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5

Entonces llegó el día en que me puse como prioridad, tal vez fue tarde, tal vez fue a justo tiempo... No lo sé. Pero no me quedé quieta. Actué en cuanto no obtuve la ayuda que necesitaba.

Ya casi llevaba viviendo dos años con ella, estaba por cumplir quince y mi madre había perdido su trabajo por quedarse dormida (por décima vez). Y claro que me culpó a mi por no despertarla y lo pagué con una paliza, sin importar que a la hora que ella tenía que levantarse yo ya estaba en mi segunda clase en el colegio.

Lo peor era que, aunque hubiese estado con ella para despertarla, me hubiera ganado una paliza por levantarla de la cama. Ya me había sucedido otras veces.

Lo que ella más odiaba era que no podía mandarme a trabajar porque yo era pequeña aún, legalmente hablando, al menos debía tener 15 o 16, así que siempre se quejaba de que me gastaba todo su dinero y que me comía toda su comida, pero no aportaba nada a la casa.

Era verdad. Solamente en eso estábamos de acuerdo.

Como ninguna trabaja, era inevitable quedarnos sin dinero y comida (aunque esto último realmente no le importaba a ella). Tampoco nos quedaba nada de valor que vender, porque ella ya lo había hecho, siempre estaba vendiendo cosas para conseguir algo más de dinero y así comprar drogas. Aquellos días fueron muy duros; ella estaba mal, realmente mal porque no conseguía nada de drogas. Nadie le quería vender porque no tenía para pagarles.

De todas formas, ella no dejaba de rogar a todos sus dealers por un poco de cocaína, heroína o alguna mezcla barata de lo que fuera. Lo sabía porque los invitaba al remolque a charlar. Algunos aceptaban un par de caricias a cambio, otros pedían un poco más, hasta que se cansaron de ella. Ella seguía rogando por drogas fiadas mientras buscaba otro empleo, pero ellos querían dinero y no querían esperar para conseguirlo.

La abstinencia parecía estarla matando.

Entonces fue que encontró a este hombre que no la conocía, pero estaba dispuesto a darle algo. Era enorme, calvo y viejo. Llegó a la casa cuando yo estaba haciendo la tarea de matemáticas, le dio unas jeringas a mi madre y ella se instaló en el baño. Él fue simpático y charló conmigo durante media hora hasta que ella salió, incluso me ayudó con la tarea. Cuando mi mamá se acercó, ambos se alejaron hasta el cuarto y comenzaron a discutir. Otra vez la oí suplicar; ella quería más, a pesar de que ya se había inyectado hace tan solo minutos. Y por lo que ví, fue mucha cantidad.

Él no estaba aceptando las caricias de mamá, así que ella dio vuelta la casa entera buscando algo que darle a cambio de más.

Estaba desesperada. Y me encontró. Me miró. Me vio. Por primera vez realmente me veía.

Todo cambió en ella. Comenzó a lucir desconectada. Me tomó por los hombros y me hizo levantarme de la silla.

Me colocó enfrente de sí misma, me agarró muy bien por los hombros y miró al hombre que se nos había acercado, listo para irse.

—¿Te presenté ya a mi hija? —Hizo una pausa—. Apenas tiene catorce años. —Luego hizo una pausa—. Bueno, casi quince —se corrigió, buscando hacerme ver más grande, en vez de más pequeña.

Todo es borroso a partir de ahí. Sé que ella se le acercó y charlaron en susurros, apartados de mí. Él le dio más droga para derretir y ella se encerró de nuevo en el baño.
Él se acercó a mi, me dijo que volviera a sentarme, se colocó a mi lado y comenzamos a hablar de nuevo. Me preguntó por mi padre, por la escuela, por mis amigos, sí tenía novio, por mi ropa...

—Tú vestido es muy lindo. Y tú eres tan hermosa...

N/A: A partir de ahora se narrará una escena de abuso sexual infantil e intento de violación, por favor tener discreción. No es explícita, ni larga, pero sí te parece necesario saltearla, está perfecto. Abajo avisaré cuando termine.

Me removí incómoda cuando colocó una mano en mi pierna. Miré y vi que con la otra se tocaba su entrepierna.

—Tranquila. Solo vamos a jugar un rato, te prometo que vas a divertirte. Te va a gustar. Voy a ser muy bueno contigo.

Comenzó a besarme el cuello mientras sus manos recorrieron mi cintura, cadera y piernas. Me aparté sintiéndome neuseabunda, asqueada... Adolorida. Me dolía todo y aún no había pasado nada.

—Quédate quieta.
—No —murmuré entre quejidos cuando me tomó de las piernas tratando de meterse en medio. Lo sentí mucho, se había metido por debajo de la falda de mi vestido.
—Sí obedeces, no pasará nada malo. No te va a doler, quédate quieta. —Lo ignoré y seguí retorciéndome incómoda—. No seas malcriada. ¡Maldita niña!

Sollocé asustada por todo, el momento, él, sus roces, los gritos...

—¡Mamá! ¡Mami! Ayuda. ¡Ayudame! No quiero. ¡No! —Lo golpeé repetidas veces. ¿Pero qué era mi fuerza al lado de la de un hombre adulto? Nada.

Yo no era nada.

—¡Quieta! Para. No es personal esto... Deja de ser tan exagerada.

N/A: Fin de la escena.

Cuando sacó sus manos de encima mío para bajarse el pantalón, logré escabullirme y salir corriendo, él había tomado el borde de mi falda en un puño, pero yo no cedí y con toda mi fuerza empujé hasta que escuché que la tela se rompió y fui libre.

Me dirigí al baño, golpeé la puerta una y otra vez gritándole a mi mamá tan alto que mi garganta parecía en llamas. La puerta por fin cedió ante mis golpes y la vi ahí, tendida, casi inmóvil, mientras sus ojos se ponían vidriosos y se cerraban.

Vi de reojo que él ya se había subido el pantalón y venía por mi. Corrí hacia la habitación, cerré la puerta y rápido moví la cama para trabar esa entrada y hacer tiempo. Solo quería alejarme de ese hombre y que no volviera a tocarme, no me importó nada más, así que me trepé a la ventana y me tiré. No era muy alto, pero igual fue dolorosa la caída.

Hubo más moretones y raspones de los que ya tenía, pero a esa altura no importa mucho. La tierra, el césped y el rocío se me pegaron a la piel y a la ropa. Me levanté cuando lo vi asomar la cabeza por la ventana y mirarme... Luego desapareció hacia adentro del  remolque.

Yo sabía que vendría por mí. No se detendría. No me dejaría en paz hasta que obtuviera lo que quería.

Sabía que sí comenzaba a correr, me alcanzaría, porque nunca había sido rápida en cuanto a correr, sino rápida en disparar flechas.
Y siempre había entrenado mi sigileza para cazar, no la fuerza o la velocidad...

Disparar. Sigilo. Cazar.

Me metí debajo de la caravana, pero él alcanzó a verme cuando salió por la puerta. Por suerte, era un hombre tan grande que no cabía allí.

—En algún momento tienes que salir. Y te atraparé, pequeña.

Contaba con ello. Y sí todo salía como lo planeaba... De todas formas no pude calmarme, ni siquiera pensando en aquel plan; mi corazón se agitaba a mil y las lágrimas de mis ojos no me dejaban ver bien.

Me arrastré por el suelo hasta llegar a la mitad, donde estaba escondido aquel objeto que siempre había sido parte de mí, pero que mi madre odiaba porque le recordaba a papá, entonces había tenido que ponerlo allí para que no lo vendiera o lo rompiera.

El arco y las flechas estaban descansando en la tierra bajo el cuidado del remolque, que mi madre jamás movía. Las rodeé con mis manos y me arrastré por el lado contrario a donde estaba el hombre. Salí y comencé a correr, preparando el arma.

Como no estaba prestando atención al camino y además no veía nada con los ojos llorosos, me tropecé y caí. Las flechas volaron por todos lados, pero me aferré al arco.

Me incorporé levemente y al mirar atrás, vi su figura, era una mancha negra entre todo el verde del campo y se acercaba corriendo.

—No hay nada que puedas hacer para evitarlo, ya deja de retrasar esto. Sabes que no hay nadie cerca en kilómetros. Nadie va a rescatarte —gritó enfurecido y agitado.

Era cierto.
Yo me tenía que salvar sola.

Tomé rápidamente una flecha, la coloqué y apunté con las manos temblando mientras sollozaba, porque tenía tanto miedo de fallar, de que volviera a poner sus manos sobre mí e incluso me hiciera cosas peores.

Disparé.
Y nada. No le di. Así que lo hice de nuevo. Y de nuevo. Nada aún, ni siquiera le rozaban.

Solté un gruñido entre sollozos, una mezcla de furia, frustración y terror.

Él se río, llegando a tres metros de mí. Bajó la velocidad, relajado, divertido y hasta confiado.

—Ni siquiera sabes cómo usar eso —se burló.

Podía ser la falta de práctica. Podía deberse a mis temblores. Podía ser que no veía bien. Podía ser desconcentración o miedo. O desesperación.

Tantas variables... Y solo me quedaba un tiro.

Presa. Cazador.

Detuve el llanto como si funcionara como un interruptor de luz. Me limpié los ojos rápido con mis puños. Respiré hondo.

Presa. Cazador.

Pausé misnpensamientos. Mantuve la mente fría. Tomé la última flecha que estaba cerca. Fijé el objetivo, tensé la cuerda y apunté.

Presa. Cazador.

Relajé la mano con un suspiro. La flecha se disparó y él la recibió con un ruido ahogado.

La presa.

El cazador.

Vi cómo se llevaba las manos a la garganta, a aquel punto blando al que había apuntado. La sangre le salía a borbotones por la boca y la herida. Parecía querer decir algo, pero ahogaba con ella.

No sabía si acercarme o no, porque aun tenía miedo. Pero él ya no estaba en condiciones de hacerme daño. Yo tenía el poder ahora.

Así que me acerqué.

Quise decirle tantas cosas, pero mi lengua estaba pesada y sí abría la boca, lloraría, así que callé mientras observaba como la vida se le escapaba de los ojos, como se sacudía adolorido y desesperado, como su pecho dejaba de moverse hasta que ya no pudo respirar en lo absoluto.

Estaba callada, sí, pero en mi mente decía: No seas tan exagerado, no fue para tanto.

En mi mente pensaba: No fue personal.

En mi mente se repetía: Sí tú eras el cazador, yo tenía que ser la presa.

Y las cosas nunca fueron así para mí...

Entonces me agaché a su lado para recuperar mi flecha.
Apreté los dientes al verle su rostro tan cerca y no pude evitar retorcer la flecha en su cuello antes de sacarla. Él aulló de dolor, fue el último ruido que hizo.

Y yo, por fin, encontré mi voz.

—Presa. Cazador —sentencié, apuntándole con la flecha ensangrentada primero a él y luego a mí—. Es la supervivencia del más fuerte.

Y yo era la más fuerte.

N/A: Un capítulo muy fuerte, con un crimen tan común que es asqueroso e increíble. Escribí esto con todo el respeto del mundo, espero a nadie le haya caído mal o le haya revuelto cosas. Espero no hayan tenido que vivir algo así. Sí lo hicieron, espero hayan tenido justicia. Si no la tuvieron, ojala algún día se haga, por mientras espero que ustedes tengan paz, estén mejor y seguras. Aquí siempre les creeremos y apoyaremos💜

PD: Lo de la presa, el cazador y ser el más fuerte, etc es solo una analogía que usó la protagonista para darse fuerzas y sobrevivir. No pretendo que tengas segundas intenciones, ni que ofenda a nadie.

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