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Prólogo

Respiré profundo. Levanté el cuerpo del arco por sobre mis hombros, dejando la flecha por debajo de mi barbilla. Doblé mi brazo derecho hacia atrás y subí el codo a la misma altura que mis oídos, tensando con cuidado y fuerza la cuerda.

Mantuve la respiración y disparé.
Cuando vi que la flecha se clavó en la diana, justo a donde había estado apuntando, dejé salir el aire de mis pulmones. Por fin, lo había logrado.

—¡Papá! ¡Papá! Lo hice —chillé volteando a verlo.

Mi expresión de sorpresa fue cambiada por una de emoción cuando vi su sonrisa orgullosa.

—¡Eso es, cariño! —gritó feliz.

Corrí hacia él, quién abrió los brazos y me recibió en un afectuoso abrazo.

—Estoy muy orgulloso de ti —soltó con los labios en mi cabello—. Te amo.

Cuando nos separamos, miramos la diana. Desde hace meses había tratado de hacer aquello, me había costado miles de intentos, muchas flechas... Y por fin lo había logrado.

Una decena de flechas delineaba cada una de las líneas circulares de la diana, desde el círculo más grande al más pequeño. Y por último, en el centro de todo, se encontraba una única flecha tan perfectamente posicionada que hasta podía medirla con una regla.

Aquello había sido una prueba impuesta por mi padre, para ver si tenía la precisión necesaria para usar su arco compuesto, en vez de aquel que solía usar yo, uno tradicional.

—¿Cuándo podré usar tu arco?

La familia Croft, mi familia paterna, tuvo un largo linaje de cazadores con arcos que «acabó» cuando comenzaron a practicar el deporte de forma profesional, en vez de negocio, y empezaron a participar en campeonatos. Mi tatarabuelo fue el primero en entrar a las olimpiadas, mi bisabuela fue la primera en ganar y luego le siguieron mi abuelo y mi tía abuela.

Mi papá había sido un gran tirador y yo apostaría todo lo que tengo en que hubiera ganado también. Pero nunca lo sabríamos, pues antes de poder entrar se lesionó de gravedad en un accidente y ya no pudo participar. Ni siquiera podía hacer nada de fuerza con sus brazos y hombros, además de que había perdido la sensibilidad de la parte derecha de su cuerpo.

Fue una pena que no pudiera representar a su país y ganar... O tan siquiera ejercer su pasión como un hobbie. Pues por nuestra sangre corría el amor por el arco y la flecha.

Él siempre decía que estaba en nuestros genes ser tiradores. Fue por eso que desde que tengo memoria, me ha enseñado este deporte. A lo largo de mi corta vida he tenido todo tipo de arcos, principalmente de juguetes porque aún no tenía la edad para cargar con uno de verdad.

Hasta hace dos años, cuando me compró mi primer arco real.

Sin embargo, yo estaba decidida a usar el arco compuestos que había pertenecido a mi tía abuela, con el cual ganó las olimpiadas. Se lo había heredado a mi padre, ya que nunca tuvo hijos y él fue su único sobrino.

—Ahora. Creo que estás lista —me respondió.

Chillé con emoción.
Él fue por el arco y yo caminé nerviosa por el patio, esperando.

Cuando me lo dejó en mis manos, solo podía pensar en que creía que sería menos pesado. Y más pequeño, pues media lo mismo que yo.

—¿Qué pasa? ¿No era lo que esperabas?
—Yo...
—Tal vez deberías esperar a cumplir los 10, linda...
—¡No! Yo puedo con esto... Puedo con todo —susurré lo último—. Yo solo... necesito... —articulé colocando la flecha.
—Cariño, ten cuidado... eso no...

Ignorando lo que me decía, levanté el arco, apunté a la diana y la flecha voló de la cuerda hasta perderse en lo lejano del bosque.

—Lilith —regañó mi papá.

Se necesitaba una licencia para utilizar el arco y las flechas, una licencia que yo aún no tenía por ser muy joven. Además de que era ilegal utilizarlo fuera de un campo de tiro, por lo que podrían ponernos una multa muy grande sí nos veía un oficial, o un guardabosques. O sí yo hería a alguien, eso era todavía peor, conllevaría una denuncia y tal vez hasta una demanda.

—Yo... lo siento —me disculpe, apenada y nerviosa.
—¿Por qué te cuesta aceptar que todavía no estás lista? —reclamó tomando el arco.
—¿Por qué no confías en mi? —Hice un mohín triste.
—No es que no confíe en ti, cariño. Es que aún eres pequeña para esto. Fue mi error decirte que cuando tuvieras la total precisión podrías usarlo... Lo lamento.
—Pero... pero... juro que seré más cuidadosa. Solo tengo que familiarizarme con él.

Él suspiró.

—Guarda las flechas. Hablaremos a dentro. Ya está oscureciendo y debemos cenar temprano. Mañana es el primer día de clases.

Tomé mi aljaba y me acerqué a la diana, comencé a sacar mis flechas y guardarlas. Al terminar, fui a buscar la que se me había escapado.

Seguí el camino por el que la vi desaparecer y me alejé bastante de nuestra cabaña. Al final la encontré clavada en la raíz de un gran roble.

Unos ruidos me alertaron.

—¿Quién anda ahí? ¡Tengo flechas muy puntiagudas! —amenacé, aunque ya estaba lista para volver corriendo a la cabaña.

Entonces logré verlo escondido detrás de un árbol.

—Ya te vi, niño. No eres bueno escondiéndote, ¿cierto?

Él salió con las manos en alto al ver que lo amenazaba con un flecha, como sí fuera un cuchillo o un picahielos.
Lo vi mejor; era más grande que yo, tal vez estaría terminando la secundaria o entrando a la preparatoria.

—¿Qué haces?
—Estoy perdido —confesó.
—... Se nota —solté mirando lo sucio y mal que se veía, parecía que no dormía o comía bien desde hace días—. La carretera está para... —Miré el cielo, por donde se escondía el sol—. Allá. —Señalé el sur y lo miré—. O sí quieres le puedo decir a mi papá que te lleve a tu casa... Tal vez quieras cenar algo antes de ir —Ofrecí, porque me dio pena lo hambriento que se veía, tal vez era muy pobre o llevaba perdido días en aquel bosque.

Aunque, de ser eso último. ¿No deberían haber policías cerca? Sabía que cuando se perdía un niño, sus padres avisaban y la policía comenzaba a buscarlo por todos lados, lo llamaban «rastrillaje» y solía pasar seguido en aquel bosque.

Volví a mirar el cielo, buscando el oeste, nuestra cabaña.

—Vivo por aquí —confesé girando en dirección a mi hogar.

Cuando miré a donde había estado el chico, noté que ya no había nadie. Él no estaba por ningún lado.

Volví a casa rápido y le conté a mi padre. Llamó a la policía y pasó la noche mirando los alrededores, pero el niño no volvió a aparecer.

N/A: ¡Holis! Bueno, vengo muy emocionada con esta historia jsjsjs
La tengo guardada desde el 2022 y por fin me decidí a subirla porque justo ando terminando de ver la serie (había quedado en la temporada 9) y además es una idea que me encanta.

Todo empezó con un: ¿Qué pasaría si Daryl, el Daryl de Rick (😂), se encontrara con alguien de su pasado? Imaginé una ex, alguien que viviera su misma vida, que lo conociera de siempre, con quien compartió muchísimo y al final terminó perdiéndola por haberla cagado hasta el fondo.

Ninguno de los dos es la misma persona de antes, pero ese amor sigue ahí, escondido abajo de capas y capas de odio.

Pero, para saber todo eso, tenemos que comenzar desde el principio, e ir al pasado. A cómo se conocieron, cómo se enamoraron, cómo era su vida, sus problemas y cómo terminó todo, por lo que la historia está dividida en dos partes.

1. El pasado. Infancia, adolescencia y principios de la adultez. Separación, todo antes de reencontrarse con Daryl en el apocalipsis (20 capítulos).

2. El presente. El reencuentro durante la temporada 3 de TWD (aún no sé cuántos capítulos serán).

Quise hacerlo de este modo porque creo que queda mejor que los flashbacks o ir intercalando capítulos y tiempos. Aunque no sea la típica historia de TWD al principio, espero la disfruten tanto como yo lo hice al imaginarla y escribirla. Estoy muy enamorada de Lilith y espero lleguen a quererla de igual manera❤

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