♡Prefacio♡
Cuándo la atracción despierta, el temor te frena. Pero el deseo te hace caer en tentación.😈🔥
Tener la vida que me forjé, siempre me hizo sentir poderoso, petulante, me manifesté como lo deseé y tuve a cuanta chica quise. Pero lo que nunca contemplé, fué tenerla a ella... a Isla.
Las cosas se nos habían escapado de las manos, de un momento a otro y nunca me había mentalizado en tener algo que ver con la única chica que de verdad me importaba en esta vida; aparte de mi madre.
Lo cliché nunca fue para mí.
Pero un día todo cambió, de pura casualidad, me había iniciado en el mundo del placer por una buena paga, nunca follé con las clientas. Mi trabajó sólo consistía en elevarles el ego, manosearlas un poco y si ellas querían más, ya era cuestión mía. Pero la verdad, nunca me animé.
Siempre fui el Himero más solicitado y apesar que no les ofrecía sexo, las mujeres se aglomeraban para ser atendidas por mí. Pues a pesar de que nunca había contacto sexual, las mujeres (en su mayoria adultas) siempre quedaban satisfechas con el "faje".
Pero un día todo cambió. La página recibió una notificación de una mujer, pidiendo a un chico joven para un "buen faje". Palabras de ella y que yo sabía con exactitud a que se refería; ese era mi campo. No sé por que, pero algo me decía que esa mujer en realidad era una adolescente que necesitaba con desesperación de mi ayuda. Asi que yo tomé el trabajo, antes de que cualquier otro Himero, me lo ganará.
Me cambié debidamente "el uniforme" que debía llevar al estilo de Dios griego. Un “taparrabos” de manta blanco, las sandalias amarradas hasta mis muslos «al estilo gladiador», un par de brazaletes dorados en cada muñeca con el grabado de Ganimides (cada brazalete tenía un grabado diferente para saber a que Himero pertenencia). Y finalice con mi corona de laurel de metal dorado y mi hombrera en forma de alas que amarré debajo de mi axila derecha para darle más sofisticación al disfraz.
Me puse una tunica negra para no ir mostrando la falta de poca ropa que llevaba. Salí de mi camerino y me dirigí al Motel de Heros, que estaba en la misma sucursal. Sólo que en la última planta que contaba con cien habitaciones. La chica se supone que debía estar esperándome allí. Subí al ascensor; lleno de varias mujeres que ya habían sido anteriormente mis clientas de manita sudada.
Les agradecí por sus halagos y luego de que casi me violan en grupo, las puertas se abrieron y bajé de la caja de metal con rapidez, perturbado por las nalgadas que las damas me proporcionaron antes de bajar.
Creo que un tipo como yo, no merece respeto.
Llegué a la puerta con el número sesentaynueve. Que original, ¿no? Me arreglé el atuendo y toqué la puerta con mis nudillos, mientras me quité la tunica y la colgué en el perchero fuera del cuarto. Formé una sonrisa pícara en los labios para que en cuanto la chica abriera, no se sintiera intimidada con mi presencia y le transmitiera confianza y seguridad. Pero en cuanto la puerta se abrió, la sonrisa se me borró de inmediato.
«¡No podía creer lo que veía!»
La chica que me esperaba semi desnuda con el disfraz que le dieron para darle más credibilidad al lugar de Himeros (de Diosa griega), me hizo tragar grueso. No pude evitar barrerla de pies a cabeza, sabía que era indebido y que yo no podía estarla viendo de la manera en que lo hacía; me puse duro. Y mucho menos... desearla como lo estaba haciendo en ese momento. Pero no podía contener mis instintos naturales.
«¡Nunca sentí atracción por ella!» Me recriminé mentalmente.
¿Que estaba pasándome?
Pero la chica tampoco se quedó atrás, me admiró de pies a cabeza. Ví en sus ojos un brillo que no había visto antes en ella, su respiración se volvió irregular, aunque intentó disimular, no pudo. Ni yo tampoco. Ella se veía simplemente perfecta, sabía que era hermosa, claro, pero ahora vestida de esa forma, no me quedaba duda alguna. Al fin podía ver lo que los chicos que intentaban cortejarla y conquistarla, veían en ella.
«Era una mujer perfecta de los pies a la cabeza».
Me gustó lo que vi. Me gustó está mujer, por que es lo que era... una hermosa mujer.
—Isla. —su nombre salió ronco de mi garganta.
La castaña parpadeó y sacudió ligeramente su cabeza, para salir de su trance mental. En cuanto me miró, cambió su mirada de sorprendida, a aterrada. Abrió la boca como pez fuera del agua, e intento cerrarme la puerta en la cara, pero se lo impedí deteniendo la madera con mis manos y metí el pie derecho para que no cerrará.
—¿Que haces? —indagué sin quitarme de la puerta.
—Esto... es... un... error. —farfulló nerviosa y con su inútil intento por cerrarme la puerta.
—Tarde, te ví y me viste, así que hablemos de esto.– le pedí impasible.
—¿¡Que!? Por supuesto que no, yo no diré nada. Y si te ví, o no te ví, ni me acuerdo. —reí por su absurda revelación. Resopló molesta y siguió empujando la puerta —. Por favor, Izan, vete.
—No me iré hasta que hablemos, Isla —le advertí sin sentir dolor por su pequeño cuerpo pegado en la madera de la puerta para "apachurrarme" —. Tranquila, dejame pasar. Lo hablaremos adentro, no podemos llamar la atención.
Luego de unos segundos que se me hicieron casi eternos, Isla finalmente accedió y retrocedió para dejarme entrar. Cerré la puerta y ella corrió a la cama, jaló la sábana y se enredó en ella.
Enarqué la ceja. Ya la había visto casi desnuda y podía asegurar retorcidamente, que me había grabado en la memoria la forma de cada centímetro de su piel desnuda.
«Concentrate, no te salgas del guión». Me gritó mi conciencia.
Carraspeé y enderecé la espalda.
—¿Que haces aquí, Isla? —indagué con voz neutra.
Apesar de que me molestará que mi casi hermana estuviera buscando hombres para hacer, sabrá Dios que cosas. No tenía cara para reclamarle abiertamente, sabiendo que yo era más un cínico por trabajar en este lugar.
Me lanzó una mirada indignada.
—¿Que que hago yo aquí? Ja. Mejor dime ¿Tú que haces aqui, Izan?, ¿me estás siguiendo otra vez? —sólo se miraban sus ojos molestos a través de la sábana gris, que cubría sus labios y nariz. Negué —. Pues no te creo, así que ya deja de seguirme, te dejé en claro que ya podía cuidarme yo sola —me recriminó aún sonrojada —. ¿Y que haces disfrazado así?
Suspiré sin dejar de mirarla, bajé la mirada un momento y vi la manta amarrada a mi cintura, las sandalias de gladiador, los brazaletes, la hombrera de metal en mi hombro izquierdo y sabía que en la cabeza llevaba la corona de laurel. No tenía caso mentirle, ella es inteligente y lo sabría rápidamente. Más si veía a mis compañeros que venían aquí, con el mismo "uniforme".
—Trabajo aquí.
—¿¡Qué!? —la sábana resbaló por su cuerpo y me miró con la boca abierta.
En cambió yo, no pude concentrar mi mirada en su rostro y la deslicé nuevamente por su pequeño cuerpo perfecto, delicado y virginal. Que bien podría encajar a la perfección con el mío, grande, tosco y experimentado.
«¿Pero que sandeces estoy pensando?»
Volví a posar mi mirada en su rostro sonrojado y asentí.
—Tal cómo lo oíste, trabajo aqui, Isla. De día soy Izan, entre semana y de noche, soy un Himero.
Tragó grueso.
—Entonces... eso quiere decir que... ¿Eres un... prostituto? —titubeó perturbada, pero al final lo soltó.
Resoplé y me quité la corona de la cabeza y la puse sobre el mueble de caoba barata.
—No, soy sólo un chico que explota sus dotes bucales y manuales en besos y caricias inocentes. —ironicé, pero a ella no le causó gracia.
Gruñó.
—Por eso, eres un prostipirugolfo que cobra por manosearte y besarte y sabrá Dios que más cosas harás. —me reprochó molesta y eso me indignó.
—Cállate, que tú no eres mejor que yo. Y por lo tanto, no estás en plan de criticarme cuando tú, prácticamente has venido aquí en busca de lo que te he dicho que hago. —la furia se instaló en mí, me acerqué hasta ella y la tomé de los hombros, sintiendo repentinamente una conección que nunca antes había sentido. Pero igual lo ignoré y me concentré en ella —. ¿Te ibas a dejar toquetear por un completo desconocido?, ¿Que pasa contigo?, ¿Estás loca?
Espabiló.
—¡A tí que te den por el culo, imbécil! —me empujó, o al menos lo intentó. No me moví ni un centímetro.
—Responde, Isla. —farfullé con los dientes apretados y la mandíbula tensa. Ella levantó más el mentón con altanería.
Chica rebelde.
