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Interludio 1

Nos invadió un olor putrefacto en cuanto rompí aquel vidrio. Entrar fue todo un reto, queríamos vomitar, pero nos apresuramos para tapar la puerta en cuanto me aseguré que la sala estaba despejada de enfermos.

Ariana y Daniela me iluminaron con sus celulares. Desde que perdimos la electricidad usábamos los teléfonos como linternas y luego los apagábamos para cuidar de la batería.

Revisamos habitación por habitación, era un lugar grande, con tres consultorios, un prequirófano, un quirófano, sala de urgencias, dos baños, dos oficinas, una cocina, una lavandería, una farmacia, un pequeño depósito, un laboratorio, un patio trasero y tres salas grandes donde iban los animales internados. No había muchos, pero de allí venía del olor hediendo. Eran los únicos seres vivos que estaban en ese piso.

La mayoría estaban muertos, supongo que eran los que peor estaban de salud cuando empezó todo esto. Según Dani, era probable que sus corazones hubieran dejado de funcionar en no más de tres días después de que quedaran solos, porque no tuvieron alimento, agua, suero, medicación, ni cuidados. Había unos pocos que seguían vivos, pero estaban más para el otro lado, que para este.

—¿Puedes... acabar con ellos? —le pregunté a Dany.

Yo podría hacerlo con un cuchillo, pero sería sangre derramada en vano, ya que había otros métodos menos dolorosos. Y no sabía sí morirían rápido y no quería que sufrieran más.

Tampoco nos arriesgaríamos a comerlos, porque vaya uno a saber qué tenían, ya que debían estar enfermos sí estaban aquí; además por ahora teníamos alimento y no los necesitábamos, así que lo evitariamos a toda costa.

—Buscaré las ampollas de eutanasia —asintió antes de irse.

Cuando llegué al final de la sala, un perro, que parecía cachorro, de pelaje dorado, comenzó a llorar, trataba de moverse en la jaula, pero no tenía fuerzas para levantarse, solo se quedaba tirado de lado, sacudiéndose un poco, creí ver mover su cola, pero no estaba segura, el lugar estaba bastante oscuro y solo podía notar que estaba en los huesos. No tenía suficientes fuerzas en su cuerpo como para levantarse, pero sí para no morir.

—Empieza con este —le avisé a Dany. Ella se acercó a verlo.

Seguí mi camino, hacia las otras salas con jaulas. Había una de gatos, estaban muy mal, pero no tanto como los perros. Y al final, había otra de perros. La puerta decía «zona infecciosa» y era la habitación que más apestaba. Todos allí estaban muertos, era probable por algún virus, parásito o bacteria.

Subí a la segunda planta, con Theo a mi espalda, y las demás chicas siguiéndonos. Tom se quedó ayudando a Dany.

En cuanto abrí la puerta de la casa, me asaltó un enfermo. Fue Theo quién lo remató con su lanza. Me adentré en la sala y otro vino hacia mí, terminé con él con un flechazo.
Se trataba de un hombre en sus cincuentas y una mujer más o menos de la misma edad.

El veterinario y su esposa, supuse. Tuvimos cuidado revisando la casa porque podría haber más, pero al final ellos fueron los únicos que se encontraban allí.

—Llévenlos al patio. También a los animales muertos, tenemos que desaparecer este olor o nos ahogaremos esta noche —ordené.

Theo cargó al hombre, Sam y Kelly a la señora. Camille bajó por los animales y yo me encargué de revisar de forma minuciosa la casa, luego regresé abajo.

—Vamos a quedarnos al menos hasta mañana —comenté cuando me encontré con los demás.

Me di cuenta que el cachorro dorado seguía llorando. Muy fuerte.

—¿Por qué sigue vivo? —pregunté con seriedad mirando a Daniela.

Ella apretó los labios, estaba sentada en el suelo inyectando lento un líquido rosa a través de un suero endovenoso a un perro negro, que estaba recostado, en shock, respirando horrible.

Me miró, su expresión era de ruego.

—Escucha, yo sé que aún me quedaban dos años para terminar la carrera, pero he hecho prácticas y pasantías aquí. Y también en otras veterinarias durante el año pasado. Sé cuando un animal se puede salvar y sé cuando no. ¿Necesito más que solo mirarlo? Por supuesto, un análisis de sangre como mínimo. Y es algo que sé hacer, aprendí a hacerlo. Y aquí tengo todo lo que necesito, incluso libros que me ayudarían mucho. Algunos de estos animales, como este. —Hizo un gesto al perro negro—. Solo con verlo sé que debo terminar con su sufrimiento, que está vivo por caprichos del destino, pero solo sufre, no se recuperará. Ni siquiera puede respirar... Por eso estoy inyectándolo, pero hay otros, como ese cachorro que no deja de gritar, que está desesperado por otra clase de ayuda. Tiene ganas de vivir y tal vez puedo sanarlo.

Quedó en silencio. Y yo arrugué el entrecejo.

—¿Qué estás pidiendo? —pregunté antes de voltear a ver a los animales—. Haz lo que sientas que debes hacer. Entiendo que esto no debe ser fácil de ver y si quieres ayudar salvándolos, hazlo. —Entonces volví a mirarla—. Pero recuerda el nuevo mundo de ahí afuera, ¿qué pasará con estos animales después? ¿Quién les dará de comer, quién les dará un techo, los cuidará? Ni siquiera los humanos tenemos eso ya.

Me alegraba que quisiera curarlos, pero tenía que traerla a la realidad. Necesitaba recordar dónde estábamos y por qué. Y sí aún así quería salvarlos, que lo hiciera.

—Entiendo —asintió, con la mirada endurecida por mis palabras.
—¿Y qué harás? —interrogué, con tono suave.
—Lo que debo hacer —contestó, levantándose.
—Bien —asentí.

Camille y Theo se encargaron de limpiar la casa, mientras que Tom y Ariana se encargaron de limpiar muy bien las habitaciones donde estaban los animales muertos, ya que al ser la zona de donde venía el mal olor, este desapareciera de toda de la veterinaria, y cuando terminaron, tuvieron la idea de enterrar a los muertos (incluyendo a los dueños del lugar). Theo los ayudó a hacer una fosa común en el patio trasero, mientras Cam y yo preparamos a Elle, le cambiamos la ropa por algo limpio: Dany tenía unos pantalones de ella que siempre pedía prestados y los había empacado entre sus cosas, Ariana nos dio una blusa que ella sabía que a Elle le encantaba. Le dejamos las zapatillas que llevaba, le limpiamos el rostro y el cabello, cubrimos las heridas por debajo de la ropa para que esta no se ensuciara de la sangre. Cerramos sus ojos. Sino fuera por el tono ceniciento de su piel, casi podría parecer que dormía.

Hicimos un pequeño funeral para los animales, el veterinario y su esposa. Ellos estaban en una fosa común, mientras que los chicos habían tenido la cortesía de hacer otro foso aparte, mucho más pequeño para Elle, por ser una sola persona. Su funeral fue más largo, todos hablamos un poco, incluso Theo y Tom que la conocieron apenas unos cuantos días.

Luego los demás descansaron mientras Kelly, Sam y yo cocinábamos en la casa, luego preparamos la mesa y llamamos a todos a comer. Disfrutamos de la cena y después de las camas; la casa tenía dos habitaciones, una con una cama king size y otra con dos camas pequeñas, así que nos dividimos en tres grupos: Theo y Tom en una cama pequeña, Sam y yo en la otra y la grande para Kelly, Ari, Dany y Cam.

Dany apenas durmió aquella noche, porque se la pasaba muy pegada a los animales que aún estaban vivos.

—¿Cómo vas? —le pregunté en la mañana cuando la vi inyectar de varios medicamentos al cachorro dorado.
—Bien, bueno. Voy a necesitar varios días, sino es que... semanas —admitió, penosa—. Tal vez no tanto, espero que no tanto. Sí está estable para trasladarlo, podría hacer todo en la cabaña, solo tendría que llevar medicación, agujas, solución fisiológica...
—¿Solo él? —Arqueé una ceja.
—No sé, hasta ahora los demás perros a los que ya les he hecho la muestra, están demasiado mal. Este es el que mejor está, aunque sigue teniendo valores bioquímicos horribles. Todavía me quedan dos perros y no he empezado con los gatos.
—Bueno, tómate el tiempo que sea necesario, ya nadie nos espera en la cabaña, podríamos quedarnos un poco de tiempo aquí —admití.

Suspiró, triste, porque me refería a Elle, a que ella jamás iría a buscarnos allí, porque estaba aquí, bajo tierra, pero al final Dany me dio una pequeña sonrisa victoriosa.

Su mano acarició mi muslo, yo reí como tonta y lo empujé, pero no se movió. No había nadie cerca, pero estábamos pegados uno al otro como si no hubiera más espacio en la habitación, compartiendo audífonos, escuchando algo de música.

—¿Sí te gusta el country? —pregunté entre risas.
—¿Por qué? ¿No me veo como un cowboy? —Reí con su comentario.
—Te ves más de rap o rock —negué—. ¿Quién es este?
—Half Moon, es un cantante muy famoso. Lo he ido a ver en concierto, me gusta mucho su música. ¿A ti no te gusta el country?
—He escuchado un poco de todo, pero soy más del pop.
—A ver, ¿alguno esta aquí? —preguntó, mirando los discos que había traído Sam y que nosotros pedimos prestados.

Tomé el de Rihanna, otro de los Black Eyed Peas, Katy Perry y Lady Gaga para enseñárselos. Eran los que conocía y también los últimos éxitos, mientras que los otros siete discos no los había escuchado.

—¿Coldplay no? ¿Gym class heroes? ¿Usher?
—No los conozco mucho —negué.
—Te va a encantar —asintió Theo, quien tomó el disco con tapa blanca con la imagen de lo que parecía el cuerpo de una chica.

Pero no lo dejé ponerlo porque me tocaba a mí. Era una canción él y una canción yo, así que puse a Rihanna. Coloqué mi favorita del disco: Love the way you lie con Eminem. Luego me arrepentí porque casi me pongo a llorar, era un tema fantástico. Theo puso uno de Coldplay que reconocí: The scientist. Otro buenísimo, pero también muy emotivo.

—¿Mucha canción triste, eh? —dijo cuando terminó.
—Esta es perfecta para levantar el ambiente —asentí y coloqué S&M de Rihanna.

Ahora de verdad sentí la cercanía, la melodía era estridente, el ritmo era excitante y la letra me hacia mirar sus labios. Podía sentir su aliento a menta, sabía que era por unos caramelos que habíamos encontrado en la casa y se los había quedado. Theo acarició mi cadera. La sala era grande, pero el espacio se sintió muy reducido. Su cuerpo se apretó contra el mío y suspiré, anhelante.

Theo me estaba gustando mucho, demasiado para mí propio bien. No puedo decir que estuviera enamorada, mucho menos que lo amaba. Pero no recordaba la última vez que alguien me hizo sentir de aquella forma, como si fuera una adolescente sin experiencias, que se ponía nerviosa por todo.

Me gustaba lo buena persona que era, me gustaba lo divertido que era, me gustaba que siempre quería protegerme, pero me dejaba a mí tomar el liderazgo e ir primera. Obedecía sin preguntar y se daba cuenta cuándo me encontraba mal, entonces me apartaba de los demás y me ayudaba en todo lo que necesitara. Me servía de mucho eso porque, sentí que las chicas me veían en ese momento como la más fuerte, un punto de apoyo que jamás se quebraría y creía que si me rompía frente a ellas, ellas también se romperían y necesitábamos estar fuertes ahora. Así que aprovechaba mis momentos a solas con Theo para ser frágil y dejarme cuidar, mientras que frente a los demás, yo tomaba el mando y los cuidaba.

Yo solo había tenido dos novios en mi vida. Quién había sido mi primer amor y terminó siendo un idiota: Jack.
Después estaba quién era mí...

Como sea. Desde él solo había tenido alguna que otra cita, pero había preferido estar tan soltera como sola. Disfrutaba mucho con mis amigas y de tener tiempo para mí misma, no necesitaba nada, ni a nadie más.

Hasta ahora. Sabía que era el peor momento para tener algo con alguien, y que encima recién conocía, pero no podía evitar sentir lo que sentía. Aquel chico me gustaba, no tanto como me gustó Jack, mucho menos como lo hizo Daryl. Pero me gustaba y ese era el punto. Quería más con él de lo que teníamos.

Fue él quien me besó primero. Y amé ese gesto, porque me ardía el pecho cuando era yo quien tenía que dar el primer paso y no sabía cómo la otra persona se sentía para conmigo o sí me correspondería.

Yo le seguí el beso, me apretó contra la pared y solté un gemido.

Dany había tratado de salvar a cuatro de los gatos, quienes pensó que tenían posibilidades. Luego de dos semanas de tratamiento, murieron dos, al tercero lo durmió porque los análisis no dejaban de empeorar con cada día que pasaba. Ese no mejoraría, solo vivía con dolor. Pero, el cuarto, se recuperó. Era manso y se dejaba cargar, así que solía pasar de los brazos de Ariana, quien siempre lo tenía, a los de Cam, Kelly, Dany o Tom.

Y el cachorro perruno también mejoró muchísimo, lento, pero progresivo. Por él duramos un mes en la veterinaria y hoy estábamos listos para marchar. El perro debía tener cerca de cuatro meses ya, seguía muy delgado y caminaba lento, pero según Dany sus análisis habían mejorado al borde de los valores normales. Ella se encargó de ponerle correa y collar para guiarlo, y en caso de tener problemas podía cargarlo porque aún era bastante pequeño. Por otro lado, el gato tenía varios años de vida, aunque nos abíamos cuántos con exactitud, y era Ariana quien dijo que se encargaría de él.

Recorrimos un par de kilómetros hasta llegar a una tienda de cacería que yo conocía bien, cerca de mi cabaña, al borde del bosque, sobre la carretera. Ya había sido algo saqueada, pero conseguimos un par de armas que quedaron tiradas, un par de municiones, cuchillos de caza, sogas, mejores mochilas, linternas, baterías y flechas.

Y por fin, luego de poco más de un mes de viaje, desde que salimos de la universidad, llegamos a mi cabaña. El bolso y el arco resbalaron en mis manos en cuanto abrí la puerta. El lugar siempre había olido a mi padre, hasta que me mudé con los hermanos. Entonces empezó a oler a ellos.
Aún olía a ellos. Cerré los ojos y evité las lágrimas. ¿Dónde estarían? ¿Seguirían vivos? ¿Estarían bien?

Eran sobrevivientes, igual que yo. Siempre estaban bien.

Odiaba esto. Pensar en ellos. El corazón se me rompía otro poco y me enojaba muchísimo, porque me había tomado años recoger cada pedazo, hacer que encajaran e incluso así... Se sentía incompleto, había un vacío, faltaban trozos.
Y ahora, justo ahora que todo se fue a la mierda, que jamás volvería a verlos, volvía a pensar en ellos, aún más de lo que los pensaba antes.

El primer año sin ellos fue el más difícil, el más doloroso, todo era reciente y yo estaba muy sola. Trabajaba casi todo el tiempo, sino entrenaba y estudiaba. Incluso cuando comencé a pasar tiempo con las chicas de mi residencia, con las que ahora eran mis hermanas, incluso con ellas me sentía sola al principio.

Así que viví por mi cuenta, lo hice sola, porque uno nace solo y muere solo. Al final del día solo te tienes a ti y eso es lo único que necesitas. Aprendí a estar sola y estar bien con eso.

Por eso traté de no encariñarme, pensé que mis compañeras me dejarían en cuanto pudieran, por lo que cuando se hicieron mis amigas, pensé «bueno, está bien, pasaremos ratos divertidos, tendré con quién matar mis horas libres, y cuando nos separemos al terminar nuestras carreras, no pasará nada, porque ya entendí que hay gente que viene y gente que va, estaré agradecida por lo que me dieron y seguiré adelante».

Y aquí estábamos, éramos un familia en medio del fin del mundo.

Habíamos perdido hermanas y ahora se nos habían agregado Theo y Tom, porque en aquellas condiciones era fácil aceptar personas nuevas y confiar, cuando había más muertos que vivos. Teníamos que cuidarnos entre todos.

—¿Así que aquí te criaste? —habló Theo entrando después que yo.

Asentí, lento. Aún algo conmocionada.

—¡No puedo creer que estemos en tu cabaña! —chilló Camille entrando, girando sobre sí misma y observando todo. Theo sonrió viéndola, en las últimas semanas se habían vuelto amigos muy cercanos.

El resto de las chicas junto con Tom entraron y yo les sonreí, tratando de ignorar el aroma de los Dixon que todavía flotaba en el aire y se había aferrado a los muebles, haciendo que mi corazón latiera acelerado.

—Bienvenidos —articulé—. Pueden acomodarse donde más les guste. Mi habitación está por allá y...

Señalé la dirección mientras miraba la cabaña, apenas entraba luz por la puerta y nos encontrábamos en penumbras. Mi alma cayó a mis pies en cuanto pecibí el desorden que había: alguien había estado allí antes que nosotros. Habían saqueado el lugar, seguro que buscaban algo útil, como comida o armas.

En lo primero que pensé fue en los arcos y las flechas, todas eran herencias familiares. Yo solo venía a la cabaña en las vacaciones de verano, cuando mis amigas volvían a sus hogares con sus padres. Así que, como la mayor parte del año no estaba allí, los había escondido, a pesar de que había puesto una alarma con servicio de seguridad. Eran lo único de valor que había en la casa, excepto por algunos electrodomésticos, pero esos eran reemplazables; los arcos de mi familia, no.

Corrí hacia la habitación de mi padre, que era la que peor se veía porque había estado ocupada de cajas llenas de recuerdos y ahora su contenido estaba todo esparcido en el suelo. Tragué saliva, empujé la cama hasta el armario y me subí srriba de ella, desde donde veía la parte superior del armario, que tenía una madera de decorado, pero tenía una traba escondida, la pulsé y se abrió, dentro había otra puerta con una pequeña cerradura, la llave era pequeña y la tenía colgando de una cadenita en el cuello, junto con un relicario y un anillo.

Me saqué el colgante y usé la llave, y ahí estaban, los arcos y las flechas. Eran varios, todos profesionales y costosos, antes habían estado colgando en las paredes del cuarto de mi padre, pero cuando regresé a esta cabaña con dieciocho años los guardé. Suspiré aliviada. Tendría que llevarme las flechas porque serían necesarias. Podría compartir los arcos, no tenía problema, podría dárselos a mis amigos. Así también evitaría que me los robaran unos desconocidos.

Tendrían que aprender a usarlos, practicar mientras yo vigilaba, porque era sencillo perder la puntería y lastimar a alguien o fallar en un tiro que sería de vida o muerte.

Volteé y vi a Sam allí parada, en la entrada de la habitación.

—¿Qué sucedió aquí? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—Algunos saqueadores, habrán estado buscando algo interesante... No importa ya, ayúdame con esto —contesté al tomar unos cuántos arcos, ella se acercó y yo se los di.

Luego tomé los que faltaba junto con las flechas.

—¿Esto no es demasiado? —se rió.
—Alcanza justo uno para cada uno de ustedes, sí es que quieren aprender a usarlos. Podrían ser complicados de transportar, pero si nos vamos a quedar aquí serán muy útiles para cazar y acabar en silencio con los enfermos que anden cerca.

Sam asintió y abrazó los arcos.

—Estoy ansiosa. Será divertido, desde que te vi en un entrenamiento he querido usar uno —comentó.
—¿Por qué nunca me pediste prestado el mío?
—No lo sé, pensaba que capaz, como era una reliquia familiar y lo usabas de forma profesional, bueno, tal vez no querías que alguien que no sabe nada de la arquería lo use. Podría romperlo —explicó, mientras salíamos de la habitación.
—No, para nada —respondí—. Te hubiera enseñado de haber sabido.

Tom, Theo y Camille se dedicaron a cocinar, mientras el resto tratábamos de poner un poco de orden y limpiar la cabaña, más que nada la sala.

La cabaña era perfecta para pasar aquellos días, teníamos gas envasado para cocinar y tener agua caliente, y sí sabíamos cuidarlo podía durarnos meses o hasta más de un año, porque había tres contenedores llenos. Además, el lugar también se manejaba con un generador, por lo que teníamos electricidad, aunque dentro de unos días tendríamos que buscar más gasolina porque se terminaría la energía pronto.

Oíamos algunas risas provenir de la cocina, eché una mirada para ver qué tan bien se llevaban los chicos con Cam, que solía ser más bien tímida y retraída, no era confiaba, ni se abría fácilmente. Me puse feliz de verla así en tiempo como aquellos, donde las risas y la alegría no se encontraba fácil.
Me asomé a la cocina un rato después de terminar de limpiar, Camille estaba haciendo la mesa, dejando platos llenos de estofado y arroz. Volví a la sala y alcé la voz.

—¡Familia! La cena —dije entre risas, medio en broma, aunque era cierto, ahora seríamos una familia.

En la noche, todos fueron a dormir, las chicas se dividieron entre mi habitación y la de mi padre, mientras Tom dormiría con Theo en la habitación de invitados.

Yo decidí hacer la primer guardia, al menos haríamos algunas estos primeros días hasta que supiéramos bien cómo era la zona y sí el lugar llamaba la atención de los enfermos, o de otros sobrevivientes, o saqueadores.

Theo quiso acompañarme aunque le dije muchísimas veces que no era necesario, disfrutaba de la soledad y aún más en mi hogar.

Él estaba sentado a mi lado en el sofá, no dejaba de charlar, y yo solo podía pensar en que sentía un vacío. Era extraño, había cierta incomodidad en mi pecho.
Jamás había llevado a ningún hombre allí, solo a los hermanos, quienes eran ya una familia para mí cuando los traje por primera vez... Además de ser las únicas personas que tenía en aquel momento.

Su mano acarició mi muslo y yo solo quise separarme de él. Cada roce y toque me hacia recordar a Daryl. Era muy extraño cómo hasta hace un día, me sentía muy entusiasta ante su mirada y sus toques, pero ahora, aquella emoción, esa adrenalina y euforia habían menguado.

Lo comparaba con Daryl. No debería, ni quería hacerlo, pero era algo que me salía de forma inconsciente. Theo se me hacía tan bueno, amable, dulce y divertido...

Pero Daryl era familiaridad, y eran impulsos y explosividad, instintos salvajes, libertad, brutalidad, pasión, misterios, fuego, compasión, secretos y soledad. Era caos, pero también era calma. Colores en medio de la oscuridad. Un brote verde en el desierto.

—Voy a salir a dar una vuelta, mirar el terreno —murmuré, levantándome.

Tomé el arco, flechas y abrí la puerta.

—Voy contigo —dijo tomando su lanza.

Ahogué un suspiro, quería estar sola, pero no dije nada. Ambos salimos, dimos una vuelta alrededor de la cabaña, miré a la distancia, pero no había ni un solo movimiento entre el follaje, ni siquiera de animales, así que regresamos.

Caímos de nuevo en el sofá, hablamos toda la noche, pero yo mantuve las distancias. A veces él se acercaba demasiado y yo lo apartaba con suavidad. Él hacía como si no pasaba nada y luego volvía a intentarlo. Me pregunté sino se daba cuenta de que no estábamos en la misma sintonía, sino era obvio que yo no quería que sucediera nada en aquel momento, que no tenía ni un poco de ganas de estar con él de esa forma. ¿Cómo podía no notarlo?

Pero, al final, solo me dejé llevar. Llegué a la conclusión de que tal vez yo era el problema. Tenía a un chico guapo, inteligente, genial, amable y divertido conmigo. ¿Por qué no querría estar con él? Cualquier ora chica moriría por estar en mi lugar, en especial como estaba el mundo ahora. ¿Quién sabía sí volvería a encontrar a otro hombre así? ¿O otro chico, en general? Tal vez éramos los últimos jodidos humanos vivos en la tierra.

N/A: A Lil le cuesta mucho formar una relación sana con un hombre (😭)

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