Milf ² | Chaelisa
❝ Rosé sigue enamorada-horny por la mamá de su amiga. ❞
[ ♡ ]
Habían pasado dos meses desde que Rosé consiguió besar a Lisa, tocar los pechos de Lisa, mirar semidesnuda a Lisa, y recibir una cachetada de Lisa.
Y así mismo, dos meses desde que no ha sabido absolutamente nada de su milf.
Cumplió años y se lo festejaron. Los idiotas de sus mejores amigos habían llevado a dos damas de compañía simplemente para ponerla en vergüenza delante de sus padres -al final descubrieron las revistas de su hija luego de estar buscando unos papeles importantes para el ingreso a la universidad-, quienes sólo atinaron a reírse.
Ahora, con diecinueve años cumplidos, seguía siendo igual de virgen. Y sabía que era algo que iba a perdurar por un buen tiempo porque primero: ella era pésima para ligar. Sí, puede que sea atractiva, pero era un desastre para hablar con chicas de algo que no sean sus videojuegos o comics favoritos. De nada le servía tener una cara linda cuando no sabía tener un tema de conversación más allá de esos temas.
Segundo: ¡tenía que ser con Lalisa Manoban!
Aunque no la había visto en un buen tiempo... ¡Pero tenía que ser con ella!
—Cariño, ¿estás lista? —la voz de su madre la sacó de sus pensamientos—. Por favor, date prisa. Estamos esperándote con tu padre y Jackson —Rosé asintió y se paró de la cama para ir por sus Converse negras desgastadas.
Se supone que habían quedado en ir a la fiesta de uno de los compañeros de colegio de su hermano menor. Ella no quería ir y de hecho su hermano tampoco, pero el pequeño se vio en la obligación de hacerlo. Y ella, luego de que él la amenazara con mostrarle un VHS porno que tenía escondido a sus padres, también terminó haciéndolo.
—Enano de mierda —susurró mientras se paraba de la cama ya totalmente lista y tomaba su campera negra. Se miró rápidamente en el espejo checando por última vez su vestuario y salió de su habitación.
Al bajar las escaleras vio a su hermano revisando en bolso de su madre sabiendo que seguro estaba buscando las llaves de la casa para decir que se perdieron y así tener una excusa para no salir o al menos llegar más tarde. Se acercó sin que se diera cuenta y le pegó una palmada en la cabeza, ganándose un grito de él y varios regaños de sus padres.
Luego de un corto viaje en el carro, al fin llegaron al sitio donde se haría la gran fiesta de cumpleaños de Mark.
Todo estaba bien, tranquilo. Estaba lleno de pubertos entre doce y catorce años. No había nada raro. Bueno, tal vez uno de los compañeros de su hermano tratando de "ligar" con ella, pero de ahí, nada más.
Hasta que la vio.
¿Qué hacía Lalisa Manoban en la fiesta de cumpleaños de un mocoso de trece años?
Lo averiguará.
Rápidamente corrió hacia la señora Manoban, quien estaba en cuclillas hablando con un niño. Por inercia, sus ojos cayeron en el trasero de la mujer. Y hubiese seguido mirándola de no ser porque recibió un empujón de uno de los niños que estaba jugando con otro. Esto provocando que volteara a mirarlos y les sacara el dedo del medio.
—¿Estás bien? —la suave voz de Lisa se escuchó y volteó a mirarla.
Dios, qué hermosa se veía ese día. Bueno, siempre.
Su mirada la escaneó con cuidado. Llevaba un vestido veraniego y unos lindos zapatos de suela baja. Su cabello estaba liso y totalmente suelto. Y su rostro con un leve maquillaje, casi ni se notaba en realidad.
E iba a seguir mirándola, pero sintió como la mujer la tomaba de la camisa y la hacía caminar hacia dentro de la pequeña casa del lugar.
—Roseanne, deja de verme así —la regañó.
—¿Haz estado evitándome?
Lisa quedó muda debido a la repentina y directa pregunta.
¿Lo había estado haciendo? ¡Pues claro! Luego de ese día y todo lo que pasó se sentía avergonzada, así que después de meditarlo, lo mejor fue simplemente ignorarla.
Y le partida el corazón hacerlo, ya que podía notar la carita de decepción que ponía cuando iba a su casa y prácticamente salía corriendo para no hablar con ella. Quien la viera... una mujer adulta huyéndole a una adolescente. ¿O joven adulto? Bueno, da igual. Sigue siendo casi dieciséis años mayor que ella.
Pero hoy se la había topado.
En una fiesta.
De su sobrino.
¿Cómo no se había dado cuenta que el apellido Park de Jackson tenía algo que ver con ella? Era prácticamente la única Park que conocía.
Suspiró.
Tenía que comportarse como la mujer madura que era, eso de huir no era algo que ella hacía. Acá la adulta responsable era ella, no Rosé.
—Bien, Rosé. Eso que pasó ese día, ¿lo recueras? —la joven asintió con fervor—. Bien, pues olvídalo. No debió pasar, estuvo mal. Tú actuaste mal y yo actué aún peor.
Rosé abrió la boca con la intención de hablar, pero Lisa le puso la mano rápidamente encima para callarla.
—No, silencio —presionó más—. Olvídalo, ¿sí? Tú lo olvidas, yo lo olvido. Te buscas a una de tu edad. Hay muchas chicas lindas de tu edad. O chicos, ¿te gustan también? Bueno, no interesa. Lo ideal es que sea de tu edad. Tal vez unos dos años menor o mayor. Pero que oscile tu edad y no casi die-
Se vio interrumpida por Rosé que también le puso su mano sobre la boca para buscar callarla. Sí, ama su voz. Pero estaba empezando a hablar demasiado rápido y era incómodo.
Miró el ceño fruncido de la mujer mayor y sintió miedo. Pero se mantuvo firme, igual que su mano. Luego escuchó los balbuceos y cambios de mirada que le advertían que lo mejor sí sería retirar el agarre, así que agarró la muñeca en muestra de que también deseaba que la quitara y así las dos se soltaron a la otra.
—Nunca me arrepentiré de lo que pasó ese día —dijo firmemente Rosé—, fue increíble. Y esperaba a que se repitiera. O pasara a más —sonrió con gracia—. Vamos, señora Manoban, soy mayor de edad.
Lisa se reprendía por haber dejado que su lado impulsivo actuara ese día. Ese lado que había hecho que Sulji naciera. Por suerte Rosé no podría dejarla embarazada.
—Eres una sinvergüenza.
—Lo sé.
—Yo soy una irresponsable.
—Ya estoy grande, sé lo que hago.
Lisa negó. Miró hacia el suelo y se mordió el labio. Subió la vista para encontrarse con los lindos ojos de Rosé y esa sonrisita que casi desbordaba picardía.
Bueno, la edad es sólo un número. Sí, y la celda sólo una habitación.
Apretó los labios ante aquel pensamiento. Dios, ella misma sabía que la edad no era sólo un número. ¿Pero qué más da?
—¿Estás bien? —esta vez fue la voz de Rosé quien la sacó de sus pensamientos. Volvió a centrarse en ella y la agarró del brazo para llevarla disimuladamente hacia la parte trasera de la casa.
Rosé se emocionó, ya ganó.
Ya fuera, sintió como Lisa la agarraba de la campera y hacía que se inclinara para poder besarla. Rosé, sin perder el tiempo, la tomó de la cintura con firmeza y le correspondió el beso.
Lisa le soltó la prenda para pasar sus manos por el suave cabello rubio y pegarse más a ella, regalándole un delicioso mordisco. Park abrió los ojos debido a que el libido se le subió hasta el cielo sólo con eso y apretó su cintura.
La separó de ella como pudo.
—Espera —dijo casi ahogada por el beso.
—¿Pasó algo? ¿Te mordí muy fuerte? —la voz preocupada de Lisa la alertó.
Negó rápido y decidió ser igual de sincera que siempre.
—Es que sentí que me corrí con ese mordisco.
Lisa se rió y le dio un suave golpe en el abdomen. Iba a hablar, pero Rosé la interrumpió tomándola del brazo y llevándola hacia la casita de madera que vio al haber llegado al patio.
Una vez dentro fue ella quien agarró la cara de Lisa y la atrajo hacia su boca. La mujer mayor optó por poner sus manos sobre los brazos de Rosé y apretarlos.
¡El beso más caliente que había tenido en su corta vida! Y con la mujer más sexy que había conocido. Dios tenía sus favoritos y ella era una de ellos, lo sabía.
Sintió a la más baja tomar sus manos para ponerlas nuevamente en su cintura y así posar las suyas en el cuello, inclinándola más hacia su cuerpo.
No sabía cuándo había pasado, pero Rosé estaba casi encima de la tailandesa, quien había encontrado sitio en una de las sillas que habían dentro de la casita. Las traviesas manos de la más joven estaban sobre sus pechos agarrándolos con confianza.
—No llevas nada debajo —su voz salió con felicidad.
Lisa sonrió con malicia y la separó un poco para poder bajarse las tiras del vestido y dejar al aire el par de pechos que tanto le gustaban a la chica más joven.
Rosé abrió los ojos y se separó aún más para poder apreciarlos como debería. No contaba con que se enderezaría tanto que terminaría por pegarse contra el techo de la casita. Lisa se levantó preocupada y le sobó con su mano la zona lastimada.
—Estúpida casa chiquita —maldijo.
—No es tan pequeña —señaló Lisa—. Mira, yo no me golpeo así esté bien parada.
—Es que tú también estás chiquita.
—Medimos casi lo mismo, Rosé —rodó los ojos.
—Aún así soy más alta —sonrió con orgullo.
Lisa negó y se fijó como los ojos de la chica abandonaron los suyos para posarse sobre su pecho. Claro, los tenía al aire.
—¿Te gustan? —preguntó, aunque sabía cuál sería la respuesta. Amaba sentirse deseada.
Rosé sólo se limitó a asentir. Sintió una mano ajena tomar la suya para posarla sobre el uno de los pechos. Casi chilló al sentir la suavidad.
Eran grandes. Su mano abarcaba todo el pecho y podía sentir el duro pezón sobre la palma de su mano. Se atrevió a llevar su otra mano y agarrar el otro.
—Son suaves y grandes —susurró con fascinación.
Lisa se mordió el labio y, tomando su cabeza con ambas manos, la atrajo hacía ellos.
El mensaje fue captado al segundo, pues Rosé ya estaba prendida a uno de sus pechos, saboreándolo con su boca mientras el otro lo tenía aun en su mano. El gemido la hizo apretarse más a ella. Nunca se había excitado tanto con tan solo haber escuchado ese pequeño sonido.
Se separó y se dio la vuelta con Lisa aún pegada a ella para tomar asiento en la silla y colocar a la mujer mayor encima de su regazo y así tener más comodidad para seguir degustando sus pechos.
Ella era la mujer más afortunada del planeta. Ella tenía a una mujer mayor encima suyo.
"Tienes las lindas tetas de Lisa en tu boca, ya ganaste Roseanne Park".
Esa fue la voz de Jisoo dentro de su cabeza. Porque su subconsciente se había encargado de hacer una mini Jisoo para que representara al pequeño demonio que estaba en uno de sus hombros. Sehun era el ángelito, pero ese es otro tema.
¿Y cómo se sentiría allá abajo? ¿Sería muy osado de su parte si la tocara? Bueno, ya tenía su pecho izquierdo en su boca, qué más da colarle la mano dentro del vestido.
Y así mismo pasó, su mano abandonó el pecho para acariciarle el muslo despacio, tentando la zona. Se fue acercando más a la cara interna y con el meñique tocar disimuladamente la braga, sintiendo el calor desprendiendo de ella.
Iba a volver a hacer el mismo movimiento, pero sintió la mano de Lisa en su muñeca. Y casi se infarta del miedo, pero se infartó porque lo único que hizo fue meterla directamente a la húmeda braga.
Por favor, estaba casi chorreando de humedad. La mano ajena abandonó su muñeca para ponerse sobre la suya, queriendo instruirla. No tardó tanto para que Rosé lograra seguirle el ritmo y Lisa la soltara y se aferrara a sus hombros.
Su boca abandonó el pecho para besarle el cuello y de ahí pasar a su mandíbula y boca.
Quería meterle los dedos, necesitaba meterle los dedos. Y estaba lista, pero escuchó la chillona y fastidiosa voz de su hermano llamándola.
—¡Rosé! —gritó el niño. Lisa se asustó y trató de pararse, pero la joven la mantuvo en su lugar—. Deja de meterle los dedos a esa chica y sal ya, mamá te está buscando. Y hazlo rápido o le recuerdo que me pegaste y que andas de pajera.
Se había acercado lo suficiente a la casita para poder decirlo con voz más baja y amenazadora.
—Lo detesto, debí ser hija única —se quejó con un gruñido—. Dios, ¿por qué impides que le meta los dedos a esta bella mujer? —Lisa le pegó en el pecho. Su rostro se había tornado rojo ante las palabras.
Se acercó al oído de la chica.
—Ve que te esperan, ya luego acabaremos esto —se paró y rápidamente se sacó sus bragas y las tiró sobre el rostro de Rosé.
La joven chica se apresuró a tomarlas y las puso sobre su pecho encantada.
—Te las mereces —la escuchó—. Ahora dile a tu hermano que se vaya para poder salir.
—No me hará caso.
—Dile que lo haga o le dirás a tu mamá que lo viste mirando por debajo de las faldas de las chicas.
Rosé se mordió los labios para evitar reír y asintió. Le dijo aquello y sintió como su hermano salió corriendo del sitio.
—Es igual que tú.
Rosé se encogió de hombros y se acercó para darle el último beso al menos de esa noche. Es cierto que no fue una cogida como lo estuvo soñando, pero la volvió a besar, tuvo sus pechos en la boca, le metió la mano debajo de las bragas y además se quedó con ellas. Ah, y de paso le dijo que luego acabarían con todo eso.
El mejor día de su vida.
© whorefrs
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro