Milf | Chaelisa
❝ Rosé es una virgen que solo le gustan las milfs. ❞
Adv: personajes desubicados, actitudes cuestionables y mención de cosas que no están bien.
No tomar como ejemplo para la vida real.
[ ♡ ]
09/02/1995
—Dios, Rosé, estás tan desesperada por coger. ¿La peor parte? Tienes de sobra con quien hacerlo, pero insistes en que debe ser con la madre de Sulji —se quejó Sehun mirando con gracia las revistas que tenía Rosé sobre su cama.
Todas y cada una de ellas siendo de Carmen Electra y otras famosas veinte años mayores que su mejor amiga. Y una que otra +18.
—Sehun tiene razón, vas a morir virgen —argumentó Jisoo—. La señora Manoban nunca te hará caso.
Rosé volvió a fruncir el ceño y le quitó con brusquedad la revista que tenía Sehun en sus manos. Como siempre, sus amigos habían llegado a irrumpir a su habitación cuando tenía planeado pasar el rato con las nuevas revistas Playboy que compró hace unos días. Planes que se vieron interrumpidos cuando Kim abrió la puerta casi de una patada, hallándola con los pantalones desabrochados y la revista abierta en una página con mujer en un bikini que apenas y le cubría algo.
"Así quería te quería agarrar", fue lo único que escuchó Rosé, seguido de Sehun saltando sobre su cama para joderla también.
Así estuvieron durante un rato hasta sus mejores amigos se apiadaron de ella y la soltaron.
Ahora Rosé se encontraba tomando sus preciadas posesiones para que sus amigos dejaran de avergonzarla.
Bueno, la verdad era que no le daba pena, pero de todas formas estaba enojada y frustrada, ¡habían interrumpido su tarde de
autoplacer!
—Se supone que nos veríamos hasta la noche —reclamó Rosé mientras se agachaba a un lado de su cama y sacaba una caja con un montón de cosas, entre ellas más revistas.
No podían culparla, era una joven hormonal que había salido del closet hace menos de un año y quería experimentar.
¿Su mayor problema? Que había desarrollado un gusto por las mujeres mayores, impidiendo que una chica de su edad le llamara la atención.
"Mommy issues", había escuchado a Jisoo decirle un día en el que estuvieron platicando por qué había rechazado a Sana.
Pero ella estaba segura de que no se trataba de algo así, no era que tuviese la mejor relación con su mamá, pero tampoco era que se odiaran.
Mommy kink quizá.
E incluso lo veía más lógico.
Bueno, da igual. La cuestión era que le gustaba demasiado la madre del nuevo ligue de Sehun.
Lalisa Manoban. Una mujer que rondaba los treinta y pico de años. Una mujer hermosa. Una mujer sexy. Una mujer dulce, pero con carácter fuerte. Y lo mejor, una mujer soltera.
La mujer de sus sueños, prácticamente.
¿Quién fue tan idiota de separarse de semejante mujer? Le daba igual, así le dejaba las cosas más fáciles.
El problema venía cuando tenía que hablarle, ya que no lograba que su boca formulara palabra coherente alguna. Y si lograba decir algo, la cagaba.
Como esa vez donde había ido junto a sus amigos a la casa de Sulji a pasar la tarde y la había encontrado saliendo de la piscina. Lo recuerda como si hubiese sido ayer...
Venía en cámara lenta hacia ellos mientras se echaba el cabello húmedo hacia atrás, provocando que el movimiento de sus brazos resaltaran más sus pechos.
"Buenas tetas. Digo, buenas tardes", fue lo que salió de su boca cuando la tuvo en frente. Para su suerte, la única que estaba ahí era Jennie, quien le pegó en la cabeza y se disculpó con la señora Manoban para luego agarrar a la australiana del brazo y llevarla a la sala.
No sabe cómo reaccionó realmente la mujer mayor, pero estaba segura de que mal no había sido porque sino la hubiese echado de su casa, ¿no? O eso espera.
Ahora estaba a tan solo unos días de cumplir diecinueve años y quería dejar de ser una virgen que se masturbaba mirando revistas de mujeres semidesnudas.
No cambiaría en nada, pero dejaría de ser virgen.
De todas formas, quería que fuese con nadie más y nadie menos que Lalisa Manoban. Y lo conseguiría. ¿Cómo? No sabe, pero lo haría.
—Así es, pero decidimos adelantar los planes —miró cómo Jisoo se sentaba sobre el sofá que tenía y tomaba el mando de su PlayStation.
—Ojo con mi partida de Resident Evil —le advirtió. Ya una vez le borró el progreso y si lo hacia nuevamente, la sacaría de patadas de su casa—. De todas formas, la fiesta no empezaba a las diez de la noche? Apenas son las siete.
Sehun, quien había estado mirando la caja llena de revistas, dejó todo en su lugar y de un empujón con el pie la metió debajo de la cama nuevamente.
—Primero, eres una pajera, Rosé. Tienes más revistas que cualquier puberto. Si fueses hombre estoy seguro de que no tendrías medias limpias por eso —Park se encogió de hombros y Jisoo se rió—. Y segundo, habíamos quedado en que iríamos a comprar el trago, tú eres la única con una tarjeta de identificación. La idiota de Jisoo botó la suya y de paso la mía.
—Cállate, tarado. No es mi culpa que hayas metido las cosas a mi campera.
—Sigo sin creer que ustedes se hayan acostado —Rosé hizo una mueca de asco al recordar la vez que vio a sus dos mejores amigos sobre la cama de Sehun totalmente desnudos.
—Estábamos muy drogados y ebrios, ¿entendido? —se quiso defender él.
—Sí, sabes que no me meto con tarados —dijo despreocupadamente la coreana—. Mis gustos están muy por encima del feo de Sehun.
—Oye, respétame.
—Ya, cállense. Vámonos, entre más rápido acabemos esto, mejor.
Y tomando sus cosas, salieron de la casa de Rosé hacia el auto de Sehun.
Hoy irían a una de las fiestas de Kyungwoon, el primo de Sulji y tenía decidido hablarle a la señora Manoban cuando la fuesen a recoger para ir a la casa del chico.
Ya se había mentalizado en que no le diría nada acerca de sus pechos. O su trasero. O sus piernas. O su cintura.
Bueno, que no pasaría vergüenza delante suyo de nuevo.
El viaje hacia el pequeño local oculto fue relativamente rápido. Los tres chicos se bajaron del auto y fueron a la pequeña ventana por donde atendía el viejo Carl, un tipo de unos cuarenta años que era básicamente el proveedor principal de todos los jóvenes del pequeño pueblo donde vivían.
Compraron distintos tipos de tragos, éxtasis, marihuana y cigarros. Decidieron llevar también snacks para ir comiendo de camino y salieron para la casa de Sulji.
No pasaron ni treinta minutos cuando ya estaban frente a la casa de Sulji. La chica más joven les había dicho que podían quedarse ahí mientras era la hora de irse.
Rosé se sentía emocionada pero a la vez un poco nerviosa. En el camino había decidido que no le daría muchas vueltas y se comportaría normalmente.
Al llegar a la puerta, fue la señora Manoban quien les recibió, tan hermosa y enigmática como siempre. Les sonrió con ese cariño con el que siempre lo hacía y los dejó pasar.
—Señora Manoban —Rosé llamó su atención, haciendo que la mujer detuviera sus pasos y volteara hacia ella. Observó a la chica acercarse hasta ponerse frente suyo.
—¿Necesitas algo, Rosie? —la nombrada sonrió ante el apodo y subió su mano, mostrándole un pequeño chocolate en forma de animalito.
La tailandesa sonrió con ternura y tomó el detalle, luego subió su mano hasta la mejilla de Rosé y le dio una breve caricia, susurrando un gracias.
La rubia se quedó mirándola hipnotizada, no pudiendo evitar que su vista bajara hacia el trasero de Lisa cuando esta volvió a caminar lejos.
Su precoz y virginal mente iba a empezar a divagar en pensamientos no apto para niños, como diría Sehun, pero se vio interrumpida por un empujón en su espalda por parte de su mejor amiga.