—Si, ¿Y qué? Ahora vete y dejame sola, pediré a un nuevo Himero que me de lo que he venido a buscar. Y que por cuestiones razonables, tú no me lo puedes dar. —la solté, dejando caer mis brazos a cada lado.
Una bofetada me hubiera dolido menos.Pero el balde de agua fría de la realidad, me debilitó las piernas al darme cuenta de que ella estaba equivocada y me sentí hilarante. Sonreí soberbio.
—¿Y quién dice que no puedo dártelo? —soltó un pequeño gemido por mi pregunta.
Acaricié su mejilla con mis nudillos, logrando que ella mordiera su labio y se dejará acariciar. Cerró los ojos en cuanto mis yemas comenzaron a delinear el contorno de su pequeño rostro.
—Eres como... mi her... mano. —susurró, con voz atropellada y paulatina.
Suspiré turbado, pero no aparté mi mano de su piel.
—Lo sé Isla, pero ambos sabemos que no lo soy.
Abrió los ojos y me detalló, su cabeza estaba echada ligeramente hacia atrás, para poder alcanzar mi mirada. Me escrutinió.
—Mi mejor amigo. —aclaró susurrante, su respiración se había agitado considerablemente.
En ese momento odié serlo, exigía más, mucho más que un simple amigo. No puedo creer que en esa mañana todavía la veía como a mi hermanita y mejor amiga. Y ahora... ahora la veía como mujer y que simplemente la deseaba como un náufrago a una botella de agua; la deseaba en cuerpo y alma. Quería besarla, acariciarla, chupar sus pechos y entrar en ella lentamen...
¡No! No puedo pensar en ella de esa forma. ¡Dios! Esto esta mal, muy mal. No soy bueno para ella, es por eso que nunca dejé que cualquier imbécil la pretendiera, por que sabía que nadie era suficiente para ella.
Ni siquiera yo.
O eso creía hasta que la respuesta iluminó mi colapso mental. Yo no dejé que nadie la tuviera por que en el fondo, sabía que yo la quería para mí. Pero...
¿Yo soy bueno para ella?
¿La merezco?
¿Soy mejor que los demás?
La respuesta era más que clara...
¡Por supuesto que no!
Nunca me debatí esas preguntas, por que nunca las creí hechas para mí. Pero ahora que siento despierta esta fuerte LIMERENCIA por ella, no sé que respuesta darme. Ella me sigue mirando, lo veo, esta dispuesta a todo, esta dispuesta a que yo la tome.
«¡Ves moros con tranchetes!» Me grito para calmarme.
—Izan... —susurró con la respiración irregular. La miré, mordía su labio inferior, empleando fuerza hasta que el rojo de su boca se tornaba pálido.
Estiré mi mano y la hice que dejará de hacerse daño.
—No Isla, yo lo hago mejor... —acerqué mis labios a los de ella, de nada servía controlarme si no tenía fuerza de voluntad. Quería probarla en ese momento, ambos lo deseabamos.
El roce de nuestras bocas, envió una corriente abrumadora a todo mi cuerpo. Pero no me aparté. Estoy seguro de que ella también lo sintió; se estremeció.
—No puedo hacerlo... —me frenó, poniendo sus pequeñas manos sobre mi pecho desnudo. Sintiendo la adrenalina fluir por mis venas con sólo ese toque de su parte —. Esto está mal. —se quejó, aún pegada su frente con la mía.
—¿Y crees que yo no lo pensé?
—Entonces... ¿por qué no lo controlaste?
—Por qué lo deseo, Isla, al igual que tú. —le expliqué sin titubear. Intenté retomar el beso, pero ella se negó más rabiosa.
—¡Dije que no!
Se separó de mí tan rápido, que me mareó, la vi caminar a paso rápido hacia la puerta, que sabía que era la del baño. Entró y cerró la puerta con seguro. Suspiré y me pasé las manos por mi cabello castaño, sintiéndome frustrado por no culminar con ese beso. Me senté en uno de los sofás, recapacitando en lo antes sucedido.
Me sentía enojado conmigo mismo por sentir cosas que claramente no eran buenas para ninguno de los dos.
¡Joder! Casi lo echo todo a perder por mis deseos insanos, por una chica que conozco de toda la vida.
¿Por que de la noche a la mañana, todo había cambiado?
Ya nada iba a volver a ser lo mismo. No cuándo vi partes de su cuerpo que no conocía y que me moría por tocar. No cuando casi la beso y si no me hubiera detenido, posiblemente abríamos llegado a más.
¡Mierda! Mis hermanos iban a matarme si se enteraban que mi perspectiva por Isla, había cambiado considerablemente en un abrir y cerrar de ojos. Ya no la vería como ellos la ven. Ya no. Isla me gustaba como mujer, y sabía que nada bueno nos esperaba.
Isla salió cinco minutos después, vestida decentemente con sus Jeans desgarrados, una blusa blanca, su chamarra negra de cuero y sus tenis Adidas. Los mismos que usó el día en que se conoció con Milo.
Elton. Ese bastardo gusta de ella.
—¿Lo haces por Elton? —indagué de repente con el enojo marcado en mi rostro. Ella rodó los ojos por mi pregunta y eso me enervó más—. Dímelo. —le exigí tajante.
—No tengo por qué darte explicaciones de mi vida pri-va-da —deletreó lo último —. Me voy —me levanté del sofá y me volví a parar delante de ella —. Izan, por favor —se tensó por mi cercanía —, es mi vida privada, yo tendré mis razones de por qué hice esto. Asi que te pido de favor, que dejes a Milo fuera de todo esto ¿si? —asentí a regañadientes —. Gracias.
Tenía razón, si quería que las cosas estuvieran bien entre nosotros, tenía que ir preparando el campo y prestarme a sus palabras sin enfrascarme demasiado en su razones que la orillaron a esto. Asi que para no mandar todo a la mierda, tenía que apoyarla aún en contra de mi voluntad. Suspiré pesadamente y sonreí forzado.
—No, tranquila, no haré nada, ni te pediré explicaciones. Y con Elton, todo bien. Tienes razón. Sólo... prometeme que estaremos bien. Que no dirás nada de mi trabajo, ni sobre lo de... tú y yo...
—Es raro que tú, el chico que más me ha sobreprotegido y celado, me esté dando la razón en algo. —ironizó.
—Pues no te acostumbres, así que sólo prometelo, Isla. —no quería volver a admitirlo.
Ella resopló y rodó los ojos. Dios, hasta con esos gestos de rebeldía se veía preciosa. Tenía que calmarme, o de lo contrario, terminaría lanzandome a ella como león en plena caza.
—De acuerdo, lo prometo —levantó su mano derecha —. Tranquilo, no diré nada. Y sobre lo último, no hay un Tú y yo de por medio, Izan —bajó su mano —. Sólo somos unos chicos que claramente se han confundido, eso es todo. Seguiremos como si nada hubiera pasado, créeme, será lo mejor.
¡Auch!
Me dolió, de verdad me dolió. Creo que el verla con casi nada de ropa, me extasió y despertó sentimientos que nunca creí tener por ella. A tal grado que hasta me nubló la vista. Me encantaría ser correspondido, pero claramente ella no sintió el mismo efecto que causó en mí.
Y no sentimientos de hermanos o mejores amigos, no. Eran sentimientos genuinos, sentimientos que un hombre siente por una mujer. Deseo, anhelo, lujuria, me calentó de tal manera que no creí probable.
Eso mismo sentía yo, por que comenzaba a ver a Isla como mujer, una mujer preciosa que se merecía a un buen hombre. Y sabía de antemano que ese no era yo y que tenía que mantenerme a raya; si es que no quería lastimarla.
Asentí a su respuesta y me aparté para que pudiera irse, reprimiendo el deseo por detenerla y besarla, devorarla y no soltarla hasta saciarme de ella.
Pero no iba admitir lo que despertó en mí, no si ella demostró no estar interesada en absoluto. Mucho menos se lo confesaría a ella, que probablemente me confundí con su mirada y sólo me miró asombrada de ver lo que era en esa habitación. Un prostipirugolfo Himero, como ella misma me llamó minutos atrás.
Caminó por mi lado dejando flotando su perfume de Christian Dior (Miss Dior), que tanto la caracterizaba frente a mí. Nunca me importó eso, y ahora, su olor me volvía loco. Abrió la puerta y se fué, sin más nada; sin mirar atrás. Dejándome sólo con su aroma de compañía flotando en la habitación.
Sólo para mi deleite.
★★★
Holi, según yo...🙈 Ya edité este cap. Si encuentras una falta de ortografía, o cosas gramaticales, de verdad con toda confianza y siendo sutiles, señalen y lo corregiré en breve.👌🏼🙏 (Si es que no estoy en un concurso, por qué no se puede corregir mientras esté dentro de dicho evento).🤗
En fin.💐
Gracias por tu apoyo. Bendiciones para dónde sea que te encuentres leyendo mis LOCURAS. 🙏😊👌🏼💐
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