1
Admiré la vista que tenía de las calles y el bosque desde arriba de los muros de Woodbury, la comunidad donde me encontraba, liderada por el Gobernador.
Habían pasado ya meses desde que lo conocí, cuando me encontré con Merle en aquella azotea. Mi corazón aún se estrujaba cuando recordaba como mi hermano dejó caer el arma y se acercó a mí, me tomó por los hombros, me levantó y me estrechó entre sus brazos, por primera vez en nuestras vidas, porque siempre había odiado los abrazos.
La cara de mis acompañantes fue muy graciosa, pero en ese momento no pude reírme, estaba demasiado concentrada en él.
—¡Estás viva! Carajo, pedazo de mierda, pequeña perra, no puedo creerlo —exclamó al soltarme, analizándome por completo.
—Y tú, eres una maldita cucaracha —negué limpiando mis lágrimas, entonces reparé en su mano, o bueno, donde debía estar su mano, pero había un pedazo de metal y un cuchillo atado—. ¿Qué te pasó?
—Ah, es una historia que te va a encantar. Muy graciosa —articuló, con diversión en su voz—. Bueno, no lo fue, pero lo será para ti, conociéndote… ¿Con quiénes estás?
Entonces reparé en mis compañeros y les sonreí. Los señalé para Merle.
—Ellas son mis hermanas, he convivido con ellas durante la universidad. Ariana, Kelly, Sam —las presenté, con gran cariño en mi voz.
—Ah, así que deben tener mucha paciencia sí te han aguantado todos estos años —se burló, haciéndome sentir que nos habíamos visto por última vez ayer, y no hace meses, que me habían parecido toda una vida.
—Ni se te ocurra mirarlas —le reté, adelantándome a cualquier comentario vulgar—. O te clavaré una flecha en el trasero —amenacé, hablando en serio.
Él levantó las manos, con inocencia, pero sin perder la gracia en su expresión. Yo rodé los ojos, ignorándolo.
—Y él es Tom —dije, señalando al único hombre que venía con nosotras—. Se refugió en la residencia con nosotras cuando todo empezó.
Tom tragó saliva, aún se veía algo asustado por la presencia de Merle: un hombre desconocido mucho más fuerte y enorme que nosotros. Levantó la mano y saludó a mi hermano, quien lo miraba fijo.
—Chicos, él es Merle Dixon. Ha sido como…
—¿Cómo? —interrumpió, ofendido, volteando a verme—. Soy tu hermano.
—Como sea… —negué, divertida porque no habíamos perdido nuestra familiaridad para nada—. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
—También te gustará esa historia —murmuró—. Tiene que ver con cómo tuve que cortarme la mano.
En ese momento, mis compañeros se apartaron de la puerta y se acercaron a nosotros, colocándose detrás de Merle. Escuchamos muchos pasos apresurados subir las escaleras.
Unos hombres salieron por la puerta y nos apuntaron con sus armas.
—¡Alto! Los conozco, están conmigo —ordenó Merle en cuanto los vio.
Los hombres desconocidos dudaron, pero bajaron sus armas.
Yo silbé, impresionada.
—Bien, tienes personas bajo tu mando, como siempre quisiste —murmuré, orgullosa.
Él rodó los ojos, pero sonrió con triunfo.
Entonces la puerta volvió a abrirse, al principio los cuerpos de los desconocidos nos tapaban la vista, pero se fueron apartando para dar lugar a la persona que había llegado. Era otro hombre que parecía tener la misma edad que Merle y tenía una ligera barba oscura.
—¿Qué sucede aquí? ¿Se conocen? —dijo el hombre, dirigiéndose a Merle, luego de mirarnos. Mi hermano asintió con seguridad—. ¿No serán amigos de tu campamento? —comentó, extrañado.
—No, ella es Lilith, mi hermana. Alguna vez debí haber hablado de ella —mencionó, confiado, señalándome.
La expresión del hombre cambió y me observó a detalle, pero respetuosamente, sin reparar en las zonas en que todos los hombres reparaban: mis curvas. Y tampoco en aquellas zonas en que todas las personas reparaban: mis cicatrices.
Él se concentró en mis ojos y me sonrió con amabilidad.
—Woah, sí, así que ella es la famosa Lilith Dixon. Te ves más fuerte de lo que Merle describió —dijo, acercándose a nosotros con seguridad.
—Él es el Gobernador —me comentó Merle, firme mirando al hombre—. Él me salvó y me dio un lugar en su comunidad —me explicó, con la voz cargada de respeto.
Aquello hizo que yo cambiara mi disposición de una desconfiada a una relajada. Sí eso era verdad, sí ese hombre había salvado a mi hermano, Merle le debía su vida, y yo… también.
Lo vi estirar la mano hacia mí y se la estreché sin dudar, un apretón suave, pero firme. Lo miré con agradecimiento y levanté leve mis comisuras. Él miró nuestras manos juntas por un instante y luego volvió su vista a mis ojos.
—Un gusto, señor Gobernador —dije soltando mi encanto.
—El gusto es mío, Lilith.
Por fuera, lucía relajada y simpática.
Pero por dentro, estaba pensando con cautela y planeando.
El Gobernador. Ningún hombre se haría llamar así, si no fuera quien tenía el poder.
El hombre tenía toda una comunidad y el poder de meter o sacar a alguien de ella.
Cambié mi expresión cuando noté que su apretón duraba más de lo usual y le dediqué una mirada cautivadora junto con una sonrisa adorable. Fue entonces que se dio cuenta y me soltó, pero ese fue solo el principio de mi juego.
Entonces comencé a salir con el Gobernador. Me había obligado a mi misma a ello. Todo con tal de conseguir un buen lugar aquí. Sé hacer lo que sea por sobrevivir, así que ese fue mi plan cuando lo noté cautivado por mí.
Miradas indiscretas. Sonrisas y saludos cuando nos cruzábamos por las calles del pueblo. Excusas para acercarse a hablarme, palabras amables, gestos detallistas y atentos, justificados con que siempre solía preocuparse así por los habitantes de Woodbury, en especial por los más nuevos, quienes se tenían que adaptar al lugar.
Merle había pedido un lugar para mí en la guardia y el Gobernador me visitó con la excusa de querer escuchar mi opinión al respecto.
—Dice que eres una arquera profesional, rastreadora y cazadora de excelencia —mencionó impresionado.
—Lo soy, podría enseñártelo —solté, confiada.
—¿Cómo… ahora? —preguntó confundido.
—Sí tú quieres. Podríamos salir, afuera, y te muestro.
El Gobernador no era fanático de cruzar los muros, tampoco que el resto de la comunidad los cruzaran, pero por mí, hizo esa excepción.
No fue de su gusto la experiencia, pero lucía impresionado cada vez que yo encontraba una presa y soltaba una exclamación de asombro cuando las mataba de un solo disparo.
Así fue que me aceptó en la seguridad de Woodbury. Hice bien mi trabajo, siguiendo órdenes sin dudar, algo que le gustaba demasiado. Amaba que obedeciera, le gustaba tener control sobre mí y le gustaba también mi lado oscuro, que no tuviera reparos al hacer lo que sea para conseguir lo necesario para la comunidad, al igual que él.
No estaba con él por amor, ni porque fuera atractivo.
Estaba con él porque sí a tus amigos hay que tenerlos cerca, a tus enemigos aún más.
No tengo el derecho de juzgar a nadie, pero supe la clase de persona que era él desde que lo vi por primera vez.
Ese día lo seguimos a él y a su grupo hasta el pueblo, ya era de noche cuando llegamos aquí y me agradó ver que era un lugar bastante protegido y que las personas en los muros tenían armas pesadas para enfrentarse a los muertos. Pero esas armas también podían usarse para los vivos, lo que nos hizo ser cautelosos.
Con nuestras experiencias pasadas, ¿quién podría culparnos?
Lo único que me hacia tener confianza era Merle, yo sabía que no me llevaría a un lugar peligroso, él me protegería con su vida.
Y el Gobernador, por otro lado, estaba interesado en mí. Y yo sería valiosa y estaría protegida mientras ese interés siguiera existiendo.
Pero nada de eso me hacia tener fe ciega en el sitio. Aquella primera noche allí, conviví con mis hermanas en una misma habitación. Ninguna pudo dormir.
Me hubiera gustado ir a pasar la noche con Merle, pero no me atreví a dejar a mis hermanas solas, sino hasta el otro día, cuando vimos la vida del pueblo.
Era un lugar hermoso, seguro, lleno de gente que vivía una vida… No solo sobrevivía, sino que también vivían. Setenta personas vivían allí.
Había agua potable, agua caliente, comida, hogares, escuelas y trabajos para ayudar a que todo funcionara de forma correcta.
Antes de que cayera la noche, mis hermanas me pidieron que fuera con Merle para ponerme al día, ya que durante el día había estado muy ocupado y apenas nos habíamos visto.
Tuve que convencerme de que estarían bien durante aquella noche. El resto de las personas allí seguían con vida, ¿así que por qué irían a atacarlas a ellas? Tuve que confiar.
Visité a Merle y hablamos por horas. Merle me contó la historia prometida. Era larga, pero en resumen Merle y Daryl (sí, Daryl estaba vivo, o al menos lo estaba hace un tiempo, la última vez que Merle lo vio) encontraron una pequeña comunidad de sobrevivientes, con la que acampaban. Un día él fue por provisiones a la ciudad junto con otras personas cuando uno de los chicos con quienes estaba, un chino llamado Glenn, vio que había un hombre en peligro y lo ayudó. Este hombre, un sheriff de pueblo llamado Rick, lo esposó en una azotea por… Bueno, por ser Merle.
Y no lo culpaba, a veces Merle causaba esas reacciones. Así que mientras me contaba, yo reía.
—Te lo mereciste, seguro que sí.
—No hice nada tan malo como para qué…
—Seguro que sí —interrumpí.
—Jódete.
Luego me contó que ellos se fueron, que un negro llamado T-Dog volvió por él, pero al final perdió las llaves en una alcantarilla y se fue, aunque al menos atrancó la puerta para que los muertos no cruzaran a comérselo.
Así que eso había sucedido, lo abandonaron allí a su suerte y él, aunque buscó mil alternativas para escapar, tuvo que cortarse la mano con una sierra que había cerca. Fue encontrado por el Gobernador, este lo ayudó, lo acogió en su comunidad y ahora Merle era su mano derecha.
Algo que me era muy útil. Que él fuera su mano derecha me venía muy bien, hacia que yo pudiera escalar bastante fácil a una posición igual. Fue aún mejor cuando noté que al tipo le interesé.
Sí tenía que acostarme con él por un poco de poder, por confianza, por una posición estable, lo haría.
Y lo hice.
—¿Así que iban a robarles a los del campamento? —Mencioné el plan que él y Daryl tenían, pero que al final nunca lograron.
—Sí, lo que sea por sobrevivir, ¿no? —contestó, como si no fuera la gran cosa.
—¿Qué no harías por sobrevivir, Merle? —murmuré, seria.
Él arqueó una ceja, notando el cambio en el tono de la conversación.
—¿Cuál es tu idea? —preguntó, intrigado, entendiéndome.
—¿Qué tan fiel eres al Gobernador?
Su expresión cambió.
—No, Lilith. Él…
—No me fío de él —confesé, interrumpiéndolo.
Suspiró, largo, tendido y pesado. Lucía cansado.
—No lo conoces.
—No tengo qué. Pero de hacerlo, confirmaré mis sospechas —sentencié.
—Y sí tienes razón, ¿qué? Eso lo hace un tipo peligroso —me advirtió.
—Y por eso mismo, podríamos hacer que desapareciera —solté, sutil.
—¿Qué? ¿Te estás escuchando? Te digo que es un tipo peligroso y tú solo quieres meterte en problemas con él —negó, incrédulo.
—Hermano, soy inteligente. No voy a ir directo hacia él con el arma en mis manos y que todo el mundo lo sepa… La gente muere, siempre mueren; morían en el pasado, y ahora aún más. Él podría morir, tal vez en una misión, en alguna salida… Cuando nadie vea, tal vez cuando seamos solo nosotros tres, él podría… No lo sé, desaparecer, ser mordido, masticado, devorado —comenté suave, como si habláramos de una receta y no de un asesinato.
Merle me miró, impresionado, antes de volver a negar. Se pasó las manos por el rostro y terminó por soltar una risa incrédula.
—Por favor. Dios mío, Lilith… El último recuerdo que tengo de ti es que querías hacer las cosas bien, querías ser aceptada y tener amigos, y… ¿Qué te pasó? Estás hablando de un asesinato.
Noté por sus palabras, que no lo perturbaba el plan, sino el hecho de que era yo quien lo proponía.
Como él mismo decía, la última vez que estuvimos juntos… Yo era otra persona. Era una Lilith que se preocupaba por cosas más banales, cosas que en el mundo de antes eran importantes, pero que ahora ya no.
—Esa chica murió. Esto es lo que hay ahora, lo tomas o lo dejas —dije, simple, breve y segura.
Merle miró hacia el suelo, luego hacia la ventana y al final volvió de nuevo su vista a mí.
—¿Y piensas que se lo merece? Que lo engañemos, lo traicionemos, lo asesinemos…
—No sé trata de sí lo merece o no, pero… Sí, dijiste que era peligroso. Y de verdad que yo no confío en él, ni un poco. ¿Has visto cómo me mira?
Frunció los labios.
—No, he visto cómo todos los demás te miran. Él ha actuado diferente…
—Caballeroso, respetuoso. Sí. Porque esconde su peor lado, lo sé. Ya conocí a alguien como él… Hay que deshacernos de él antes de que sea tarde. El Gobernador creó este lugar, pero también lo destruirá. Tienes que creerme —murmuré convencida.
Merle asintió, sin embargo dijo:
—Lo hago, es solo que… Todo lo que él hace es para que este lugar siga con vida. ¿Piensas que nosotros lo haremos mejor?
Esta vez fui yo quien asintió, con una sonrisa.
—Me ha bastado con echar hoy un vistazo para ver qué tan hermoso es este sitio. Es un milagro. Un santuario. Y nosotros seremos mucho mejores líderes que él —admití—. Nosotros dos somos lo que esta gente necesita, dos sobrevivientes reales. Confiarán. Nos dejarán guiarlos, les daremos las razones correctas porque este lugar debería ser nuestro. Es lo que merecemos.
Escuchó atento y al final, asintió y me regaló una sonrisa.
—Ok, ahora entiendo muy bien con quién estoy tratando. Bienvenida, Lilith Dixon. —Estiró su mano y estrechó la mía—. Tú y yo nos entenderemos muy bien.
A partir de ahí, tuve que irme separando de mi grupo, para pasar tiempo con Merle, con la guardia del lugar y con el Gobernador. Así me fui ganando mi lugar, dejándome conocer, o al menos mostrándoles lo que yo quería que vieran. Era muy cuidadosa, en especial con el Gobernador.
Coqueteaba con él con sutileza, hasta que me invitó por primera vez a su departamento y yo supe que había ganado, aunque no se sintió así al cerrar la puerta detrás de mí.
No actuábamos como una pareja tradicional, frente a los demás yo era una soldado más, aunque todos notaban que había algo más porque me miraba demasiado, porque él me mantenía cerca suyo en las guardias o porque me apartaba de todos para hablar en privado.
Aún recuerdo el momento en que Merle notó mi plan, luego de toda una semana de estarnos mirando con extrañeza por como actuábamos el uno con el otro, al final se dio cuenta de cuál era la realidad. Llegó a mi departamento y golpeó la puerta con brusquedad.
—¿Te lo estás cogiendo? —me preguntó en cuanto abrí. Sonaba incrédulo.
Un pequeño silencio se había formado en el lugar con su llegada, pero fue roto por la tos seca de Sam y la pequeña risa rompe tensiones de Dany, quienes eran mis roomies.
—¿Por qué no entras? —pregunté, sonriendo con gracia falsa mientras miraba a ambos lados del pasillo, verificando que ningún desconocido estuviera escuchando. No por el hecho de hablar de mi vida sexual, sino por el plan que esta escondía.
Tiré de Merle hacia dentro del departamento y cerré la puerta detrás de él.
—¿Y lo hablamos con ellas aquí? —preguntó, algo receloso. No era que mis hermanas no le agradaran, pero él siempre fue desconfiado con cualquier persona que no fuera Daryl y yo.
—No hay nada que no sepan —contesté con simpleza—. ¿Qué es lo que temes que se enteren? ¿Quién se mete entre mis piernas? ¿O de mis planes para matarlo?
Merle se sobresaltó por mis palabras y observó a las mujeres: Sam tenía su vista fija en las paginas de un libro y Dany cocinaba un brownie mientras trataba de que Príncipe (que era el nombre que Ari quiso ponerle al perro y Daniela se lo permitió) no se comiera la mezcla. Ellas ya nos ignoraban por completo.
—En serio confías mucho en ellas, ¿Eh? —murmuró.
—Chicas —dije yo, llamando su atención—. ¿Por qué debe desaparecer el Gobernador?
—Pésimo líder —comentó Sam.
—Pésima persona —contestó Dany.
Y siguieron con sus cosas como si nada. Esperé que eso le dejara muy en claro a Merle que ellas no se meterían, y menos, se pondrían en mi contra, ni yo contra ellas, por nada del mundo. Éramos una familia.
—Como sea —murmuró Merle, negando—. ¿Entonces es así? ¿Ese es tu plan?
—Bueno, me parece la forma más rápida de ganarme su confianza. ¿Alguna vez pensaste que la chica con la que compartes cama sería capaz de asesinarte?
—Estás dispuesta a todo, ¿eh? —asintió, sorprendido y se dejó caer en el sofá de la sala.
—Bueno, dudo que sí te lo pedía, tú estuvieras dispuesto a chuparle las pelotas —me burlé, lo cual lo hizo carcajearse y luego fingir una arcada.
—Sin duda, eres la parte más fuerte del grupo —sentenció.
Era una forma de verlo. A veces también me daba náuseas a mí misma, pero recordaba que esto no era por mí. Hice todo esto por un lugar seguro y estable para mi gente. Así que ahora que tenía la confianza del hombre más poderoso del sitio, comencé a involucrar a mi grupo, de a poco, hasta que también tuvieron puestos importantes, con armas incluidas.
Excepto por Daniela, que se convirtió en una ayudante muy cercana al científico loco que experimentaba con los muertos, lo que era un gran secreto para las personas de la comunidad.
Esta comunidad sobrevivía a base de secretos y muerte.
Al Gobernador le gustaba encontrar a otros grupos pequeños y atraerlos hacia nosotros, pero cuando estos no querían quedarse… Morían afuera, o mejor dicho, eran asesinados.
Y ni hablar si tratábamos con un grupo que él percibía desde el inicio que era más fuerte que Woodbury… Eso empezaba y terminaba mal.
Yo había matado en situaciones de vida o muerte, pero el Gobernador mataba por recursos y por su propio y maldito ego.
Al final, yo tenía razón. Había aprendido a reconocer a esos bastardos.
Él merecía la muerte.
Merle y yo merecemos ese lugar.
Pero cada día, parecíamos estar más lejos de lograr nuestro plan.
Y todo porque alguien nuevo había llegado al pueblo. Al principio, pensé que no traería problemas, por un momento incluso, me alegró que aquí estuviera, pero ahora mismo, dificultaba nuestros planes.
Fue entonces que vi como un muerto venía hacia los muros del pueblo, así que apronté mi arco y le disparé sin dudar.
—¿Por qué no usas balas? —me preguntó la guardia que estaba vigilando ese día.
—¿Tal vez porque las flechas son silenciosas y reutilizables? —mencioné.
—Pero no puedes bajar la muralla para buscarlas. No tenemos permiso de salir.
—Ay, linda. Por supuesto que tengo permiso —le sonreí, dulce.
—¿Del Gobernador?
—No, mi propio permiso, no necesito otro —le respondí confiada. Ella asintió.
—Supongo que es el beneficio de salir con él —murmuró, tal vez sin malas intenciones. Tal vez solo era sincera.
Pude haberle respondido que ya no era así, luego de más de medio año viviendo allí, había perdido esa ventaja, sin embargo, me limité a sonreírle a la muchacha.
—Es hora de que salga a cazar —solté, a nadie en particular.
Miré hacia afuera antes de bajar la muralla para salir del pueblo.
Nadie me detuvo hasta que di un paso en el exterior: una mano me tomó del hombro. Por un segundo, pensé que sería algún idiota que me daría problemas, pero la verdad era que yo ya me había ganado un buen puesto allí y nadie se metía en mi camino. Aún así, preparé mi puño por sí alguien buscaba pelea, pero la voz que llenó el aire hizo que me relajara.
—¿Huyes?
—Salgo a cazar —contesté, dándome la vuelta para verlos.
Allí estaban Dany, Sam, Ariana, Kelly y Tom, junto a Príncipe, mirándome, listos para seguirme hasta el fin del mundo.
—¿Sin nosotras? Eso es traición —contestó Sam, agitando su arma.
Bufé y terminé de salir de Woodbury.
—Síganme y dejen de llorar.
N/A: ¡Primer capítulo!
Siendo sincera, no estaba segura de subirlo, por muchas razones. Sí bien va por dónde siempre imaginé que iría la historia, no estoy segura de sí la forma en que lo narré es la correcta. Es la tercera vez que lo reescribo porque hay muchas cosas que pasan (que quería abarcar) en tiempos distintos, y es complejo.
Pero al final decidí subirlo porque...
1) hace un mes no hay actividad por aqui.
2) leo sus comentarios pidiendo nuevo cap
3) ya no sé de que otra forma escribirlo, creo que esto es lo máximo que puedo dar por ahora jajaja
Ojala se hayan entendido bien y lo disfruten. ¿Es lo qué tenían en mente que sucedería al iniciar esta segunda parte de la historia?
Y si no aparezco en otro mes, no se preocupen, sigo viendo por dónde seguir porque aún me queda mucho por abarcar😅😂 Ya sé por donde ir, pero el tema es hacerlo bien❤
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