
23
Le sonreí a los clientes, asentí a sus peticiones y les entregué las llaves. Intenté ignorar el ruido que provenía desde el salón y las oficinas. Y también traté de que los clientes no se dieran cuenta de ello. En cuanto se retiraran a su habitación, alguien se llevaría un regaño enorme. ¿Cómo podían hacer tanto lío? ¿Qué diablos hacían?
Entonces oí algo, que se iba acercando. Una ambulancia. Luego, un auto de policía.
Ambos coches estacionaron frente a las grandes puertas de vidrio, las luces rojas y azules iluminaban a los clientes que estaban en la estancia.
Los agentes de policía y los paramédicos bajaron rápido y entraron corriendo, dirigiéndose hacia el salón y las oficinas. Desaparecieron tras las grandes puertas; yo observé como una de mis compañeras de trabajo, quién atendía las mesas en el salón, salía de allí, lucía impresionada.
—Lucy, ¿Qué sucede? —pregunté, saliendo de detrás del mostrador y acercándome a ella.
—Atacaron al jefe —murmuró, sin aliento.
Subí las cejas por la sorpresa. Escuché gritos desde donde se habían metido los policías. Los primeros en salir fueron los paramédicos, llevando en una camilla a nuestro jefe. Segundos más tarde, salieron los policías, con el culpable esposado.
Mis manos comenzaron a temblar y las llevé a mi espalda para que nadie lo notara, mientras veía como se llevaban a Daryl esposado.
Llegamos a casa. Al departamento. Dejé las llaves sobre la mesa.
—Vamos, Lil, dime algo. No has dicho nada en todo el camino. ¿Qué pasa?
Parpadeé y me dirigí a la cocina por un vaso de agua.
—¿Estás enojada conmigo? —dijo, ofendido y elevando la voz, cuando me vio alejarme.
Había pasado toda la tarde en la comisaría hasta que me dijeron el precio de su condicional, la pagué y regresamos a casa, ahora casi era madrugada. No le había dicho ni una palabra en todo este tiempo.
Mil cosas pasaban por mi mente, pero todas morían en mi garganta, antes de que lograran salir en gritos. Mi furia fue silenciosa, mis sentimientos eran un veneno que yo misma me estaba tragando.
Me serví agua en un vaso y lo tomé todo de un trago. Respiré hondo evitando pensar en lo bien que me vendría un whisky.
Mentira, en verdad me centré en ese pensamiento. El vaso en mi mano, el líquido ambarino, su olor fuerte, el sabor quemando mi garganta, bajando por mi esófago, el regusto que quedaba en la lengua al terminar el trago. Era una mentira, porque solo estaba tomando agua, pero me hacia relajarme pensar que aquello era whiskey, recordar esos tiempos, soñar un poco...
—¿Por qué estás enojada? No entiendo... —La voz de Daryl iba pasando de confundida, a una voz rabiosa—. Solo te defendí —se quejó entrando a la cocina.
Yo había salido de mi trabajo antes de que mi horario terminara, aprovechando todo el escándalo que había, para ir por él. Fui a buscarlo a la comisaría más cercana y en cuanto me dejaron verlo, las únicas palabras que pude decirle fueron «¿Qué hacías allí?», refiriéndome a mi trabajo.
«Me dijiste que tenían empleos disponibles para hombres, te dije que lo pensaría y después de que me dijeras que querías una boda...», contestó, tras las rejas. «Fui por ti. Quería conseguir el empleo para juntar más dinero y darte lo que mereces, pero... Escucha, ese tipo, tu jefe, él no sabía ni que nos conocíamos, no sé lo dije, entonces me vio mirándote y dijo que no me metiera contigo porque eras una cualquiera, que se la... », había suspirado, Daryl no podía decir aquellas palabras sobre mí, ni aunque fuera un repetición de lo que otra persona dijo, «que estuviste con él para obtener el empleo, que lo perseguías, que poco le importaba que fueras una...» negó, callándose, «que estabas buena y te usaría hasta...» bufó y negó de nuevo, esta vez furioso, «era un hijo de puta, no podía dejar que dijera esas cosas de ti.»
—Porque eran puras mentiras lo que dijo de ti, ¿no es cierto? —insistió.
Le di la espalda y volví a servirme otro vaso de agua. Miré como el agua de la canilla llenaba el vaso de vidrio hasta llegar arriba y no la detuve cuando comenzó a rebalsarse. No cerré la llave.
—¡¿Cierto?! —preguntó desesperado.
Y aún tenía el valor de preguntarlo. Tenía ese coraje.
Me concentré en el vaso, mordí mi lengua. El enojo solo iba en aumento. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
—Mierda, Lilith. ¡Sólo responde! ¿Pasó lo que dijo ese idiota o no? —gritó, molesto.
Mi respiración se agitó. No me di cuenta de que estaba apretando los puños. El vaso de vidrio se rompió bajo mi fuerza. Los vidrios quedaron en el lavavajillas. Algunos se incrustaron en mi mano, que abrí de inmediato. El agua del grifo ayudó a que cayeran, a despejar la herida, pero mi mano tenía cortes pequeños y sangrantes.
El agua se llevaba la sangre. El agua se tiñó de rojo.
Tomé un trapo de la cocina y envolví mi mano. Por fin, miré a Daryl.
—Falta dinero. —Fue lo que dije.
—¿Qué? —soltó, confundido.
—Regresé a casa para buscar dinero para tu fianza. Faltaba dinero en mis ahorros. Muchísimo dinero. ¿Para qué lo tomaste? —pregunté, tranquila. Tratando de estar tranquila.
—Yo no... ¿Por qué cambias el tema? —Volvió a su tono enojado.
—Porque quiero saber que hiciste con ese dinero. Porque tuviste que tomarlo tú. Solo nosotros dos hemos pisado este lugar.
Desde que nos mudamos, yo había decidido sacar el dinero del banco y traerlo a nuestro departamento, porque era más fácil tenerlo allí, además vivíamos en una linda zona de la ciudad donde no había muchos robos. Y necesitaba ese dinero, para cuando entrara en la universidad, dentro de dos semanas; tenía que pagar mis estudios.
Daryl suspiró.
—Sí, lo tomé yo. ¿Ahora puedes responderme tú?
—¿Para qué lo tomaste? —repetí, poniéndome nerviosa, pero tratando de confiar. Solo necesitaba una respuesta.
—Da igual. Te lo devolveré, sabes que lo haré. No te estoy robando. Sé que es importante para ti, que es para tus estudios...
—No te pregunté sí me lo devolverías, quiero saber para qué lo tomaste —exigí. Comencé a ver borroso. El aire me ahogaba.
—¿Por qué mierda importa para qué? ¿Por qué no me respondes? No evites la pregunta, Lilith.
—¿Fue para drogas? ¿Compraste drogas? —solté, al fin, aquel pensamiento que me apresaba desde que descubrí que faltaba dinero.
—¡No! Por supuesto que no, estoy limpio. Sabes que estoy limpio —negó, ofendido por mi pregunta.
—¿¡Entonces por qué te pones tan misterioso y no me dices para qué carajos tomaste tanto dinero!? —articulé, enojada, desesperada, triste, golpeando la mesa con mi puño.
—¡No fueron drogas! Es todo lo que debes saber —gritó en respuesta.
—¡Es mi puto dinero! Y tú ni siquiera me dices en qué lo gastaste.
Daryl me miró en silencio, respiraba lento, tratando de calmarse. Yo apreté los dientes.
—Sí estás drogado, sí te cuesta estar limpio, solo tienes que decirme. No tienes porqué mentirme —murmuré, más tranquila—. Eso explicaría porque te comportas así.
—¿Así? ¿Así cómo? —preguntó, confundido.
—Como un idiota agresivo que atacó a mi maldito jefe.
—¡Ya sabes porque lo hice! No puedes culparme por eso, él fue quién...
—¡Poco me importa qué mierda hizo, Daryl! Es mi puto jefe, no puedes mandarlo al hospital por palabras sin importancia.
—¿Palabras sin importancia? Has dejado a una chica sin dientes por mucho menos —me recordó, molesto.
Lamí mis labios y asentí.
—Sí, tienes razón. Yo lo he hecho. No te necesito para defenderme de nada —negué, furiosa.
—¡¿Por qué carajos no te parece bien lo que hice?! ¿De verdad tú...? —Dejó la pregunta al aire. Negó, furioso.
—¿Qué quieres que te responda? ¿La verdad o lo que quieres oír? —dije y vi dolor en su mirada—. Pareces bastante convencido de qué algo pasó.
Daryl salió de la cocina. Yo no lo seguí. Destapé mi mano, los pequeños cortes ya habían dejado de sangrar, pero el trapo quedó lleno de sangre y me aferré a el. Me serví otro vaso de agua, pero lo dejé en la mesada cuando vi que Daryl regresó. Me miró con ojos de cachorro apaleado.
—Solo quiero saber sí es cierto o no. Me da igual todo lo demás. —soltó, serio.
—¿Qué me estas pidiendo, Daryl? —Arqueé ambas cejas ante su frase.
—¿Te acostaste con ese tipo por el trabajo? —preguntó, sin tapujos.
El aire abandonó mi pecho.
—¿Tú de verdad piensas eso de mí? —pregunté, herida.
—Solo quiero saberlo. Me da igual sí lo hiciste. No pasa nada. Solo dime la verdad —murmuró—. Me contaste que eran muchísimas chicas para el puesto, que las probaron por un mes y tú fuiste la única que lo ganó. Y sí tú tuviste que...
Y exploté. Le lancé el trapo, le lancé un tenedor que había por allí, le lancé un llavero y otras cosas. Lo único que lo alcanzó fue el trapo, el resto golpeó la pared detrás de él.
—¡Eres un hijo de puta! —grité, alterada.
—¡Tú eres la que se esta comportando como una estúpida! —explotó, también, y lanzó el vaso de agua, aunque fue lejos de mí; este dio contra una pared, saltando en decenas de pedacitos y mojando la pared y el suelo—. ¡¿Qué carajos pasa contigo, Lilith?! Solo te estoy haciendo una pregunta, ¡y sí tanto te cuesta responderla, por algo será! —gritó—. ¡Sí no escondieras nada, me responderías!
—¡Así cómo tu me dijiste en qué usaste mi puto dinero! Maldito mentiroso —enfurecí.
—¡Al menos yo no me ofendí por la pregunta! Porque sé que no he hecho nada malo —contestó con superioridad.
—¡Y sí pusieras más de tu parte, sí tuvieras un poquitito más de razonamiento, sentido común y cerebro, te darías cuenta que me despidieron del puto trabajo por tu culpa! Eh, ¿Quieres que no me ofenda cuando me planteas eso después de haber sido despedida?
Momentos antes de pagar la fianza, Lucy me había enviado un mensaje.
«Lo siento, descubrieron que fue tu esposo. Será mejor que no regreses... Lo lamento mucho.»
—¿Cómo quieres que reaccione sí me echaron porque casi matas a mi jefe? ¿Y lo hiciste solo porque le guste al viejo y te dijo todas esas mierdas para que no te me acercaras? ¡Perdí mi puto empleo porque te comportaste como un neandertal! No puedes solo golpear a la gente cuando dicen algo que no te gusta, Daryl... Te comportas justo como un maldito drogadicto —chillé.
—¡¿Por qué inventas todo esto?! ¿No es más fácil admitir la verdad y ya? ¡Te he dicho que no me importa sí estuviste con ese sujeto! —gritó aún más fuerte.
—¡Pues a mí si me importa que pienses que soy tan hija de puta como para acostarme con ese tipo, a espaldas de ti, por un trabajo! —seguí su ejemplo y elevé aún más la voz.
Daryl se dio la vuelta, ignorándome. Estaba furioso igual que yo. Se fue de la cocina.
Yo salí al balcón a respirar algo de aire. La vista era muy bonita, pero quién sabe sí podía seguir viviendo allí otro mes, cuando ya me había quedado sin dinero. Con suerte me alcanzó para la fianza.
Comencé a llorar de triste, furia, decepción y enojo, mientras me aferraba a la barandilla, no sé cuanto tiempo estuve allí, pero los ojos me ardían demasiado. Un olor extraño invadió mi nariz y me hizo escocer aún más los ojos y la garganta.
Tosí y cuando giré, vi la cocina... La cocina en llamas. Cortina, mantel, trapos; todas las telas se habían encendido.
No podía respirar. Entre el humo y el ataque de ansiedad que me dio, con suerte pude alcanzar a gritar por ayuda.
—¡Daryl! —sollocé, grité tan alto que sentí que me rompería las cuerdas vocales.
Hacia calor, mucho calor. Pero debía cruzar la habitación hasta la puerta para poder salir.
Miré hacia atrás, a la calle, pero vivíamos en un octavo piso, era imposible que saltara del balcón. Debía volver al departamento.
Me saqué la camiseta, me cubrí la boca y la nariz con ella para no respirar el humo y me abrí paso con lentitud, tratando de evitar todo lo posible las llamas.
—¡Lilith! —Oí el grito de Daryl al otro lado de la puerta.
La golpeó hasta que esta se abrió, haciendo que el fuego creciera y llegara hasta mí. Grité y corrí hacia la salida. Choqué con algo, creo que con Daryl, pero no me pude permitir abrir los ojos. La camiseta se había incendiado, el fuego me alcanzó y dolía como los mil infiernos, no sabía dónde era, ni dónde no, solo podía pensar en el dolor. Todo era dolor, no había otra cosa.
Una semana en el hospital. En pocas horas tendría el alta y podría irme a casa con pastillas, antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos.
Analgésicos. Estaba drogada, para no sentir dolor. De nuevo.
Y quisiera decir que fue en contra de mi voluntad, pero mentiría.
Quisiera decir que la estaba pasando mal, pero quitando las quemaduras, los medicamentos intravenosos eran fuertes y me estaban haciendo sentir bien. Muy bien.
Al salir, debería tener suficiente cuidado porque podría recaer.
Me encontraba mirando mi celular, ignorando todas las llamadas de los hermanos, hasta que se apagó la pantalla y pude ver mi reflejo.
Cuando la cocina se incendió, uno de los vecinos lo vio y llamó a los bomberos y una ambulancia, quienes llegaron muy rápido. El fuego no se extendió más allá de la cocina y yo fui atendida enseguida. Me sedaron, por lo que no recuerdo nada, pero tengo marcas en el cuerpo que me harán recordar esa noche por siempre.
Había una cicatriz amplia que subía desde el costado de mi pantorrilla hasta mi muslo derecho. Otra al frente de mi muslo izquierdo y llegaba hasta mi rodilla. Otra en la cadera, lado derecho, y que llegaba a mi cintura. Otra en el antebrazo derecho. Otra detrás del brazo izquierdo. Otra que subía por mi hombro derecho. Y la última, que iba desde la parte alta de mi cuello, subía por mi mandíbula y mejilla hasta casi mi pómulo. Esa la vería siempre, cada vez que mi rostro se reflejara en alguna superficie. Y no la vería solo yo, sino todo aquel que tuviera dos ojos y me tuviera enfrente.
Sí, por eso estaba ignorando a los hermanos. No atendía sus llamadas, no respondía sus mensajes y había pedido a las enfermeras que nadie entrara en mis visitas.
Y sí hubiera tenido en mi vida a otras personas a las que ignorar, también lo hubiera hecho. No quería ver a nadie, no quería estar con nadie, no quería hacer nada.
Por primera vez, quería estar en soledad.
En cuanto llegué al departamento, después del alta, se acabó mi soledad y paz. Daryl me estaba esperando. Por supuesto que me estaría esperando allí, en donde fue nuestro nuevo hogar.
—Lil... —murmuró, viniendo rápido hacia mí—. No sabía cuándo saldrías —agregó.
Dudó en moverse, porque podía ver en mi rostro el cansancio, la decepción y el enojo aún latente, pero al final me abrazó.
—Estoy tan feliz de verte. Me alegra mucho que estés bien —susurró.
—¿Sí? ¿Te parece que lo estoy? —solté, con amargura.
Los bomberos habían declarado que el incendio fue iniciado por una toma de corriente que hizo cortocircuito cuando le cayo agua encima. El agua del vaso que Daryl lanzó.
—Lil, por favor. No me hagas esto, sabes que yo nunca... Yo jamás... quise esto. Daría lo que fuera para volver el tiempo atrás, evitar cualquier discusión, no tirar ese vaso.
Sabía que decía la verdad, pero yo me encontraba tan mal emocionalmente, que era muy difícil pensar con claridad. También estaba aún con drogas inyectables circulando por mis venas, así que tal vez no estaba pensando de forma consciente.
—Lo siento tanto, amor. Perdóname —murmuró, colocando sus manos en mi cuello y acercando su boca a mi frente. Besó mi cabeza—. Por favor, por favor. Lo lamento —rogó con voz rota y me pregunté sí él estaba viendo lo mismo que yo.
El final. Llegaba el final de todo.
—Estoy cansada, Daryl —murmuré, sintiendo las lágrimas volver a mis ojos.
—Lil... —susurró, en un ruego. Negó, no quería tener esta conversación, pero era necesaria.
—Estoy muy cansada. Los últimos meses han tenido sus momentos de altas y de bajas. Y en un momento estamos en el paraíso, y al segundo siguiente tenemos una discusión que va empeorando con el pasar del tiempo —le recordé.
—Lo sé, lo siento.
—Da igual sentirlo. Yo ya no quiero esto —articulé, triste, pero decidida.
—Yo tampoco, te prometo que no volverá a pasar —juró.
Me separé de él y lo observé a esos maravillosos ojos azules. Él entendió mi mirada. Negó.
—No, Lilith, no, por favor. Prometo que...
—No me bastan promesas. Esto ha sido lo máximo que aguantaré. No pienso volver a decepcionarme. No pienso volver a discutir. No pienso tener otra herida encima. No lo merezco, Daryl —solté con firmeza.
Me sentía triste, sí, tan triste. No quería tener que tomar esta decisión, pero tenía que hacerlo. Por mi propio bien.
Yo ni siquiera culpaba a Daryl por el fuego, no lo hacia, pero esto había sido demasiado. Fue un accidente, sí, pero no quería otro accidente. Y no quería volver a discutir. Y no quería volver a llorar. Y no quería más promesas. Y no quería más disculpas. Y no quería más...
—Sé que no mereces todo esto. Eres tan perfecta. —Me tomó las manos—. Estoy tan orgulloso de quién eres y todo lo que vas a lograr, no sé que es lo que viste en mí, pero me alegro tanto de tenerte en mi vida. Estoy dispuesto a trabajar de lo que sea con tal de poder lograr una mejor vida para ambos. Por favor, te lo prometo, seré mi mejor versión, maduraré. Me convertiré en alguien que te merezca, porque sé que ahora no lo hago, no cuando tu eres un cien y yo no llegó ni a un tres. Pero te amo, y no puedo dejarte ir.
Traté de que soltara mis manos, porque solo lo estaba haciendo más difícil. No había forma de volver atrás.
Pero él se negó, rogó con su mirada.
—Daryl, Daryl, Daryl... —murmuré, tratando de que parara, pero siguió hablando.
—Te amo, te amo como jamás he amado nada —sentenció—. Eres lo único bueno que he tenido en la vida y no quiero perderte. No recuerdo una vida sin ti, y no quiero experimentarla. De solo pensarlo, me deshago en pedazos. Por favor, quédate para siempre a mi lado y juro a Dios, a quien sea que maneje este jodido planeta, que me quedaré a tus pies hasta que mis huesos sean ceniza. —Llevó mis manos a su boca, besó mis nudillos y sentí su aliento sobre mi piel—. Por favor, por favor, hagamos las cosas bien, dame la oportunidad, podemos casarnos como siempre quisiste, con una ceremonia típica, amigos y familia. Podemos tener hijos. Podemos...
—Ya es demasiado tarde, Daryl —negué.
Y por fin me solté.
—Te prometí que me quedaría. Y quiero quedarme hasta el final —se negó.
—Pero yo no. Y te estoy pidiendo que te vayas. No puedo volver a verte.
Cada palabra me dolía más que nada que hubiera experimentado, pero no tanto como recordaba que fue el dolor del fuego comiéndose mi piel.
—Lilith, podemos sobrellevar esto. No volverá a pasar —Estaba desesperado.
—No volverá pasar, porque ya no estaremos juntos —sentencié.
—Lilith, espera, piensa un poco. ¿Sí?
—Lo llevo pensando una semana en el hospital, Daryl —negué.
—No, no, no entiendes. Espera. No te adelantes, estás enojada aún y... —Se acercó, trató de tocarme, pero no me dejé.
—¡Claro que estoy enojada! ¿Acaso no viste como tengo de jodida la cara? ¡Y no es lo único! Tengo varias a lo largo de mi cuerpo —Elevé la voz, incrédula ante lo que me decía. ¿Cómo más esperaba que reaccionara?
—¡Lo siento! ¿Sí? Lo siento muchísimo. Me siento demasiado culpable. ¿Qué más quieres de mí?
—¡Quiero que terminemos! Eso es todo —solté.
—¿Y sí... nos tomamos un tiempo? Pensamos bien las cosas, no tienes que irte al extremo —comentó, esperanzado.
—¿Sigues sin escucharme? Yo ya lo tengo decidido, eres tú quien necesita entenderlo —respondí, cansada.
—¿Por qué? —preguntó, dándose cuenta que ya no había vuelta atrás, estaba decidida y no me retractaría—. No entiendo. ¿Por qué?
—No estamos bien, Daryl. Veníamos peleando todos los días por Merle, luego nos arreglamos, charlamos sobre tener hijos, luego peleamos por drogas, nos casamos, nos mudamos, no tiene ni un poco de sentido. Dimos cien pasos en dos semanas.
Daryl dio unos pasos hacia atrás, asimilando todo.
—¿Quieres decir que te arrepientes?
Recordé cuando me lo preguntó hacia una semana atrás, luego de que yo dijera que no me imaginaba tan rápido y sencilla mi boda. Yo había respondido que no me arrepentía, y fue verdad.
Ahora tampoco me arrepentía, pero esa respuesta no nos llevaría a ningún lado.
—... Sí —me obligué a decir, porque sino Daryl jamás se alejaría de mí.
—¡Mierda, Lilith! ¿Pero qué pasa carajos contigo? —Explotó—. No te comportes así.
—¿Así cómo?
—Como una maldita perra —soltó, enojado.
—Llámame como quieras, Daryl. Pero no me harás cambiar de opinión —dije tranquila.
—¿Por qué? No lo entiendo, no lo entiendo. —Llevó sus manos hacia su cabello y tiró un poco de él, estaba enloqueciendo—. Estabas tan emocionada, no entiendo porqué te arrepientes de todo sí...
Entonces su mirada cambió.
—¿Es por él? —preguntó.
—¿Qué? ¿Quién? —dije, confusa.
—¡El tipo de tu trabajo! ¡Tu puto jefe! ¿Es por él? Es por él, ¿no es así?
—Daryl, para, te estás volviendo loco. Imaginas cosas que no...
—¡No me mientas! ¿Por qué no lo confiesas? Y así dejamos todo este circo. ¿Sino por qué otra razón nos abandonarías?
Porque estoy asustada. Porque estaba teniendo todo lo que más quería. Porque toda era demasiado bueno para ser cierto. Y porque todo se está yendo de forma lenta, pero progresiva, hacia la mierda. Y porque por cada día feliz, tengo un día en que me la paso llorando, deprimida. Y porque esto se nos está yendo de las manos.
Y porque si te dejo ahora, no tendré que sufrir más adelante cuando tu me dejes. Porque vas a dejarme, tarde o temprano. Lo entiendo. Todos lo hacen. Está bien. Es el orden de las cosas. Porque sé que, si yo no tomo el valor de dejarte ahora, jamás lo haré, me cueste lo que me cueste. Porque por amarte me estoy perdiendo.
—No hay otra persona, Daryl. No hay nadie. Solo que... ya no quiero esto. Ya no quiero nada.
—Me mientes —negó, triste y furioso—. ¿Él te está esperando? ¿Sabe lo qué te pasó?
—Daryl...
—¿Sabe qué te ves así ahora? —dijo, apuntando mi rostro, mi corazón se encogió—. ¿Segura de que te querrá todavía?
Sus ojos, que habían sido azules, con el brillo de un cachorro, se llenaron de veneno oscuro.
Apreté los puños, tratando de ignorar el ardor en mis ojos. No lloraría.
—Tal vez te hice un favor. Así nadie te mirará dos veces. No tendrás que volver a matar a nadie —sentenció, refiriéndose al hombre que maté hace años.
Mi respiración se cortó.
Mi mente se terminó de nublar.
—¡Jódete, imbécil de mierda! —grité, harta—. Yo con catorce años tenía más pelotas que tú. A mí nadie tuvo que salvarme. Me salvé sola. Yo fui valiente y tuve las agallas que había que tener para defenderme. Soy una sobreviviente, no una víctima como tú —solté, muy furiosa, refiriéndome a su relación abusiva con su padre.
Me pasé. Sí, me había pasado.
Y él también. Había soltado mierda solo por decirla. Algo que probablemente ni pensaba, pero allí estaba, lo dijo. Y yo seguí sus pasos.
Ya estaba hecho. Se había terminado. Para siempre.
No había vuelta atrás, era definitivo.
Ambos nos habíamos dado una pistola cargada al otro y confiamos en que no dispararíamos. Pero era tarde, lo hicimos y ahora estábamos sangrando.
Él me miró, dolido, enojado, lastimado. Creí ver lágrimas en sus ojos.
Se dio la vuelta, abrió la puerta y la azotó detrás de sí al salir.
Quedé sola. Justo lo que buscaba. Justo como siempre estaría.
N/A: ¿Se esperaban las razones de este final? Yo siempre lo tuve claro, aunque a medida que escribí la historia, llegaban muchas más situaciones, y todo se fue acumulando hasta ahora, hasta que explotó la situación.
Y agarrense a sus asientos, porque este todavía no es el final. Nos quedan capítulos por delante😭
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro