Pequeña ayuda | Lisoo
Ir al trabajo de mi madre siendo yo, debe ser una de las cosas más terribles que me pueda pasar.
Odio el silencio, la frustración de los jóvenes que van, odio el olor a viejo, el sonido de los lápices escribiendo con desesperación sobre las hojas.
Odio la biblioteca.
Pero mi madre siempre a sido una mujer esforzada, siempre luchó para sacarme adelante, así que lo menos que puedo hacer, es pagarle con estos pequeños favores que ella me pide con vergüenza. Porque en sus ojos puedo ver cómo lo sabe, como sabe que la biblioteca nunca ha sido mi lugar favorito. Menos para alguien tan gritona como yo.
Me siento tras un mesón todo el día, intentando que el wifi de la universidad se conecte en mi celular, frustrada por no haber descargado con anterioridad aquella lista de Spotify, mirando un libro lleno de patrones geométricos e intentando descifrar la mejor combinación de colores para mi tonto libro. Pero al mismo tiempo, intento tener la mirada fija en cualquier persona que venga a entregarme o pedirme un libro.
Miré el reloj, rogando al cielo que fueran las 8, queriendo marcharme ya a mi casa, pensando en mi cama y en aquella serie a medio ver que me esperaba. Pero antes que pudiera apagar el computador del mesón, pude notar una figura alta, parada en silencio, rodé mis ojos, maldiciendo en mi mente.
—Hola —me dijo una chica estirando su mano ofreciéndome un libro, un poco agitada.
—Hola —contesté quitándome uno de los audífonos, tratando de no sonar demasiado cortante.
—¿Y la señora Kim? —preguntó mirando a mi alrededor.
—Está enferma —le respondí, deteniéndome por primera vez para fijarme en aquella chica. Era muy alta y esbelta, su postura era muy correcta, y sus ojos eran... extraños.
—Oh... entiendo —dijo, mirándome fijamente, para luego mirar el libro. Yo me sobresalté y de inmediato le recibí aquello que me entregaba.
—Lisa... —leí su nombre en voz alta, ella asintió—. Estas retrasada en 2 días.
—Lo sé —rascó su cabeza nerviosa. Su cabello estaba despeinado, se notaba que estaba estresada, llevaba una sudadera con el tonto logo de su universidad—. Creí que estaría la señora Kim.
—¿Qué tiene que ver mi madre en esto? —le pregunté al ver lo mucho que mencionaba a mi madre.
—¿Tu madre? —preguntó abriendo sus ojos con curiosidad. Yo asentí—. Bueno, ella es bastante benovolente con mis entregas.
—Entiendo —dije fijando mi mirada en el libro—. ¿Fisiología?
—¿Ah? —se apoyó en el mesón y miraba con calma el libro.
—¿Estudias medicina? —le pregunté hojeando un poco el libro—. ¿Tienes examen?
No sé por qué pero toda la vida he sido así, me es demasiado sencillo hablar con extraños, supongo que son los requisitos para ser enfermera, entablar conversaciones sin parecer rara, al menos eso dice mi madre.
—Sí —respondió sorprendida—. ¿Tú también?
—¿Qué? No —reí un poco asombrada—. Ya salí de la universidad, soy vieja.
—No eres vieja, te ves muy joven —me dijo ofreciéndome por primera vez una sonrisa.
—Gracias —reí ante el cumplido, admirando su hermosa sonrisa.
—¿Sabes de fisio?
—Supongo. Soy enfermera —le confesé sin saber bien por qué.
—Wow, la señora Kim no me había contado que tenía una hija tan inteligente.
—¿Acaso quieres librarte de la multa por el retraso? —reí, notando como sus mejillas se tornaban extremadamente rojas—. ¿Cuándo es tu examen?
—Pasado mañana —respondió agachando su cabeza por la vergüenza.
