Sweet omega | Jenlisa
"Jennie Kim es una beta un poco amargada, y a comparación de Lalisa Manoban podría ser vista como el ser más depresivo que alguien llegase a ver.
¿Qué podría decirte? Lisa es una muy
dulce omega".
[♡]
"No confiaba en el amor, era una beta que desconfiaba de el a toda hora. Era reacia al cariño, hasta que te conocí.
Podría ser que me enamoré de ti sin saberlo en realidad, realmente no lo sé.
Me fui haciendo alguien cercana a ti, y me dolía en lo más profundo del alma el verte con alguien más que no fuese yo.
Porque lo sabía, sabía la gran persona que eras, y por sobre todas las cosas, te deseaba que fueras feliz. Lo que no sabía, era que tú eras mucho más feliz a mi lado.
Te amo Lalisa Manoban, y lo seguiré haciendo el resto de mis días."
...
Para Jennie Kim, una beta sombría y malhumorada, Lalisa Manoban era la omega más dulce que había conocido.
Pero no "omega dulce" de esas que llegaba un momento en el que sentías que te explotaría la cabeza por tanta azúcar, no, Lisa era más pasable. Hasta te hacía que querer tenerla a tu lado siempre.
Porque ella irradiaba paz, felicidad y aún más importante, amor. De igual forma, no era algo desconocido que aquella chica de gran altura fuera tan amistosa con cada persona que conociese.
Hasta con una persona como Jennie. Alguien que si la mirases, sabrías la gran nube cargada de agua que tenía sobre la cabeza. Podría decirse que también truenos y rayos le seguían.
Ella ahuyentaba cada omega u alfa que quisiese ser amable, es más, le irritaba tener que pasar tiempo con ellos.
Agradecía, un poco, que los betas fuesen mucho más tranquilos que ellos.
La mayor parte del tiempo, los omegas eran muy empalagosos y muy adorables, lo cual le molestaba. Y simplemente no le gustaban los alfas, porque según ella no había nacido para que la dominaran. Y muy bien se sabe que los alfas siempre querían ser los primeros en todo, aparte de que eran súper posesivos.
En conclusión, Jennie era un repelente de personas.
...
Se conocieron en una fiesta que brindaban los estudiantes de la Universidad en la que estudiaban, y desde entonces se fueron haciendo cercanas.
Para la madre de Jennie, había sido un trabajo muy duro poder convencer a su hija de que asistiera a dicha fiesta, pero con las simples palabras cómo: "—Si escuchas ruidos extraños en la habitación de tu padre y la mía, no va a ser culpa nuestra, hay necesidades que hay saciar. Después no digas que no te avisé." Jennie se preparó, agarró un par de cosas indispensables y se marchó corriendo de su casa. No habría sobrevivido en esa casa ni un minuto más con la advertencia de su madre.
Todo iba normal, la música estaba bien, los tragos también porque eran gratis y la gente no estaba tan revoltosa cómo pensó que estaría.
Pero un choque de miradas pudo cambiarlo todo.
Jennie se encontraba al lado de la mesa de tragos, y una mujer guapa estaba parada allí, mirándola fijamente.
Por un momento había temido por su vida, pero todas aquellas imaginaciones suyas se desvanecieron cuando le sonrió de manera amigable.
Había sentido el leve golpeteo de su corazón, empezando a latir con fuerza.
En el instante en que vio esa hermosa sonrisa, algo se removió dentro suyo, no le había gustado para nada.
Nadie tenía el derecho que hacer un caos su inestable interior, o eso usó de excusa en el momento en que desvió su mirada hacia otro lado.
Pero aún así, ante aquel rechazo extremadamente notorio de Jennie hacia la chica, siguió sintiendo su mirada, y pesaba mucho.
Trataba de hacer varias cosas para despejar su mente, pero ninguna servía. Todo era en vano, ella aún estaba ahí, asechando cómo una depredadora haría con su presa.
Pero debía admitir, muy dentro suyo, que algo en aquella chica le había gustado.
...
Sabían la extraña conexión que las unía a cada momento, y el efecto que tenía sobre ellas dos era mucho más poderoso que cualquier lazo.
No sabían que por una fiesta de simples Universitarios, ocurriría aquella magia que les envolvía a cada segundo.
No era de fiar, a aquellas fiestas ibas a divertirte, no a encontrar al amor de tu vida.
Pero aquella ocasión era un punto aparte.
Se celaban mutuamente, no soportaban el solo hecho de verse en pleno flirteo con otro alfa u omega, con los betas casi ni ocurría, pero siempre estaban atentos.
No sabían el por qué, pero se cuidaban y protegían mutuamente.
Su tensión era notable, y cómo Jennie era muy tímida para relacionarse con nuevas personas, ella dio el primer paso. La omega x nombre se acercó a hablarle primero.
Lalisa Manoban, 21 años, futura veterinaria y con un notable interés sobre los peluches tiernos. Ya que, por lo que le había dicho, tenía un gran colección de ellos. Es una omega, aunque parece una alfa por su físico.
Se empezaron a conocer más a fondo, siendo siempre las primeras a la hora de contarse algo, ya sea grave o algo muy leve.
Y es que siempre recurrían a la otra, la confianza que se tenían podía con cualquier otra amistad. Aunque no estaban seguras si lo que tenían era sólo eso...
Hubo una vez, en la que Lisa había empezado a ser cortejada por un alfa "estúpido", como lo había apodado Jennie.
A lo que la beta, que hasta ahora era como una "mejor amiga", a pesar de las tantas veces que habían compartido besos entre ellas, al ver la incomodidad que la omega reflejaba en sus ojos cada que aquel alfa le regalaba bombones o flores, decidió tomar cartas en el asunto.
Terminó en una pelea a mitad del pasillo de la Universidad, con golpes contra el cuerpo del otro, una confrontación entre una beta y un alfa.
¿En qué terminó?
Digamos qué, como Jennie no era una persona que se metiese en problemas en los que terminaran a golpes, pues no era alguien que supiese defenderse muy bien en realidad.
Pero aunque fuese la peor beta peleando, haría de todo por su dulce omega, y para estar segura de que siempre estaría bien.
Porque ella sólo quería proteger a la hermosa de Lisa.
...
Lisa amaba poder estar junto a esa enana que no hacía más que estar amargada las 24hs del día.
Quería alegrar sus días, poder estar acurrucada entre sus extremadamente cálidos abrazos, que le hiciese mimos y le acariciara sus sensibles orejas.
Porque aunque Jennie se negara a aceptarlo, sabía que no se podría resistir a acariciar aquellas suaves y delicadas orejas de Lisa.
Demás estaba decir, que no podía estar muy lejos de ella por mucho tiempo.
Lisa era como un sol, mientras que Jennie era la luna que siempre se encontraba en el mismo lugar. Parada en una esquina, ciega por la luz que emanaba el cuerpo de su adorable omega.
Jennie se quedaba impresionada por la facilidad con la que aquella chica sacaba su lado extremadamente cariñoso.
Podría estar horas y horas a su lado, mimándola como tanto le gustaba a Lisa, y no se aburriría nunca.
Secretamente, le encantaba estar a su lado, le hacía ver el lado positivo de las cosas, y no sólo negativas en su perspectiva.
Lisa la amaba con locura y podría gritarlo a los cuatro vientos, mientras que Jennie solo admitiría que le atraía, un poco.
No sabría decirte como fue que Jennie cayó completamente ante Lisa, pero aquella chica alta tenía en la palma de su mano a la beta, y la amaba más que a nada.
Cuando besaba sus labios, sentía un ligero sentimiento que crecía con el paso del tiempo, si es que eso era posible.
Se sentía estar en las mismísimas nubes, allá arriba, en el cielo. Flotando entre ellas, viéndose sumamente cómodas.
La beta había caído rendida ante los pies de la omega. Era su perdición, su pecado más culposo y del cual no se arrepentía para nada de haber cometido.
Podría ser que su amor no fuese para siempre, capaz se aburrirían de tener la compañía de la otra, o tal vez no. Pero hasta que eso sucediese, pasaría realmente mucho tiempo para que el amor de ellas dos se acabara.
Se fundían en un fuego abrasador, que las iba consumiendo cada vez más. No podían librarse de la otra sin sentir el dolor inundarlas poco a poco. Y eso que Jennie todavía no la había marcado.
Pero su amor iba mucho más por arriba de solo una mordida, significaba otro tipo de lazo, y el que tenían era superior a eso.
No podían negar que al principio, habían quedado como amigas. Pero el celo repentino de Lisa y que ésta la hubiese besado en un impulso de calmar el calor que sentía, había cambiado muchas cosas. Entre ellas, su amistad.
Las cosas se tornaron difíciles para las dos, y también esos sentimientos que no eran capaces de reprimir.
Los toques calientes ocurrían, los besos ocasionales las volvían totalmente locas y la necesidad de estar junto a la otra era irremediable.
No podían olvidarse aunque las obligaran, o hasta incluso si ellas quisieran. Les costaría superar esa relación que se traían, si es que algo malo ocurría entre ellas.
Porque ya era una necesidad estar junto a la otra, lo necesitaban tanto como respirar.
Mientras Jennie siguiera con su linda omega, y pudiese darle esos mimos que tanto le llenaban de paz, todo estaría bien. Y mientras que Lisa tuviese la total atención de su beta, estaría más que feliz de estar a su lado.
Se amaban con cada fibra de sus almas y todo, y no les cabía en la cabeza el dejarse ir. Porque también se llevarían una pedazo del corazón de la otra consigo.
Porque también una parte de Jennie se iría con el amor de su vida, y viceversa. No se podrían abandonar, serían incapaces de vivir sin la otra.
Y aunque se hayan dado cuenta tarde, terminaron de descubrir por completo que estaban destinadas, y en todas sus vidas pasadas, sus almas se volvieron a encontrar. Y así seguiría sucediendo hasta el fin de los tiempos.
Se amaban, y eso nadie, absolutamente nadie, podría cambiarlo.
© s4phiro
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