—Deja de mirarle el culo a la señora Manoban y ayúdame a bajar todo.
Luego de haber ayudado, ya todos se encontraban en el patio trasero de la gran casa. Aún era bastante temprano para ir a la fiesta, así que habían decidido pasar el rato en la piscina.
Cada uno de ellos estaban absortos en sus propias actividades, menos Rosé, que no dejaba de mirar el pequeño balcón donde se encontraba la madre de Sulji haciendo yoga.
¿Acaso el universo la odiaba y por eso se encontraba ahora en esa situación? Trata de disimularlo, en serio que lo hacía. Pero era imposible cuando tenía a la mujer que tanto deseaba en una posición donde sus piernas resaltaban aún más. A eso sumarle la ropa apretada que llevaba.
Fijándose en sus amigos, se dio cuenta que todos estaban distraídos. Volviendo al balcón, notó que la señora Manoban ya no se encontraba ahí. Luego, miró la puerta que daba a la sala y decidida, se paró.
Al estar cerca a la puerta, volteó a sus amigos nuevamente y vio cómo Jisoo le regalaba una sonrisa complice y le hacía señas disimuladamente para que prosiguiera.
Bueno, ya sabía que tenía a su mejor amiga como coartada.
Ya dentro de la casa, analizó rápidamente el lugar. Todo era muy lindo y espacioso, pero lo único que era de su interés, era la mujer de deliciosas piernas. Caminó a las escaleras y empezó a subir despacio, sin querer hacer ningún tipo de ruido. Al llegar a la plata alta, se desplazó por el pasillo atenta a cada habitación, hasta que se topó con la puerta semiabierta del cuarto de la madre de su amiga.
¿Qué tan mal estaría que echara un pequeño vistazo? Muy mal, pero usaría la excusa de siempre: joven hormonal que no piensa correctamente.
Así que eso hizo, abrió lentamente la puerta y se fijó en la espalda desnuda de la mayor. Tragó saliva, empezando a sentir como se excitaba con tan solo eso, no quería saber cómo sería con algo más.
Con descuido, sacó la cámara de su riñonera y le tomó una foto.
Degenerada. Pero ya fue, luego iría a la iglesia y confesaría sus pecados.
Miró como enganchó sus pulgares a la pretina de sus pantalones y se los bajó, dejando ante la vista de Rosé su trasero y, debido a la posición en la que estaba, parte de su sexo cubierto por la tanga negra que llevaba.
Otra foto.
Y luego lo que hizo, provocó que apretara el aparato, pues Lisa había dado la vuelta dejando a la vista el par de pechos más hermosos que alguna vez había visualizado. Y eso que había visto muchos, en revistas, pero muchos.
Dos, cuatro, ocho fotos.
Ya quería llegar a su casa y armar su propia revista, solo para ella obviamente.
Lisa salió de su vista al ir hacia la izquierda de su habitación y Rosé casi gruñó por eso. Luego volvió a ver cómo aparecía, esta vez envuelta en una toalla y se adentró al baño que tenía.
La australiana aprovechó para abrir aún más la puerta y mirar mejor. Notó la ropa sobre un sofá, pero la pieza que le interesaba no estaba ahí. Decidió entrar y caminar cuidadosamente, escaneó con rapidez el lugar hasta que dio con lo que tanto deseaba.
La tanga.
¿Se la llevaría? Sí.
¿Era una enferma y sobrepasaba los limites? Pues sí.
¿Le interesaba? Pregúntale eso a la humedad entre sus piernas y su asquerosa mente.
Tal vez debería también robarle el brasier que llevaba...
Pero no lo hallaba en ningún lado, se agachó para buscar debajo de la cama por si lo había dejado caer, pero tampoco.
Estaba tan ensimismada en su búsqueda que no notó que la señora Manoban había salido y miraba curiosa a la chica en el suelo.
—¿Necesitas algo, Rosie?
La reacción de Rosé fue saltar sobre la cama y rodar hasta caer al otro lado, quedando sentada en el piso. Su cámara había salido volando hacia el sofá de donde había tomado la tanga y la prenda había caído estratégicamente sobre hombro.