—¿Lo necesitas, cierto? —le pregunté levantando el libro, moviéndolo de un lado a otro. Ella asintió sin mirarme—. Ya estaba por irme a casa —suspiro fuertemente—, pero mi madre me odiaría si te niego conocimiento —ella rió suavemente, causándome ternura.
—Prometo traerlo mañana temprano, lo juro —dijo mientras hacía una reverencia—. De verdad necesito estudiar —habló angustiada—. Siento que no sé nada.
—Está bien —timbré el libro y se lo entregué nuevamente—. Y no es tan difícil, tienes que estar tranquila —le di un poco de ánimo para luego levantarme al fin de mi asiento y juntar mis cosas dentro de mi mochila—. Aprobarás, pareces listas.
Sonreí para luego colgar mi mochila al hombro.
—No lo soy —dijo nuevamente cabizbaja—. Aún no entiendo como he llegado tan lejos —sonaba triste, tomando el libro y abrazándolo en sus brazos—. En fin, muchas gracias...
—Jisoo —le dije buscando su mirada—. No estes triste, cuando termines la universidad todo será mejor —le di una palmadita en su brazo. Ella sin embargo no respondió ante mi caricia, así que me preocupé un poco—. Ehm... ¿necesitas ayuda?
—¿Qué? —me miró sorprendida, secándose sutilmente una pequeña lágrima que nunca salió de sus ojos.
—Qué si necesitas ayuda con algún tema de tu examen.
—No, no te preocupes —sonrío agradecida—. Intentaré aprender algo del maldito hígado yo sola —intentó peinar su cabello, nerviosa—. Ya me has ayudado bastante con esto —golpeó suavemente la tapa del libro.
Caminé rápidamente y cerré la gran puerta de la biblioteca, para regresar donde ella y hacerle una pequeña mueca para que me siguiera. Ella lo hizo en silencio, siguiéndome con la mirada, sentándose junto a mi.
—Muy bien, estudiemos —sonreí notando como sus ojos finalmente me parecían cómodos, suaves, dejándome con ganas de no desviar mi mirada.
—¿No está enferma tu madre? —preguntó sin mirarme, colocando sus codos sobre la mesa y rascando inquieta su cabeza.
—Hey —susurré, dedicándole una pequeña caricia en su espalda—. Ella esta bien, es solo un resfrío —reí, intentando alivianar su estrés—. Déjame ayudarte, Lisa —al decir su nombre me sentí extraña, nerviosa, así que mordí mis labios.
Ella liberó una pequeña risita, y me miró de reojo.
—Está bien, Jisoo —sonrojada, abrió el libro en el capítulo que debía estudiar, pero mi mente quedó atrapada en como ella había pronunciado mi nombre. Me sentí extraña, sonrojada, nerviosa.
—Muy bien, hígado... —mentalicé para luego hojear rápidamente el capítulo, intenta buscar la mayor cantidad de información en mi cerebro—. ¿Qué es lo que te cuesta entender?
—¿Puedo decir todo?
—Vamos, el examen es en dos días más, algo debes haber estudiado.
Volví a hacerla sonreír, y mis ojos aterrizaron en sus labios.
—Me cuesta entender la relación entre la circulación intrahepática y el daño hepático —desvió su mirada de mi, buscando en su mochila un pequeño cuaderno, acercándome sus apuntes.
—Entiendo.
Nos quedamos un par de horas revisando sus apuntes, riendo de vez en cuando con alguna que otra historia que le contaba sobre mis pacientes y mi trabajo, ella desarrollaba cada vez más curiosidad en mí y por supuesto, yo en ella.
Podía notar como me miraba con atención cuando le explicaba ciertas cosas y respondía sus dudas, pero a pesar de que no dijera nada que me incomodara, y solo habláramos de un hígado, su mirada me tenía extremadamente nerviosa, sus ojos eran oscuros, profundos, penetrantes; su aroma era más dulce de lo que había imaginado y sus labios bailaban tranquilos a la melodía de su voz.
Pero de pronto noté como volvía a frustrarse, vi como arañó sutilmente la piel del dorso de su mano, fingiendo rascarse. Inconscientemente tomé su mano agresora y la apreté con cariño.
—No hagas eso —dije obligándola a mirarme.
—Entiendo lo que me dices pero no puedo relacionar estos tontos conceptos —me ignoró, soltándose de mi, rascando su cabeza, para luego acostarse sobre el mesón.
—Lisa, es muy tarde, descansa y mañana podemos seguir estudiando —hablé intentando hacerla sentir mejor, pero de pronto escuché un pequeño sollozo—. Hey, hey —la tomé desde sus hombros y la atraje a mi pecho, dejando que llorara en mis brazos—. Tranquila —intenté consolarla acariciando su cabello.
Sentí sus brazos rodear mi cintura y fue entonces que comprendí mis acciones, mi corazón tembló debido a su roce tímido pero confiando en que yo solo quería ayudarla.
—Lamentó hacerte perder tu tiempo —sollozó—. Soy una estúpida, mi padre tenía razón.
—Lisa, tranquila —susurré nerviosa, incómoda por no saber qué hacer, pero lo bueno de ser enfermera, es saber manejar ciertas crisis—. Estas estresada, ve a dormir y mañana verás todo más claro.
—Mi padre tenía razón, jamás seré doctora —continuó angustiada.
—Basta, serás una doctora genial —intenté animarla.
—No, Jisoo, mi padre me lo advirtió, me dijo que era demasiado tont- —no la dejé terminar y silencié sus palabras con un pequeño beso—. Jisoo... —se separó de mí, tocando sus labios con sorpresa.
—Perdona, pero era la única forma en que dejarás de decir esas tonterías —quería parecer tranquila luego de lo que había hecho. Pero la verdad era que mis mejillas ardían de lo rojas que estaban, mi corazón latía frenético, pero, lamentablemente había sido un beso tan fugaz que mi cerebro no había sido capaz de guardarlo en mi memoria—. Ahora vete a casa —le ordené sin mirarla debido a la vergüenza, pero antes que pudiera repetirle la instrucción, tomó mi rostro con fuerza y me besó, como si sacara toda su frustración contra mis labios, besándome con desesperación, dejando su lengua explorar con dificultad mi boca, pero que luego de unos segundos, se lo permití.
Nos besamos unos minutos, que se sintieron horas, sentía como el calor entre nuestros cuerpos aumentaba, no podía separarme, no podía detener esta lujuria que sus besos me provocaban.
—Lisa... —susurré, alejándome de ella para buscar una bocanada de aire.
—No hablemos, ayúdame, por favor —me rogó para atacar mis mejillas, bajando dificultosamente hasta su cuello—. Necesito relajarme —susurró sensualmente, haciendo que mi piel se erizara, mientras sentía ahora su lengua deslizarse sobre mi cuello con hambre.
Suspiré con fuerza al sentir la humedad de su lengua recorrer ese pequeño trozo de mi piel desnuda; y como si fuera combustible en este incendio, me levanté bruscamente y tomándola desde sus muslos, la senté sobre el mesón para poder estar relativamente a su altura debido a lo alta que era. Me posicioné entre sus piernas, y continué besándola, dejando que nuestras lenguas batallaran unos segundos, mis manos se apoyaron con nerviosismo en sus muslos, mientras que ella rodeaba mi cuello con sus brazos, acercándome aún más a su cuerpo.
Mi mente se encontraba nublada por la lujuria, no sabía que hacer, quería alargar este momento impensado, esto que nunca estuvo en mis planes, sin embargo, sabía que Lisa sólo necesitaba sacar la frustración de su cuerpo y yo -por fortuna o por desgracia- estaba ahí para ella. Estaba aquí besándola, sintiendo como mi cuerpo me demandaba hacerla mía y ayudarla a liberar todo dentro de ella, pero mi cabeza al mismo tiempo intentaba advertirme que esto no debía seguir.
¿Qué decisión debía tomar?
—Lisa... —intenté hablar, pero el aliento me hacía falta. Ella no dijo nada, se abalanzó contra mi rostro nuevamente, esta vez tomando mis manos y llevándolas hasta su pantalón.
—Jisoo, por favor —susurró con sus ojos cerrados con fuerza, abrazando mi cuerpo, haciéndome sentir conmovida con su petición.
Volví a besarla, pero esta vez sería a mi ritmo, bajo mis exigencias, bajo mis reglas y mis intenciones. La besé lentamente, guiando la velocidad del beso, mientras mi mano derecha comenzaba a acaricias su muslo, desde su rodilla a su cadera, tomándome el tiempo para calentarla, preocupándome que pudiera disfrutar esto tanto como yo lo hacía embobada de sus besos. Bajé por primera vez hasta su cuello y comencé a besarlo con cariño, intentando sentir el pulso de su arteria, intentando entender el latido de su corazón.
Escuché su primer suspiro escaparse de su boca, el cual me recorrió como electricidad, aterrizando en mi clítoris, dándome un placer inexplicable, así que continué con mis caricias, prometiéndome a mí misma seguir dándole placer.
Le quité su sudadera, sorprendiéndome un poco al descubrir que solo traía su brasier, pero se notaba que esta pobre niña estaba en semana de exámenes, quien gastaría tiempo en vestirse cuando debes estudiar.
Miré sus pechos con vergüenza, porque nunca pensé que un pequeño favor a mi madre y a Lisa, se convertiría en la sesión de sexo más impredecible y fortuita de mi vida, pero a ella no parecía importarle, ella necesitaba esto, y yo era lo suficientemente empática y buena para otorgárselo, deslicé mi boca desde su cuello hasta el inicio de uno de sus pechos, causando que su respiración se volviera más profunda, dificultosa; su mano me tomó por la nuca, enredando sus dedos en mi cabello, empujando mi cabeza contra su pecho, obligándome a continuar con mis caricias.
—¿Estás segura de esto? —le pregunté antes de seguir, haciendo un esfuerzo sobre humano para tener un poco de raciocinio.
—No, pero ya no quiero dar vuelta atrás —contestó con sinceridad—. Estoy muy caliente, no me hagas estresarme también por esto —continuó mientras desabrochaba su brasier y se cubría con sus manos su piel recién descubierta. Asentí y tomé sus manos, quitándolas de en medio para admirarla.
Que hermosa es, relamí mis labios y volví a acercarme a su cuerpo, esta vez bajando directamente hasta uno de sus pechos, preocupándome de besarlo hasta llegar a su pezón, el cual lamí con una lentitud tortuosa, mirándola fijamente, esperando la salida de esos suspiros que tanto me habían encantado.
—Jisoo... —susurró con fuerza, haciéndome sonreír, dándome un poco más de impulso para continuar con los movimientos de mi lengua sobre su duro pezón.
Mis manos con dificultad desabotonaron su pantalón y bajé su cierre. Aprisioné su cintura con fuerza, concentrándome en besar sus pechos con pasión.
—Ya no aguanto más —avisó sin aliento, así que me separé de ella y moví hacia un lado los libros y cuadernos que se encontraban sobre el mesón, para luego ayudarla a acostarse sobre toda la extensión de la fría superficie de madera—. Esta fría... —susurró entre risas, las cuales correspondí antes de tomar el inicio de sus pantalones y bajárselo con rapidez; dejándola sobre la mesa solo con su ropa interiorz
Ella apretó sus pechos con ambas manos, acariciándolos a su gusto, liberando pequeños suspiros, dándome tiempo para acercar una silla y posicionarme entre sus piernas.
—Apóyate aquí —murmuré tomando sus piernas y dejando que sus pies descansaran sobre los brazos de la silla, para yo poder sujetar sus muslos con fuerza—. Estás empapada —hablé un poco sorprendida, ella asintió, mientras continuaba con sus caricias en sus pechos.
Comencé a besar el interior de sus muslos, mordiendo de vez en cuando su tersa piel, causando que se quejara de vez en cuando.
—Jisoo, ya... —suspiró con fuerza, mientras apoyaba su mano en mi nuca y me acercaba a su intimidad—. Haz que me corra rápido —ordenó. ¿Y quién soy yo para negarle algo?
Rápidamente le quité su ropa interior y acerqué la silla a la mesa, para quedar junto a su cuerpo, para poder lamerla con comodidad.
—Haré que te corras, Lisa —advertí, para lamerla con toda la extensión de mi lengua, sintiendo lo empapada que estaba para mí, intentando lamer toda su humedad.
—Ah, Jisoo... —gimió por primera vez, motivándome a hacerla gemir aún más, obligándome a hacer una parada sobre su clítoris, haciendo pequeños círculos sobre él, capturándolo entre mis labios de vez en cuando, como si la estuviera besando.
—Si, así... —gemía con tanta fuerza mi nombre, que sentía como yo también me mojaba de solo escucharla.
Una de sus manos bajó hasta mi nuca y me empujó contra su sexo, dejándome saber que le gustaba aquello que le hacía y que necesitaba más, así que lamí la entrada de su vagina, abriéndome paso con mi lengua dentro de ella.
—Ah —gritó con fuerza, tanto que con su otra mano tapó su boca—. Así, así... —gimió desesperada, empujándome cada vez más contra su cuerpo.
Lisa comenzó un vaivén desesperado contra mi lengua, ayudándome a llegar cada vez más dentro de ella.
—Usa tus dedos... —ordenó, lo que en cierta medida agradecí porque mi lengua ya estaba bastante fatigada—. Fóllame, Jisoo... Por favor —suplicó y dos de mis dedos entraron dentro de ella con suavidad, intentando no lastimarla, dándole tiempo para ajustarse a ellos.
—Sí... ahora fóllame —repitió pero antes de hacerlo, me acerqué a sus labios y la besé con desesperación, obligándola a sentir su propio sabor en mi lengua.
Simultáneamente al beso, comencé a mover mis dedos, haciendo que sus gemidos se ahogaran en mi boca, intentando que mis estocadas fueran cada vez más y más profundas, tomándome el tiempo para ver cómo disfrutaba y gemía de placer gracias a mis caricias
—Ah... que bien lo haces...
—Córrete para mí —le susurré con fuerza, sintiendo inmediatamente como sus paredes se volvían más estrechas—. Córrete —le ordené para luego acelerar el movimiento de mis dedos dentro de ella.
Gimió descontrolada.
—Hazlo para mi —dije con mi mano libre tras de su nuca para que me mirara.
Solo pudimos mirarnos segundos, cuando sentí una fuerte presión contra mis dedos y un gran gemido salir de sus labios.
—Ah... —gritó con fuerza, desmoronándose sobre la mesa con bastante estruendo. La dejé disfrutar de su orgasmo, observándola cual obra de arte, viendo como su boca dibujaba una "O" que no parecía desaparecer.
—Lisa... —susurré luego de unos segundos, cuando sentí que la presión de mis dedos ya se desvanecía—. ¿Estás bien? —pregunté sacando finalmente mis dedos de dentro de ella.
—Mhm... —ella asintió, con sus ojos cerrados—. Gracias, Jisoo —susurró.
—No hay de qué —con una sonrisa, la ayudé a incorporarse y le entregué su ropa—. Solo recuerda que mañana temprano debes venir a dejar el libro —le guiñé un ojo, ella me dio un pequeño beso en los labios y se vistió.
—Después de hoy, imposible que lo olvide.
© NatRhums
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