Sin salida
Steve sabía cómo controlar a las personas como Tony Stark; así que tenerlo bajo su cuerpo, no sería difícil por mucho que este se le resistiera.
—Espera... —Anthony lo paró antes de que alcanzará sus labios—. No te acostumbres, esto sólo lo hago por el trato que hicimos.
Rogers sonrió torcidamente. Claro, está vez sería por obligación, pero confiaba en que después Stark lo buscaría.
Se tomó el tiempo para apreciar al hombre enfrente suyo. Tenso, miedoso, molesto...
—¿Puedo? —Disfruto de la confusión del genio.
Nadie se esperaba que el Capitán fuera tan educado.
Tembloroso, el castaño asintió. No podía negarse de todas maneras.
Steve levantó su mano derecha y acunó su mejilla, disfrutando de la sensación en sus dedos, el calor que desprendía.
Poco a poco, se acercó al rostro del Stark. Junto sus narices y se dedicó a acariciarla. Sintió como Tony se confiaba, como parecía destensar los músculos, aspirar su colonia.
—Eres hermoso. —Beso su mejilla, luego las comisuras, la barbilla—. Perfecto.
Sonrió al mismo tiempo que mordía la oreja del millonario. Anthony jadeo.
Aun se reusaba un poco, pero Steve sabía que caería.
Sólo faltaba dar el tiro de gracia.
—Te deseo, Tony Stark.
El castaño se aferró a sus brazos y se dejó hacer. Rogers se felicito ante el inminente éxito.
Anthony Edward Stark rogaba por un poco de sexo.
Aprovechando la actitud sumisa del hombre de cabellos oscuros, cargo el cuerpo con facilidad y lo subió al pequeño escritorio.
Miró sus labios y después los grandes ojos.
—Quiero follarte. —Admitió, mientras admiraba la expresión perdida del genio.
Finalmente, lo beso. Tomó sus labios lento, incluso hasta tierno, buscando el permiso del castaño. Lo escuchó suspirar; el aprovecho eso para adentrar su lengua caliente y ansiosa.
Tomó las caderas de Tony y se dedicó a besarlo exclusivamente. Tiro del labio inferior con sus dientes, degusto la cavidad vocal, mordió lo que podía de manera suave y se encargó de dominar la caricia.
Anthony cedía ante su juego.
—Capitán... —El genio lo miro por unos minutos, hipnotizado por sus palabras.
—Steve... —El rubio acarició su espalda con paciencia—, eso es lo que tienes que decir.
El soldado bajo hacía el cuello, tentando el terreno, viendo lo que Anthony disfrutaba y lo que le permitía.
Su pecho vibraba ante cada gemido que salía de la boca del millonario.
—¿Me dejaras tenerte, Tony? —Susurró aun en su cuello.
El castaño sólo se aferró a su espalda. Steve lo tomaría como un si.
Gustoso, saco la camisa del castaño. Observó su pecho, con marcas de posibles atentados contra su vida. Se lamió los labios ante la exquisita obra de arte que tenía en la mesa.
Sin perder tiempo, beso todo lo que tenía a su alcance, chupo, lamió, mordió pecho, estómago y vientre. Hizo caminos imaginarios por todos lados.
—S-steve... —Tony se aferró a su cabellos claros.
El soldado de Hydra tembló ante el sonido de su nombre con la voz temblorosa del castaño.
—Vamos por pasos... —Con una sonrisa burda, tomó de la nuca del millonario y beso de nuevo con ganas.
Steve lo tenía en sus manos.
—El trabajo está hecho. —Alexander tomó del Whisky que Justin le ofreció.
Hammer, a su lado, asintió.
Víctor von Doom ya no era un problema.
—Te daré el dinero que te prometí. —Prometió el sujeto.
Ambos estaban satisfechos por el resultado final.
—¿Qué harás con Stark?
Justin sonrió.
—¿No es obvio? —Alzo su copa en alto, como si estuviera apunto de brindar—. Matarlo.
Tony estaba abrumado.
Sentía los besos en su espalda desnuda, las manos toscas en sus caderas, los dientes marcando su piel.
Ambos habían terminado sin ropa, el de espaldas y Steve encima de él.
El suelo del taller parecía ser el mejor lugar en ese momento. No había otra sensación más que Rogers abrazando su ser.
—Steve... ¡Ah!... —Lo sintió morder su cuello, casi en su nuca.
Había algo en esa acción que lo excitaba.
—Ahora eres mío, Anthony. —El rubio delineaba la curva cerca de las nalgas—. Sólo mío.
Las manos callosas del Capitán bajaron a su trasero. Lo acarició y después, tomándolo desprevenido, le dio una nalgada.
—¡Ah! —Tony brinco en su lugar. Mordió su labio.
—Se colorean rápido. —La maldad estaba en toda la voz de Steve.
Una nalgada más, fue el inicio de varias.
El soldado comenzaba a tener cierta obsesión por las nalgas del genio.
—¡Steve!
El rubio lo tomó de la barbilla y volteó su rostro para besarlo con fiereza.
—Eso, grita mi nombre. —Anthony sentía su cerebro hecho papilla—. Grita el nombre de tu dueño.
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