Todo se trataba de Dios castigándola por ser una pecadora, lo sabía.
Lisa entrecerró los ojos mirando su ropa interior sobre el hombro de la joven y luego volteó hasta la cámara que descansaba en su sofá. Se acercó hasta esta para tomarla y revisarla.
Rosé, por otro lado, no sabía qué hacer, quería que la tierra se la tragara y la escupiera en su casa, no volver a salir nunca más de ahí y pasar parte de su vida aislada del mundo exterior.
Sus ojos pararon sobre la mujer mayor, mirando cómo esta veía concentrada su cámara.
Y se odió nuevamente.
¿En serio estaba pensando en lo sexy que se veía con el ceño fruncido y en una toalla que apenas y la cubría sus deliciosas piernas? Sí.
—Yo... —tartamudeó—, puedo explicarlo.
Lisa dejó de mirar el aparato para centrar su vista en la rubia que seguía en el suelo. Levantó una ceja y levantó el aparato fotográfico, enfatizando lo que diría a continuación.
—¿Cómo pretendes explicarme estas fotos de mí semidesnuda, Roseanne? —su tono de voz había salido tan duro que quiso llorar. Era la primera vez que le hablaba de esa forma y que usaba su nombre completo—. ¿Eres consciente del problema tan grave en el que te meterías si le dijera a tus padres sobre esto?
Y claro que lo sabía, pero en su momento no lo pensó con cuidado.
Sus padres católicos ni siquiera tenían idea acerca de su orientación sexual y estaba segura de que no reaccionarían de la mejor manera. ¿Que cómo tenía la suerte de que nunca le hayan descubierto las revistas y demás? Ni ella lo sabía. Y que se enteren no solo porque estuvo espiando a la señora Manoban, sino que también le sacó fotos... peor aún.
Seguramente la enviarían al psiquiatra y la dejarían ahí encerrada de por vida.
Bueno, al menos tendría el lindo recuerdo en su mente, eso nadie se lo quitaría.
¡Deja de pensar en eso, Park!, se regañó a sí misma y se puso de pie.
Luego vio a la señora Manoban acercarse a ella y levantar su mano, haciendo que cerrara los ojos, esperando la bofetada que bien merecida tendría. Pero el golpe nunca llegó.
—Abre los ojos, no te golpearé.
Hizo caso, mirando cómo Lisa solo había tomado la tanga que seguía en su hombro. La había olvidado.
—Te conozco desde que tenías diez años, ¿lo sabías? —empezó Lisa, caminando hacia la puerta y cerrándola. Rosé tragó saliva—. Cuidé de ti varias veces. Te vi crecer —la agarró de los hombros e hizo que se sentara sobre la cama—, y ahora estás acá, faltándome el respeto en mi propia casa.
—Lo siento... —se escuchó la débil voz de Rosé.
Lisa rió sin gracia.
—Dudo que realmente te arrepientas.
La menor apretó los labios y miró al suelo. Tenía razón.
—¿Qué era lo que realmente querías hacer con estas fotos? —la voz de Lisa se había escuchado más suave, ahora realmente tenía curiosidad—. Y sé sincera, por favor. Es lo mínimo que merezco.
Park asintió y se pasó la mano por la nuca.
—Las quería para mí... solo para mí.
Lisa asintió lento.
Se había dado cuente que la chica solía ser especialmente atenta con ella y muy tímida. Sabía que seguramente se sentía atraía y no lo dice porque tenga el ego enorme o algo parecido, pero era consciente que podía llegar a ser atractiva para muchas personas. Además, ya dos veces anteriores había notado que la miraba con otros ojos. A eso sumarle la vez que le dijo que tenía buenas tetas.
Rió ante el ultimo pensamiento y la observó. La misma chica que tantas veces cuidó y que estuvo en las pijamadas de su hija, ahora mismo estaba en su habitación, luego de haber sido descubierta espiándola. Quién lo diría.
—Supongo que sé para qué las querías entonces —volvió a hablar mientras Rosé se sonrojaba. Posó su dedo debajo del mentón de la australiana y subió, haciendo que la observara.
Se quedaron mirando por un rato hasta que Rosé se paró, quedando frente.
Bien, había algo que Lisa debía admitir y que le avergonzaba enormemente.
Se sentía demasiado atraída por su altura, su carita bien bonita y le agradaba saber la manera en la que le veía.
Por Dios, Lalisa, ¿en qué estás pensando? Es la amiga de tu hija, una joven babosa y torpe.
—Quiero perder mi virginidad con usted, señora Manoban.
—¡¿Qué?!
—¡¿Qué?!
¡¿Por qué se esmera en pasar vergüenza cuando claramente dijo que no lo haría?!
Lisa la miró anonadada y Rosé sorprendida.
La más alta trató de salir corriendo pero Lisa le ganó y la tomó fuertemente de los hombros, haciéndola sentarse otra vez sobre la cama. El movimiento había hecho que Rosé la agarrara de la toalla y que cayera sobre su regazo, también cayéndose en el progreso y dejando a la vista sus pechos.
Ahora Lisa estaba sobre el regazo de Rosé con los pechos cerca a su cara.
—Mi sueño hecho realidad... —pensó. ¿O lo dijo en voz alta?
Miró a la tailandesa a la cara y supo que no lo había pensando.
Ahora solo tenía un pensamiento en su cabeza y si esta sería su última vez mirando a la hermosa mujer sobre ella, lo aprovecharía.
Así que sin miedo, le agarró ambos pechos con las manos y los apretó. Luego agarró a la mujer de la cintura y la tiró a la cama para poder salir corriendo fuera de la habitación. Cuando estaba lista para bajar las escaleras, sintió el pequeño cuerpo saltarle en la espalda y colgarse en ella con fuerza.
—¡Me acabas de agarrar las tetas, Rosé! —gritó la mujer, pero lo que no supo percibir Rosé era si estaba enojada o no.
La fuerza que empleó fue tanto que hizo que Rosé cayera de rodillas y manos con Lisa aún sobre su espalda. Ahora la mujer se encontraba sentada sobre su espalda con los brazos al rededor de su cuello.
—Me ahorcas —se quedó la joven.
—Y debería hacerlo, niñita grosera.
Rosé empezó a reírse y dejó de forcejear. La risa fue tan contagiosa que Manoban también lo hizo y ahora las dos estaban en medio del pasillo riéndose.
—Lo siento mucho, señora Manoban —trató de hablar—. Aunque realmente no me arrepiento, lo siento de nuevo.
Lisa se puso de pies y ayudó a la más joven en el proceso. Otra vez quedaron frente a frente. La única diferencia es que ahora la señora Manoban la agarró de la nuca y la atrajo hacia esos labios, besándola hambrientamente.
Y Rosé no supo qué hacer. O sea, sí había besado con anterioridad, pero ahora estaba besando a una mujer mayor, a la mamá de su amiga, a la señora Manoban.
¡A su milf!
Así mismo como la acercó, Lisa la alejó. Luego le pegó una bofetada y dejó otro besó en sus labios.
—Vete que tus amigos, deben estar esperándote —fue lo último que escuchó, ya que la tailandesa se fue de nuevo hacia su habitación.
Rosé, prácticamente hipnotizada, caminó hasta el primer piso y llegó al patio, dándose cuenta que sus amigos habían recogido todo, alistándose para irse.
Miró a Jisoo acercarse a ella, casi saltando sobre sus hombros y pasándole un brazo por estos.
—Ahora me vas a contar todo lo que pasó porque te tardaste mucho. Ya estaban empezando a preguntar por ti.
Park recapituló todo lo que había ocurrido; desde que le dio el chocolate, hasta que le sacó fotos, le quiso robar las tangas, le tocó los pechos y la había besado.
El mejor día de su vida.
¡La cámara!
Ignorando a Jisoo, miró en su riñonera y se dio cuenta que no la tenía.
—Mierda... —se quejó en un suspiro.
¡No! Aún peor, la tanga...
Había perdido la ropa interior de la señora Manoban.
Aunque había ganado un beso y una manoseada de pechos de esta...
Bueno, ya será para la próxima.
© whorefrs
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro