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Nasty | Chaelisa

Cuando Rosé conoció a Lisa, su apariencia de niña buena y virgen no le había llamado mucho la atención, simplemente no le gustaba por pensar que se trataba de una mimada inexperta.

Pero Lisa no era todo lo que su exterior decía.

Ahora la joven Park no piensa en otra cosa que follarse a la linda pelinegra de faldas a cuadros que todo el tiempo la provoca pero ni un beso le da.

Lisa definitivamente es demasiado sucia, y Rosé
se da cuenta de ello.

[!] Smut, Rosé G!P.

Roseanne Park no era el tipo de persona que andaba atrás de alguien, las mujeres siempre la persiguen a ella.

Hasta que Lisa apareció.

Al principio, cuando su mejor amiga Jisoo la presentó como su prima menor, Rosé simplemente la había saludado sin interés. La familia de esas chicas era rica, así que esa niña también lo era, lo que no le movía ni un pelo a la rubia porque nunca cumpliría los caprichos de una mimada.

Pero Lisa comenzó a ser más recurrente en su vida, aparecía en las fiestas y reuniones. Sólo que no hablaba mucho, se concentraba más en su teléfono o en mantenerse callada, sin agregar nada a la conversación.

La novia de Jisoo, Jennie, había organizado una fiesta durante el verano para todos los que quisieran ir, ya que ella era una fanática de la diversión y la atención, todo el mundo hablaría de ella. Así que Rosé asistió con Jisoo y otra amiga llamada Sooyoung con la cual mantenía una extraña relación puesto que se habían acostado juntas varias veces.

En un momento se separó de la rubia que planeaba llevarse a la cama esa noche para ir al baño, subió las escaleras entre empujones y finalmente llegó. Al parecer no cerró bien la puerta, ya que esta se abrió y mostró el rostro de Lisa, tan bonito como siempre. La menor abrió los ojos con asombro al notar que Rosé estaba ahí, más grande fue su impresión al ver el pene de la mujer. Cerró la puerta inmediatamente.

A Rosé no le importaba que la gente supiera sobre eso, aunque por alguna razón que Lisa lo supiera de esa forma, fue muy incómodo.

Cuando salió de allí minutos después, la encontró al frente de la puerta, apoyada en la otra pared y con las mejillas completamente rojas. En días anteriores no le prestaría atención, ese día se le acercó porque temía haberla hecho sentir extraña de alguna manera.

—¿Estás bien? —preguntó en su oído por el fuerte sonido de la música, al parecer la otra no se lo esperaba ya que pegó un saltito. Rosé quiso reir un poco pero lo ocultó.

—Todo bien, disculpa por entrar así, no sabía que estabas ahí —levantó sus ojos y Park sintió esa mirada castaña atravesarla por completo.

Tragó duro.

—No pasa nada —trató de sonreír para disminuir su incomodidad, sólo le salió una mueca.

—Mmh, tengo que volver a buscar a Jisoo antes de que se ponga tan ebria que le pida matrimonio a Jennie otra vez —Lisa señaló a las escaleras con una sonrisa.

—Uh, seguro, ve —asintió sin más.

Sus ojos no se despegaron de la pelinegra, Lisa la miró una vez más y volteó. ¿Su falda siempre había estado tan alta? Rosé podía jurar que estaba más abajo antes, cuando la vio al llegar a la casa. Incluso su caminar era diferente, lo hacía lentamente y moviendo sus caderas de forma que a la neozelandesa le recordaba las veces que las mujeres hacían eso mismo para llamar su atención, normalmente funcionaba pero esta vez su mente estaba confusa. ¿Estaría haciendo eso Lisa, la niña mimada y callada que nunca le dice nada más que un "hola"?

Regresó a buscar a la rubia, estaba sentada en el sillón charlando con su amiga. Sonrió por pensar que quizás había conseguido un premio doble.

Después de un rato de plática con las dos mujeres, Rosé sintió una mirada punzante. Despegó la vista de los bonitos labios de la rubia y se encontró con orbes familiares. La hermosa pelinegra estaba mirándola desde otro lado de la habitación, una mano sosteniendo su bebida con el codo sostenido por su brazo cruzado y una expresión que no podía descifrar. Rosé le sonrió amablemente, pero recibió algo totalmente distinto. Manoban se había mordido el labio discretamente, pero ella se dio cuenta.

¿Qué pasaba ahora con la mimada?

Por el resto de varios minutos, seguía hablando con las dos chicas y sintiendo como quemaba algo dentro suyo por esa mirada que todavía podía sentir sobre sí. En ningún momento se sintió incómoda y eso la confundía más.

La rubia llamada Jinsoul comenzó a besarla. Y todo hubiera continuado sí no abría los ojos buscando a cierta tailandesa para conocer su opinión no verbal.

Lisa había tomado un sorbo de la bebida y le guiñó un ojo, luego "accidentalmente" hizo que un poco de vodka cayera por su boca hasta mojar la camisa blanca que tenía puesta. La tela se volvió un poco transparente y gracias a eso expuso la parte de arriba de sus pechos.

Lisa se movió de su lugar haciendo una seña casi invisible para que la siguiera a la cocina.

Rosé ni siquiera se molestó en disculparse con Jinsoul, sólo se separó y se encaminó rápidamente. El sonido de la música era un poquito menos fuerte y no había mucha gente ahí.

—¿Trajiste tu auto? —Lisa le preguntó sentada sobre la mesada.

—Claro, ¿qué sucede? —se acercó pero aún mantenía cierta distancia.

—Necesito ir a casa por una camisa nueva —sonrió y ladeó su cabeza, sus piernas se movieron hacia adelante y atrás.

—A penas son unas gotas, Lisa —no quería dejar a las chicas, aunque su curiosidad era enorme por saber qué planeaba esa mimada.

La pelinegra suspiró y tomó otra botella de vodka que estaba a su lado, la abrió y dejó caer el resto sobre su pecho sin disimulo alguno. El líquido resbaló por toda su piel, se lograba ver su brasier negro y su abdomen que se contrajo un poco por ello.

—Creo que ahora sí necesito una camisa nueva, unnie.

Rosé abrió la boca, no iba a fingir que no estaba viendo el cuerpo de Lisa, paseó sus ojos por la piel mojada y eso sólo hizo que la menor sonriera aún más.

—Unnie, tengo frío —puchereó llamando su atención nuevamente, la neozelandesa salió de sus para nada lindos pensamientos.

—Ten esto, vamos —se quitó la chaqueta de cuero negra y tapó el cuerpo contrario. Lisa se abrazó a ella sin vergüenza, mientras que Rosé evitaba a toda costa mirarla y se dedicaba a empujar a la gente para llegar a su auto. Su brazo sobre los hombros de la pelinegra.

El auto blanco de Park logró verse a una distancia no tan larga de la casa, las dos subieron ahí rápidamente. La mayor ignoró la llamada de Jinsoul y los ojos enojados de su amiga.

Ya habían viajado juntas muchas veces, sólo que ese asiento era ocupado por Sooyoung y Lisa siempre estaba atrás con Jisoo y Jennie. Además, nunca habían estado así de solas.

Y nunca había estado así de... excitada a causa de Lisa.

Bien, debía admitirlo. Le había dedicado alguna paja antes, porque no era ciega, la niña tenía un cuerpo precioso y una carita sin igual. Era demasiado sensual sin quererlo, en las fiestas siempre que bailaba con otra persona, Rosé quería ocupar ese lugar. Quería ser ella en quien Lisa se frotase hasta terminar en el baño haciendo alguna cosa demasiado impura.

Sabía perfectamente que Lisa no era ninguna virgen, pero seguía sin conocerla demasiado. Le gustaba mantener en sus fantasías una imagen y quedarse con ella, no le importaba mucho sí Lisa era así o no.

Pero al parecer, Lisa estaba siendo tal cual ella fantaseaba.

La pelinegra se había quitado la chaqueta y la dejó en los asientos de atrás, luego una de sus manos se apoyó sobre su muslo.

—Lisa —advirtió Rosé, ella no estaba muy ebria pero sabía que la chica sí, estaba totalmente fuera de sus reglas hacer algo con una mujer que no estaba del todo en sí.

Y aún más estaba fuera de sus reglas hacerlo con la primita de su mejor amiga.

—¿Qué pasa, unnie?

—No me uses esa voz inocente, Lisa.

La menor soltó una risa y Rosé apretó más sus manos en el volante, cosa que la menor notó enseguida.

—Unnie... ¿te ayudo en algo?

—¿Podrías no tocarme? También necesito silencio.

Lisa se acercó al estéreo del auto, al encenderlo el volumen estaba bajito así que no tocó eso, sino más bien comenzó a cambiar de emisora de radio hasta dar con alguna canción conocida.

El resto del camino, la pelinegra cantó las canciones que se sabía, las que no conocía las tarareaba. Y su mano jamás abandonó el muslo de Rosé.

Cuando llegaron a la casa de Lisa, Rosé la miró por primera vez en todo el viaje.

—¿No vas a bajar? —preguntó manteniendo su mirada en los ojos castaños, no quería ser más irrespetuosa.

—Me gustaría que me acompañes, unnie.

—Tus padres seguramente me sacarán a patadas sí te ven así conmigo.

—No están en la ciudad, por eso fui a la fiesta y te pedí que me trajeras.

Rosé lo pensó un poco, sí algo le pasaba Jisoo probablemente la mataría por dejarla sin supervisión estando ebria. Y no tenía ganas de escuchar a su mejor amiga siendo responsable.

Sólo por eso aceptó, según ella.

La casa de Lisa era un poco distinta a la de Jisoo, más grande y mejor decorada. Aunque Rosé pocas veces entró, su relación con los padres de Jisoo no era muy buena porque la llamaban mala influencia. Siempre se reía porque sí supieran de las cosas que Jisoo hace con Jennie les daría un ataque al corazón.

Trató de no mirar mucho. Pero no a la casa, sino a Lisa. Porque mientras subían las escaleras a su cuarto, Rosé pudo darse cuenta que las medias de red de Lisa le quedaban demasiado bien en esas piernas, y también logró ver un poco de su ropa interior gracias a que la falda estaba incluso más arriba.

Cuando llegaron al cuarto, se quedó quieta a un lado de la puerta en el pasillo cuando la otra entró.

—¿No vas a venir?

—Sólo vinimos por tu camisa, no tengo porqué entrar.

—Creo que sabes muy bien que no vinimos por mi camisa, unnie.

—Directa. Bien —suspiró—. Eres la prima de Jisoo —recordó sin mirarla.

—¿Ah? ¿Eso es un problema?

—Por supuesto, no me meto con la familia de mis amigos.

Lisa chasqueó la lengua y se puso frente a la rubia. Rosé era más alta, pero aún así podía estar con su rostro frente a sus ojos. La neozelandesa llevó su mirada al techo y la pelinegra giró los ojos.

—Voy a ser honesta, unnie —llamó su atención, pero Rosé aún no quería mirarla—. Hace unas horas me importabas una mierda, desde que te conozco me importas una mierda. ¿Crees que no te hablaba por tímida? Acabas de descubrir que no lo soy —finalmente la miró, sin expresión alguna—. Pero tu para nada pequeño secreto me llama mucho la atención.

—¿Qué?

—Me acosté con mujeres antes, nada que sea demasiado innovador —contó con un tono aburrido—. Pero tú tienes algo que ellas claramente no tienen, unnie.

—Lisa...

—Tienes una buena polla, Rosé, una que necesito probar ya mismo.

Rosé soltó una carcajada, Lisa la miró sin entender.

—Aprende esto, niña mimada —acercó su rostro al contrario—. Tampoco me importas una mierda, ruega lo que quieras pero no tendrás lo que quieres. No soy ningún juguete que complace tus caprichos.

Sin agregar nada más, comenzó a caminar de nuevo a la salida.

—¡Tú vas a rogarme luego, unnie! —escuchó cuando llegó al final de las escaleras.

Rosé no iba a mentir, claramente quería follársela pero encontró diversión en molestarla. La excusa de que fuera familia de Jisoo estaba cayendo poco a poco, Rosé definitivamente quería ver ese cuerpo sin ropa y pasar su lengua por cada lugar que podía.

No se acostó con nadie esa noche porque ya era tarde, así que se encerró en su cuarto y largó suspiros y gemidos con el nombre de Lisa otra vez, esperando que ese pequeño juego suyo no durase mucho en verdad.

Pudo comprobar que Lisa estaba siendo muy sincera con hacerla rogar tiempo después.

Faldas más cortas, medias más altas y transparentes. Camisas más escotadas e incluso más maquillaje y más contacto con ella.

Se rozaban las manos, Lisa tocaba su pierna de forma peligrosa y a veces fingia que le contaría un secreto para dejar besos y lamidas en ella.

Jisoo no parecía notar mucho esas cosas cada vez que salían en grupo.

En una reunión suya, con Jennie, Sooyoung y más amigos cercanos, Lisa se había preparado demasiado bien.

El restaurante no tenía muchas sillas libres, así que Jisoo se había sentado sobre de Jennie, pero cuando un chico llegó y ocupó el único lugar vacío no quedó otra para Lisa que sentarse en el regazo de Rosé.

A nadie le pareció extraño, ya que desde aquella fiesta las dos se veían mucho más cercanas. Jisoo había dicho que le gustaba mucho su nueva amistad porque Lisa no venía hace mucho al país así que perdió contacto con varios de sus amigos.

Rosé sonreía mucho, pero la verdad estaba tratando de contar hasta cien, mil, dos mil e imaginarse a su vieja profesora de Inglés en un jacuzzi. Todo porque Lisa no se quedaba quieta.

Saltitos, toques y movimientos circulares sobre ella. La maldita lo estaba disfrutando mucho.

—Así que, Rosie, escuché que buscas compañero de departamento otra vez —comentó Namjoon sin darse cuenta del martirio que sufría su amiga.

—Uh, sí. Tzuyu era agradable pero volvió a su país hace unos días —contó poniendo sus manos en la cintura de Lisa, tratando de controlar un poco la situación—. De verdad me gusta el lugar y es prácticamente mío, pero no llego bien con el alquiler.

—¿Y? ¿Apareció alguien? —la pregunta de Jisoo le interesó a Lisa, quien comenzó a pensar.

—No realmente, he visto ofertas pero soy demasiado perfeccionista con eso. Ya saben, no quiero problemas con nadie.

—Se entiende, Lisa está buscando salir de su casa; podrías ayudarla —Lisa salta de alegría por lo dicho por Jisoo, gracias a ella ahora tenía un pase libre para su pequeño plan.

—Uh, ¿ayudarla?

—Claro, unnie —la pelinegra se gira y la mira, Rosé hace una mueca—. Quiero salir de casa pero vivir sola me asusta, ¿por qué no ayudarnos con esto?

—Me haría muy feliz sí las dos vivieran juntas, mi primita y mi mejor amiga, ¡es tan tierno! —pero los pensamientos de las mencionadas no eran precisamente tiernos.

—Supongo que está bien.

Y fue así como ahora estaba ayudando a Jennie con las maletas de Lisa mientras ella hablaba con Jisoo sobre las manías que tenía Rosé en su casa.

Usar portavasos, lavar los platos en ciertos horarios, no tocar los cajones de papeles importantes, barrer el suelo cuatro o cinco veces al día, prepararse sus comidas por separado, etc.

—A veces es gruñona por las mañanas, pero sí te grita o te habla mal me dices y aparezco para romperle la cara.

—Jisoo... —su mejor amiga rodó los ojos.

—Oh y su habitación es demasiado privada, siempre golpea la puerta pero no entres porque sí lo haces no vendré a protegerte.

—Entiendo.

La primera noche juntas fue... inesperada.

Rosé estaba recostada en su cama, llevaba unas horas sin poder dormir por los nervios que tenía. Y no porque tuviera vergüenza, sino porque sabía que Lisa jugaría peor ahora.

Y claramente lo hizo.

Unos ruidos empezaron a escucharse, y Rosé sabía qué era.

Lisa se estaba masturbando.

Cerró sus ojos tratando de pensar en otra cosa.
Pero las paredes de papel no ayudaban, Rosé escuchó claramente su propio nombre entre los gemidos de la chica.

—Al maldito demonio —dijo y se levantó de la cama.

Llegó a la habitación y entró sin permiso.

Lisa estaba con sus medias de red y una falda rosa. Su pecho cubierto con encaje blanco.

—Vaya, fui descubierta —exclamó con vergüenza finjida.

La mayor se quedó estática.

Lisa se levantó de la cama, se puso frente a ella y ladeó su cabeza, jugando con el elástico del pijama de la rubia.

—Esto no está bien —suspiró cuando rozó su entrepierna poniéndose dura en su pantalón.

—Tú también lo quieres, unnie —susurró en su oído, luego, dejó besitos húmedos en los hombros descubiertos de Rosé. Su camiseta de tiras era perfecta para ello.

—Lisa...

—Dime, unnie —su aliento caliente sobre su cuello.

—Para o no me controlo.

—Quizás eso quiero, ya te lo dije, sólo quiero probar. Me iré de aquí mañana sí te molesta, sólo dame una noche.

Rosé lo pensó. En realidad sólo podía ver los pechos de encaje blanco.

—Toca sí quieres.

Las manos de Rosé llegaron a su cintura. La piel caliente y sudorosa. Ella quería hacerlo, demonios que sí. Luego se dijo a sí misma que Jisoo no lo sabría.

Rosé besó a Lisa.

Fue un beso hambriento. Brusco y húmedo. Sólo se escuchaba el ruido obsceno de sus labios y ellas buscando sus lenguas en la habitación.

Caminaron hasta que Lisa sintió la cama atrás suya. Después, jadeando y sin aire, ella dijo:

—Me gusta que me follen duro, unnie, así que no te contegas.

Rosé se sentó, Lisa en su regazo. Seguían con los besos, pero Rosé usaba un short corto y nada de ropa interior. Sintió la húmedad sin tocarla.

Lisa se movía peligrosamente sobre ella. Tampoco tenía ropa interior abajo. Sólo esa falda y las medias.

Park hundió la cara entre sus pechos y los mordió dejando marcas. Deseaba tanto esto.

Lisa suspiraba y maldecía.

Le quitó el encaje, sus pezones tan rosados frente a sus ojos. Se permitió chuparlos. A veces tiraba de ellos y el gemido de la menor era una canción que escucharía en loop por siempre.

Lisa le quitó la camiseta, ahora ambos torsos desnudos. La empujó hasta rescostarse. Besó por su cuello, y luego descubrió que su debilidad eran sus clavículas.

Rosé sostuvo su cabello suavemente, pidiendo que no parase.

—Te dije que me ibas a rogar —se burló.

—Cállate, Lisa.

Rosé bajó su mano hasta la húmedad que la mojaba. Apretó su clítoris y jugó con eso un rato. Lisa maldijo su nombre, su respiración era fuerte. Al parecer era sensible con eso.

Se colocaron en medio de la cama, Lisa intentó quitarse la falda.

—Déjala así, me gusta tanto como te queda.

Se siguieron besando, Lisa sintió que Rosé estaba dura. Eso porque tocó su pierna en un momento y se notaba.

—Quítate tú el resto entonces —dijo a duras penas, porque Rosé seguía tocandola.

Rosé se arrodilló sobre el regazo de Lisa, bajó su short y su polla pegó un salto. Llegaba casi a su ombligo. La contraria miró como estaba tan dura por ella, y sintió que tendría un orgasmo por verla.

—¿La quieres?

—La necesito, unnie.

Tiró la ropa al suelo, Lisa le dijo que tenía condones en su cajón. Ella sabía que esto sucedería.

Pero Lisa se lo puso, amando sentir las venas y ese líquido salir de la punta. Sí, la quería dentro suyo.

Volvieron a acostarse, Rosé arriba de ella jugando todavía con sus dos manos. Lisa no podía decirle que no, no decía nada coherente.

—Mgh, unnie —gimió cuando Rosé llevó su mano a su pene y jugó en la entrada. La acariciaba con ansias pero era cuidadosa.

—Estoy muy sensible, por favor no juegues ahora.

Rosé poco a poco fue entrando en ella, sintiendo la calidez que le daba la bienvenida. Metió la mitad pero se quedó quieta.

—¿Qué pasa? —preguntó Manoban.

—Eres hermosa, es todo.

Empujó más hasta llegar profundo. La falda levantada hasta su estómago, por lo que disfrutó ver como se volvía una con la pelinegra.

Salió y volvió a entrar varias veces, primero lento hasta encontrar ese punto específico donde Lisa comenzó a gritar de placer.

Empujó duro, fuerte, tal y como la otra se lo pedía entre jadeos. Las piernas de la rubia se enredaron en ella para sentir más. De verdad que lo disfrutaba.

Rosé comenzó a besarla por donde podía. Lisa arañaba su espalda y abría la boca, sus ojos cerrados.

Se sintió cerca, así que Rosé paró otra vez.

—¿Ahora qué?

—Date la vuelta.

—¿Qué?

—Quiero que muerdas la almohada y me pidas que no pare.

Lisa obedeció, se dio vuelta y pronto sintió a Rosé entrar en ella. Estaba con el culo hacía arriba y los brazos tratando de estabilizarla.

Pero fue imposible. Rosé agarraba sus caderas de forma de que dejaría marcas tal vez pero nadie pensaba eso.

Las estocadas fueron más rápidas. A Lisa le encantaba sentir la pelvis de la mayor contra ella. En un momento volvió a gritar porque volvió a encontrar ese punto.

Y como lo dijo Rosé, mordió la almohada azul.

—Carajo, estoy cerca —contó Rosé.

—Yo igual, no p-pares.

La primera en venirse fue Lisa, unos empujes más y Rosé también lo hizo.

Se quitó el condón y lo tiró al bote de basura.

—Me quedaré sí hacemos esto seguido —Lisa la abrazó con sueño.

—Todo lo que quieras —sus párpados pesaban.

Y el resto es historia.

Gracias a pksoohye, quien me permitió adaptar este one shot.

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