Introducción
Lilith Manukyan
El dolor es insoportable, siento que me queman desde lo más profundo de mi cuerpo. Pero eso no impide que sea relajante.
Una risa ronca escapa desde mi garganta dirigida al señor causante de mi agonía.
— Me vengare, no lo olvides— me miro con desdén, soy su creación, la primera mujer en la tierra, el igual de Adán mi difunto esposo... Posiblemente esté vivo, su creador no puede vivir sin su marioneta.
Mi cuerpo acepta el dolor, recordando el enorme placer que sentí al darle esa deliciosa manzana a Adán . Su cuerpo desplomado en el piso será mi perdición, una imagen que jamás olvidaré, tan hermoso se veía pálido, frío y con esos carnosos labios resecos, mientras la roja manzana yacía en el césped.
Luego llegó Dios al enterarse del pecado, había roto mi palabra
—Jamás probaremos el fruto prohibido— decimos en una sola vos Adán y yo.
Lo prohibido atrae.
Mi cuerpo desaparece poco a poco, saco a relucir mi fila de dientes blancos como una promesa que esta vez no romperé, la paciencia es mi virtud, y disfrutaré de cada momento ardiendo en las llamas rojas del infierno.
El fuego me consume, se confunde con el color de mi vestido. Gritos desgarradores se escuchan por todos los lugares retumbando en las esquinas.
Mientras ellos sufren yo me enloquezco con las alamas en desgracia que no se rindieron ante Dios.
El calor que desprende mi cuerpo impide que el frío del Bosque Helado cale hasta lo más profundo de mis huesos.
Aquí se encuentran encerados licántropos arcángeles, demonios, elfos, etcétera. A cada paso que daba sus presencias se hacían más notorias, me ofrecieron lealtad a cambio de su libertad. Eran criaturas fantásticas que aborrecen a Dios.
Estuvieron de acuerdo a empezar una guerra junto a mí, de todas formas no tenían escapatoria sus almas serían torcidas si se negaban. Soy su reina y ellos mis súbditos, yo soy quien doy órdenes, ellos la acatan como perros fieles a mí.
Desde mi posición un escalofriante castillo se veía escondido en las negras nubes. Era enorme y mío. Quien sea que viviera ahí sería desalojado.
Todo es tenebroso, intimidante y escalofriante para cualquiera que no lleve esa aura oscura consigo. Adán siempre bajo la mirada cuando mis penetrantes ojos negros lo miraban fijamente, es algo que aprendí a usar a mi favor.
Las mazmorras cerca al igual que los burdeles, gemidos y gritos de dolor por dondequiera, los latigazos como castigo se escuchan a la redonda.
Todos miran asombrados a la nueva mujer caminar con arrogancia. Nadie esperaría que la perfecta creación de Dios terminaría en el infierno. Algunos saben porque estoy aquí al ver un ejército de criaturas a mis espaldas esperando por órdenes.
Freno, y los pasos se detienen. Me giro para ver todas esas caras angelicales y deformadas mirarme— Busquen hogares, comida o lo que necesiten— digo mirando mis uñas con aburrimiento—. Bueno ya saben lo que nos espera, dedíquense a informarles a todos el motivo de mi presencia. A las 8 los quiero a todos delante del castillo para tener una linda charla con su reina— sonrío como maniática y sigo mi camino.
Los cuchicheos no tardan en llegar. Logro oír algunos que dicen:
No nos puede liderar una mujer.
¿Qué habrá hecho la creación de Dios para terminar aquí?
No lo sé. Pero parece tener conciencia de dónde está.
Ignoro los comentarios y sigo caminando. Al estar en la entrada del castillo, veo todo pequeño. Para llegar a este lugar hay que subir una horrorosa escalera de más de 256 escalones. Aunque yo no lo hice, llamé a un dragón llamada Liria, es la reina de las aves, me ofreció sus servicios sin nada a cambio.
Abro las puertas de un tirón dejándolas abiertas de par en par. No se ve habitada por nadie. Es oscura con cuadros ensangrentados y unos embaces traumáticos para cualquiera que contienen órganos vitales.
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