9
Las clases ya habían comenzado y yo tuve que ir a una nueva escuela, una que quedara más cerca de mi casa de acogida, junto con mis hermanos de acogida.
Ya no podía ir tan seguido a la cabaña porque tenía clases, pero los fines de semana desaparecía completamente, con la excusa de ir a dormir a la casa de alguna nueva amiga.
Uno de esos días, estaba con Daryl y Merle, charlando sobre billar y apuestas.
—Hace poco un viejo amigo abrió un bar, así que siempre estamos ahí —comentó Merle—. Jugamos un poco de billar, algo de póker, ganamos unos cuantos dólares.
—Yo nunca jugué billar, pero en el póker me iba muy bien, jugaba bastante.
—¿Con tu padre?
—Sí, casi siempre le ganaba —contesté jugando con una pequeña piedra, pasándola de una mano a la otra.
—Dirás que te dejaba ganar —corrigió Merle.
Bufé molesta y le lancé la pequeña piedra, que al final terminó por esquivar y reírse. Así era nuestra relación, así nos llevábamos.
Entonces ambos hombres se levantaron del tronco en el que solían sentarse y sacudieron un poco sus ropas. Sabía que cada vez que hacían eso, era porque ya se iban. Yo solía quedarme unos pocos minutos más y luego tomaba mi propio camino.
—La verdad no puedo creer que jamás hayas jugado al billar, niña —dijo Merle.
—¿Crees que Robert este esta noche? —preguntó Daryl mirando a su hermano, yo miré el atardecer—. Es tan fácil desvalijarlo.
—Pésimo jugador, dinero muy fácil —asintió Merle—. Pero prefiero que este Killian, por esas rondas que paga cuando gana. —Chasqueó la lengua—. Da igual, siempre habrá un tonto al que ganarle.
Merle abrazó a su hermano por los hombros y ambos me dieron la espalda comenzando a caminar en dirección contraria a mí, alejándose entre los árboles.
Yo bajé la vista y tracé unos espirales en la tierra con mi dedo índice, mientras esperaba a que desaparecieran en la espesura.
—¡Oye! ¿Por qué te quedas ahí sentada? —Era Daryl, se había vuelto.
—Eh, yo... —Levanté la cabeza, sobresaltada.
—¿No vienes?
Parpadeé, algo aturdida. Luego asentí y me levanté de un salto. ¡Me habían invitado! Me sentí orgullosa y contenta, algo debía haber hecho bien como para que me consideraran su amiga ahora. Porque invitarme significaba eso, ¿no? Que ahora sí éramos amigos.
Tomé el arco, flecha y la bici para acercarme.
—¿A dónde vamos? —pregunté, aún sin creer que estaba pasando.
—¿Eres tonta, sorda o tienes problemas de memoria?
Cierto, el bar...
—No seas imbécil. Me refiero a la calle —improvisé, fingiendo molestia.
Una vez que llegamos al bar, el propietario, Albert, no se encontraba muy contento de que una menor estuviera allí, pero le prometimos que yo no bebería alcohol. Los hermanos le juraron que me tendrían vigilada (no es que realmente les importara eso, sino que no los vetaran del bar). Aunque la verdad era que desde ese trago asqueroso de cerveza, no estaba interesada en eso.
Me integraron rápidamente en su grupo de conocidos, que era muy variado y divertido. Todos me aceptaron y fueron buena gente y agradables conmigo, y sí había uno u otro que no, no eran difíciles de controlar, mucho menos para los hermanos, quienes se encargaban de que yo estuviese segura.
Incluso se habían metido en peleas por mí, que sí aquel tipo me gritó, me desdeñó, que sí tan solo me miró mal o respiró extraño cerca de mí... No tardaban un segundo en salir a defenderme.
Merle y Daryl se apellidaban Dixon.
Yo era Croft, pero como rápidamente me hice conocida por ser la protegida de los hermanos, fue como si me adoptarán como una Dixon más.
Dudaba que siquiera los mismos Daryl o Merle recordaran que yo tenía otro apellido. Todos nos llamaban los Dixon. A los tres.
No importaba que no fuera una más de ellos, al menos no biológicamente. Porque en sentimiento y rutina, éramos una familia.
Los conocí muy bien. Merle solía ser bastante loco, mandón y cascarrabias, alguien que muy fácil se metía en problemas y causaba enemigos. Pero me tenía mucho afecto, era demasiado charlatán, juguetón y molesto conmigo. Un hermano mayor en todo su esplendor.
Daryl, por otro lado, era impulsivo, pero bastante tranquilo si no estaba su hermano. También solía ser más reticente y callado. No hablábamos mucho y a veces hasta lo notaba comportarse extraño en algunas ocasiones cuando yo acaparaba toda la atención de Merle, pero lo entendía, pues habían sido siempre solo ellos dos y ahora de repente llegaba yo a robar parte de su relación de hermanos.
A pesar de esos celos, él jamás me había hecho sentir apartada o ignorada, ni me había tratado mal. Era él que más me vigilaba y cuidaba.
Uno de esos días que estábamos en el bosque me atreví a mostrarles la cabaña de mi padre, confié en ellos y nos metimos, hicimos una fogata en el patio, no había mucha leña y cuando el fuego se fue apagando, tomé algo de mi antigua ropa que quedaba allí, aquella que ya no me entraba y comencé a quemarla.
Vestidos, faldas... Fue lo único de lo que me pude deshacer. Los vi arder hasta que los ojos se me llenaron de lágrimas y me escapé para llorar sola en el baño.
Fue un recuerdo el que me provocó deshacerme de ellos, jamás volvería a usar algo así, porque aquella vez me hizo sentir tan indefensa y no podía volver a permitirme eso.
Me tomé mi tiempo para liberarme y calmarme, luego me lavé la cara y esperé unos minutos a que la hinchazón de mis ojos bajara.
Una vez que abrí la puerta, me encontré en el suelo frente a mí una lata de Coca Cola de cereza, que era mi favorita.
A mitad de la cena (un conejo que habíamos cazado), le pregunté a Merle sí me enseñaba a pelear como él, ya que era al que más había visto meterse en líos y salir casi ileso. Hasta diría que él disfrutaba esas peleas callejeras.
Él aceptó y esa misma noche empezamos. También disfrutaba verme fallar y darme unas cuantas palizas.
—Vamos, ¿estoy criando a una princesita o a una soldado? —se quejó cuando al caerme y rápidamente las piernas con la tierra, me quedé allí, con la cabeza baja y tratando de no llorar por el dolor.
Sabía que necesitaba eso, por muchas razones. Con la cacería había aprendido a mirar detalles que otros no y agudizar el oído, también me había vuelto sigilosa, pero no fuerte, ni rápida, mucho menos sabía defenderme.
Saber pelear me ayudaba a no sentirme indefensa y me serviría mucho saber defenderme, algo que necesitaría sí seguía frecuentando los mismos lugares que los hermanos. A pesar de que los tenía a ellos, sentía que necesitaba poder hacerlo por mí cuenta por sí llegaba el momento que estuviera sola, porque yo sabía bien que en unos minutos todo podía cambiar.
Fue por eso que apreté los dientes y espabilé, deshaciéndome de las lágrimas. Entonces me levanté de nuevo y arremetí contra él.
N/A: Soy mucho de escuchar música para ambientales en lo que escribo e inspirarme en escenas. Así que he estado haciendo una especie de playlist para esta novela, una canción por cada capítulo para que puedan disfrutarlas conmigo❤ ¡Les estoy dejando los vídeos con las letras al inicio de cada capítulo! Ya tienen disponibles desde el prólogo hasta este :D Y todas tienen algo que ver con el contenido de esa parte elegida, obvio :*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro