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12

Entré hecha una furia al bar, buscándolo a él y cuando lo encontré, me dirigí directo hacia allí. Me vio y su expresión cambió a una cansada, sabía lo que se venía.

—¿Por qué, imbécil? ¿¡Por qué lo hiciste!? —le grité, sacudiéndolo.
—¿Qué te dijo él? —habló sin inmutarse.
—Nada, no tenía que decirme nada. ¡Está en el puto hospital! ¡Le ví todos los cardenales y supe que fuiste tú!

Daryl lo había golpeado muchísimo. En cuanto vi la expresión que puso Jack al verme llegar, supe que se trataba de Daryl. Él no quiso hablar conmigo, apenas cruzamos unas palabras y de haber insistido un poco más me hubieran echado los de seguridad, sin embargo quienes me pidieron que me vaya para dejarlo descansar fueron las enfermeras.

—Solo fui a hablar con él —dijo desenfadado.
—¿Por qué?
—Por tí. ¿Por qué sino?
—¡¿Por qué?! —repetí, más firme.
—Por la persona en que te está convirtiendo. Tú no eras así. ¿Ves qué estás usando otro vestido? ¿Vas a decirme que fue tu idea?
—¡Por unos jodidos vestidos! ¿De verdad, Dixon? ¿¡De verdad!? Tienes que estar bromeando, idiota —le grité.
—Yo no te tengo que dar explicaciones de nada —se limitó a contestar y me dio la espalda, alejándose de mí.

Pagué un grito y tomé un vaso cercano de plástico. Se lo lancé y le dio en la espalda, mojándolo con el líquido que tenía dentro. Luego agarre otro, pero este era de vidrio, y cuando él se giró, logró esquivarlo. El vaso se estrelló contra una pared y se hizo añicos, esparciendo los trozos de vidrio cerca nuestro.

—¡Estás desquiciada! —gritó, por fin demostrando alguna emoción. Estaba enojado.
—¡Tú lo estás! ¡Lo mandaste al hospital, maldita sea! Me dejó por tu culpa, hijo de puta.

Entonces, él me dio una sonrisa fría. Tenía pura ira helada escondida detrás.

—Tranquila. Volverá contigo, no te preocupes. —Fue borrando aquella sonrisa, pero quedaba su mirada filosa como mil cuchillas—. Solo ve a rogarle de rodillas un poco más y él cederá. Perdonarte será más fácil que buscarse otra... —se mordió la lengua.
—¿Otra qué? Dilo si eres tan valiente —murmuré acercándome amenazadora a él.
—Será más fácil que buscarse a otra zorra —soltó por fin.

Y aunque vi rastros de arrepentimiento mientras lo decía, igual lo abofeteé, furiosa. Y él no hizo nada más que recibir el golpe. Luego me retiré del bar, porque ya no tenía nada que hacer ahí. Y también porque no quería que nadie me viera temblar como lo estaba haciendo.

¿Cómo se atrevía a decirme eso?

Aguanté las lágrimas hasta que llegué a casa y me encerré en el baño. Por suerte, toda mi familia de acogida me conocía lo suficiente como para que, al verme pasar con mi expresión de «atrévete a hablarme y verás lo que te pasará», no me molestaran en todo el día.

Al día siguiente, en el desayuno me preguntaron sí estaba bien. Respondí que sí. Al terminar, me dirigí a buscar a Jack, porque quería arreglar las cosas con él.

Antes no habíamos tenido mucho tiempo para charlar. Yo sabía que teníamos que arreglarnos, que íbamos a volver a estar juntos porque nos amábamos demasiado y él no podía dejarme por algo que no fue mi culpa, algo que yo no hice, algo que yo ni siquiera quería que sucediera y de lo que tampoco estaba enterada.

La estupidez gigante de Daryl no podía condenar nuestra relación. Él no podía dejarme por eso... No, no podía permitirlo. Haría lo que fuera necesario para que volviese a mi lado.

Además, nos amábamos mucho. Y el amor siempre lo gana todo, ¿no?

Buscaba la llave de emergencia debajo de la maceta que tenía la planta muerta. Pero mis ojos llorosos no me dejaban ver nada.

Sollocé cuando la encontré. La tomé y abrí la puerta del departamento. Olía horrible y eso me reconfortó un poco. Estaba harta del olor a cosas caras y elegantes.

Dos meses habían pasado desde que había vuelto con Jack, y tres meses desde que ya no hablaba con Daryl Dixon. Sí con Merle, pero también era muy escaso porque... A Jack tampoco le agradaba. No importaba que él no tuviera nada que ver con la paliza o las opiniones de su hermano menor, Jack pensaba que sí un árbol estaba torcido, el otro también lo estaría. Que era agresivo, que por su ropa se veían sucios, que parecían criminales, que no eran buena influencia para mí... Volvió conmigo cuando le prometí que no volvería a hablar con ellos y que jamás volvería a ese bar.

Idiota. Idiota. Idiota.
Él, y también yo que acepté eso.

¿Tenía sus razones? Claro. Pero yo también tenía las mías para hacer lo contrario.

Entré y me sentí en mi hogar por un momento. Pero parecía vacío. Comencé a buscar a Merle, en la sala no lo vi, así que fui a su cuarto y tampoco estaba allí, afuera me topé con alguien que salía del baño.

Daryl. Era Daryl. Pude distinguir su figura entre mis lágrimas.

—Ay, mierda —soltó mirándome fijamente. Su expresión era distinta. Entonces abrió los brazos y me atrajo hacia él. Yo cedí, no luché y al final terminé por abrazarlo mientras sollozaba entre sus brazos—. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? ¿Fue él? ¿Qué te hizo? Lo voy a matar —habló rápidamente.

Yo no podía responderle, a penas podía respirar. Él se dio cuenta y me estrechó más fuerte.

—Tranquila, vas a estar bien, Lilith. Ya pasó, ya pasó... —murmuraba en mi oído—. Lo siento mucho, hermosa. Vas a estar bien. Ya pasó.

Cuando me calmé, cuando por fin lo solté, cuando pude hablar, fuimos a sentarnos en el sofá mugroso y él me trajo un vaso de agua.

—Perdón, estaba buscando a Merle —murmuré. No lo buscaba a él, ni planeaba verlo aquel día.
—Consiguió otro trabajo —me explicó.

Solo asentí, sin saber qué más decir.

—¿Quieres algo?

Negué.

—Puedo pedir algo.

Volví a negar. Me había acostumbrado a salir sin dinero (porque Jack pagaba todo) y hasta había dejado mi trabajo porque a Jack no le gustaba que trabajara y quería pasar más tiempo conmigo. Y los Dixon no solían tener mucho dinero tampoco, así que pedir a domicilio no era una buena opción.

—Voy a cocinarte algo.
—No sabes cocinar, Daryl.
—Bueno, voy a intentarlo —corrigió, abriendo el refrigerador—. Olvídalo, hay pizza. ¿La quieres fría o la caliento?

Casi me río. Él me miró con el plato en la mano, tenía unas cuantas porciones de pizza, puestas una sobre la otra formando una pequeña montaña.

—Sabes que me gusta fría.
—Sí... —murmuró acercándose. Se sentó cerca mío, poniendo la pizza entre ambos.

Comimos en silencio. Luego prendió la televisión, estaban dando una clásica película de terror que nos gustaba a ambos y conocíamos de memoria.

—¿Quieres hablar de eso? —me preguntó media hora después de que terminó la película y estuviéramos en silencio.
—¿De qué? ¿Quieres oír que tenías razón? ¿Qué buscaba convertirme en alguien más? ¿Qué me usaba? ¿Qué descubrí que tenía una casa en donde lo esperaba su esposa con dos bebés? —solté, neutral.

Pensaba que él vivía en el hotel, ese hotel donde me había llevado la primera vez, cuando nos conocimos. Sus padres eran dueños de esa cadena de hoteles y él se encargaba de manejar ese, ubicado aquí en Atlanta, de dónde eran originarios, y por eso a veces se quedaba a dormir ahí, por el trabajo, en vez de ir a su casa con su mujer y sus hijos. Y él siempre me llevaba a su habitación, a su suite del hotel, porque su esposa estaba tan ocupada con los niños que nunca iría a buscarlo ahí y jamás nos encontraríamos.

Pero él era rico y de apellido conocido. Hubo una fiesta de caridad en su hotel y el periódico local hizo un pequeño artículo de ello, con una foto de toda la familia: los padres, él (su hijo), su esposa y los bebés.

Era cierto eso de que las mentiras tienen patas cortas.

—Lo siento mucho.
—No, no lo haces. Me avisaste.

Conectamos miradas.

—Ojalá me hubiera equivocado —dijo y solté una risa amarga—. Y en serio lo siento. Cómo te lo dije, cómo te traté, lo qué te dije, no lo merecías. No fue en serio. Estaba muy molesto.
—Como sea. —Chasqueé la lengua.
—Es en serio. Quiero que me perdones. —Arqueé una ceja ante sus palabras—. ¿Qué quieres? ¿Te ruego de rodillas? —dijo refiriéndose a nuestra última conversación, pero a la vez, sentí que lo decía en serio.
—¿Por qué? ¿Piensas que es más fácil perdonarte a ti que buscarme a otro hijo de puta con quién pasar el rato?

«Otra zorra».

Él se levantó, se colocó frente a mí, se arrodilló y mirándome dijo:

—Por favor, Lilith, perdóname. Lo lamento demasiado.

Tragué saliva, nerviosa.
Su cabeza cayó en mis rodillas. Volví a tragar saliva y coloqué mis manos en su pelo. Era tan suave...

—Está bien, Daryl. Ya lo olvidé.

«Otra zorra».

—No es cierto —murmuró. Volvió a mirarme, colocando su barbilla en mis rodillas.

Yo estaba a punto de empezar a temblar. ¿Por qué me miraba así?

—Tengo una idea que podría hacerte sentir mejor. —Inclinó la cabeza haciendo que mi mano siguiera acariciando su cabello—. Conozco a alguien que me debe un favor.

Yo no dejaba de escuchar mis latidos acelerados. Estaban por todos lados.

No puedo creer esto.

Frente a mí, en medio del basurero de la ciudad, estaba el auto carísimo de Jack.

—Traje para beber. Allí hay piedras. —Señaló el piso—. Pero también traje este bate y este caño. ¿Cuál prefieres?

Reí como loca. Era increíble.

—Quiero empezar por la botella —comenté yendo por el whisky y él asintió.

Bebí por mucho tiempo, mientras escuchaba la música que salía de la radio y veía el sol esconderse. Entonces recordé todo lo bueno que viví con Jack. Y luego todo lo malo.

Llevaba un buen rato bebiendo y ya la había terminado, porque era una botella pequeña, así que la lancé a la ventana y esta se rompió enseguida.

—Hijo de perra —murmuré, ya algo ebria—. Maldito imbécil. —Tomé una piedra y la lancé a otra ventana.

Seguí así, entre maldiciones y piedrazos.

Los vestidos.
Alejarme del bar.
Separarme de mis amigos.
La manipulación.
El engaño.

Tomé el bate, Daryl se hizo con el caño luego de acabar dos cervezas. Reí mientras lo veía atacar el capó. Él también río, y se veía tan fuerte, tan hermoso y tan...

Borracha. Yo estaba ya muy borracha.

Sacudí la cabeza y me puse a pegarle al techo con el bate.

Hicimos mierda el auto. Al final Daryl le echó gasolina, me dio un fósforo, que lo prendí y lo lancé. El auto se encendió rápido y su fuerte luz hizo un precioso contraste con el cielo que ya estaba oscuro.

Daryl se veía rojo y dorado, como un Dios.
Dios del rencor.
Dios de la guerra.
Dios de la venganza.
Dios de la diversión.
Dios del amor...

Se veía tan tan tan bien. Tan sexy, que en vez de pensar en todas las veces que lo había hecho con Jack en esos asientos traseros, pensaba en que era una pena ya no poder disfrutar de ese costoso y bello cuero con Daryl.

Mierda, no podía creerlo, me gustaba Daryl.

Terminé con la otra botella de whisky, necesitaba del alcohol para asimilar esa noticia.

N/A: Después de un par de días subiendo capítulo diario, ahora pasaré a subir uno por semana❤ ¿Qué tal este primer acercamiento romántico entre los protagonistas?

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