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Capítulo 1 - Lluvia

Llovía.

El plan de ocultarle a Helena, la madre de Ethan, que WUUC se llevaba a su hijo falló rotundamente.
Llovía.
El agua arrastraba la sangre fresca, limpiaba el mundo de sus horrores, mientras el cuerpo de Helena yacía en el suelo con los ojos abiertos, el eterno gesto de desesperación de una madre en su rostro, y un nombre que no pudo terminar de pronunciar una última vez.
Ethan.
Ellos aprovecharon nuestro momento de aturdimiento para subirlo al camión. Reaccioné y grité, pero una mano me cubrió la boca mientras impedían que me moviera.
—Thalía… ¿te acordas? —Me susurraba Alejo al oído, con la voz quebrada—. Ahora es todo bronca, pero no hay nada que puedas hacer más que joderte a vos misma. Ya vamos a tener nuestra oportunidad de vengarlos.
Como lo odié. Lloré, insulté, pataleé… aunque no intenté correr. Solo lo abracé. Sabía que tenía razón.
Despejaron a la gente y se acercaron a recoger el cuerpo de Helena. Ahí nos movimos todos, sin hablarnos antes, impulsados por inercia, a reclamarles a los soldados que nos dejaran enterrarla a nosotros.
—Llévensela rápido —Dijo un soldado, sin mirarnos a la cara. Nos consiguió algunas herramientas, con la condición de devolverlas luego. Hasta ellos se vieron afectados con lo que pasó.
Arrastramos a nuestra abatida líder entre los arboles de Heaven, lo más alejados posibles de las cámaras y la gente, y la sepultamos a los pies de un árbol. Adrián talló en el tronco el nombre de Helena, y el de su hijo. A quien todos teníamos la certeza, ahora sí, de que jamás volveríamos a ver.
Pasó el tiempo. El grupo se veía atrapado en una especie de monotonía del silencio, de la apatía. Como cada vez que perdíamos a alguien, hasta que volvíamos a rearmarnos.
Pero esta vez fue distinto. Perdimos a Helena, la líder junto a Carlos del grupo. Nosotros, bajo el dominio de sus asesinos. Carlos, “retirado” porque tenía que hacerse cargo de su bebé, Esperanza, que debía crecer en estas circunstancias, en este lugar. Ethan, el más joven de nosotros, el joven valiente, había sido tomado por Wuuc sin que pudiéramos hacer nada. Quedó en sus manos, se lo llevaron en nuestras caras… ¿para qué? ¿qué querían de él?
¿Qué necesitábamos para reaccionar?
No pudimos luchar por él, por nosotros, por nuestra dignidad al menos. Totalmente diezmados por Wuuc, a su merced. Vencidos… Con el recuerdo de la “Guerra de Heaven”, si es que a nuestra triste y desesperada batalla se le puede llamar así, aún vivo en nuestros ojos.
Comenzaron a pasar los meses, y el sentimiento derrotista no pasaba. Al menos yo no me sentía la misma desde lo sucedido. Algo había cambiado.
Los soldados de Wuuc que quedaron a cargo de Heaven se paseaban a gusto y piacere. Comenzaron de a poco a acopiarse las provisiones, reduciendo cada vez más las raciones que nos daban. Maltrataban a la gente, sobre todo a los viejos. A muchos se nos asignaron nuevas funciones, y se nos sobreexplotaba en cada una de ellas. Cada tanto realizaban requisas en las habitaciones sin previo aviso, en las que nos rompían y robaban objetos. Y podría seguir enumerando miles de cosas.
Al menos no nos separaron de nuestros grupos. No sé si eran muy idiotas o no le dieron la importancia suficiente. Tampoco sé bien cuáles ordenes provenían de Wuuc y cuales hacían ellos por gusto; si sé que estaban avaladas. Les daban total libertad de acción. Aunque… también los obligaban a realizar actos crueles, a pesar de la resistencia de algunos de ellos.
Con el tiempo nos acostumbramos a vivir así, con una putrefacción creciente por dentro, una rebeldía naciente a que le faltaba un algo para poder surgir. Mientras, seguimos aceptando y bajando la cabeza. Hasta que pasó lo que pasó.
Los soldados desbocados, ebrios de alcohol y poder.
Soldados que nos miraban siempre con superioridad, con desdén, y, en algunos casos, morboso deseo.
Había rumores de cosas que venían pasando, rumores que nunca tenían voz sólida, ni rostro, ni nombre. Nada más que miradas escurridizas y cuchicheos.
Hasta esa noche.

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