Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XXV

—Miguel —dije en advertencia, mi voz ronca en deseo.

Miguel alzó la cabeza de mi cuello con una mirada retadora, antes de bajar a dejar besos de mariposa por toda la piel de mi garganta. Suspiré y cerré los ojos, rindiéndome a las sensaciones que causaban su boca.

Esa había sido nuestra rutina por los últimos tres días cuando Miguel estaba en casa. Hacíamos el amor, dormíamos, comíamos, y repetíamos otra vez. Pensé que, al tenerlo así, a mi lado día y noche me saciaría. Oh, pero que equivocada estaba. Con cada encuentro, con cada beso y cada caricia, quedaba hambrienta por más. Me sentía como una mujer adicta y avariciosa, y mi mayor droga venía en forma del Arcángel de la Guerra. Y a pesar de que su título en el Cielo indicaba todo lo contrario, la paz que me traía estar en los brazos de Miguel era tan completa y tan vivaz que me consumía por completo y me envolvía en una burbuja de felicidad.

Pero los fantasmas de mi pasado eran aún muy fuertes. Estaban al asecho cada noche al cerrar los ojos y las pesadillas que poblaban mis sueños eran cada vez más frecuentes y más vívidas. La realidad de mi mundo me asustaba, pero sabía que no podía evitarla para siempre.

Porque aún seguía allí, esperando por mí más allá del refugio de aquella cabaña. 

—¿Estás bien, mi ángel oscuro?

La voz de Miguel alcanzó mi mente, apartando la neblina cargada de pensamientos oscuros que la cegaron. Enfoqué mi mirada para encontrar sus iris azules celestes enfocadas en mí. ¿Cómo era posible que los mismos ojos estuvieran llenos de tanto frío y tanta pasión a la misma vez?

—Algo te preocupa, mi ángel. Puedo sentir la incertidumbre en tu alma.

Mi corazón se llenó de calor ante sus palabras y una sonrisa tocó mis labios.

—¿Y puedes sentir mi amor también? Ese sentimiento es más fuerte que el miedo. Más poderoso que la oscuridad —susurré antes de enterrar mis dedos en su pelo y tirar de su rostro al mío—. Pero nada de eso importa ahora. Ni el miedo, ni el futuro. Solo importamos tú y yo y ese espacio en mí que necesita ser llenado.

Miguel estudió mis ojos por unos segundos antes de besarme profundamente y dejar caer todo su peso sobre mi cuerpo. Agarró mi labio inferior entre sus dientes y mordió con fuerza, evocando un gemido de mi boca. Mis manos vagaron por su pecho hasta alcanzar sus pantalones y deslizarlas bajo el suave material. Un gruñido salvaje se escapó de su boca y se coló en la mía cuando envolví mi mano en su erección.

Miguel me alzó en sus brazos hasta quedar sentada en su regazo sobre la suave cama de roble que se había vuelto mi lugar favorito los últimos días, mis piernas a cada lado de sus caderas; y removió mi camisola blanca sobre mi cabeza, dejándome desnuda bajo su mirada hambrienta. Sus labios caminaban en todas las direcciones en apenas unos segundos, recorriendo, chupando y lamiendo mi piel sin piedad hasta arrancar gemido tras gemido de mi garganta. Su boca insaciable cubrió uno de mis pezones y chupó con fuerza mientras su mano acariciaba a su gemelo con delicadeza. El contraste era tan delicioso, tan abrumador, que perdí el sentido del tiempo mientras me movía con desesperación sobre él. Necesitaba apagar ese calor entre mis piernas de alguna forma antes de que me consumiera.

—Miguel —jadeé—. Por favor.

Miguel paró sus caricias y alzó sus hermosos ojos a los míos, las piscinas azules estaban ardiendo en deseo, convirtiendo el azul celeste en el color del mar.

—¿Qué necesitas, mi ángel? Tienes que decirme para poder dártelo.

Gemí. Si solo el supiera lo que provocaba en mí con esas palabras.

—Tócame —supliqué.

Las palabras apenas habían escapado de mi boca cuando la mano de mi arcángel viajó por mi cuerpo hasta encontrar ese punto de nervios que gritaba por su toque. Uno de sus dedos se movió hacia mi entrada, circulando lentamente hasta penétrame con una lentitud torturante. Gemí y suspiré y jadeé sin parar, empujando mis rodillas sobre la cama en busca de esa descarga de placer que tanto deseaba. Miguel siguió dándome placer con su dedo con un ritmo casi perezoso mientras sus labios se movieron hacia mi cuello, lamiendo mi piel desde el borde de mis pechos hasta tomar el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y morder con suavidad.

—Antes de ti yo estaba ciego a la tentación de los placeres de la vida —gruñó en mi oído, su respiración profunda sobre mi cuello erizó mi piel—. Ahora no hay nada que quiera más que quedarme en esta cama contigo toda la eternidad, devorando tu cuerpo cada segundo de cada día.

Miguel agregó un segundo dedo, estrechándome dulcemente antes de empezar a penetrarme con más rapidez. Podía sentir mi orgasmo creciendo, construyéndose poco a poco en mi interior, esperando a ser liberado por completo.

—La mirada en tus ojos cuando dejas que el placer te lleve alto es invaluable, mi ángel oscuro. No la cambiaría por nada en este mundo.

—Oh, Dios —jadeé. Mi espalda se arqueó de la cama cuando el orgasmo golpeó mi cuerpo como un tsunami, llevándose todo pensamiento racional a su paso y dejando pura felicidad detrás.

—Preciosa —suspiró Miguel apasionadamente, su voz ronca en deseo.

Cuando las olas se placer subsidiaron, levanté mis caderas y froté mi centro sobre su erección. Gruñí en frustración, odiando el obstáculo de tela que nos separaba, sin dejar de apreciar las deliciosas sensaciones que me proporcionaba la tela áspera.

—Esto es lo que provocas en mí, Lilith —raspó en mi oído mientras frotaba su miembro cubierto sobre mi centro—. El deseo y la sed insaciable que siento por ti solo se intensifica más cada vez que te pruebo.

—Te amo —gimoteé, ahogada en las emociones—. Te amo tanto, Miguel. Pero también tengo miedo de que algún día abriré los ojos y ya no estarás aquí.

—Nunca. No hay nada en este mundo que me pueda apartar de ti, mi ángel oscuro.

La fiereza en sus palabras me llenó de esperanzas, pero no permití que el sentimiento tomara raíces en mí, a pesar de que mi corazón anhelaba a gritos creerle.

Pero sin importar el futuro, en ese momento y en aquella cabaña, mi ángel guardián era mi pasado, mi presente. Él era todo mío. El frío, el fuego, la indiferencia, la pasión; cada parte de él me pertenecía a mí.

Moví mis manos a la camisa de Miguel, haciendo un trabajo rápido con los botones antes de arrancarla de sus brazos y tirarla al otro lado de la habitación. Los pantalones le siguieron, empujándolos de sus caderas lo suficiente para que su erección quedara libre. Tomé su miembro en mi mano, masajeándolo lentamente, pero con firmeza, hasta lograr arrancar un gruñido ronco de su garganta.

Miguel se paró de la cama y dejó caer sus pantalones al suelo, haciéndolos a un lado.

—Date la vuelta —ordenó, y yo seguí sus comandos sin dudar un segundo, volteándome en mi estómago y empuñando las sábanas en anticipación.

Nunca antes me había sentido así. Esa noche todo parecía más intenso, más sensual y a la vez con la atmosfera cargada de deseosa electricidad. Mi cuerpo estaba ardía en un fuego que me consumía poco a poco sin piedad.

No era extraña al placer. Lo había conocido de las manos de mi peor error, mi mayor pesadilla, pero ni siquiera Lucifer con su larga lista de oscuras y torcidas formas de hacerte gritar en placer y dolor había sido capaz de hacerme sentir ese deseo primitivo y puro que sentía junto a Miguel. Lucifer fue un descubrimiento intenso para mí. Miguel era mi pasión, mi todo.

Él era mi amor.

Miguel se movió detrás de mí, alzando mis caderas con sus manos y abriéndome más para él. Su erección estaba presionada contra mi trasero, llenando mi mente de pensamientos prohibidos y oscuros.

—Te amo —susurró en mi oído antes de penetrarme con una fuerte embestida. Jadeé en placer, arqueando mi espalda para tomarlo más profundo.

Pronto nuestros cuerpos comenzaron a moverse en sincronía el uno contra el otro. Miguel cambió el ángulo de sus embestidas hasta golpear ese punto sensible en mi interior una y otra vez sin piedad. Él siguió besando mi espalda, chupando la piel de mi hombro mientras se deslizaba dentro y fuera de mi húmedo canal, causando que mi cuerpo se estremeciera en deseo y mi mente se disolviera hasta que solo quedó él y nada más.

Moviendo su mano entre mi cuerpo y las sábanas, presionó su pulgar sobre mi clítoris, aplicando presión el bulto de nervios hasta tenerme gimiendo incontrolablemente.

—Vente para mí, mi ángel —ordenó Miguel en la voz enronquecida en deseo y mi cuerpo obedeció sin hesitación.

Arqueando mis caderas, enterré mi cabeza en las suaves almohadas y grité mientras las olas de pasión inundaron mi cuerpo. Mi paredes comenzaron temblar. Tomé a Miguel más profundo y me aferré a las sábanas hasta que el orgasmo fue disipándose y mi mente aclarándose. Miguel siguió envistiéndome sin ritmo unos segundos más hasta cubrir mi cuerpo con el suyo completamente y tensarse sobre mí, gruñendo mi nombre contra mi hombro y llenándome de él.

Lo tenía impregnado en mi alma, en mi ser, en mi boca y cada bajo cada poro de mi piel.

Con un suspiro contento, salió de mi interior y se dejó caer en la cama a mi lado. Envolviendo mi cintura con su mano, me atrajo contra su pecho y rosó sus labios sobre mi sien. Cerré mis ojos, bañándome en la seguridad que me proporcionaban sus brazos cuando un pensamiento intrusivo se coló en mi burbuja feliz.

—¿Qué vamos a hacer en un futuro, Miguel? ¿Qué pasaría si él me encontrara?

Miguel tensó su brazo, apretándome con más fuerza contra él.

—Él no te va a encontrar, Lilith. No permitiré que Lucifer te haga daño jamás.

—Pero Gabriel puede. Él es un Arcángel como tú.

Miguel movió mi cuerpo hasta que estábamos los dos en nuestros lados, cara a cara.

—Gabriel ya no supone una amenaza para ti, mi ángel. Rafael tampoco. Estás a salvo.

—¿Por ahora?

Una mirada criptica cruzó sus ojos y se perdió al segundo. Miguel me volvió a envolver en sus brazos y besó mi frente.

—Por siempre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro