.
—Eso sería genial, porque no dejan de gritar y ya han empezado a molestarse —comentó con cansancio—. Nos vemos ahora entonces —respondió algo más animado.
—Claro, Finn. Te veo ahora —sonreí al escuchar la voz de ambas niñas gritando de alegría antes de colgar mi móvil.
Subí las escaleras hacia mi habitación de forma apresurada y me cambié de ropa con rapidez. Me aseé y me peiné, después bajé a la cocina y comprobé que la pizza estuviera lista. Al ver que lo estaba decidí guardarla en su caja y llevarla al hospital conmigo, seguro que a Cat y a Jaz le alegraba, y a Finn le aliviaría ya que él solía comer tarde debido al turno que le había tocado ese año.
Finn era un chico de veintidós años que trabajaba de pruebas en el hospital, aunque ya llevaba un par de años ahí, por lo que pude intuir que ya estaba a punto de ser contratado definitivamente. Él sabía la situación de mi hermano, y la mía también. De hecho, era la única persona que lo sabía, ya que la primera vez que me vio entrar se acercó a hablarme y preguntarme. Fue él más simpático de todo el hospital.
Salí de casa y comencé a correr hacia el hospital. Estaba un poco lejos, pero si corría a la velocidad a la que lo estaba haciendo entonces no tardaría más de media hora en llegar. Corrí hasta que finalmente llegué al hospital, justo en media hora. Pasé por las puertas mecanizadas, que se abrieron al ver mis intenciones de pasar. Saludé a la señora que siempre estaba detrás de la barra atendiendo a la gente que iba y venía, y atendiendo a las llamadas también. Sonrió devolviéndome el saludo y proseguí mi camino hacia la cuarta planta, dónde Cat y Jaz estaban hospedadas.
Subí en el ascensor, y éste se elevó hacia esa planta. Una vez llegué, salí del ascensor con la caja de pizza entre mis manos y el móvil en el bolsillo delantero de mi pantalón vaquero escogido para ir al hospital. Llamé a la puerta de las niñas y esperé a que Finn me abriera, él era el encargado de vigilarlas ya que trabajaba en la planta infantil. Ellas eran mejores amigas, por eso pidieron que las metieran en la misma habitación, no querían estar en sitios separados por tanto tiempo.
—¡Melody! —una pequeña sonrisa asomó por el rostro de mi amigo al verme aparecer.
—¡Finn! —repetí su acción riendo y le di un pequeño abrazo, llevaba un tiempo sin verle ya, le había extrañado.
—Me alegra que estés aquí, necesito ayuda con las pequeñas monstruitos —rio haciéndose a un lado para dejarme entrar.
—Me alegra verte, pero pareces bastante cansado. Anda, coge algo de pizza y vete a dormir un poco.
—Gracias preciosa, te debo el cielo —comentó cogiendo un par de trozos y marchándose a una pequeña habitación vacía en frente de la nuestra para poder dormir un rato.
Prácticamente se pasaba trabajando la mayor parte del tiempo, realmente se merecía algún que otro descanso, aunque el hospital no se lo permitiera.
Un par de ojos curiosos se volvieron hacia mí, y me miraron con alegría. Totalmente llenos de vida. Me gustaría poder ver esos mismos ojos dentro de diez años, aunque no sea posible, haría lo que fuera por ellas.
—¡Melody! —ambas niñas de nueve años vinieron corriendo a mi encuentro.
Dejé la pizza sobre la mesa situada al lado de la cama y abrí mis brazos todo lo que pude después de agacharme a su altura.
—¡Chicas! —reí al sentir como sus finos brazos rodeaban mi cuello suavemente en un abrazo—. Me alegra muchísimo veros, os he traído algo. ¿Os apetece algo de pizza? —sonreí al separarnos y les mostré la caja de pizza.
Asintieron con frenesí y les abrí la caja dejando que comenzaran a comer. Yo también cogí algún trozo ya que estaba hambrienta. Volví a dejar la caja en su sitio una vez la habíamos vaciado por completo.
—Bueno, decidme. ¿Algo nuevo que contar? ¿Qué tal estos últimos días? —sonreí sacudiendo mis manos entre ellas para limpiarlas.
—Pues hace un par de días, nos enteramos de que un niño que solía ir con nosotras murió. Tenía una enfermedad terminal de parálisis, sabíamos que no duraría mucho, pero nos caía muy bien y era muy agradable con nosotras. Le echaremos mucho de menos, porque solo nos volveremos a ver cuándo nos reunamos dónde quiera que esté ahora —confesó Jaz apenada.
Ellas sabían perfectamente de que trataban sus enfermedades y que era algo que no se iba a poder curar. Eran las niñas más listas y espabiladas que había conocido nunca, pero su confesión me dio una pena inevitable. ¿Cómo hablaría del tema sin sentir ganas de llorar?
—No deberíais pensar en eso ahora, ¿sí? Todavía nos queda mucho tiempo para estar juntas —respondí sonriente a su noticia, pero mi sonrisa era completamente triste—. ¿Qué os apetece hacer ahora?
—Léenos un cuento, por favor —comentó Cat en un puchero.
—Está bien —accedí riendo ante sus muecas de alegría.
Con ellas. Era una de las pocas veces que me reía o sonreía realmente. No solía hacerlo mucho después de todo lo que pasó, pero ellas lograban que no pudiera resistirme a ello.
—Hoy os voy a leer la bella y la bestia —saqué el libro de una pequeña estantería que yo misma había mandado hacer, a ellas les encantaba leer y me parecía fatal que no hubieran tenido una hasta que yo las conocí.
Cogí el libro y lo abrí, comenzando a leerlo. Después de unos minutos ya lo había terminado, me aproximé a la estantería volviendo a dejarlo en su sitio.
—¿Qué os ha parecido? —alcé ambas cejas con curiosidad.
—Pues creo que debería haber más gente como Bella. Ya sabes, que no juzguen tanto a las personas por su exterior sino por lo que hay en su interior —respondió Cat, a lo que Jaz asintió efusiva.
—Creo que el mundo está mal. Melody, algún día Cat y yo lo arreglaremos, te lo prometemos —dijo Jaz sonriente.
Un nudo se formó en mi garganta y yo asentí contenta, nunca había conocido a unas chicas tan geniales. Las mejores personas siempre eran las que peor lo pasan, y realmente no se lo merecían, ojalá fueran jodidamente eternas. El mundo necesitaba más personas como ellas.
—Tengo que irme, le diré a Finn que venga. Nos vemos el próximo día, chicas —sonreí dándoles un beso en la mejilla a ambas y abrazándolas.
Me despedí de ellas, y fui a la habitación de en frente. Finn estaba completamente dormido en la cama. Me acerqué y lo llamé mientras le di un suave empujón a su cuerpo. Él se despertó y volvió a la habitación de las niñas, sonreí y me dirigí a mi nuevo destino. La habitación de mi hermano.
Una vez llegué, abrí la puerta. Mis ojos comenzaron a aguarse nada más escuchar aquella máquina que medía los latidos de su corazón, le echaba tanto de menos. Él sin duda era la mejor persona que podía existir, y me arrepiento mucho de no habérselo aclarado a tiempo. Sentía que una parte de mí murió aquel día del accidente.
—Hola, hermanito —busqué una silla donde sentarme y agarré una de sus manos envolviéndola entre las mías—. Joder, te echo tanto de menos. Mamá y papá se han ido a California, estarán allí durante nueve meses y me han contratado un estúpido niñero. Drake Callen, el playboy. Te necesito, Jake. Por favor, vuelve a abrir los ojos pronto. Eres lo más importante que tengo, la única persona que me hace feliz siempre, la que me apoya, me hace reír, me cuida, y me escucha. Eres mi única razón de vivir —para ese momento mis ojos estaban ya llenos de lágrimas, y algunas se deslizaban con lentitud por mi mejilla—. Te quiero tanto, siento no habértelo dicho antes, pero lo eres todo para mí. Por favor no me dejes sola, necesito que vuelvas conmigo. Necesito que vuelvas a hacerme cosquillas como antes, que cada vez que me veas triste me compres un bote de Nutella extragrande, que veamos películas juntos, que hagamos cosas juntos, y sobretodo necesito que me abraces y que me digas que estás conmigo y que confías en mí. Por favor, no te vayas, te quiero. Te queda tanto por ver. No quiero que te vayas si verme graduada, sin verme cumpliendo mis sueños; y no quiero que te vayas sin cumplir los tuyos. Nunca he deseado tanto nada con tanta fuerza como ésta, sólo te pido que vuelvas conmigo. Ya no puedo más sola, todo esto me supera y nunca me imaginé que tendría que hacerlo sola; que tú no estarías conmigo para ver todo esto. Sólo recuerda que te quiero, ¿sí? Eres mi hermano mayor, y nadie puede cambiar eso —murmuré con la voz quebrada.
Para ese momento yo ya estaba llorando a mares y moqueando interminablemente. Lo quería de vuelta, quería a mi hermano ahí conmigo diciéndome que todo saldría bien. La vida conseguía superarme a unos niveles impresionantes, y sentía que cada vez me hundía más y más. Y sin mi hermano no iba a volver a subir, porque le necesitaba como nunca iba a necesitar a nadie en mi vida.
¡Holaa! Aquí tenéis el tercer capítulo editado y corregido. La historia de Melody es tan triste, mentiría si dijera que no se me escapó una lagrimita mientras escribía esto escuchando ''Wake me up'' de Avicii. Recomiendo escucharla al leer esa parte, le sienta como anillo al dedo y le da un semblante más triste y sentimental del que ya tiene. En fin, ¡nos vemos pronto! No olviden dar a la estrellita y comentar, me ayudan mucho haciéndolo. ¡Muchos besos!
Nos vemos pronto. ¡Kisses of chocolate!🥰
-needwoolf
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